Discursos
en ceremonias y otros
Informe a la Fiscalía de la Nación
sobre el Caso Huanta
Discurso del doctor Salomón Lerner
Febres
Huanta, 10 de marzo de 2003
Señoras y señores:
Esta mañana, la Comisión de la Verdad y Reconciliación
se hace presente en el pueblo de Huanta, y, en particular,
en su estadio municipal, para presentar al país las
conclusiones de un informe sobre graves violaciones a los derechos
humanos que tuvieron su epicentro, en buena medida, en estas
mismas instalaciones. Este estadio, reflejo de la esperanza
y el esfuerzo del pueblo huantino, se convirtió entre
1983 y 1985 en un centro de abuso y de terror. Una mal concebida
estrategia antisubversiva, que debía poner atajo a los
actos criminales de las organizaciones subversivas, provocó,
a su vez, numerosos crímenes, algunos de los cuales
son reseñados en el informe que ha sido entregado a
la Fiscalía de la Nación para que cumpla con
las funciones que la Constitución le asigna.
Al presentar
estos tres casos, la Comisión de la Verdad
y Reconciliación quiere, en efecto, señalar de
manera especial que los órganos de administración
de justicia tienen una muy seria responsabilidad ante el país,
que consiste en cumplir su deber de recibir, procesar, investigar
y sancionar a quienes han incurrido en muy graves crímenes
mientras vestían el uniforme de nuestros institutos
militares y policiales. Queremos afirmar, al mismo tiempo,
que la Marina de Guerra del Perú, cuya tradición
de firme defensora de nuestra soberanía es reconocida
por todos, debe contribuir, en obediencia de su propia historia,
a que toda persona que haya traicionado sus principios institucionales
sea sancionada.
La Comisión tiene entre sus objetivos el de contribuir
a que los órganos jurisdiccionales esclarezcan los crímenes
y violaciones de los derechos humanos perpetrados por las organizaciones
subversivas o por agentes del Estado. Con tal propósito,
la Comisión trabaja arduamente en el esclarecimiento
de hechos. El informe que ahora presentamos es resultado de
las actividades de investigación que realizamos en cumplimiento
de nuestro mandato.
La Comisión ha llegado a identificar patrones de conducta
consistentes en las actividades subversivas y en las actividades
contrasubversivas desarrolladas en la provincia de Huanta en
el año 1984. Por el lado del PCP-Sendero Luminoso hemos
hallado un patrón de amedrentamiento generalizado de
la población y de asesinatos de autoridades, policías,
militares y población en general. Por otro lado, hemos
encontrado que bajo el manto de la política antisubversiva,
los agentes del Estado perpetraron numerosas desapariciones
forzadas, actos de tortura y ejecuciones extrajudiciales. El
incremento de muertos en las provincias de Huanta y La Mar
se debe, además de las acciones de Sendero Luminoso,
a la actividad de la Infantería de Marina que el 21
de enero de 1983 estableció su cuartel general en este
estadio. Las principales medidas dispuestas por esta fuerza
militar en la zona fueron la imposición del toque de
queda, la organización de patrullas desarrolladas en
la población rural del valle, y la instalación
progresiva de bases contrasubversivas.
Según la Defensoría del Pueblo, entre el 1º de
enero de 1983 y el 23 de agosto de 1984 se registraron 302
detenciones-desapariciones en la provincia de Huanta. Por su
parte, las cifras de la Comisión de la Verdad y Reconciliación,
sin ser definitivas todavía, resultan contundentes:
la provincia de Huanta reúne la mayor cantidad de muertos
de todo el departamento de Ayacucho, y por consiguiente de
todo el país, entre 1980 y 1984, de la misma manera
que es la provincia con mayor número de muertos en todo
el período investigado por la Comisión, que va
de 1980 al año 2000.
