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SESIONES PÚBLICAS DE BALANCE Y PERSPECTIVAS
partido aprista peruano

Sesión 12 de junio de 2003

Iris Jave (conductora):
Muy buenos días con todos, señoras y señores, señores Congresistas, señores invitados, periodistas, señores Comisionados. Continuamos el día de hoy con la Cuarta Sesión Institucional de Balance y Perspectivas, para la cual damos la bienvenida a los dirigentes del Partido Aprista Peruano (PAP ó APRA), encabezados por el ex-Presidente de la República, el doctor Alan García Pérez. Va a tomar el uso de la palabra, en primer lugar, el doctor Salomón Lerner Febres, Presidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR). Me voy a detener un momento, para recordarles el reglamento que les ha sido repartido al inicio de la entrada a este local. El público deberá permanecer en silencio durante toda la sesión; no se permitirán expresiones, sean verbales o escritas, a favor ni en contra del invitado o de la propia CVR. Tampoco se permite la distribución de material impreso, o de otro carácter, a los participantes. En caso de que se perturbe el orden de las sesiones, el Presidente de la CVR exhortará a la audiencia a mantener estricto silencio; y en caso de persistencia, el Presidente solicitará el retiro de la sala de aquellas personas que no cumplan este procedimiento. Tampoco se permite aplausos ni ningún otro gesto de respaldo o rechazo ante las exposiciones. Muchas gracias. Dejo en la palabra al doctor Lerner.

Salomón Lerner Febres:
Muy buenos días señoras y señores invitados. Doy formalmente inicio a esta Sesión Pública de Balance y Perspectivas que cuenta hoy con la presencia del doctor Alan García Pérez, Presidente Constitucional de la República durante los años 1985 y 1990, y actual Presidente del PAP. Me permito, como ya lo ha señalado la señorita Jave, recordarles que durante la reunión deberemos observar el contenido del reglamento aplicable a estas sesiones.
Al iniciarse esta sesión, me permito recordarles el contenido del reglamento aplicable y que obra en su poder. El mandato conferido a la CVR incluye un cuidadoso escrutinio de los hechos acaecidos durante los veinte años de violencia. En el desarrollo de este mandato, la CVR escucha las voces de aquellos que han sido víctimas de graves crímenes y violaciones a los derechos humanos, voces como las escuchadas en el video que ustedes han podido observar; pero también, las voces de instituciones y dirigentes que tuvieron un papel destacado en el proceso que le ha correspondido estudiar.
En este caso, la CVR ha convocado a partidos políticos y a instituciones públicas a fin de que realicen, de cara al país, un balance histórico del papel que jugaron, así como una reflexión sobre su visión de las perspectivas que tienen del Perú hacia el futuro y con relación a la creación de una cultura de respeto a los derechos humanos. Éste es el sentido profundo de estas sesiones que no buscan ser eventos de juicio público, ni de polémica, sino permitir al país escuchar la versión de cada uno de los actuales invitados.
La CVR pide a los dirigentes presentes hoy, ofrecer un balance institucional de su comportamiento; la sesión no se refiere a hechos de conducta individual. Los vamos a escuchar con atención y las conclusiones y recomendaciones de esta CVR serán presentadas en el informe final en el próximo mes de agosto.

A modo de síntesis de introducción, la CVR quisiera dejar sentadas algunas premisas:

Ante todo, ratificar que el conflicto armado fue provocado por el Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso (PCP-SL), pese a que había entonces condiciones democráticas abiertas. En el contexto del conflicto armado interno que se desarrolló mediante un uso creciente del terror por parte de PCP-SL, el Estado democrático tenía la obligación de defenderse y de recurrir a las fuerzas del orden. Esto debía hacerlo, sin embargo, dentro del estricto respeto a los derechos humanos. Los hechos que le ha tocado analizar a la CVR muestran que ello no ocurrió así. Son precisamente esos graves hechos producidos en estos veinte años, los que han dado sentido a la creación de la CVR; y son estos hechos, finalmente, los que brindarán sentido a sus conclusiones y recomendaciones.
Asimismo, la CVR reitera que su perspectiva de análisis será fundamentalmente ética, con particular atención a aquellos que fueron víctimas de este conflicto y sin discriminación alguna. Es, a partir de estas premisas y dentro de este marco general, que se ubica la sesión que tendrá lugar el día de hoy y aquéllas que se sucederán en los días siguientes.
En la segunda mitad del siglo XX, grandes planes modernizadores fueron diseñados para lograr un Perú moderno. Las ricas pero mal irrigadas tierras de la costa debían ser polos agroindustriales de alto desarrollo e intensificación de la producción agrícola y, para ello, se planificaron grandes irrigaciones a lo largo del eje costero cuya construcción en los últimos cuarenta años ha transformado el paisaje social, económico y demográfico de esa región. Las riquezas de la selva debían integrarse a la economía nacional y, por ello, se planificó la Carretera Marginal, proyecto que empezó a ejecutarse en los años sesenta y ha seguido hasta hoy. En la sierra, la promesa de modernización no tuvo inversión y las pocas propuestas del Estado en ese espacio nos remiten a la Reforma Agraria; la ampliación de la cobertura educativa básica y superior; y a cierta inversión urbana en algunas de las capitales departamentales. En suma, es posible afirmar que el Perú que se modernizaba desde los años cincuenta no tuvo un gran proyecto ni una gran visión para la sierra de nuestro país. En el campo serrano, la masiva migración rural, principalmente hacia la ciudad de Lima; y las movilizaciones campesinas contra el régimen latifundista, transformaron la demografía y las estructuras de poder.
En los estudios realizados por la CVR, se observa que los conflictos entre sectores de la población o entre pobladores y el Estado, en los cuales se sustentaron los grupos subversivos, se asocian en forma particular a los procesos parciales e inacabados de modernización. Las transformaciones diferencialmente vividas tuvieron también efectos en el surgimiento y deterioro de una sociedad civil organizada, lo que incidió a su turno en las formas y los niveles de la violencia. Sin ningún recurso atractivo para el capital extranjero o nacional, ni polo económico dinámico, y mal integrado por una escasa y pésima infraestructura vial; el departamento de Ayacucho mostraba signos visibles de depresión económica, con uno de los Producto Bruto Interno (PBI) más bajos del país y altas tasas de migración de sus diferentes provincias hacia las zonas dinámicas de la costa o de la selva. En el entorno regional de pobreza y depresión, los movimientos campesinos y procesos de compras de hacienda por sus feudatarios; y finalmente, la implementación de la Reforma [Agraria] sobre los restos del sistema tradicional de hacienda, habían restado poder, influencia y peso determinantes en la ciudad y la región a los grupos de poder tradicionales.
La reapertura en Ayacucho, de la Universidad San Cristóbal de Huamanga en 1959, fue un proyecto educativo que renovó la ciudad y la conectó con el movimiento de modernización y progreso del país. Ésta se convirtió en el foco de dinamización cultural, política y económica de la región. Difusora de ideas progresistas y distancias de sectores tradicionales, la Universidad de Huamanga acogió, como el resto de universidades del país, las ideas radicales de los años sesenta y setenta. Desde su alta legitimidad regional, la Universidad irradió estas ideas hacia la ciudad y la región, ejerció casi un monopolio sobre la opinión pública modelando el sentido común local. Éste fue el espacio de surgimiento del PCP-SL cuya fuerte presencia en la Facultad de Educación le permitió ejercer una influencia importante en los maestros, y estuvo asociada al paulatino crecimiento de la cobertura educativa en las aéreas rurales crecientemente copadas por sus militantes que desarrollaron así su presencia en el campo.
El sector de la sociedad rural donde se inicia y desarrolla el conflicto armado corresponde a los márgenes sociales del país, irrelevantes para la economía nacional y los planes de desarrollo, donde el Estado no estuvo presente garantizando el acceso a infraestructura y servicios públicos básicos, ni cumplió su rol de garante de la tranquilidad, la seguridad y la propiedad de las personas. En términos generales, se trata de contextos rurales muy pobres donde la mayoría de población era quechua hablante y analfabeta – como lo vamos a ver en los gráficos posteriores- el espacio que se llamó despectivamente la “mancha india”, en el cual se incluye la sierra sur central, los departamentos de Ayacucho, Apurímac y Huancavelica. En estos espacios de pobreza rural, las únicas expectativas de progreso fueron individuales y no fueron otras que la emigración y el acceso a la educación. Hasta aquí tenemos un resumen de los antecedentes que explican el inicio del ciclo de la violencia.
Ahora resumiremos algunos datos estadísticos que nos dan un grueso perfil del itinerario y los resultados del conflicto, que podrán servir a sus organizaciones, señores invitados, para realizar el balance que nosotros les solicitamos.
En el primer gráfico, observamos cuando ocurrieron los hechos que condujeron a la muerte y desaparición de personas entre 1980 y el 2000; en él resaltan dos picos; el primero, entre 1983 y 1985; y el segundo, entre 1989 y 1991.
El segundo gráfico se refiere al lugar donde ocurrieron las muertes y desapariciones. En él se evidencia que el departamento de Ayacucho fue el principal escenario de muertes y desapariciones.
El tercer gráfico muestra una mayor incidencia de la violencia en el ámbito rural, si bien los espacios urbanos aumentan en importancia relativa entre los años 1989 y 1993. El 55% de las víctimas eran campesinos o se dedicaban a labores agropecuarias.
El cuarto gráfico expone con claridad un rasgo fundamental sobre el tema de quiénes fueron la mayoría de las víctimas. De acuerdo a las investigaciones realizadas por la CVR, el 75% de las víctimas era quechua hablante. Por otra parte, hasta el momento, la CVR ha contabilizado 1 224 autoridades locales muertas o desaparecidas como consecuencia del conflicto armado interno. SL sería responsable de más del 70% de estos casos.
El quinto gráfico expone: ¿quiénes serían los grupos responsables de los muertos y desaparecidos? Las cifras de la CVR muestran que aproximadamente la mitad de las víctimas fueron causadas por SL y un tercio por agentes del Estado.
El sexto gráfico muestra el número de víctimas ocasionado por los principales actores durante el ciclo de violencia. En él, resalta la disminución de muertos causadas por agentes del Estado durante los años 1989 y 1999.
Finalmente, el sétimo gráfico reúne las cifras de la muerte de civiles, miembros de las fuerzas del orden y de presuntos subversivos.
Presentados los antecedentes y los datos estadísticos más importantes, escucharemos en esta sesión la opinión de los representantes del APRA. El APRA es el partido político vigente más antiguo del Perú y vivió en sus orígenes, y por largos años, entre los años 1930 y 1950, una experiencia de exclusión de la vida política legal. Por lo tanto, no se puede explicar ni entender la historia de la lenta ampliación de la democracia en el país a lo largo del siglo veinte, sin tener en cuenta su itinerario y su representación social. Cuando en 1985, el APRA ganó las elecciones Presidenciales, habían ya transcurrido cinco años de violencia, con un alto saldo de muertos; y se había ya designado a las Fuerzas Armadas como responsables de los comandos político-militares encargados de la lucha contrasubversiva. La CVR ha distinguido etapas distintas en la política antisubversiva durante ese periodo.
Queremos agradecer nuevamente la presencia del doctor García Pérez, ex-Presidente Constitucional de la República quien, se nos ha informado, será el único vocero del Partido en esta sesión institucional de la CVR. Agradecemos del mismo modo la presencia del doctor Jorge del Castillo, Secretario General del PAP; de las señoras y señores Congresistas; y de los distinguidos dirigentes de ese partido, en el ámbito nacional y regional, que nos acompañan esta mañana en la sala.
Finalmente, antes de ceder la palabra al doctor García, queremos rendir nuestro homenaje a la memoria de los centenares de víctimas, militantes apristas, que murieron durante el conflicto armado por cumplir sus responsabilidades democráticas para con el país y para con su partido. Esperamos que nuestro informe final incluya una lista, lo más amplia posible, de los nombres de esas peruanas y esos peruanos. En las Audiencias Públicas de la CVR hemos tenido presentes varias veces, a familiares de ellos que nos han dado su testimonio. Queremos dejar constancia de nuestro reconocimiento por esos aportes al trabajo de la CVR.
Quisiéramos ahora invitar a los representantes presentes del PAP, y en concreto al doctor Alan García, a exponer su balance del conflicto que la CVR ha analizado, teniendo en cuenta las siguientes preguntas:

