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Discursos en firmas de convenios

Ceremonia de firma de convenios de cooperación CNDH,
CEAS y Concilio Nacional Evangélico

Palabras de agradecimiento del Presidente de la CVR

La labor de la Comisión de la Verdad y Reconciliación se apoya en un conjunto de convicciones fundamentales, premisas y principios sin los cuales nuestro trabajo no podría llegar a buen término o no alcanzaría la significación que está llamado a tener. Una de esas convicciones es que la búsqueda de la verdad que se nos ha encomendado es fundamentalmente una tarea colectiva, un trabajo de edificación común en el que han de converger mentes despiertas y espíritus generosos, esa reserva de moralidad y compromiso cívico indispensable para la afirmación de la democracia, la paz y la justicia en nuestro país.
Los convenios que suscribimos hoy con la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, la Comisión Episcopal de Acción Social y el Concilio Nacional Evangélico nos reafirman plenamente en esa convicción: la verdad habrá de buscarse a través de un esfuerzo mancomunado, y en el país existen las personas e instituciones decididas y preparadas para hacer ese esfuerzo.
La Comisión que me honra presidir es sabedora, en efecto, de que su cometido no podrá lograrse mediante un trabajo aislado, sino que necesitará recurrir a organizaciones y personas que ya llevan adelantado un buen trecho del camino que conduce al esclarecimiento de la verdad sobre los amargos años de violencia que hemos padecido. Debo recordar que desde el primer día de la creación de este grupo de trabajo, hemos recibido las espontáneas manifestaciones de desprendimiento y voluntad de cooperación de aquéllas organizaciones, que no vacilaron en ofrecer su ayuda para que esta exigente tarea de examen de conciencia nacional pueda llevarse a cabo.
No me corresponde en esta ocasión ensayar una síntesis de los trabajos que la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, la Conferencia Episcopal de Acción Social y el Concilio Nacional Evangélico han desarrollado en defensa de quienes sufrieron atropellos indescriptibles durante los años de violencia. El país conoce bien esa trayectoria y sus frutos, que ahora dichas organizaciones ponen generosamente a disposición de la Comisión de la Verdad y Reconciliación.
Mediante estos convenios, en efecto, instauramos un régimen de cooperación que permitirá a la Comisión aprovechar resultados ya cosechados a través de arduos esfuerzos. Hay que decir, además, que esos frutos –la información recogida y sistematizada, los métodos de trabajo diseñados y probados, los lazos tendidos en todo el territorio nacional, la confianza cultivada entre la población afectada- fueron conseguidos en años en que el trabajo en favor de los derechos humanos se desarrollaba en un clima de zozobra. Fue, en efecto, en una atmósfera de violencia, y con riesgo de sufrir las represalias de los cultores de la violencia irracional, que las organizaciones que hoy se vinculan formalmente con la Comisión desarrollaron su ejemplar trabajo en obediencia de una vocación y una convicción que es la que nos anima también ahora: hacer prevalecer la verdad, el Estado de Derecho y el respeto de los derechos humanos por encima de la voluntad de quienes se amparan en el rudimentario argumento de la fuerza bruta.
La colaboración que formalizamos mediante estos convenios resulta invalorable para los miembros de la Comisión de la Verdad. Y no nos referimos exclusivamente a la importancia de contar con los resultados ya obtenidos en términos de información certera y ordenada. Tan importante como ello es poder acceder a una forma de trabajo, un conocimiento de las formas más eficaces de proceder en esta materia, cuyo profesionalismo y cuya honestidad intelectual están fuera de dudas.
He resaltado la gran significación que tienen estos convenios en cuanto instauran una relación de cooperación para el futuro. Estas palabras quedarían incompletas, sin embargo, si no señalara que los acuerdos que suscribimos son también, a su modo, un reconocimiento que la sociedad nacional entera confiere, a través de la Comisión de la Verdad, a la tesonera labor desarrollada durante varios años por las organizaciones aquí presentes en defensa de los derechos humanos. Ese trabajo abnegado y, como he dicho, muchas veces riesgoso, es una muestra de que nuestro país tiene verdaderas posibilidades de avanzar hacia la edificación de un orden más justo, una sociedad habitada por ciudadanos responsables y sensibles al sufrimiento de sus semejantes.
Estos convenios, por último, reflejan una propiedad más de este empeño de restauración de la verdad que nos congrega: el compromiso conjunto de instituciones como la Comisión Episcopal de Acción Social y el Concilio Nacional Evangélico nos hablan, en efecto, de ese carácter ecuménico de toda misión moral como es la búsqueda de la verdad y la reconciliación y refuerzan esa convicción nuestra que mencioné al iniciar estas palabras; esto es, la certeza de que la nuestra es una tarea que convoca una pluralidad de manos y de espíritus y la seguridad de que mediante el diálogo abierto y generoso accederemos a la verdad, y que a través de ella conseguiremos curar las heridas de nuestra sociedad.


Salomón Lerner Febres
Presidente
Comisión de la Verdad y Reconciliación