Los hechos que la Comisión presenta ahora son el más
duro y aleccionador ejemplo de la violencia que vivió nuestro
país en el año de 1984. En primer lugar, el
asesinato de seis personas pertenecientes a la Iglesia Evangélica
Presbiteriana en la comunidad de Callqui, el 1º de agosto
de 1984. En segundo lugar, el 2 de agosto, el secuestro y
desaparición del periodista Jaime Ayala Sulca, corresponsal
del diario La República, en la base de la Infantería
de Marina acantonada en el Estadio Municipal de Huanta. En
tercer lugar, algunos días después, el 23 de
agosto, el descubrimiento de 50 cadáveres enterrados
en las fosas en Pucayacu, algunos kilómetros al norte
de la ciudad de Huanta, en territorio perteneciente a la
provincia de Acobamba, departamento de Huancavelica.
En ese
período se produjeron otros hechos que, sin
tener cada uno solo la fuerza demostrativa de los que exponemos,
expresan también, de manera conjunta, un patrón
sistemático de actuación de las fuerzas armadas,
en particular de la Infantería de Marina, en el período
investigado. Se trata de la detención de cientos de
personas por agentes de las fuerzas del orden que, sin identificarse,
y en muchos casos irrumpiendo en sus viviendas en medio de
la noche, se las llevaron ante el estupor de familiares y amigos
sin señalar las razones de la detención y sin
informar a sus allegados el lugar a donde se los llevaban.
Gracias al testimonio de las contadas personas que lograron
obtener su libertad, se ha podido reconstruir el destino que
sufrieron y los tratos a que fueron sometidos. Pero por cada
una de esas personas que hoy pueden dar fe de lo ocurrido,
hay numerosas más que, detenidas en similares circunstancias,
nunca regresaron a sus hogares y forman parte, hoy, de esa
categoría intolerable –deshonra para nuestro país – que
es la de personas desaparecidas.
La información reunida por la Comisión permite
afirmar que los detenidos en Huanta y alrededores eran trasladados
a la Base de la Marina ubicada en este estadio, donde eran
sometidos a interrogatorios con diversos métodos de
tortura. Muy pocos eran liberados y la mayoría simplemente
desaparecían. Puede afirmarse que este modo de actuación
de las fuerzas del orden respondió a un patrón
conocido y asumido por el comando de turno. Por la magnitud
y frecuencia de los hechos, y considerando la lógica
de la actuación militar, es muy difícil suponer
que tales actos obedecieran solamente al criterio individual
de algunos oficiales o suboficiales.
Los casos investigados
conducen a aseverar que el poder militar de la Base de Huanta
puso en práctica una estrategia
antisubversiva al margen de la ley, lo que se desprende del
carácter sistemático y generalizado de las violaciones
de derechos humanos. Según lo hallado por la Comisión,
las ejecuciones extrajudiciales, secuestros y torturas no fueron
producto de iniciativas individuales, sino manifestación
de la propia estrategia adoptada de facto.
La Comisión quiere exponer ahora ante la población
de Huanta los resultados de sus investigaciones sobre los tres
casos que he mencionado al iniciar estas palabras, y sobre
los cuales tenemos evidencia suficiente para afirmar una presunción
razonable de responsabilidad por parte de agentes de la Infantería
de Marina.
El asesinato de evangélicos en Callqui
Entre las 6 y 8 de la noche del 1º de agosto de 1984,
seis miembros de la Iglesia Evangélica Presbiteriana
de las comunidades de Callqui y Nisperosniyocc, de la provincia
de Huanta, Ayacucho, identificados como Paulino Ccayo Ccoriñaupa,
Jorge De la Cruz Quispe, Melquiades Quispe Rojas, José Yañez
Huincho, Wenceslao Huamanyalli Oré y Constantino Yañez
Huincho, fueron asesinados por miembros de la Marina de Guerra
del Perú de la Base Militar de Huanta.
Esa noche, aproximadamente
27 personas se encontraban reunidas en la iglesia evangélica. Tras oír insistentes
golpes en las puertas del templo, vieron el ingreso violento
de un grupo de hombres a los que reconocieron como integrantes
del Destacamento de Infantería de Marina de Huanta,
por el uniforme que llevaban y porque no era la primera vez
que llegaban.
Los infantes de Marina preguntaron por Concepción Chávez.
