Inicio de la primera
audiencia de la Comisión de la Verdad y Reconciliación
Doctor Salomón Lerner Febres
Señoras y señores, hoy damos inicio al programa
de audiencias públicas de la Comisión de la Verdad
y Reconciliación, una de las actividades más
importantes y significativas del vasto plan de trabajo que
nos hemos trazado para cumplir la misión que el país
nos ha confiado.
Las audiencias públicas poseen un valor especial entre
las diversas tareas de la Comisión de la Verdad, por
una razón muy sencilla de entender y que quisiera compartir
con ustedes. Nosotros estamos convencidos de que entre los
grandes daños ocasionados a la población afectada
por la violencia, uno de los más graves es el perjuicio
moral, el despojo de la dignidad de que fueron víctimas
numerosos peruanos, ese robo de la dignidad fue causado en
primer lugar por los perpetradores de violaciones de los derechos
humanos la desaparición, la tortura, el asesinato de
seres queridos, el saqueo de bienes. Todos ellos son inaceptables
atropellos que lastiman seriamente nuestra dignidad de seres
humanos, pero, además, esos atropellos se vieron agravados,
si eso cabe, por la prolongada indiferencia del resto de la
sociedad ante el sufrimiento de las víctimas. Durante
muchos años la población peruana prefirió voltear
el rostro, no mirar de frente, no hacer caso de la tragedia
que estaban viviendo sus hermanos más humildes. Esa
condena al silencio, ese olvido por parte del estado y de la
sociedad, también es una forma de arrebatarnos nuestra
dignidad, y eso es lo que queremos empezar a remediar con ceremonias
públicas como esta que hoy inauguramos.
Las audiencias
públicas son, en efecto, una instancia
en la que la Comisión de la Verdad y Reconciliación
quiere dar la palabra a quienes durante muchos años
tuvieron que soportar en silencio numerosos atropellos y crímenes
imposibles de describir, deseamos pues poner fin a ese silencio
y hacer que todo el país escuche y comience a sentir
como propia esa tragedia. Comprendamos, pues, el sentido real
de estas audiencias y apreciémoslas en su justo valor.
Este es un espacio y un tiempo que pertenece a las víctimas,
esta es una ocasión para que ellas cuenten la dura historia
que vivieron y para que el resto del país les brinde
el reconocimiento por tanto tiempo negado.
No serán estas audiencias un escenario para el debate
de ideas, ni para la confrontación de versiones. No
son, tampoco, juicios que la Comisión lleva a cabo para
emitir un veredicto sobre los casos presentados; son momentos
para la escucha respetuosa y compasiva y sobre todo para la
dignificación de las víctimas, para recuperar
el recuerdo de quienes fueron muertos, para oír la voz
de quienes fueron humillados y vejados.
La Comisión de la Verdad y Reconciliación es
sensible y respetuosa del valor absoluto de cada ser humano.
Por ello es para nosotros inaceptable establecer diferencias
entre las víctimas. Todo ser humano asesinado, torturado,
vejado, de algún modo u otro merece nuestra consideración.
Queremos por eso llegar con nuestro mensaje de reconocimiento
y respeto a todas las víctimas, en todas las zonas del
país y así lo haremos en la medida que nos lo
permitan el tiempo y nuestros recursos, pero aunque nuestro
destinatario es el Perú entero hemos querido iniciar
esta programa de audiencias públicas acá en Ayacucho
porque todo el país reconoce es este pueblo, el emblema
del hondo sufrimiento ocasionado por la ceguera, la intolerancia
y la soberbia.
Amigos, el abuso y la muerte irracional se enseñorearon
alguna vez entre nosotros, ahora todos los peruanos estamos
abriendo un nuevo camino, los evangelios nos enseñan
que la muerte no es irremediable ni absoluta, si a ella se
opone la palabra, la palabra de Cristo es sanadora, pero también
lo son nuestras palabras si ellas se dan y se reciben con un
corazón generoso. Nadie parte definitivamente si sabemos
recordarlo y honrar su memoria, si sabemos rescatarlo del silencio,
estas audiencias quieren poner remedio a un silencio ya intolerable;
por ello, al iniciarlas, la Comisión de la Verdad invoca
a todo el país a convertir la indiferencia en compasión
y la desolación en palabras para así, como enseñó el
poeta Javier Sologuren, quebrantar la equívoca eternidad
de la muerte dando testimonio de nuestro dolor prestándonos
respetuosa atención unos a otros, es decir, reconociendo
nuestra historia compartida empezaremos a cerrar viejas heridas
y a asentar por fin los cimientos de una convivencia reconciliada,
pacífica y fraterna.
