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AUDIENCIA PÚBLICA TEMÁTICA SOBRE LEGISLACIÓN
ANTITERRORISTA Y VIOLACIÓN AL DEBIDO PROCESO

Jueves 04 de julio de 2002
   

TESTIMONIO EN LA AUDIENCIA PÚBLICA
TEMÁTICA SOBRE PRESOS INOCENTES

Condiciones de vida en el penal
Los primeros años fueron absolutamente dramáticos. El traslado a Chorrillos desde Castro Castro a raíz del motín y la masacre de mayo de 1992 fue hecho en condiciones infrahumanas, con maltratos y sin permitirles llevar más ropa que la puesta, en muchos casos manchada de sangre por las heridas propias o ajenas. Durante tres meses no tuvieron más visita que la de la Cruz Roja Internacional y podían salir tan solo 5 minutos al día de la celda. Al cabo de tres meses tuvieron media hora de patio al día y 23 horas y media de encierro en celdas de seis metros cuadrados, incluido el inodoro, una pequeña pileta para asearse y dos literas más un pequeño pilar que servía de mesa, todo de cemento, a compartir entre tres personas como mínimo, sin ninguna privacidad pues la parte delantera de la celda es una reja de arriba abajo. Por un pequeño hueco de esta a la altura del piso les introducían la escasísima comida, una vez al día y siempre fría. El resto del día, tres panes y dos tazas de alguna infusión.
Pasados los tres primeros meses, se estableció un régimen de una visita mensual de media hora de dos familiares directos previa carnetización, a través de un locutorio de doble separación (reja y espesa malla) y en condiciones que hacían muy difícil la comunicación. La visita de los hijos menores de 14 años era cada tres meses durante una hora, para las mujeres directa pero para los varones a través del mismo locutorio. No tenían acceso a ningún medio de comunicación ni podían tener lápiz y papel ni objeto metálico alguno ni más libro que la Biblia.
Así hasta junio de 1997 -cinco interminables años- en que el D.S. 005 y las modificaciones de febrero de 1999 ampliaron las horas de patio y establecieron regímenes diferenciados..
Desde el primer momento las pocas personas que teníamos acceso al interior del penal, tuvimos el convencimiento de que un buen número de las personas sometidas a ese régimen, eran INOCENTES acusadas injustamente de terrorismo o de traición a la patria. Esto fue siempre un motivo de especial preocupación para nosotros. Inocentes o culpables, rápidamente eran sentenciadas por Tribunales Militares o por Jueces sin Rostro y sin el menor respeto al debido proceso, (con frecuencia sin fiscal, sin abogado defensor) eran condenadas a altísimas penas: abundaba la condena a cadena perpetua y era excepcional la condena menor de 20 años dada la dureza de la legislación antiterrorista.
Las reclusas inocentes, las que no tenían responsabilidad frente a los hechos que se les imputaban, eran quienes más sufrían y se descorazonaban. Para las que sí estuvieron implicadas las condiciones eran igualmente duras pero sabían por qué estaban allí y su ideología las sostenía.
Pasado un tiempo se introdujo un uso que personalmente considero un trato cruel, inhumano y degradante. Son las esposas infamantes con las que las reclusas y los reclusos eran trasladados al hospital o a las diligencias judiciales. Esposados de pies y manos, una cadena unía las esposas de los pies con las de las manos. Al caminar sobre las losas producían un ruido que llamaba la atención de quienes estaban cerca y que al decir de las mujeres, les hacía semejantes a los condenados a galeras que aparecen en las películas. Si se negaban a salir al hospital en esas condiciones, les hacían firmar una declaración haciéndose responsables de las consecuencias que esto pudiera tener para su salud. Cuando estaban hospitalizadas, permanecían esposadas en la cama y sé de al menos dos personas -un varón y una mujer- que murieron con las esposas puestas a pesar de llevar varios días en estado de coma.
Fue en el gobierno transitorio del Dr. Paniagua que se modificó y humanizó sustancialmente el régimen penitenciario, algo que ahora algunos se permiten cuestionar. Lo que debería avergonzarnos a todos es el haber consentido que este trato se diera a seres humanos, a nuestros semejantes. Debo decir que para quienes veíamos de cerca toda esta infamia era muy difícil callar pero si denunciábamos abiertamente lo que ocurría, se nos cerraban las puertas y las internas e internos perdían una presencia alentadora y solidaria. Debimos conformarnos, a veces con mucha indignación e impotencia, a "filtrar" algunas informaciones y hacer algunas gestiones ante quienes pensábamos que podían influir para que las cosas cambiaran.

Sufrimiento añadido por el hecho de ser mujeres
Quisiera poner de relieve lo que ha supuesto y sigue suponiendo de cuota adicional de sufrimiento el hecho de ser mujeres y estar en la cárcel.

  1. En la DINCOTE han sido relativamente frecuentes, además de las torturas y maltratos, las violaciones y vejaciones sexuales. Permítanme leer una frase del testimonio de una interna, hoy ya en libertad, de la experiencia que siguió a su detención:

    Conocí de golpe el frío en los huesos y en el alma,
    el desprecio que hay a veces en el silencio del otro,
    y en la oscuridad forzada de mis ojos vendados,
    la humillación sobre mi carne desnuda
    en una pesadilla de escarnio y vergüenza.