Según los testigos, al no encontrarlo tomaron a siete
hombres, jóvenes y adultos, a los que llevaron a la
parte exterior o patio del templo. Las personas que quedaron
en el templo fueron obligadas a seguir cantando. Quince minutos
después, se oyeron varios disparos así como la
detonación de un artefacto explosivo que hizo retumbar
las paredes. Cuando los militares se retiraron, los pobladores
hallaron muertas en medio de charcos de sangre a seis de las
siete personas sacadas del templo. Momentos antes uno de los
comuneros había sido devuelto a la iglesia.
En febrero
de 1985 el fiscal ad hoc de Huanta denunció al
Capitán de Corbeta Álvaro Artaza Adrianzén
y al ciudadano Jesús Vilca Huinchi por el delito de
homicidio calificado y el juez instructor abrió la correspondiente
investigación el 26 de septiembre de 1985. No obstante,
la Primera Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia – al
dirimir una contienda de competencia al respecto – falló a
favor de que el caso sea visto por la justicia militar. Debemos
decir que esa sentencia emitida sin fundamento jurídico
alguno constituye una de las mayores vergüenzas en la
historia judicial de nuestro país.
El 25 de noviembre
de 1985 el juez de la Marina relevó de
toda responsabilidad a los efectivos de la Marina, decisión
que fue confirmada por el Consejo Supremo de Justicia Militar.
Una vez más la justicia era burlada.
Más de diecisiete años después de esa
decisión a favor de la impunidad, y como resultado de
sus investigaciones, la Comisión de la Verdad y Reconciliación
declara que hay evidencias suficientes para señalar
una presunción fundada de que, el 1º de agosto
de 1984, miembros de la Infantería de Marina acantonados
en Huanta dieron muerte a seis pobladores indefensos de las
comunidades de Callqui y Nisperosniyocc, cuando éstos
se encontraban en la Iglesia Evangélica Presbiteriana
de Callqui. Hemos llegado a esa presunción razonable
por medio de los testimonios de víctimas y testigos
recibidos y tras analizar la investigación del fiscal
provincial de Huanta, la instrucción realizada por el
juez ad hoc de Huamanga - Ayacucho y el proceso seguido en
el Fuero Militar.
Fueron seis los comuneros de Callqui y Nisperosniyocc
que la noche del 1º de agosto de 1984 fueron victimados
por los miembros del destacamento Contraguerrillas de la
Base de
la Marina de Huanta. Ellos fueron:
- Paulino Cayo Ccoriñaupa, de 49
años de edad,
natural de la provincia de Huanta, Ayacucho, casado y albañil
de oficio.
- Jorge De la Cruz Quispe,
de 16 años de edad,
natural
de la provincia de Huanta, Ayacucho, soltero y estudiante.
- Melquiades Quispe Rojas, de 21 años de edad,
natural
de la provincia de Huanta, Ayacucho, soltero y agricultor.
- José Yañez Huincho, de 18 años de
edad,
natural de la provincia de Huanta, soltero y estudiante.
- Wenceslao Huamanyalli Oré, de 17 años de
edad,
natural de Huanta, Ayacucho, soltero y agricultor.
- Constantino Yañez Huincho, de 24 años de
edad,
natural de la provincia de Huanta, Ayacucho, soltero.
Desaparición y asesinato de
Jaime Ayala Sulca
El 2 de
agosto de 1984, alrededor de las 10 de la mañana,
Jaime Boris Ayala Sulca, corresponsal del diario La República
en Ayacucho, fue al cuartel de la Infantería de la Marina
de Guerra en el Estadio Municipal de la provincia de Huanta
para reclamar por el allanamiento del domicilio de su madre.
Varios testigos lo vieron entrar a dicha dependencia, pero
no lo vieron retirarse del local, a pesar de haber permanecido
en la puerta durante varias horas ese día.
Jaime Boris
Ayala Sulca tenía 22 años el día
de su desaparición. Estaba casado con Rosa Pallqui Medina,
con quien tenía un hijo. Ayala Sulca, además
de ser corresponsal del diario mencionado, tenía un
programa periodístico en Radio Huanta 2000.
Hacia las
3 de la tarde de ese mismo día, la hermana
del periodista, Zaira Ayala Sulca, se acercó a la Base
de la Marina para preguntar por él. Se le respondió que
su hermano había estado en la base tan sólo 15
minutos y que luego se había retirado.