La Comisión agradece a los declarantes, a sus acompañantes
y al público en general por su presencia en esta audiencia.
Agradecemos, también, a los cientos de miles de conciudadanos
que nos acompañan a través de los medios de comunicación
masiva. Al mismo tiempo queremos recordarles que la transparencia
de la Comisión y la valentía de los declarantes
deben ser complementadas por la actitud serena y respetuosa
del público presente, por lo que les pedimos el más
absoluto respeto por la dignidad de los declarantes, les solicitamos
además respetar el orden y el manejo del tiempo en esta
audiencia absteniéndose de manifestaciones que pudieran
afectar el uso de la palabra por parte de los declarantes.
Finalmente, la Comisión de la Verdad y Reconciliación
quiere expresar su más cordial y agradecido saludo a
los distinguidos invitados extranjeros que participarán
como observadores especiales en estas audiencias; rogamos antes
de dar iniciada esta primera sesión, hagan uso de la
palabra el doctor Roberto Garretón, representante de
la Oficina de la Alta Comisionada de la Naciones Unidas para
los Derechos Humanos, y la licenciada Martha Altolaguirre,
representante de la Comisión Interamericana de los Derechos
Humanos de la Organización de Estados Americanos, así mismo,
invitamos al doctor Richard Lyster, antiguo miembro de la Comisión
de la Verdad y Reconciliación de Sudáfrica para
que nos transmita el mensaje de saludo de monseñor Desmond
Thuto, antiguo presidente de la mencionada Comisión
sudafricana y Premio Nobel de la Paz.
Señores Garretón, Altolaguirre y Lyster por
favor, sírvanse acercarse.
Escucharemos en primer lugar
las palabras del doctor Roberto Garretón:
Es para mí un honor poder representar en esta ocasión
histórica para el Perú, para su pueblo, para
la causa americana y para la causa universal de los Derechos
Humanos a la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de
las Naciones Unidas señora Mery Robinson.
Tal como lo
dice con precisión el Decreto Supremo 65
del dos mil uno, en mayo de 1980 organizaciones terroristas
que desencadenaron la violencia contra la humanidad y miles
de peruanos resultaron víctimas de la violación
de sus derechos más elementales, tanto por obra de dichas
organizaciones terroristas como por la de algunos agentes del
Estado, con un trágico saldo de crímenes, de
desaparecidos y de otros graves hechos que no fueron esclarecidos,
lo que se tradujo en un doloroso proceso de violencia que duró dos
décadas, el que tiene que ser esclarecido plenamente
y no debe quedar en el olvido. El drama peruano no es nuevo,
ha sido habitual en los últimos años que al término
de las dictaduras o los regímenes autoritarios las autoridades
democráticas se enfrentan a diversos problemas que hacen
a su legitimación tanto frente a sus propios pueblos,
como ante la comunidad internacional; desde luego, el primer
desafío es afianzar la vigencia de la nueva democracia,
lo que muchas veces es visto como un obstáculo a otros
objetivos igualmente importantes. Hacer la verdad de lo ocurrido
durante los años de dictadura en que sólo se
conoció una falsa e incontrarrestable verdad oficial,
satisfacer las demandas de justicia y buscar una reconciliación
entre los dirigentes actores del conflicto. Desde luego, los
sectores ligados al antiguo régimen exigen una supuesta
reconciliación, fundada en el olvido y en la impunidad
de los horrores vividos y de los que son responsables; los
sectores democráticos, por su parte, no se oponen a
la reconciliación; por el contrario, la desean pero
la conciben como el resultado de un proceso en que se haya
establecido la verdad y se haya impuesto la justicia. Es lo
que magistralmente consagra el decreto que crea la Comisión
de la Verdad, deben crearse las condiciones necesarias para
una reconciliación nacional fundada en la justicia.
Los
contenciosos entre fortalecimiento de la democracia y la
satisfacción de las exigencias de verdad y justicia
por una parte, y entre verdad y justicia, por la otra, no han
tenido soluciones iguales, ni todas las transiciones han satisfecho
las expectativas de la población. Pienso que muchos
de estos contenciosos suelen ser artificiosos y quizás
justificaciones para no enfrentar las realidades, lo primero
que hay que resolver es qué tipo de sociedad se quiere,
si bien no se puede desconocer que a veces puede haber peligros
de involución, éste no es el caso del Perú,
por lo que la voluntad política democrática debe
agotar los esfuerzos para la construcción de una sociedad
sana no fundada en el miedo ni en la negación de la
historia. El saber la verdad es fundamental, una sociedad no
puede convivir y construir su historia sobre mentiras. En el
Perú, como en tantas partes, los autoritarismos se instalan
y se desarrollan sobre la base de la mentira, que imponen como
verdad a costa de torturas, muertes y desaparecimientos. No
esclarecer los hechos es dejar que la mentira de las autoridades
sea la historia que aprenderán nuestros hijos, la justicia
no sólo es compatible con la verdad sino que es su complemento.