1 ¿Cuál es la evaluación de la subversión y de las estrategias contrasubversivas en curso, realizada por el PAP al asumir el gobierno en 1985?

2 ¿Cuál es el balance que hace su organización de la estrategia alternativa que buscó concretar durante el primer año de su gobierno?

3. En los últimos años del gobierno aprista el conflicto armado se había ampliado mucho y, con él, los comandos político-militares y la aparición de grupos paramilitares. ¿Qué balance se tiene de la coordinación existente entre autoridades civiles y militares en esa fase de la lucha antisubversiva? ¿Cómo se juzga la supervisión por el gobierno civil de la constitucionalidad y el respeto a los derechos humanos en las zonas declaradas de emergencia?

4. Teniendo en cuenta el conjunto de datos presentados, ¿Cuál es el balance global del ciclo de violencia interna y, dentro de él, cuál es la revisión franca que hace su organización de ese conflicto?

Alan García Pérez:
Señor Presidente, señores Comisionados, señoras y señores asistentes, conciudadanos del Perú. Primero quiero agradecer la posibilidad de dirigirme a la CVR, y a través de ella a todo el Perú, para traer el punto de vista del PAP y para explicar cuál es la verdad tal cual nosotros la entendemos, de manera desnuda, transparente y, como se nos ha pedido, autocrítica.
Esta reunión de balance, no podría comenzar sin decir que los cinco años de gobierno del PAP, en confrontación con los sectores violentistas del terrorismo, supuso, para la organización que presido, la pérdida de 1 300 militantes y funcionarios; algunos de cuyos hijos me acompañan hoy día como testigos de esa tragedia. Aprovecho este momento para rendir homenaje a quienes, sirviendo al Estado en condiciones muy difíciles, lo hicieron sabiendo que pagarían con su vida ese servicio y el actuar de acuerdo a los ideales del movimiento de Haya de la Torre; porque, señores Comisionados, creo que el PAP pagó el mayor precio en la vida de sus militantes y funcionarios que otro partido haya pagado. Desde presidentes regionales como Luis Paredes Maceda, de Piura; presidentes de corporaciones como Félix Ortega Arce, cuyo hijo está aquí; o Marcial Capelletti, de Ayacucho, cuyo hijo también me acompaña; o el Presidente de la Corporación de Piura, Ricardo Ramos Plata; y, también, prefectos como Manuel Santana Chiri de Ica; o como Gilbert Urbiola, de Apurímac, cuyo hijo también está mi lado; o alcaldes de todas las partes del Perú, elegidos democráticamente, como Luis Dueñas, Alcalde Provincial de Puno; como el Alcalde de Huanta, Víctor Raúl Yangali, que sabía que iba a morir y, sin embargo, aceptó el mandato del pueblo; como Virgilio Purizaga viejo profesor, autodidacta, libertario y anarquista, de Chepén; como el alcalde de Tingo María, Tito Jaime; o quien lo sucedió, el compañero Camasca, cuyo hijo también me acompaña; y ministros como Orestes Rodríguez, víctima de la furia homicida; o el gran militar y caballero Enrique López Albújar; el presidente del Instituto Peruano de Seguridad Social, Felipe Santiago Salaverry, descendiente directo del caudillo de la Patria, que fue víctima también de la furia homicida; y un Diputado del PAP, el diputado Li; y también, mucho más modestos dirigentes magisteriales como Fernando Cabrel; y hasta militantes de los más pobres y los más humildes, de los que sólo menciono a María Huapaya, víctima del senderismo en El Agustino. Le agradezco se me permita rendir homenaje a todos ellos porque son mis hermanos y porque no los hemos olvidado. Y, en nombre de ellos, formulo acusación histórica contra SL y contra las facciones terroristas que, incapaces de convencer al pueblo peruano y de hablar con ideas, incapaces de articular un discurso coherente y de vivir democráticamente, escogieron el lenguaje de las armas para silenciar a los que pensaban y actuaban.
Tenemos hoy, como balance, que recordar a esos muertos, pero acusar a la violencia terrorista, sin ambages, y decir que no olvidamos; decir que cada uno de estos jóvenes puede perdonar cristianamente, puede no guardar rencor ni odio, puede comprender, pero que el Perú jamás olvidará y jamás perdonará, aquello que sufrió y aquello que vivió. Dentro de ese espíritu, aprovecho este primer párrafo para decir, señor Presidente, que, frente a lo que hemos vivido, hay un lenguaje fundamental que es el de la autoridad, el de la firmeza, el de la necesidad de impedir que vuelva a producirse en nuestra patria aquello que hemos vivido. Y en ese sentido, saludo a esta CVR porque significa un esfuerzo de reflexión que, estoy seguro, conducirá a saber la inmensa gravedad de lo que hemos vivido.
Creo que el primer punto esencial, es hablar del contexto, como usted ha mencionado, pero quizás desde otro aspecto, doctor Lerner. ¿Cuál era el contexto de la ofensiva terrorista en el mundo, y en el Perú, al comenzar la década de 1980? Lo primero que tenemos que recordar es que, entre 1975 y 1979, se produjo en el mundo lo que se ha llamado el “Segundo genocidio de este siglo”. Cuando las fuerzas extremistas del Khmer Rouge, a las órdenes del Pol Pot, capturaron el poder en Camboya y, durante los años siguientes, sometieron a la atrocidad y al exterminio al pueblo camboyano, y ocasionaron dos millones quinientas mil víctimas. Eso es, señores Comisionados, lo que esperaba al Perú si esta banda terrorista hubiera capturado el poder o, como algunas corporaciones de inteligencia transnacional advirtieron, hubiera dividido el Perú. El Perú hubiera sido sometido a la misma furia de exterminio y hubiera sufrido millones de muertes.
El contexto es saber que, si bien es cierto que hoy día lloramos y sufrimos por miles de víctimas, algunas de ellos en el fragor de la lucha y del exceso, hay que señalar; que esas miles de víctimas y esa obra impidieron que, quizás, millones de peruanos o cientos de miles de peruanos sucumbieran como sucumbieron los camboyanos a la furia de sectas fanáticas. Ése es el verdadero contexto para saber hacia donde iba el propósito de este grupo, y hacia donde iba su tendencia homicida. Primero, se debe saber que si el Estado democrático, y asumo aquí también la defensa del Presidente Fernando Belaúnde, no hubiera hecho todo su esfuerzo, con los errores y carencias que se le señalen, el camino del Perú hubiera marchado al exterminio, a la disolución y, tal vez, a la muerte de millones de peruanos. Ésa es una firme convicción que tengo, y es la firme convicción que los Servicios de Inteligencia y los analistas internacionales tenían al comenzar la década de 1980. Es dentro de ese contexto que hay que entender lo que entonces comenzó como defensa del Estado, frente a este enemigo anónimo, inesperado para combatir, ante el cual, de hecho, el Estado no estaba preparado; contexto en el cual debemos comprender y entender a donde se dirigía el Perú y ubicar cada uno de los puntos para juzgarlos, para analizarlos, para reflexionar sobre ellos. Éste es, pues, el primer punto del contexto: ¿Adónde nos conducía esta insurgencia terrorista?