Al día siguiente, 3 de agosto de 1984, Rosa Luz Pallqui
Medina de Ayala, esposa del periodista, presentó una
denuncia ante la Fiscalía Provincial de Huanta por la
desaparición de Jaime. Sus familiares también
formularon una denuncia ante el jefe político-militar
de Ayacucho, general EP Adrián Huamán Centeno,
por presunto delito de secuestro en agravio del citado periodista.
Más adelante, el 4 de diciembre del mismo año,
Julia Sulca, viuda de Ayala, madre de Jaime, reiteró y
amplió la denuncia ante el Fiscal de la Nación,
doctor Álvaro Rey de Castro.
Teniendo en cuenta las
múltiples evidencias del ingreso
de Jaime Ayala a la Base de Infantería de la Marina,
y pese a que la detención era negada por las autoridades
militares, el 18 de febrero de 1985 el fiscal provincial, Mario
Gilberto Miranda Garay, formalizó denuncia penal contra
el Capitán de Corbeta A.P. Álvaro Francisco Serapio
Artaza Adrianzén y el Oficial de Mar Román Manuel
Martínez Heredia, como presuntos autores del delito
contra la libertad individual (secuestro) en agravio de Jaime
Ayala Sulca. El 21 de febrero de 1985, el Segundo Juzgado de
Instrucción de Huamanga admitió la denuncia del
Ministerio Público y abrió la instrucción.
El caso se encuentra en reserva porque los acusados se encuentran
en calidad de no habidos y han sido declarados reos ausentes.
En la actualidad, los autos se encuentran en el archivo de
la Corte Superior de Justicia de Ayacucho.
La Comisión de la Verdad y Reconciliación ha
reunido evidencia suficiente, incluyendo la declaración
de dos testigos directos de los hechos cuya identidad se mantiene
en reserva, de que Ayala Sulca fue detenido por la Infantería
de Marina, retenido en este Estadio Municipal de Huanta, sometido
a maltratos y torturas y finalmente asesinado en este mismo
lugar en donde estamos ahora. Sus restos no han podido ser
localizados.
La Comisión de la Verdad y Reconciliación solicitó al
Ministerio de Defensa la relación detallada del personal
de la Marina de Guerra del Perú que prestó servicios
durante 1984 en la Base Militar de Huanta, pero no ha recibido
respuesta hasta hoy. Sin embargo, la Comisión considera
que hay elementos suficientes para presumir razonablemente
que los responsables del secuestro y posterior ejecución
extrajudicial del periodista Jaime Boris Ayala Sulca son:
- Capitán de Corbeta AP Álvaro Francisco Serapio
Artaza Adrianzén, quien autorizó el ingreso del
periodista a la instalación militar y quien presumiblemente
ordenó luego su detención, desaparición
y ejecución extrajudicial.
- Teniente Primero AP Augusto Gabilondo García Del Barco,
jefe de la Base Contrasubversiva de Huanta en 1984. Actualmente
se halla en situación de retiro con el grado de Capitán
de Fragata.
- Oficial de Mar Román Manuel Martínez Heredia,
quien recibió a Ayala Sulca en la puerta del cuartel
y, realizadas las consultas correspondiente, lo hizo ingresar
en la base militar. Este oficial está en calidad de
no habido y ha sido declarado reo ausente. Luego de incurrir
en abandono de destino, fue pasado a la situación de
retiro por medida disciplinaria por resolución ministerial
emitida el 14 de marzo de 1986.
- Corresponde también determinar identificar y determinar
la responsabilidad penal del oficial AP conocido con el pseudónimo
de Lince, quien conversó con Ayala Sulca y autorizó su
ingreso a la sede del destacamento de la Marina.
- Igualmente, corresponde identificar y determinar la responsabilidad
penal del oficial AP conocido con el pseudómino de Josaca,
quien presumiblemente se encargó de la ejecución
del agraviado.