Desde
Nuremberg se ha ido estableciendo un corpus jure cada vez
más sólido, tanto desde el punto de vista
penal como procesal, para impedir la impunidad. Los principios
de Nuremberg, la Convención sobre Represión y
Castigo del Crimen de Genocidio, la Convención sobre
Represión y Castigo de Crimen de Apartheid, la Convención
contra la Tortura, la Convención sobre Imprescriptibilidad
de Crímenes de Guerra y de Lesa Humanidad, los Pactos
de Derechos Humanos que exigen a los estados garantizar el
respeto de los Derechos Humanos, los estatutos de los Tribunales
para la ex Yugoslavia y para Ruanda, el Estatuto de la Corte
Penal Internacional, las resoluciones de las comisiones regionales
de derechos humanos y las dos cortes especializadas y un conjunto
de principios adoptados por los organismos internacionales
etc. No pueden ser hoy desconocidos y dejar en la impunidad
crímenes que agravian a la humanidad entera.
El incumplimiento
de la obligación de juzgar coloca
al estado trasgresor en condiciones de gran vulnerabilidad
internacional, como lo dijera Lord Miller en su célebre
voto en el caso Pinochet. El empleo sistemático de la
tortura a gran escala y como instrumento de política
de estado se había sumado a la piratería, los
crímenes de guerra y los crímenes contra la paz
como parte de los delitos internacionales bajo la jurisdicción
universal, mucho antes de 1984, y considero que ya formaba
parte de esta categoría en 1973, pero más importante
que el honor de los estados es la construcción de una
sociedad en que los derechos humanos sean el fundamento del
orden político, la impunidad no sólo es un agravio
a las víctimas y a la justicia sino también un
elemento de profunda perturbación moral. Ella legitima
el crimen provocando una especie de empate moral en que da
lo mismo ser torturador que torturado; por último, las
experiencias de impunidad alientan a los agentes de las dictaduras
o a los grupos de oposición que han concurrido al crimen,
a perseverar en su conducta. por ello ha hecho bien el estatuto
de esta Comisión de la Verdad al proclamar que uno de
sus objetivos es propender a la reconciliación nacional,
al imperio de la justicia y al fortalecimiento del régimen
democrático constitucional, encargando a los órganos
jurisdiccionales respectivos, cuando corresponda, el esclarecimiento
de los crímenes y violaciones de los Derechos Humanos
por obra de grupos, los terroristas o de los agentes del Estado.
con precisión se ha señalado que la Comisión
no substituye en sus funciones ni al Poder Judicial ni al Ministerio
Público. en nombre de la Alta Comisionada para los Derechos
Humanos aliento a esta Comisión a cumplir con espíritu
patriótico y solidario su noble misión de establecer
la verdad de un período oscuro de vuestra historia,
considerando, como es de su mandato, el dolor de las víctimas
de los horrores indecibles sufridos y a elaborar propuestas
de reparación y dignificación para ellas y sus
familiares, a los cuerpos judiciales, cortes, tribunales, Ministerio
Público, a empeñarse en que el pueblo peruano
crea, por primera vez en muchos años, en la justicia
tantas veces denegada; al Supremo Gobierno Constitucional del
Perú a insistir en sus esfuerzos de conducción
de una sociedad justa y democrática. Ese va a ser su
legado para la historia.
Muchas Gracias doctor Garretón
Palabras de la doctora Martha Altolaguirre
Muchísimas gracias, señor Presidente de la Comisión
de la Verdad y Reconciliación y señores miembros
de la Comisión, autoridades acá presentes, señor
representante de la Alta Comisionada de la Organización
de Naciones Unidas, señor representante de la Comisión
de la Verdad de Sudáfrica, invitados internacionales,
representantes de las organizaciones no gubernamentales, invitados
especiales, miembros de la prensa.