En segundo lugar, rechazamos que esta insurgencia fuera una explosión espontánea nacida de la pobreza, endémica y secular, de las zonas más excluidas de nuestra patria. No es verdad; fueron grupos universitarios, de clase media, ideológicos, con viajes al exterior, los que instrumentalizaron y organizaron y, muchas veces, forzaron, a los presidentes de comunidades campesinas, a los comuneros a actuar como vimos después que se actuaba. De manera que no voy a discutir ni rechazar, como se ha hecho ayer, que- yo diría en una licencia expresiva- un miembro de la CVR haya dicho que SL es un partido político y no una banda de delincuentes. Lo que ha querido decir, y lo entiendo así, es que era un grupo organizado con propósitos; que eran el exterminio, y la lucha contra la democracia y contra el Estado. Yo no me pierdo en un combate de palabras, comprendo lo que se ha querido decir, pero creo que hay que tener en cuenta que justamente eso muestra que era un grupo con propósitos; y no una insurgencia de los campesinos más pobres, de los más excluidos que, por su propia fuerza y espontaneidad, se armaron con piedras, palos, a degollarse entre sí y a atacar a las fuerzas del orden. No, fue algo premeditado, estudiado, preparado, como Pol Pot había preparado largo tiempo el exterminio de dos millones quinientos mil camboyanos; por consiguiente, debemos comprender que no es de la pobreza de donde nació Sendero sino del uso que dio un grupo ideologizado a la pobreza para instrumentalizarla y convertirla en carne de cañón. Incapaces de convencernos a los peruanos, incapaces de reclutar prosélitos y miembros de un movimiento democrático en las universidades y en los sectores de clase media, fueron, a buscar, criminalmente, cómo instrumentalizar a los campesinos. Yo, señor, como ustedes, he tenido ocasión de hablar con muchísimos presidentes de comunidades, con muchos supervivientes de las acciones de SL o de las acciones de represión a SL y ésa es la conclusión que tengo. Muchísimos campesinos fueron forzados, utilizados en esta guerra como armas de este grupo, que pueden llamar “movimiento político con ideología homicida”, que instrumentalizó como armas a los campesinos más pobres del Perú.
¿ Por qué? Porque ya esto es lo segundo que hay que plantearle a todos como contexto, a todos los peruanos, especialmente a los más jóvenes, que no han vivido esta circunstancia porque esto ocurrió hace más de veinte años ya. La pobreza, señor, aumentó brutalmente por la insurrección terrorista. Yo he podido saber, solamente desde el punto de vista de quien gobernaba el Perú cinco años, cuánto le costó al Estado mantener el estado de emergencia cada uno de los cinco años. Y yo le digo, señor, que allí se invirtieron miles de millones de dólares entre 1980 y 1990, porque cada día de emergencia cuesta el doble de rancho y tres veces más gasolina y transportes de todo tipo y avituallamientos; pero, además, la desertificación de las tierras y el abandono de los campos supuso una pérdida en producción, un lucro cesante agrícola para nuestra patria. Y la fuga de los inversionistas del Perú, no sólo del gran inversionista que viene a hacer una mina sino del pequeño inversionista que quiere poner otra tienda en el mismo distrito y vive espantado ante la situación de violencia que impera; o también la fuga del capital humano, de los profesionales, de los industriales del Perú, que comenzaron desde entonces a radicar en Miami y en otros lugares, aterrorizados ante la posibilidad de la muerte o del rapto; o los cortes eléctricos. ¿Qué inversionista podía venir al Perú, si debido a las largas líneas de transmisión que tenemos desde el centro, la energía eléctrica era cortada día a día? Todo eso supuso, en valores de hoy, y no es una exageración, un precio cercano a los 20 mil millones de dólares, en dólares de hoy; y eso supuso la pérdida de, por lo menos, un millón doscientos mil empleos a lo largo de los diez años transcurridos entre 1980 y 1990. Que el Perú sepa, y formulo acusación contra SL, que cuando los peruanos deben partir a trabajar fuera del Perú, parten a buscar un puesto que, en mucho, les quitó el terrorismo. Acuso al terrorismo de genocidio, acuso al terrorismo de haber destruido la economía nacional. Yo creo que éste es el verdadero contexto, señor Presidente, en el cual tenemos que ponernos para saber cómo se actuó porque sino estaremos juzgando veinte años después, y en la tranquilidad de una oficina, aquello que fue terrible en esas circunstancias. El terrorismo no sólo aumentó la pobreza, impidió que se hiciera algo por los campesinos.
Yo, señor, con toda la ilusión de mis treinta y cinco años de entonces, quise cumplir con Ayacucho aquello que el propio Simón Bolívar se había comprometido a hacer: la irrigación (sic) del río Cachis para regar miles de hectáreas y dar agua potable a la ciudad de Ayacucho; y comenzamos ese trabajo gracias a la cooperación italiana, pero sepa usted que, en dos ocasiones, SL destruyó los campamentos; en una mató a seis ingenieros y, en la otra, mató a todos los ingenieros de planta nuevamente. Éste es el contexto en el cual hay que comprender aquello que el Perú vivió en ese momento.
Por consiguiente, no son 30 mil o 20 mil víctimas, son 20 millones de víctimas las que Sendero ha generado en el Perú: los que han perdido el trabajo, los que han perdido parientes, los que han perdido la serenidad y la tranquilidad. Cuánto hubiera ganado el Perú si a la salida de la dictadura militar de entonces, hubiéramos tenido por lo menos algo de tranquilidad para enfrentar el tema de la deuda que nos dejó el gobierno militar; para enfrentar el tema de la injusticia que vivíamos en el Perú, si hubiéramos podido construir, seguramente no un paraíso, pero algo mejor para los más excluidos de la patria. Todo eso fue impedido por SL. Les digo, en nombre de los apristas del Perú, nosotros, señor, no tenemos ni en nuestros programas ni fuimos educados para actuar militarmente, o de comisarios, en el Perú. Llegamos para hablar del antiimperialismo, llegamos para hablar de la Reforma Agraria o la reestructuración de la tierra en el Perú y lo que conseguimos fue un escenario en el cual ya se había generado, desde seis o siete años antes, una situación [ininteligible] y de enfrentamiento enceguecido y homicida. Quiero, y les ruego, que en sus análisis tengan pendiente y presente este punto de vista. Y lo digo, tras mencionar este contexto de 20 millones de víctimas del terrorismo, sobre el cual pasarán cien años y la población peruana no olvidará de lo que ha sido víctima; y es importante que esto se diga, y por eso es importante la CVR, para que las nuevas generaciones sepan el inmenso peligro que eso supuso y sepan las consecuencias terribles que eso creo.
Es importante decir en segundo lugar, Presidente, para entrar en materia, que el Estado peruano en 1980 no estaba preparado para hacer frente a este tipo de insurgencia absolutamente diversa; tal vez, el Estado peruano estaba preparado para responder a otro tipo de subversión, formal, militarizada, del viejo estilo cubano guevarista; pero, ante esta forma de terrorismo ciego, metastático y anónimo no podía el Estado responder de inmediato y fue necesario un proceso de largos años de aprendizaje. Usted no puede transformar las estructuras del Estado; usted no puede cambiar las formas de acción policial o militar de la noche a la mañana; usted tiene que, paulatinamente, comenzar a identificar, a reflexionar y a cambiar las formas de acción de los mecanismos de defensa del Estado. Por eso, el Estado fue sorprendido, y quedará siempre, como una duda o como una acusación para quienes terminaron su régimen dictatorial en 1980, el que destruyeran las informaciones de Inteligencia que seguramente se tenían, o si no se tenían también era responsabilidad, respecto a lo que ya se estaba preparando en Ayacucho. Y era responsabilidad de quienes lo sabían, aunque no estuvieran en el Estado, si fueron profesores o cercanos a quienes estaban preparando todo esto, decirlo públicamente, porque lo otro era complicidad y ocultamiento. En 1980, el Estado democrático se enfrentó a una situación absolutamente inesperada, frente a la cual no tenía respuesta ni posibilidad de abortar inmediatamente aquello que comenzaba y, sin embargo, el Estado debió defenderse a la manera en que pudo y con los instrumentos que pudo porque ya estábamos noticiados, los peruanos, de a dónde podía llevar esta insurgencia. E, inclusive, hombres de izquierda, hombres de izquierda comunista o marxista, comprendían, como mi gran amigo el doctor Alfonso Barrantes, el inmenso peligro que suponía que esto continuara o se permitiera crecer. El Estado se defendió, y después hablaremos de si cometió errores y excesos; pero el Estado tenía como primera obligación salvar al Perú de esto, salvarlo de la destrucción genocida y de la destrucción económica que ocurrió durante los siguientes diez años.