La situación legal de Álvaro Artaza Adrianzén
En el proceso penal que se le sigue por el delito de secuestro
en agravio de Jaime Ayala Sulca, Álvaro Artaza Adrianzén
tiene la condición de no habido y ha sido declarado
reo ausente. El expediente se encuentra en reserva en la Corte
Superior de Ayacucho.
Sin embargo, también se ha atribuido a Artaza Adrianzén
la condición de muerte presunta, como consecuencia de
un supuesto secuestro ocurrido el 2 de febrero de 1986. Tal
atribución apareció publicada el 15 de septiembre
de 1989 en el diario oficial El Peruano. Se trata de un aviso
judicial sobre declaración de muerte presunta solicitada
ante el vigésimo segundo Juzgado Civil de Lima por el
Procurador Público del Ministerio de Defensa a cargo
de los Asuntos Especiales relativos a la Marina de Guerra del
Perú.
La Comisión de la Verdad y Reconciliación sostiene
que hay evidencia suficiente para solicitar una revisión
de la decisión judicial que declara muerte presunto
a Álvaro Artaza Adrianzén y exige que se agoten
todos los medios legales para aclarar la situación real
de quien es presumiblemente responsable de hechos que no pueden
quedar impunes.
Las fosas de Pucayacu
El 22 de agosto de 1984 se descubrieron cuatro fosas en la
zona de Pucayacu, distrito de Marcas, provincia de Acobamba,
departamento de Huancavelica, con 50 cadáveres en
avanzado estado de descomposición. Los cuerpos, despojados
de vestimentas, eran irreconocibles. Muchos de ellos se encontraban
con las manos atadas y en su mayoría mostraban heridas
de bala en la cabeza y otras lesiones producidas por instrumentos
punzocortantes. En algunos casos se observaban huellas de
tortura.
De acuerdo a las necropsias practicadas, todos los
cuerpos se encontraban desnudos, 40 tenían vendas
en los ojos y/o las manos atadas, 15 de las víctimas
fallecieron por traumatismo craneano, toráxico, estrangulamiento
y heridas punzocortantes, mientras que 35 de ellas perdieron
la vida por herida de bala en la cabeza y el cuello.
Todas las
heridas de bala fueron en la cabeza y tenían
similar trayectoria, de atrás para adelante y de abajo
hacia arriba, por la parte posterior de la cabeza. Adicionalmente,
diecinueve de los cuerpos evidenciaban signos de tortura. De
los cincuenta cuerpos encontrados en las fosas, sólo
uno fue identificado por sus familiares. Se trata del cadáver
de Nemesio Fernández Lapa.
En la diligencia de levantamiento
de cadáveres se halló en
los alrededores de las fosas 16 casquillos de bala y algunos
objetos personales. Entre ellos, la libreta militar de Cirilo
Barboza Sánchez, quien según declaración
testimonial había sido detenido una semana antes del
hallazgo de la fosas por agentes de la Guardia Civil de Luricocha
y trasladado después a la Base de la Marina en Huanta.
El 12 de octubre de 1984, el juez de Primera Instancia Provisional
de Huanta, Juan Flores Rojas, abrió instrucción
al Capitán de Corbeta AP Álvaro Artaza Adrianzén
por el delito de homicidio calificado en agravio de 50 personas
no identificadas halladas en las fosas de Pucayacu. Paralelamente
al proceso que se inició en el fuero civil, se llevó a
cabo otro en el fuero militar. Al día siguiente de iniciarse
la instrucción civil, el presidente del Consejo de Guerra
Permanente de la Marina planteó una contienda de competencia
para pedir que el caso sea visto por el fuero militar.
El 10
de abril de 1985 la Segunda Sala Penal de la Corte Suprema
dirimió la contienda de competencia a favor del fuero
militar y ordenó que se remita todo lo actuado al Consejo
de Guerra Permanente de la Marina. Esta sentencia, al igual
que la producida en el caso de Callqui, fue una notoria distorsión
de la justicia.
El Consejo Supremo de Justicia Militar
decidió el sobreseimiento
de la causa por falta de pruebas.
