TESTIMONIO
EN LA AUDIENCIA PÚBLICA
TEMÁTICA SOBRE PRESOS
INOCENTES
Condiciones de vida en el penal
Los primeros
años fueron absolutamente dramáticos.
El traslado a Chorrillos desde Castro Castro a raíz
del motín y la masacre de mayo de 1992 fue hecho en
condiciones infrahumanas, con maltratos y sin permitirles llevar
más ropa que la puesta, en muchos casos manchada de
sangre por las heridas propias o ajenas. Durante tres meses
no tuvieron más visita que la de la Cruz Roja Internacional
y podían salir tan solo 5 minutos al día de la
celda. Al cabo de tres meses tuvieron media hora de patio al
día y 23 horas y media de encierro en celdas de seis
metros cuadrados, incluido el inodoro, una pequeña pileta
para asearse y dos literas más un pequeño pilar
que servía de mesa, todo de cemento, a compartir entre
tres personas como mínimo, sin ninguna privacidad pues
la parte delantera de la celda es una reja de arriba abajo.
Por un pequeño hueco de esta a la altura del piso les
introducían la escasísima comida, una vez al
día y siempre fría. El resto del día,
tres panes y dos tazas de alguna infusión.
Pasados los
tres primeros meses, se estableció un
régimen de una visita mensual de media hora de dos familiares
directos previa carnetización, a través de un
locutorio de doble separación (reja y espesa malla)
y en condiciones que hacían muy difícil la comunicación.
La visita de los hijos menores de 14 años era cada tres
meses durante una hora, para las mujeres directa pero para
los varones a través del mismo locutorio. No tenían
acceso a ningún medio de comunicación ni podían
tener lápiz y papel ni objeto metálico alguno
ni más libro que la Biblia.
Así hasta junio de 1997 -cinco interminables años-
en que el D.S. 005 y las modificaciones de febrero de 1999
ampliaron las horas de patio y establecieron regímenes
diferenciados..
Desde el primer momento las pocas personas
que teníamos
acceso al interior del penal, tuvimos el convencimiento de
que un buen número de las personas sometidas a ese régimen,
eran INOCENTES acusadas injustamente de terrorismo o de traición
a la patria. Esto fue siempre un motivo de especial preocupación
para nosotros. Inocentes o culpables, rápidamente eran
sentenciadas por Tribunales Militares o por Jueces sin Rostro
y sin el menor respeto al debido proceso, (con frecuencia sin
fiscal, sin abogado defensor) eran condenadas a altísimas
penas: abundaba la condena a cadena perpetua y era excepcional
la condena menor de 20 años dada la dureza de la legislación
antiterrorista.
Las reclusas inocentes, las que no tenían responsabilidad
frente a los hechos que se les imputaban, eran quienes más
sufrían y se descorazonaban. Para las que sí estuvieron
implicadas las condiciones eran igualmente duras pero sabían
por qué estaban allí y su ideología las
sostenía.
Pasado un tiempo se introdujo un uso que personalmente
considero un trato cruel, inhumano y degradante. Son las esposas
infamantes
con las que las reclusas y los reclusos eran trasladados al
hospital o a las diligencias judiciales. Esposados de pies
y manos, una cadena unía las esposas de los pies con
las de las manos. Al caminar sobre las losas producían
un ruido que llamaba la atención de quienes estaban
cerca y que al decir de las mujeres, les hacía semejantes
a los condenados a galeras que aparecen en las películas.
Si se negaban a salir al hospital en esas condiciones, les
hacían firmar una declaración haciéndose
responsables de las consecuencias que esto pudiera tener para
su salud. Cuando estaban hospitalizadas, permanecían
esposadas en la cama y sé de al menos dos personas -un
varón y una mujer- que murieron con las esposas puestas
a pesar de llevar varios días en estado de coma.
Fue
en el gobierno transitorio del Dr. Paniagua que se modificó y
humanizó sustancialmente el régimen penitenciario,
algo que ahora algunos se permiten cuestionar. Lo que debería
avergonzarnos a todos es el haber consentido que este trato
se diera a seres humanos, a nuestros semejantes. Debo decir
que para quienes veíamos de cerca toda esta infamia
era muy difícil callar pero si denunciábamos
abiertamente lo que ocurría, se nos cerraban las puertas
y las internas e internos perdían una presencia alentadora
y solidaria. Debimos conformarnos, a veces con mucha indignación
e impotencia, a "filtrar" algunas informaciones y
hacer algunas gestiones ante quienes pensábamos que
podían influir para que las cosas cambiaran.
Sufrimiento añadido por el
hecho de ser mujeres
Quisiera
poner de relieve lo que ha supuesto y sigue suponiendo de cuota
adicional de sufrimiento el hecho de ser mujeres y
estar en la cárcel.
- En la DINCOTE han sido relativamente frecuentes, además
de las torturas y maltratos, las violaciones y vejaciones
sexuales. Permítanme leer una frase del testimonio
de una interna, hoy ya en libertad, de la experiencia que
siguió a su
detención:
Conocí de golpe el frío
en los huesos y en el alma,
el desprecio que hay a veces en el silencio del otro,
y en
la oscuridad forzada de mis ojos vendados,
la humillación
sobre mi carne desnuda
en una pesadilla de escarnio y vergüenza.