Y en esta lucha que comenzó el Estado, por momentos a ciegas, y lo he dicho en las conversaciones privadas que he tenido con la CVR, que han sido cuatro, y sin tener instrumentos reales, el Estado tuvo que hacer uso de sus Fuerzas Armadas y sus Fuerzas Policiales. Y a mí me toca, porque yo no me lavo las manos de eso, me toca rendir un homenaje al heroísmo de las Fuerzas Armadas y las Fuerzas Policiales. No suscribo ningún error, ningún exceso, eso toca a la CVR y a la historia determinarlo y, si necesario, sancionarlo, pero el conjunto de las instituciones respondieron con lealtad a su país. Las Fuerzas Armadas y las Fuerzas Policiales han entregado miles de víctimas y decenas de miles de hogares aterrorizados ante la posibilidad de que sus hijos o esposos murieran. Yo he podido conversar también con muchos oficiales, con policías, con soldados, con marinos que tenían que caminar en los cientos de patrullas que mensualmente se daban a lo largo de las zonas asoladas por el terrorismo. Y ellos sabían que se enfrentaban a algo desconocido, anónimo, cobardemente oculto detrás de los campesinos, pero tenían que cumplir su obligación. Y, si ustedes cuentan las miles de veces que salieron patrullas a lo largo de todos esos años, verán que los excesos y errores que se cometieron son pocos frente a la inmensa cantidad de despliegue que tuvo que hacer la Fuerza Armada. Yo invito a la CVR a hacer ese balance también. ¿Cuántos miles de patrullas surcaron el territorio del país entre 1983 y 1990 ó 1992 y cuántos excesos o errores se cometieron? Porque también hay la lógica de decir “si realmente se hubiera querido actuar de manera genocida, represiva ¿qué hubieran podido hacer estos miles de patrullas?”. En eso también pido reflexión, consideración y comprensión para la acción heroica que cumplió la Fuerza Armada y que cumplieron las Fuerzas Policiales.
Errores hubo, evidentemente, errores, excesos; en principio por falta de preparación, por falta de conocimiento. ¿Cuántas veces hemos reunido decenas de estudiosos de otros sectores, políticos de izquierda, de derecha? Yo personalmente, seguramente lo hizo a su vez el Presidente Belaúnde. ¿Cuáles son las alternativas? ¿Cómo actuamos mejor? Y les digo la verdad: la ignorancia o la falta de preparación ante este enemigo sorpresivo, desconocido no era solamente de los gobiernos o de las Fuerzas Armadas; era de toda la sociedad, señores. Nadie sabía cómo solucionar este problema. Claro, veinte años después, cuando se comprende que capturando la piedra básica, al líder de la banda homicida, todo se desarticula o se detiene, es fácil decir “debió capturarse desde 1983”, pero ése era un largo trabajo de Inteligencia, en que el Estado, paulatinamente, tenía que irse educando. Y eso es lo que hicimos.
Yo vengo a decir que la democracia, a pesar de los errores o excesos que pudo cometer, y de sus carencias, salvó al Perú de la mayor amenaza que ha sufrido durante el siglo veinte. La democracia pagó el costo enorme de esta lucha, señor. Entre 1984 y 1985, según todos los estudios y cálculos, había miles de personas armadas y otros miles de apoyo para los grupos subversivos. Y tengo la declaración de personas, las más importantes del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) después de 1990, según las cuales, ese número se había reducido fundamentalmente. Quiere decir que la democracia de todas maneras actuó, por momentos a ciegas, por momentos sin preparación, pero actuó con energía y salvó al Perú; lo salvó del exterminio polpotista como en Camboya, lo salvó de la continuidad en la destrucción total de sus fuentes de riqueza.
Quisiera decir, en tercer lugar, Presidente, para entrar directamente en aquello que se me propone: ¿Cómo respondió el APRA, desde el gobierno, a esta situación? Quisiera decir que fue un combate, una lucha continua en los dos gobiernos democráticos. Cuando el Presidente Belaúnde, en enero de 1983, decretó el ingreso de emergencia de la Fuerza Armada en los Andes del Sur, actuó con energía y obligó a que, en los años posteriores, SL comenzara antes de lo que había previsto una urbanización, un proceso de centralismo hacia Lima y algunas ciudades de la costa. Es en esta circunstancia en que nosotros encontramos el gobierno. Y como le repito, señor, los ministros que aquí me acompañan, los jóvenes apristas de entonces, los ideólogos, los amigos asesores, en verdad no estaban preparados para este tema; no estaba en ninguno de los libros de los propósitos de justicia social o de antiimperialismo o de asistencia al campesinado y a los pobres; no había ningún manual, ni lo había dejado escrito el gobierno anterior y, mucho menos, el anterior a él, cuál era el manual y cuál era la piedra filosofal con la cual solucionar este problema, como entonces muchas voces decían.
Nosotros, señor Presidente, tomamos dos tipos de medidas. La primera tiene que ver con el sentido social del gobierno; ayer se ha explicado el carácter democrático del régimen anterior. Yo tengo hoy día que decir que nuestra primera preocupación fue darle un acento social a esa democracia. Claro que comprendíamos que este grupo organizado y con propósitos homicidas estaba utilizando una situación de exclusión, de marginación, de pobreza, de miseria absoluta; y, entonces, había que acercar el Estado a ese sector olvidado, había que reconciliar los Andes con la capital centralista y con la economía moderna del Perú. Y ése fue el propósito social que quisimos dar al gobierno, pero no se nos dio, en ningún momento, tregua. Sólo un movimiento, de los dos que entonces actuaban, dijo ofertarnos una tregua de un tiempo, el otro continuó su labor sistemática de hostilización y asesinato.
¿Cuáles eran las medidas sociales de acercamiento del Estado a la población, a los más pobres? La primera fue identificar en qué áreas estaba actuando la subversión de manera orgánica. Nosotros diferenciábamos su dominio de muchas provincias, distritos de comunidades campesinas, de los grupos petardistas o de exterminio que venían a Lima. Era esa zona la que le daba su base social, su base de reclutamiento y de dominación; habían impuesto allí una dictadura absoluta respecto a las comunidades campesinas. Y nosotros dijimos “hay que acercar el Estado a toda esta zona”. Por eso planteamos inmediatamente lo que llamamos el “Plan del Trapecio Andino”, expresión que entonces se puso en boga. Se trataba de identificar cuáles eran los distritos y las provincias en las zonas más altas que comenzaban desde Apurímac y Huancavelica, continuando por las provincias altas del Cusco y se extendían a Ayacucho y, hacia el sur, hacia Puno. Y nosotros dijimos, haciendo un esfuerzo de reorientación presupuestal, “vamos a asignar, de inmediato, cuarenta millones de dólares a este Trapecio Andino para hacer obras concretas e inmediatas en todos los distritos”. Ésa fue la primera ofensiva que hicimos para enfrentar social y económicamente la base de reclutamiento, la base orgánica que en ese momento tenía SL.
La segunda acción fue crear el Fondo de Apoyo a las Comunidades Campesinas. Y por los cinco años siguientes, decrecientemente, por las estrecheces fiscales que entonces sufrimos desde 1988, a cada una de las comunidades campesinas de Puno, de Ayacucho, de Huancavelica y otros departamentos del Trapecio Andino, le entregamos una cantidad directa y los hicimos parte del presupuesto nacional, ejecutores del presupuesto directamente; en medio de la duda, del descrédito de algunos diarios y de algunos economistas neoliberales que decían que eso era populismo. ¿Cómo va a ser populismo intentar interponerse entre SL y una base de reclutamiento abandonada antes por el Estado? Era imprescindible y audaz hacer esos actos, y el Fondo de Comunidades Campesinas, y las reuniones que durante tres años sostuve con miles de presidentes de comunidades campesinas en todo el país, tenían por objeto eso, que sintieran que el Estado se acercaba a ellos.