Sobre la base de la evidencia
reunida, la Comisión
de la Verdad y Reconciliación sostiene que las víctimas
de Pucayacu no murieron en un enfrentamiento sino que, por
el contrario, fueron ejecutadas extrajudicialmente. Para la
Comisión hay evidencias suficientes para atribuir la
responsabilidad de este gravísimo hecho al siguiente
personal de la Infantería de Marina asignado a la base
militar de Huanta:
- Capitán de Frágata AP Alberto Rivero Valdeavellano,
jefe político- militar de las provincias de Huanta y
La Mar durante 1984, actualmente en situación de
retiro con el grado de contralmirante.
- Capitán de Corbeta AP Álvaro Francisco Serapio
Artaza Adrianzén,
- Teniente Primero AP Augusto Gabilondo Garcia Del Barco.
Debemos informar, además, que en el informe presentado
a la Fiscalía de la Nación, la Comisión
de la Verdad y Reconciliación documenta 58 casos de
desaparición forzada durante este mismo período
atribuibles con presunción razonable a la Infantería
de Marina.
Señoras y señores:
Hemos reseñado hoy casos que desde hace mucho tiempo
estremecen la conciencia del país y de esta región,
y lo hemos hecho con la fundada expectativa de que de este
modo se comience a hacer justicia. Quiero, por ello, informarles
que en el informe entregado a la Fiscal de la Nación
sobre los hechos recordados, la Comisión de la Verdad
y Reconciliación recomienda al Ministerio Público
proceda en el plazo más breve posible a lo siguiente:
- Formular denuncia penal contra Alberto Rivero Valdeavellano, Álvaro
Francisco Serapio Artaza Adrianzén, Augusto Gabilondo
García del Barco, Luis Alberto Celis Checa, Jesús
Vilca Huincho y los 18 miembros de la patrulla militar,
por la presunta comisión del delito de homicidio
calificado previsto en el artículo 152º del
Código
Penal de 1924, en agravio de Paulino Cayo Ccoriñaupa,
Jorge De la Cruz Quispe, Melquíades Quispe Rojas,
José Yánez
Huincho, Weceslao Huamanyalli Oré y Constantino
Yánez
Huincho, pobladores de la comunidad de Callqui y Nisperosniyocc.
- Formular denuncia penal ampliatoria contra Augusto Gabilondo
García del Barco por la presunta comisión
de los delitos de secuestro y homicidio calificado previstos
en
los artículos 223º y 152º del Código
Penal de 1924 respectivamente, en agravio de Jaime Boris
Ayala Sulca. La denuncia penal ampliatoria deberá tener
como referencia el expediente Nº 14-85 que fue tramitado
ante el Juzgado de Instrucción Ad Hoc de Huamanga,
que actualmente se encuentra en reserva en los archivos
de
la Corte Superior
de Ayacucho.
- Formular denuncia penal ampliatoria contra Álvaro
Francisco Serapio Artaza Adrianzén y Román
Martínez
Heredia por la presunta comisión del delito de homicidio
calificado previsto en el artículo 152º del
Código
Penal de 1924 en agravio de Jaime Boris Ayala Sulca. La
denuncia penal ampliatoria deberá tener como referencia
el expediente Nº 14-85 que fue tramitada ante el Juzgado
de Instrucción
Ad Hoc de Huamanga, que actualmente se encuentra en reserva
en los archivos de la Corte Superior de Ayacucho, en la
que se viene procesando a los denunciados por delito de
secuestro.
- Formular denuncia penal contra Alberto Rivero Valdeavellano, Álvaro
Francisco Serapio Artaza Adrianzén, Augusto Gabilondo
García del Barco, Segundo Wilfredo Villena Vinces
y Juan José Vidal Sánchez, por la comisión
del delito de homicidio calificado, previsto en el Artículo
152º del Código Penal de 1924, como presuntos
responsables de la ejecución extrajudicial en agravio
de Nemesio Fernández Lapa y 49 personas no identificadas,
cuyos cadáveres fueron encontrados en las fosas
de Pucayacu.
- Formular denuncia penal contra Alberto Rivero Valdeavellano, Álvaro
Francisco Serapio Artaza Adrianzén, Augusto Gabilondo
García del Barco, Segundo Wilfredo Villena Vinces
y Juan José Vidal Sánchez por la comisión
del delito de secuestro agravado previsto en el artículo
223º del Código Penal de 1924, por la privación
de libertad de 57 personas, las que se encuentran en situación
de desaparecidas.