En mi calidad de vicepresidenta
y relatora encargada de Perú,
es para mí un especial honor representar a la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos en esta primera audiencia
pública convocada por la Comisión de la Verdad
y Reconciliación del Perú. Los pasos que ha dado
el Perú, partiendo del gobierno de transición
y ahora bajo la presidencia del doctor Toledo para restaurar
a la población en el goce de sus derechos fundamentales
han sido eficaces y significativos, y la creación de
esta Comisión de la Verdad, integrada por ilustres ciudadanos
de reconocida trayectoria, nos permite prever un exitoso resultado
que conlleve a la reparación integral de los derechos
humanos de las víctimas y a la necesaria reconciliación
de los ciudadanos. La Comisión Interamericana se solidariza
en este proceso así como lo ha hecho desde años
atrás a través de distintas actividades de su
mandato, la Comisión que contribuyó a visibilizar
la incompatibilidad de leyes y conductas de la administración
del expresidente Fujimori con el Sistema interamericano de
protección de los Derechos Humanos, el informe sobre
el Perú presentado en la Asamblea General de la Organización
de Estados Americanos, en Windsor, fijó la atención
de la comunidad internacional hacia un gobierno que con el
paso del tiempo se había desviado progresivamente del
cauce democrático y de la obligación de proteger
la vida de los ciudadanos. complace a la Comisión acompañarles
en esta etapa de reencuentro con los principios universalmente
reconocidos para el desarrollo y fortalecimiento de las instituciones
del Estado. En ese sentido, esta primera audiencia de la Comisión
de la Verdad resulta de particular importancia, para concretar
los objetivos de la Comisión, la experiencia peruana
viene a sumarse, sin embargo, a otras que han sido creadas
en distintos países, y es que la integración
de comisiones de la verdad se ha convertido en un mecanismo
necesario en todas aquellas naciones afectadas por diversos
tipos de violencia, que han conducido a un indescriptible sufrimiento
humano, en que los grupos en armas en abierta ignorancia a
las obligaciones internacionales y en violación de las
normas que incorporan los sistemas de protección de
los derechos humanos han sacrificado a la población
civil. Cada una de esas comisiones han tenido sus características
propias de acuerdo a las circunstancias existentes, en la etapa
de postconflicto o, en su caso, en la etapa restauradora de
la institucionalidad democrática; la de Perú es
producto de una voluntad de Estado y como tal tiene un mandato
amplio y congruente que estamos seguros se va a concretar en
situaciones muy positivas para la población. Otras han
tenido más limitaciones, pero podemos afirmar, sin embargo,
que con todos sus alcances, limitaciones, los resultados de
las acciones emprendidas y de los informes elaborados han conducido
a una mejor comprensión y conocimiento de los hechos
de violencia que afectara en el pasado inmediato a millares
de personas. Podemos afirmar que el sólo hecho de un
reconocimiento público identificando a las víctimas
y los hechos que afectaron su vida, su libertad y su seguridad
es una forma de reparación y una renovada esperanza
en el camino de la reconciliación. El intento honrado
de aproximación a la verdad es uno de los valores requeridos
para el funcionamiento de una sociedad libre, en la que los
ciudadanos puedan desenvolverse con la certeza de que sus garantías
básicas serán respetadas y que sus oportunidades
no serán anuladas por la represión y el terror.
El derecho a la verdad trasciende a la paz y trasciende el
derecho individual a la justicia porque tiene efectos en toda
la sociedad, la verdad es el seguro que la sociedad tiene para
conocer los abusos de poder cometidos en contra de sus ciudadanos
y para poder adoptar las medidas que prevengan la repetición
de tales hechos y que si éstos ocurren se hayan creado
los mecanismos y condiciones necesarias para sancionarlos proporcionalmente
y conforme a los principios del debido proceso. Es por ello
que la verdad ha llegado a formar parte del catálogo
de derechos humanos reconocidos universalmente, eludir la verdad
sólo permite la prevalencia de la impunidad y acrecienta
el dolor y la desesperanza de las víctimas. Cabe reiterar
la importancia de la publicidad de los resultados de la investigación
de los hechos, de manera que la sociedad pueda conocer los
motivos y condiciones en que ocurrieron los agravios; primero,
por el poder de transparencia que tienen los gobiernos en el
ejercicio del poder, y, segundo, por el deber de prevenir que
se repitan tales abusos. La Comisión Interamericana
ha dicho que el derecho a conocer la verdad con respecto a
graves violaciones de los derechos humanos, así como
el derecho a conocer la identidad de quienes participaron en
ellos. Constituye una obligación que todo estado parte
en la Convención Americana debe satisfacer, tanto respecto