Pero, creo que más importante fue una tercera medida, siempre criticada. Cuando planificábamos cómo dar crédito agrario, cuando entonces existía un Banco Agrario auténtico, los técnicos nos propusieron que para los cultivos modernos y costeños hubiera una tasa de interés, y para los cultivos andinos -la papa, el maíz, la cebada, el trigo- hubiera una tasa de interés menor. Y el Gobierno tomó la decisión de que esos cultivos y en esas zonas del Trapecio Andino no hubiera interés y creamos el “Crédito cero”. Y el Crédito cero significó una transferencia anual de casi 40 millones de dólares, 46 en algunos años, a los campesinos más pobres del Perú: a los paperos, a los maízeros, a los cultivadores del trigo.
Ésas fueron, señor Presidente, medidas fundamentales. Dimos, además, la Ley de Titulación y Deslinde de las Comunidades Campesinas porque uno de los temas que aprovechaba SL para enemistar unas comunidades con otras, era el conflicto de límites, la falta de titulación. Y en el curso de esos años, trabajosamente, titulamos comunidades campesinas. Sin embargo, en la estrategia de lo que entonces pensamos, con acierto o no, dentro del Trapecio Andino, en mi concepto, había una zona que era de enorme importancia para SL y había que evitar que la tocara. En nuestro concepto el departamento de Puno, con su altiplanicie, representaba un pasto fácil para imponer allí también una dictadura de tipo homicida. Por eso, hicimos un plan específico para el departamento de Puno; y por eso dimos la Ley de Reestructuración de la Tierra en Puno y entregamos un millón 200 mil hectáreas a más de 400 comunidades campesinas.
De manera que todas estas medidas sociales que no eran solamente las obras que otros sectores del Gobierno hacían, sino las obras específicas para este tema, para interponerse entre el homicidio y el reclutamiento en sectores desprotegidos. Creo que todo eso, de alguna manera, supuso un golpe efectivo ante la estrategia de SL; no lo digo yo, lo dijeron muchos analistas, y algunos que estuvieron muy cerca a mí en esos años. Porque se redujo el número de acciones y, además, la velocidad de reclutamiento o renovación de quienes entraban a servir, forzados en la mayor parte de los casos, a las acciones armadas o de protesta de SL.
Esos fueron lo que consideramos los caminos sociales en un gobierno que quiso ser social, que quiso ser popular, a pesar de estos enormes embates. Póngase usted en mi papel, usted quiere hacer una revolución en el Perú, a los pobres; pero encuentra que hay una banda homicida que mata, especialmente pobres, con un código de selección de víctimas que hacía víctimas a los “pata en el suelo”, como usted ha visto, a los que no hablaban español, que no tenían nada más que su propio cuerpo. Y encontramos, también, que había una banda que impedía que el Estado asumiera las dificultades de la deuda externa que nosotros no creamos, que nos fue entregada por el gobierno anterior que, a su vez, la recibió inflada diez veces del gobierno militar. Y los graves problemas endémicos e históricos del Perú. Creo que es importante contextualizar todos estos temas para comprender las dificultades que, entonces, no sólo mi gobierno, también el anterior gobierno democrático, habían confrontado.
Pero, esto es lo que toca a la filosofía social del aprismo; también en el aspecto operativo fuimos recogiendo experiencias anteriores. Lo primero que hicimos fue llamar al diálogo a los alzados en armas o a los terroristas, haciendo una invocación a que abandonaran esa furia homicida, ese degollamiento de comunidades campesinas o de asesinato de autoridades del pueblo; y creamos la Comisión de Paz. Yo no olvidaré nunca la devoción de las personas que fueron convocadas a la Comisión de Paz y que vinieron, voluntariamente, a intentar un puente de diálogo, de comprensión, de análisis y de convencimiento a los que actuaban así. El padre Felipe MacGregor, viejo Rector de la Universidad Católica; el doctor Fernando Cabieses; el doctor Diego García Sayán, hoy juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH); el doctor Rodríguez Rabanal, hoy asesor del Presidente de la República. Ellos, y otros, durante un año, infructuosamente, fueron a las cárceles, buscaron contactos. Personalmente participé con el gran Cardenal Juan Landázuri en intentar tender puentes, a través de la Iglesia, con personas que se decían de importancia y rango en SL. Durante todo un año, y en reuniones semanales y quincenales, pude escuchar lo infructuoso del trabajo y el desánimo, a veces, de la Comisión. Les quiero rendir un homenaje porque ellos intentaron hacer aquello que de otra manera no hubiera podido hacerse: buscar el diálogo, entender de qué se trataba.
Y ésa fue la primera medida operativa antes de seguir utilizando las armas. Porque lo segundo fue, yo les he contado a los señores Comisionados; cuando recién llegado a la Presidencia, recibía yo unos informes cada mañana y al leerlos veía que una patrulla había encontrado dos “terroristas comunistas” huyendo y que habían sido abatidos. Mi primera preocupación fue qué arma se capturó, qué circunstancia concreta de que hubieran sido “terroristas comunistas”, como se usaba entonces decir. Entonces, convoqué al Consejo de Defensa Nacional y en él, discutimos con todos los altos mandos y me explicaron que había 60 patrullas diarias. Yo dije: “Cuidado, vamos a suspender por treinta días estas patrullas, porque un cambio de gobierno supone también un cambio de estrategia y, antes de saber exactamente qué estamos haciendo, suspenda, por favor, estas patrullas”. Y durante treinta días fueron suspendidas, como ustedes lo habrán constatado, de las Actas del Consejo de Defensa. Y cuando se reanudaron las patrullas y se cometió el asesinato de los campesinos de Acomarca, yo sentí que eso era también una infamia en contra del régimen, del régimen democrático del Perú que debía cambiar. Procedimos, y no porque esos señores oficiales fueran responsables de nada, y su honor está a salvo, a destituir al Presidente del Comando Conjunto, al General Jefe de la Segunda Región Militar, al Jefe Político-Militar de Ayacucho, al Jefe del Cuartel de Los Cabitos y toda la línea de oficialidad hasta llegar a la culpabilidad de Acomarca. Para demostrar al mundo que el Gobierno actuaba en defensa de los derechos humanos y que tenían que cambiar las formas.
De manera que, en el plano operativo, la Comisión de Paz y la búsqueda del diálogo, infructuosa pero tenazmente, por estos intelectuales y hombres de buena fe que formaron la Comisión; y el buscar minimizar, a pesar de las operaciones necesarias, cualquier error o exceso caracterizaron la voluntad del Gobierno desde 1985. En esa línea comprendimos también, también para información de los más jóvenes del Perú, que era importante involucrar al pueblo en su lugar de residencia; y, durante mi gobierno, fue dada la Ley de las Rondas Campesinas para facultar y reconocer el derecho de autodefensa de los pueblos.
Supimos que en su división estanca, las Fuerzas Policiales que entonces existían, y que eran tres, no podían actuar con eficacia ni intercambiar su inteligencia, cosa que no hacían. La inteligencia, entonces, era para vigilarse unos a otros, para ver su cercanía o no al poder. Y dijimos: “Esto tiene que terminar, unifiquemos las Fuerzas Policiales”, proceso que terminó en la creación de la Policía Nacional que hasta ahora subsiste y que es, evidentemente, un mérito de ese régimen. También logramos la unificación de las tres fuerzas en un solo ministerio, el Ministerio de Defensa; y, como consecuencia de esas dos unificaciones, se unificó todos los Servicios de Inteligencia para que brindaran información al Servicio Nacional de Inteligencia de entonces. Si eso se cumplió con eficacia o no, toca a los historiadores saberlo, pero todos estos procedimientos operativos son los que nosotros intentamos poner en marcha para darle más inteligencia al Estado en la lucha frente a este enemigo desconocido.