    Violaciones sexuales reiteradas y otros abusos sexuales, amenazas de detener a sus hijos, llevarlas de madrugada a la playa para torturarlas, dos de ellas tuvieron un aborto a consecuencia de las torturas y a una mientras daba su manifestación, le pusieron un cassette con el llanto de sus hijos en el momento de su detención.
  2. Ya en la cárcel, si bien se han dado y se dan situaciones ejemplares de fidelidad de los esposos, también ha habido casos de abandono que han generado muchas crisis y sufrimiento. También era notable el número de mujeres abandonadas ya antes de entrar en la cárcel, lo que dejaba a los hijos en una situación de desamparo sumamente dolorosa para las madres.
  3. El capítulo más doloroso era y es sin duda el de la separación de sus hijos, el saberlos en muchos casos abandonados o en un permanente carrusel, pasando de un familiar a otro, sin recursos. Nunca olvidaré la ilusión con que preparaban la visita trimestral de sus hijos menores y la tristeza, el desaliento y la crisis que muchas veces seguía a la visita. A veces los más chiquitos no reconocían a sus madres después de tres meses y esto era durísimo para ellas. Una de ellas escribe:
    " He sacado la cuenta que en estos dos años que llevo en el penal, solo he podido estar con mis hijos doce horas, medio día, contando las visitas especiales por Navidad y el Día de la Madre.
  4. Después de varios años a cuatro mujeres del pabellón piloto les concedieron visita íntima con sus esposos, no reconocida como un derecho sino como un beneficio que requería determinadas condiciones pero esta visita se realizaba sin la suficiente privacidad asignándoles un espacio mal acondicionado, un tiempo muy limitado y un trámite engorroso. Hoy esa visita está suspendida porque ocupa el espacio una enferma mental. Ya la cárcel, también han tenido que sufrir algunas vejaciones sexuales. Hubo un médico que cuando las internas iban a la consulta por una amigdalitis, una gastritis o algo semejante, les hacía una exploración vaginal.
  5. La falta de espacio, el ambiente opaco y gris del penal todo cemento y fierro, sin asomo de estética y belleza, me consta que es algo chocante y duro para la sensibilidad femenina . Pero hay que reconocer que con su creatividad y su esfuerzo, estas mujeres lograron convertir ese infierno de cemento en un lugar habitable. Fue todo un desafío. Un año el día de Navidad pasé por delante de cada celda saludándolas (estaban encerradas tras la reja y la guardia no me permitió entrar) y en cada reja habían puesto flores y ramas verdes.. Estas mujeres fueron capaces de hacer florecer el desierto.

Algunas recomendaciones
Las detenciones prolongadas producen un evidente deterioro de las personas. Es una experiencia muy dolorosa para quienes transitamos habitualmente por las cárceles ver cómo algunas internas se van deteriorando física y psicológicamente cuando el encierro se prolonga por muchos años. Solo algunas excepcionalmente fuertes logran resistir.
Si bien han salido muchas personas indultadas o absueltas, no podemos olvidar que todavía quedan inocentes en nuestras cárceles y tal vez son las más y los más desprotegidos, aquellos por los que nadie vela ni clama que siguen esperando una merecida libertad. Hay también personas enfermas para las que debe considerarse urgentemente un indulto humanitario
Quedan sobre todo muchas y muchos sobrepenalizados, que han sido condenados a penas desproporcionadas y que merecen salir, que tienen un excelente comportamiento y que purgaron sobradamente si alguna responsabilidad tuvieron. Mantenerlos privados de libertad es una manifiesta injusticia dadas las condiciones irregulares en que fueron sentenciados: Tribunales Militares juzgando a civiles, Jueces sin Rostro, ausencia de fiscal y de abogado defensor y de las más elementales garantías procesales. Se impone la conmutación de penas o la revisión de casos si no queremos seguir manteniendo algo que es clamorosamente injusto.
En cuanto a condiciones de vida, considero necesaria una mayor atención a la salud. Apenas hay medicinas y son los mismos presos quienes tienen que agenciárselas. La alimentación sigue consistiendo en una sola comida al día de un solo plato, los panes y la infusión en la noche.
El acceso a un teléfono público que favorezca la comunicación, es también una necesidad, sobre todo para los pabellones piloto de mujeres y varones que no suponen ningún peligro para la sociedad ni para la seguridad del penal. Una cárcel tiene efectos más negativos cuanto más se la separa de la sociedad de la que siguen formando parte. Si queremos que un día se reintegren a la vida en libertad, tenemos que ir preparándolos progresivamente.
La justa reparación para quienes han sufrido detención injusta y prolongada debe alcanzar no solo a los indultados sino también y con mayor razón a los absueltos.
Finalmente, quiero afirmar que este problema de inocentes encarcelados y penas desproporcionadas nos incumbe a todos, no solamente a quienes están en la cárcel y a sus familiares y amigos. No podemos sentirnos ajenos a su sufrimiento y su clamor.