a los familiares de las víctimas como a la sociedad
en general, tales obligaciones surgen fundamentalmente de lo
dispuesto en los artículos 1825, y 13 de la Convención
Americana; así mismo, ha sostenido que independientemente
de eventuales posibilidades que pudieran señalar e individualizarlas
esas responsabilidades, toda la sociedad tiene el irrenunciable
derecho de conocer la verdad de lo ocurrido, así como
las razones y circunstancias en las que aberrantes delitos
llegaron a cometerse, a fin de evitar que esos hechos vuelvan
a ocurrir en el futuro, a la vez nada puede impedir a los familiares
de las víctimas conocer lo que aconteció con
sus seres más cercanos, y tal acceso a la verdad supone
a la vez no coartar la libertad de expresión, y aquí debemos
aludir al rol esencial que juegan esos medios de comunicación
para el conocimiento de la verdad. El derecho internacional
de los Derechos Humanos comprende una serie de elementos que
coadyuvan a la efectividad del derecho a la verdad, como es
la obligación de las autoridades de poner a la vista
la información requerida y como es la libertad de poder
transmitir esa información. Por ello los medios de comunicación
son los mejores aliados en la difusión de los resultados
de las investigaciones que fundamenten la verdad pública
y es por ello que también la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos presta tan especial atención a ese
derecho tan fundamental. No quiero extenderme más allá de
lo expresado y solamente quiero finalizar manifestando nuestra
solidaridad y apoyo a la Comisión de la Verdad y Reconciliación
que hoy avanza en cumplimiento de sus atribuciones y su noble
tarea, así como felicitar a la sociedad civil y a las
comunidades por su participación y apoyo en este intento,
que esperamos sea muy exitoso, muchas gracias.
Muchas gracias doctora Altolaguirre, la palabra al doctor
Richard Lyster.
(El señor Eduardo González Cueva traduce el
texto del Dr. Richard Lyster)
Señor Presidente, miembros de la Comisión de
la Verdad, señores representantes del movimiento de
Derechos Humanos a nivel mundial, señores del público
y señores declarante, muy buenos días.
Les traigo
un mensaje de saludo y solidaridad del Presidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación
de Sudáfrica el Arzobispo Desmond Thuto. Antes de entregar
este mensaje quisiera expresarles lo honrado que me siento
por participar junto con ustedes en este importante evento.
Aunque venimos de sociedades totalmente distintas, nos hemos
unido por dos razones, el terrible efecto destructor de la
violencia en nuestras sociedades, y la posibilidad de perdonar,
de reconciliarnos, de sanar y de recuperar la dignidad. A los
comisionados, ustedes están tomando en estos momentos
la más difícil empresa de su vida, a las víctimas
les digo que toman el primer paso en el largo camino de la
liberación, liberación de la opresión
de ser una víctima, y ahora les leeré el mensaje
del obispo Desmond Thuto.
Queridos amigos, hermanas y hermanos
en el bello Perú,
les envió un saludo caluroso en este día de tan
profundo significado en la historia de su país, el momento
de dar inicio a las primeras audiencias públicas de
la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Hago
llegar mis saludos a través de uno de mis estimados
colegas, miembro de la Comisión de la Verdad y Reconciliación
de Sudáfrica; él encabezó nuestras operaciones
regionales en un área muy turbulenta de nuestro país,
que había sido escenario de mucha violencia y derramamiento
de sangre en los años previos a las históricas
elecciones de 1994; por ende, él lleva a su Comisión
no sólo una rica experiencia, sino un profundo sentido
de compasión por las víctimas y de comprensión
de los motivos de los victimarios. Están ustedes por
embarcarse en una difícil travesía que les llevará a
ustedes y a su sociedad a los más oscuros rincones del
espíritu humano. Descubrirán ustedes cosas de
su sociedad que hubieran preferido no descubrir y escucharán
cosas que hubieran preferido no escuchar... (Cambio de lado
de cassette, inaudible) ...sean, es de vital importancia que
estas cosas sean escuchadas, porque sólo diciendo la
verdad que podemos empezar a perdonar y a perdonarnos y reconciliarnos.
Es una oportunidad crucial y oramos porque les ayude a lograr
para su sociedad una época de sanación, perdón
y reconciliación. Oramos porque ustedes lleguen a conocer
también aquello que nosotros descubrimos en Sudáfrica,
que las personas son fundamentalmente buenas y admirables por
su magnanimidad generosidad y nobleza de espíritu. Que
Dios les bendiga en abundancia al iniciar esta noble empresa.
Arzobispo Desmond Thuto, Señor Presidente le deseo
valor y fortaleza en el trabajo de esta jornada.
Doctor Salomón Lerner Febres
Muchas gracias doctor Lyster, ruego a nuestros distinguidos
invitados ocupen nuevamente sus lugares.
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