Violaciones
sexuales reiteradas y otros abusos sexuales, amenazas de
detener a sus hijos, llevarlas de madrugada
a la playa para
torturarlas, dos de ellas tuvieron un aborto a consecuencia
de las torturas y a una mientras daba su manifestación,
le pusieron un cassette con el llanto de sus hijos en el momento
de su detención.
- Ya en la cárcel, si bien se han dado y se dan
situaciones ejemplares de fidelidad de los esposos, también
ha habido casos de abandono que han generado muchas crisis
y sufrimiento.
También era notable el número de mujeres
abandonadas ya antes de entrar en la cárcel,
lo que dejaba a los hijos en una situación
de desamparo sumamente dolorosa para las madres.
- El capítulo más doloroso era y es sin duda
el de la separación de sus hijos, el saberlos en muchos
casos abandonados o en un permanente carrusel, pasando de un
familiar a otro, sin recursos. Nunca olvidaré la ilusión
con que preparaban la visita trimestral de sus hijos menores
y la tristeza, el desaliento y la crisis que muchas veces seguía
a la visita. A veces los más chiquitos no reconocían
a sus madres después de tres meses y esto era durísimo
para ellas. Una de ellas escribe:
" He sacado la cuenta que en estos dos años que
llevo en el penal, solo he podido estar con mis hijos doce
horas, medio día, contando las visitas especiales por
Navidad y el Día de la Madre.
- Después de varios años a cuatro mujeres del
pabellón piloto les concedieron visita íntima
con sus esposos, no reconocida como un derecho sino como un
beneficio que requería determinadas condiciones pero
esta visita se realizaba sin la suficiente privacidad asignándoles
un espacio mal acondicionado, un tiempo muy limitado y un trámite
engorroso. Hoy esa visita está suspendida porque ocupa
el espacio una enferma mental. Ya la cárcel, también
han tenido que sufrir algunas vejaciones sexuales. Hubo un
médico que cuando las internas iban a la consulta por
una amigdalitis, una gastritis o algo semejante, les hacía
una exploración vaginal.
- La falta de espacio, el ambiente opaco y gris del penal
todo cemento y fierro, sin asomo de estética y belleza,
me consta que es algo chocante y duro para la sensibilidad
femenina . Pero hay que reconocer que con su creatividad y
su esfuerzo, estas mujeres lograron convertir ese infierno
de cemento en un lugar habitable. Fue todo un desafío.
Un año el día de Navidad pasé por delante
de cada celda saludándolas (estaban encerradas tras
la reja y la guardia no me permitió entrar) y en cada
reja habían puesto flores y ramas verdes.. Estas
mujeres fueron capaces de hacer florecer el desierto.
Algunas recomendaciones
Las detenciones prolongadas producen
un evidente deterioro de las personas. Es una experiencia muy
dolorosa para quienes
transitamos habitualmente por las cárceles ver cómo
algunas internas se van deteriorando física y psicológicamente
cuando el encierro se prolonga por muchos años. Solo
algunas excepcionalmente fuertes logran resistir.
Si bien han
salido muchas personas indultadas o absueltas, no podemos olvidar
que todavía quedan inocentes en nuestras
cárceles y tal vez son las más y los más
desprotegidos, aquellos por los que nadie vela ni clama que
siguen esperando una merecida libertad. Hay también
personas enfermas para las que debe considerarse urgentemente
un indulto humanitario
Quedan sobre todo muchas y muchos sobrepenalizados,
que han sido condenados a penas desproporcionadas y que merecen
salir,
que tienen un excelente comportamiento y que purgaron sobradamente
si alguna responsabilidad tuvieron. Mantenerlos privados de
libertad es una manifiesta injusticia dadas las condiciones
irregulares en que fueron sentenciados: Tribunales Militares
juzgando a civiles, Jueces sin Rostro, ausencia de fiscal y
de abogado defensor y de las más elementales garantías
procesales. Se impone la conmutación de penas o la revisión
de casos si no queremos seguir manteniendo algo que es clamorosamente
injusto.
En cuanto a condiciones de vida, considero necesaria
una mayor atención a la salud. Apenas hay medicinas y son los
mismos presos quienes tienen que agenciárselas. La alimentación
sigue consistiendo en una sola comida al día de un solo
plato, los panes y la infusión en la noche.
El acceso
a un teléfono público que favorezca
la comunicación, es también una necesidad, sobre
todo para los pabellones piloto de mujeres y varones que no
suponen ningún peligro para la sociedad ni para la seguridad
del penal. Una cárcel tiene efectos más negativos
cuanto más se la separa de la sociedad de la que siguen
formando parte. Si queremos que un día se reintegren
a la vida en libertad, tenemos que ir preparándolos
progresivamente.
La justa reparación para quienes han sufrido detención
injusta y prolongada debe alcanzar no solo a los indultados
sino también y con mayor razón a los absueltos.
Finalmente, quiero afirmar que este problema de inocentes encarcelados
y penas desproporcionadas nos incumbe a todos,
no solamente a quienes están en la cárcel y a
sus familiares y amigos. No podemos sentirnos ajenos a su sufrimiento
y su clamor.
|