No debemos olvidar que en 1986 invitamos al célebre juez Impossimato, que había establecido los famosos “Tribunales sin rostro” para terminar con la amenaza de las Brigadas Rojas en Italia, con un resultado eficaz. Y lo invitamos y propusimos una ley que fue aprobada y creó la posibilidad de que hubiera tribunales civiles sin rostro para juzgar a los terroristas sin la amenaza que entonces sufrían los jueces. Esa ley fue aprobada, pero lamentablemente, y dentro de la democracia, el Poder Judicial no la usó porque, entonces, consideró públicamente que tribunales sin rostro vulneraban la majestad del Poder Judicial. Cuánto hubiéramos avanzado si se hubiera aplicado esa ley que era inteligente.
Finalmente, y entre otros temas, se creó el Grupo Especial de Inteligencia, por mi gobierno, porque era una labor de inteligencia. Y ese Grupo Especial de Inteligencia, con las mismas personas que lo compusieron originalmente, terminó capturando, dos años después, a Abimael Guzmán. Se me ha preguntado qué hizo el gobierno del PAP. Intento hacer lo más posible por los pobres del Perú e intentó hacer más inteligente el combate frente a la delincuencia subversiva.
Hay dos percepciones siempre. La percepción de lo que yo diría, sin ambages, la derecha, que reprochaba entonces y después al gobierno aprista que no actuó con energía. Nosotros no somos ni Alberto Fujimori ni Vladimiro Montesinos; nosotros no actuamos violentando la democracia ni los derechos humanos. Qué fácil hubiera sido hacer lo mismo que en La Cantuta o violentar todas las universidades y cerrarlas, o hacer mitimaes por las provincias donde hubiera más penetración senderista. Se nos reprochó como debilidad mantenernos dentro de la democracia; se nos reprochó como debilidad que en cada ocasión en la que hubiera un exceso, fuéramos nosotros los que saliéramos a decirlo. ¿Por qué lo tiene que decir el adversario si uno tiene la obligación de decirlo? Actuamos en Acomarca; y cuando ocurrió la tragedia del asesinato masivo, en 1986, en Lurigancho, me tocó a mí, después ir a verificar in situ de qué manera habían ejecutado a prisioneros rendidos; decirlo ante el mundo, no sólo ante el país. Se nos reprochó debilidad por parte de quienes estaban ya alimentando la idea de que solamente mediante el aplastamiento total de la democracia se podía combatir a SL. Y eso no era cierto, y no era cierto porque en su mejor momento, para usar un término, los terroristas tenían quizás diez mil personas vinculadas a su acción. Y en 1990, por declaración de los propios Jefes del SIN, apenas eran 800 o 900. La democracia sí puede, pero con trabajo, con paciencia, con lentitud porque tiene que combatir, pero al mismo tiempo, respetar lo más posible todas las leyes. Qué fácil hubiera sido cerrar el diario de Marka. Usted se imagina, señor, en medio de los asesinatos. Yo he estado sentado en Palacio de Gobierno un día y de pronto una explosión me devuelve a la realidad; y cuando voy a ver, hay nueve miembros de la escolta presidencial despedazados en las calles de Lima. Eso era SL. ¿Y quién sacaba al día siguiente un titular diciendo que habían sido sancionados en una acción del Partido? El diario de Marka. Pero, entonces, ni el Parlamento, ni los jueces, ni los fiscales se atrevían a actuar frente a ese delito de incitación y de apología porque decían que la libertad era así. Debilidades de la democracia que deben ser, y eso es parte de las conclusiones para más adelante, corregidas por si en algún momento insurgiera de nuevo algo como lo que entonces vivimos.
Y la otra percepción, si la derecha nos decía débiles, fue “represivos”. Desde el punto de vista de una Izquierda, yo diría, utopista o facilista que decía: “Se reprime con exageración al pueblo”. Reprimir con exageración al pueblo es hacer lo que hizo SL con las comunidades campesinas, lo que hizo Pol Pot en Camboya; reprimir con exageración hubiera multiplicado cada una de las 60 patrullas diarias, hubiera dado al país un saldo de cientos de miles de muertos. El Estado actuó de manera sistemática y aprendiendo cada vez más. Fue un largo aprendizaje de diez años lo que permitió que el mismo grupo creado en la democracia, el Grupo Especial de Inteligencia, capturara a Abimael Guzmán. Y todos saben que por la acción del Estado, paulatina pero constante, SL había sido casi diezmado; y no lo digo yo, señor, sino un miembro de la CVR, que es un importante e inteligente estudioso de la historia de SL quien ha dicho en alguna entrevista que en 1989 SL estaba ya derrotado socialmente. Esto es lo importante, en democracia sí se puede derrotar. Lo que ocurre es que quienes habían preparado el conculcamiento de todas las libertades y la imposición de una dictadura sobre el país, estoy seguro de que, pudiendo detener a Abimael Guzmán meses antes, guardaron esa posibilidad y ese secreto para hacerlo como justificación de su golpe de Estado en 1992. Si en marzo de 1990, Abimael Guzmán fue casi capturado por el Grupo Especial de Inteligencia; y a partir de las dos casas que se golpearon, como se dice policialmente, se siguió el hilo hasta llegar a Abimael Guzmán, tiempo después; yo estoy convencido, y lo afirmo, que desde meses antes de la captura ya se conocía exactamente dónde estaba. Lo que pasa es que se dejó ese secreto y esa acción para manipular psicosocialmente al pueblo y justificar, a posteriori, el golpe de Estado; diciendo que la democracia es débil, que la democracia no es capaz de actuar.
Pero yo vengo a decir aquí que los dos gobiernos democráticos actuaron con el heroísmo de sus funcionarios, de sus prefectos, de sus alcaldes, de sus presidentes de corporaciones, de sus diputados que también fueron víctimas; que la Fuerza Armada y las Fuerzas Policiales se entregaron a esta lucha a cambio de salarios bajísimos y que de esta lucha e inteligencia, construida poco a poco, SL y el MRTA, habían sido sustancialmente derrotados al terminar el segundo gobierno democrático y sólo quedaba, como he dicho, cosechar los frutos de ese largo trabajo capturando a Abimael Guzmán.
Esto es, señores Comisionados, señor Presidente, lo que podría decir en nombre del APRA. Mil disculpas porque hable por vehemencia y con vehemencia, pero creo que, realmente, lo que ha vivido el Perú es una inmensa amenaza. Creo que ha habido errores, ha habido excesos, evidentemente señores, pero al origen de esos excesos estuvo el desencadenamiento de una guerra y de un fragor para el cual, como he dicho, el Estado se había ido preparando poco a poco y, entre tanto, cometió errores y excesos. Cuando ustedes juzguen estos excesos, yo les pido que sean magnánimos en el análisis, magnánimos en el saber que un Teniente, que un Capitán que recorre durante meses una serranía, puede caer a veces en precipitación. Pero lo hace exponiendo su vida, lo hace trabajando; no desde un bufete abogadil, no desde una curul; lo hace allí y trabajando por un salario mísero. Al defender otra vez a los gobiernos democráticos y su acción eficaz, el heroísmo de los funcionarios de la Fuerza Armada y de las Fuerzas Policiales, le reitero, señor, que ese trabajo salvó a nuestra patria de algo espantoso y que nos hubiera puesto, como han dicho muchas corporaciones de inteligencia transnacionales, como el “tercer genocidio que se hubiera producido en el siglo veinte”. Le agradezco mucho la ocasión de decir la verdad y de permitir que me acompañen los hijos, huérfanos entonces y hoy jóvenes, que estoy seguro, por la memoria de sus padres, saben que frente al terrorismo sólo hay una (sic) palabra: autoridad, firmeza. Sólo hay democracia con las leyes, y la fuerza es para impedir que se repita lo que entonces vivimos. Muchas gracias.