- Formular denuncia penal contra el capitán GC Jorge
Cubas Portugal, oficial jefe de la comisaría de
Luricocha y contra el personal policial a su mando, por
la comisión
del delito de secuestro previsto en el artículo
223º del
Código Penal de 1924, por la privación de
libertad de Cirilo Barboza Sánchez, Alejandro Gutiérrez
Taype y Erasmo Ochoa Barboza, quienes se encuentran en
situación
de desaparecidos.
- Realizar las diligencias necesarias con la finalidad
de identificar a otros miembros de la Marina de Guerra y
de la
Policía que hubieren participado en la comisión
del delito de homicidio calificado en agravio de Nemesio
Fernández
Lapa y otras 49 personas no identificadas y en el delito
de secuestro agravado de las 57 personas secuestradas entre
meses
de julio y agosto de 1984 y que continúan en situación
de desaparecidas.
- Realizar la diligencia de exhumación de los cadáveres
hallados en las fosas de Pucayacu para determinar la identidad
de las víctimas y realizar la entrega de los restos
a sus familiares.
- Dictar las medidas cautelares correspondientes para
asegurar la comparecencia de los imputados al proceso, teniendo
en cuenta
la gravedad de los hechos investigados y la pena prevista
por la ley, así como la existencia de una clara circunstancia
de peligro procesal, lo que hace razonable presumir que
los imputados intentarán evadir la acción de
la justicia.
- Realizar las diligencias necesarias con la finalidad
de determinar el paradero de Álvaro Francisco Serapio
Artaza Adrianzén y plantear en relación a él
un reconocimiento de existencia de muerte presunta, previsto
en el artículo 67º del Código Civil,
al existir indicios razonables de que esta persona se encuentra
con vida.
- Comprender en las investigaciones a los magistrados
y funcionarios del Fuero Privativo Militar que dictaron las
sentencias
relativas a los casos de Callqui y Pucayacu, por medio
de las cuales se archivó la investigación,
lo que configura un grave incumplimiento de sus deberes de
función.
- Solicitar al Ministerio de Defensa que remita la relación
de nombres así como los datos de identidad personal
de los oficiales, suboficiales y personal de tropa destacado
a la Base de la Marina de Huanta en los meses de julio
y agosto de 1984, a fin de establecer las responsabilidades
que correspondan
en los casos bajo investigación.
- Aplicar medidas de protección en favor de los
testigos citados bajo reserva de identidad en nuestro informe.
Ese mecanismo
debe asegurar la protección de su identidad y permitir
su comparecencia al proceso para que brinden declaración
y participen en otras diligencias durante la investigación.
Señoras y señores, pueblo de Huanta:
Al presentar este informe la Comisión de la Verdad y
Reconciliación cumple su misión de colaborar
con los órganos jurisdiccionales. Nuestros hallazgos
no determinan responsabilidad penal inmediata, ni condenan
de antemano a nadie. Corresponde a la justicia pronunciarse
sobre estos hechos y hacerlo procediendo de una manera sustancialmente
distinta de como se hizo hace más de 15 años.
Siempre es penoso recordar graves y vergonzosos hechos que
perturban la conciencia moral de nuestra patria. Pero estamos
todavía a tiempo de hacer justicia, que es distinto
de ejercer venganzas. La reconciliación sólo
será posible – lo diremos una y otra vez – cuando
las voces de las víctimas sean escuchadas, cuando los
perpetradores afronten judicialmente sus culpas y cuando nuestras
instituciones recuperen la credibilidad mellada. De los escombros
de este desastre moral, estamos seguros que resurgirá una
Nación rejuvenecida y capaz de mirar el futuro. Este
Estadio, recinto de injusticia y de horror, debe ser desde
ahora un recordatorio de lo que nunca más debe suceder,
un símbolo de la necesidad de justicia en el tiempo
presente y un lugar de esperanza y de promesas de paz.
Muchas gracias,
Salomón Lerner Febres
Presidente
Comisión de la Verdad y Reconciliación
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