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Discursos en firmas de convenios

Ceremonia de firma de convenio de cooperación con la Defensoría del Pueblo

Palabras de agradecimiento del Presidente de la CVR

Hacer arraigar definitiva y genuinamente la democracia y el Estado de Derecho en nuestro país es una tarea que demanda una honda paciencia y un generoso desprendimiento. Paciencia, porque la democracia no es un producto que se pueda señalar o coger en un momento preciso para declarar que la obra ha sido terminada. La democracia, lo sabemos, es por encima de todo un modo de vida, y por tanto se va gestando sutilmente y se va afirmando de manera paulatina, en los actos, en los valores, en las formas de pensar de cada uno de nosotros. Quienes se comprometen a trabajar a favor de ella, deben tener presente, por tanto, que la suya es una tarea de edificación permanente.
Y la afirmación democrática demanda de nosotros, también, desprendimiento puesto que, siendo un modo de vida, la democracia es fundamentalmente una creación colectiva. El respeto a sus normas, la eficacia y justicia de sus instituciones, el conjunto de valores que la sostienen y le otorgan sentido, sólo existen en tanto todos los que participan de ella, erigidos en ciudadanos, incorporan tales normas, instituciones y valores en su propia actividad cotidiana. Y sin embargo, si nadie puede atribuirse el mérito de haberla creado o consolidado, también es cierto que la democracia no surge de una misteriosa generación espontánea, sino que reclama el concurso decidido de ciertas instituciones y el compromiso moral de quienes las dirigen transitoriamente.
La Comisión de la Verdad y Reconciliación tiene la ilusión, o más que eso, la convicción de que el cumplimiento de su misión significará un aporte para esa enorme tarea. Tal contribución no será otra que la de limpiar el terreno de falsedades y silencios dolosos sobre nuestra reciente tragedia colectiva. Y al hacerlo pretendemos contribuir a que se restituya un valor central, sin el cual no hay Estado de Derecho posible: el respeto absoluto a la vida y la dignidad humanas.
Es ésta una tarea de enorme que no podremos cumplir sin la generosidad y el desprendimiento de ciertas instituciones que ya llevan andado un buen trecho del camino en este propósito común. El convenio que hoy suscribimos es, así, una muestra del compromiso democrático de la Defensoría del Pueblo, una institución que ha sabido, a fuerza de rectitud e independencia, situarse como uno de los pilares de nuestra anhelada vida pacífica y democrática.
La Defensoría del Pueblo ha manifestado desde un principio su determinación de ayudar a que la misión encomendada a la Comisión de la Verdad y Reconciliación llegue a buen puerto. No es extraño, pues esa misión, la exposición de la verdad y la restauración de la justicia, es precisamente el espíritu que ha animado a la Defensoría desde sus inicios.
Así, la Defensoría tiene ya un importante trabajo adelantado, no solamente en cuanto a información recabada sobre violaciones de derechos humanos, sino también en lo relativo al diseño de un método para tratar estos graves asuntos y a la instalación de una cobertura del territorio nacional. Son esos y otros avances los que ofrece generosamente poner a disposición de la Comisión de la Verdad mediante el convenio que suscribimos ahora y que nosotros consideramos fundamental para el desarrollo de nuestras actividades.
La gestación de una vida democrática, dije hace unos minutos, es por definición una creación colectiva. Es también una obra que sólo se irá consolidando mediante el diálogo, el acuerdo, la cooperación entre quienes se sientan concernidos con ella. La Comisión de la Verdad y Reconciliación está convencida de que ese acuerdo es posible, porque existen en nuestra patria personas e instituciones capaces de actuar con paciencia y desprendimiento. El gesto de la Defensoría del Pueblo que se plasma en este convenio es una demostración de ello, que los miembros de la Comisión de la Verdad agradecemos profundamente.

Salomón Lerner Febres
Presidente
Comisión de la Verdad y Reconciliación