Salomón Lerner Febres:
Gracias a usted, doctor García. La CVR aprecia altamente sus puntos de vista luego de haber escuchado con atención; el país también lo ha hecho. Sin embargo, queda claro, como lo hemos expresado en un inicio, que las conclusiones y recomendaciones y, en general, los puntos de vista de la CVR, serán expresados en el Informe Final.
Como ya ha sido indicado y se ha conversado, pasamos a la segunda y última parte de esta sesión. Y allí, invitamos, al doctor García a presentar su visión de las perspectivas que existen para el país a partir del balance que ha efectuado Para ello le señalamos, como líneas de reflexión, tres temas.

5.El relativo a las secuelas del conflicto, a las víctimas, a las responsabilidades de reparar, por parte del Estado y la sociedad, a quienes sufrieron de esta violencia.

6.¿Cuáles son las posibilidades de que, en la hora presente, pueda repetirse un conflicto como el que nosotros padecimos? Y, en todo caso, ¿cuál sería el modo de prevenirlo?

7.Quisiéramos contar con su pronunciamiento sobre la pertinencia de la reconciliación nacional y cómo alcanzarla a partir de la verdad y de la justicia.

Alan García Pérez:
Comprendo haber excedido con largueza el tiempo que me concedió para mi primera intervención; seré breve en esta segunda, en homenaje a sus trabajos. Reitero y sintetizo que el Perú se salvó de un genocidio y un exterminio polpotista gracias a la acción decidida de los gobiernos democráticos de entre 1980 y 1990; y que la lección fundamental es que el Estado debe estar preparado con inteligencia para todas las hipótesis de curso histórico que puedan presentarse, para no perder el tiempo en prepararse ante eso.
Creo que la CVR nació, y yo lo entendí así, señor; como una amenaza directa al PAP, con toda honestidad y sinceridad lo digo; pero le digo también, con la misma transparencia, que he ido cambiando mi punto de vista. De las conversaciones que hemos tenido, he ido comprendiendo que nuestros puntos de vista pueden disentir, pero hasta donde yo entiendo, y quisiera, no he visto mala fe, no he visto obsesión persecutoria en los miembros de la CVR. Creo que la CVR tiene una enorme responsabilidad, y por eso he venido. Y es enorme su responsabilidad porque de su trabajo debe nacer, lo que usted ha llamado, una suerte de reconciliación; en el sentido, primero, de reivindicar a las víctimas del terrorismo que murieron cumpliendo su deber de funcionarios, su deber de hombres y mujeres de la Fuerza Armada y las Fuerzas Policiales. Creo que la CVR tiene un dificilísimo papel, Presidente, porque tiene que escarbar la verdad de los hechos, tiene que dársela a las muchas víctimas que en el fragor de esa lucha y sin ser actores de esa lucha pudieron sufrir sus consecuencias: morir, ser heridos, quedar huérfanos. Tiene que hacerlo porque, finalmente, por criminal que se sea, uno es un ser humano y tiene derechos. Del rescate de cada uno de esos derechos, de la necesaria indemnización que tiene que hacerse a cada uno de los que perdió algo en este dramatismo, hay una línea dificilísima de la que pueden aprovecharse, si quedan, los enemigos de la democracia, del pueblo y del Estado; para proclamarse víctimas también y presentar al Estado democrático como un Estado genocida, represivo, victimario, y así concluir, entonces, a posteriori y forzadamente: “Quienes tuvieron razón fuimos nosotros”. Creo que eso, Presidente, es un dificilísimo trabajo para la CVR, y no envidio la circunstancia en que la CVR está, porque cualquier expresión puede ser utilizada por unos o por otros; como aquélla que he preferido no comentar, pero que reconoce que era un grupo ideologizado y ajeno a los campesinos de los Andes de Ayacucho, con objetivos concretos y planes y programas, el que motivó y organizó todo esto. Entiendo que es a eso que se ha referido la Comisionada. Y veo, por eso, difícil el trabajo; porque cualquier conclusión puede terminar victimizando a SL si es que, con la habilidad y la inteligencia que tienen los Comisionados, no saben, directamente, ubicar los temas.
Se me pregunta si podría resurgir en el Perú este tipo de violencia. Nunca hay que decir nunca, señores Comisionados. La aparición en Ayacucho y el asalto al campamento del Techint me parece demasiado coincidente con estas audiencias. Yo sí creo que ha sido premeditado, como todo lo que hizo SL a lo largo de su existencia; ha sido premeditado para echar lodo sobre la CVR; ha sido premeditado para coincidir con la no-aparición de uno de los protagonistas y actores del crimen, ni siquiera a través de un video. Podría uno decir que después de la caída del Muro de Berlín, de la globalización es muy difícil pensar en estas ideologías mesiánico-fanáticas-utopistas-homicidas, que no se puede repetir el caso de Pol Pot, ahora, en el Perú, como pudo repetirse en los años comprendidos entre 1985 y 1990, pero creo que sería realmente aventurado decir que eso no puede ocurrir. Bajo la cercana tutela de Europa, los tutsis y hutus se mataron por millones en el África, en países que no han dejado de ser tutelados cercanamente por fuerzas francesas, italianas; y todo eso ocurrió allí, de manera que sería aventurado decir que no.
Lo que yo puedo decir es qué hacer para no ocurra otra vez. Lo primero es, y en eso tiene enorme importancia lo que concluya esta Comisión y las reflexiones a las que impulse a la población nacional, aprovechar las lecciones del trabajo estatal y democrático del pasado para que no perdamos otra vez tiempo, para que no califiquemos lo que es, evidentemente, fanatismo y homicidio de otra manera y para que actuemos con energía y de inmediato. Porque, finalmente, es más lo que va a sufrir el pueblo si el Estado no se moviliza activamente. Y creo que en eso, y es importante decirlo, sí tenemos que estar unidos todos los peruanos. Ha sido tal la dimensión y tal la amenaza de polpotismo en el Perú y la destrucción de 20 mil millones de dólares y 1 millón 200 mil empleos, que no queda nada que hacer si es que insurgiera nuevamente esta amenaza. Estoy en muchas cosas en desacuerdo con Alejandro Toledo y su Gobierno, pero cualquier cosa, personalmente, que se nos pida para combatir el resurgimiento del terrorismo tendrá el apoyo absoluto, sin regateos, sin trastiendas, del PAP y de quien habla. Es imprescindible que todos, sin buscar explicaciones que puedan retardar las acciones, estemos detrás del Gobierno, que finalmente es el titular de la acción, para impedir cualquier resquicio, cualquier posibilidad de que vuelva esta pesadilla de odios y de crímenes que genera, como ustedes han visto también, excesos dramáticos.
Yo creo que la reconciliación no pasa por reconciliarse con este pequeño grupo o los supérstites y los que quedan de ese grupo homicida. Los jóvenes, que fueron huérfanos cuando niños, como miles de peruanos, de apristas, de policías, de soldados, de marinos, de aviadores, de funcionarios de otros gobiernos, pueden perdonar y sacar de su alma cualquier rencor, cualquier odio. Deben hacerlo, pero el país, como continuidad histórica, no podrá perdonar. Y, sin embargo, el país tiene que reconciliarse, pero, ¿con quién, señor? No es reconciliarse sacando de sus celdas a personajes que deben ser sancionados y cumplir sus sentencias, sino reconciliarse con aquellos que ellos quisieron utilizar como instrumento y arma contra el Perú y contra sí mismos, es decir, con el Perú marginal, con el Perú excluido. La reconciliación de la que hablo es la reconciliación entre el Perú moderno, financiero, minero del oro, el del alto funcionariado, el Perú limeño conectado al mercado mundial y al inglés; con el Perú profundo, excluido, marginal, campesino, el Perú comunero que, a pesar de la globalización, y a pesar de, lo que se dice, el crecimiento económico sigue en las mismas condiciones en los Andes, despoblándose paulatinamente. La reconciliación verdadera es la reconciliación entre estos dos sectores de nuestra propia patria; y esa reconciliación exige. Yo creo que en eso la CVR también tiene el derecho de formular cuestiones y sugerencias, no sólo sobre lo que pasó, sino sobre qué hacer concretamente en los planos económico y político.
Y yo digo que esto que está, por ejemplo, en estos momentos, en el tablero político, en discusión: ¿Cómo democratizar el interior del Estado, para comenzar por el Estado mismo, entre los 10 mil funcionarios, que pueden ganar más de 10 mil y hasta 40 mil o más soles con [frente a] la enorme masa, diré proletaria, del funcionariado público, la infantería, a la cual se deja en 600 y 700 soles? ¿Cómo dar un salto moral y transformar el Estado en sí mismo en una forma de reconciliar la sociedad? ¿Cómo hacer comprender a los grandes sectores que han puesto como condición para invertir dinero no pagar impuestos? ¿Cómo hacerlos comprender que del pago de sus impuestos y de su buen uso moral, depende la reconciliación nacional? Porque transformándose internamente el Estado, no será suficiente si no tiene más recursos, nacidos de la informalidad que evade, nacidos y originados en un mayor aporte de quienes, a pesar de la crisis nacional, han tenido importantes ganancias en los últimos años. Yo, cuando veo, señores Comisionados, los balances de algunas empresas que han tenido, en los últimos años, crecimientos exorbitantes en sus utilidades, en sus reinversiones producidas por la propia ganancia; cuando veo sectores de servicios y financieros que tienen utilidades, mientras el conjunto del país sigue expectante y viendo que no gotea hacia ellos esa utilidad o esa inversión, digo que el país no se reconciliará si es que no convencemos cristianamente a los primeros de entregar más para reconciliar el país.
No veo como inmediato y sí peligrosísimo que surgiera algo como lo que se comenzó a vivir desde 1980, 1983, 1985; pero, nunca hay que cerrar la posibilidad de ello vuelva a ocurrir. Lo primero es no traer la cura de las medidas sociales con tardanza, como quisimos hacerlo nosotros cuando ya estaba degenerado y emprendido este camino dramático, sino hacerlo desde ahora. Transformar el Estado internamente, transformar la relación del Estado con el capital para que el capital comprenda que necesita un Estado fuerte y social que le permita el largo plazo de su inversión. Fortalecer las regiones, que es la mejor manera de reconciliarse con el país excluido al cual utilizaron las fuerzas homicidas. Y eso supone, de hecho, y aquí está el Presidente de la Región de Ayacucho, hacer un esfuerzo audaz de recursos, de atribuciones a las regiones y creo que ese es el papel revolucionario que debiera cumplir el Gobierno.
Finalmente, y esta es mi convicción personal, para reconciliar el país tenemos que ir a una política agraria definida, agresiva y enérgica. ¿Cómo podemos reconciliar nuestra patria con los comuneros, los provincianos, la gente de los distritos agrarios más pobres, sino tenemos recursos de crédito ni de asistencia técnica para ellos? El conjunto de estas medidas es la profunda reconciliación social, de justicia que debe tener nuestra patria. Si llegamos a ser una patria más homogénea, más respetuosa, menos racista, entonces sí tendremos una reconciliación, o por lo menos habremos puesto un muro ante cualquiera que intente volver a empujar a las masas desposeídas a armarse o a resistir al Estado. Creo que ésa es la profunda reconciliación que el Perú está esperando y es la que nosotros tenemos que hacer entender a quienes, no por su culpa, por la circunstancia, tienen mayores posibilidades, pero deben comprender que tienen que dar más para que todo el Perú pueda vivir sin amenaza. Muchas gracias, señor Presidente.

Salomón Lerner Febres:
Muchas gracias, doctor García. Señores invitados, periodistas, damas y caballeros. La CVR agradece la participación del doctor Alan García Pérez quien, en representación del PAP, nos ha ofrecido su balance de lo ocurrido, además de una reflexión sobre las perspectivas de futuro para nuestra patria. En su Informe Final, la CVR va a presentar sus conclusiones y recomendaciones. No obstante, quiere destacar la importancia de esta sesión y su confianza en que el proceso de verdad, justicia, reparación y reconciliación; finalmente encuentre, en todos los sectores, públicos y privados, en el Estado y en la sociedad, apoyo y participación activa. Antes de dar por clausurada esta sesión quisiera ceder el uso de la palabra al Comisionado Rolando Ames, quien tiene información que brindarles.

Rolando Ames:
Gracias, Presidente. Queremos informar a los asistentes, a la prensa, al país sobre la siguientes Sesiones Institucionales que estaban previstas. Hemos tenido a cuatro sectores políticos. Estaba previsto tener esta tarde a representantes de los partidos Cambio 90 y Nueva Mayoría; incluso se cursó una carta al ingeniero Fujimori para que él señalara su representante, el medio más adecuado porque, justamente, sentimos que es nuestra tarea escuchar todas las voces. Sin embargo, los representantes en Lima nos han contestado por escrito de manera negativa y no estarán presentes esta tarde.
El día de mañana, la invitación correspondía a las Fuerzas Armadas en la mañana y a la Policía Nacional en la tarde. Tenemos en nuestro poder una carta del Ministro Aurelio Loret de Mola dirigida al Presidente de la CVR, respondiendo a nuestra invitación, en la que se señala, y voy a leer literalmente algunas líneas: “... es que por la situación de emergencia, tanto el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas como cada institución en particular, vienen desplazando a sus Altos Oficiales por todo el país para cumplir las funciones inherentes a su cargo y asegurar el estricto cumplimiento de la Constitución Política del Estado y las normas aplicables para tal situación. El encargo de esta tarea implica la conjunción de todos los esfuerzos del sector a fin de restablecer el orden interno. Ello, entre otros factores, lamentablemente, no permite que participemos en un espacio público como el sugerido…”. Y añade: “... Tanto el Ministerio de Defensa como el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas hemos (sic) venido colaborando activamente con la Comisión que usted preside, a través de sucesivas reuniones y de facilidades explícitas en lo que respecta a la documentación solicitada. Coincidimos, por ello, en que este trabajo conjunto permite una reflexión, también conjunta, sobre el conocimiento de la verdad y, fundamentalmente, acerca de las perspectivas de futuro en un escenario de reconciliación y de unidad nacional...”.
Queríamos que el país conozca los términos de esta carta que significa entonces que la Audiencia o la Sesión Institucional con la Fuerza Armada y, evidentemente, entendemos que esto es también válido para la Policía Nacional, quedan por programarse en una nueva fecha. Nosotros avisaremos de eso oportunamente.
Finalmente, quisiera agradecer, a nombre de la CVR, la disposición del ingeniero Máximo San Román, Vicepresidente Constitucional de la República durante primer el período del gobierno del ingeniero Fujimori, antes del autogolpe del 5 de abril de 1992; y del doctor Alfonso de los Heros, Presidente del Consejo de Ministros, para hacerse ellos presentes en una sesión especial. En ese momento que esperamos concretar más adelante, podremos estar con ellos para que nos ofrezcan su testimonio. Eso es todo señor Presidente, gracias.

Salomón Lerner Febres:
Gracias, señor Comisionado. Muchas gracias nuevamente a todos ustedes. Se declara levantada la sesión del día de hoy