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discursos en sesiones institucionales de balance y perspectiva

Conferencia de prensa
Convocatoria a sesiones públicas de balance y perspectivas

Señores periodistas,
amigos todos:

1. La Comisión de la Verdad y Reconciliación les agradece su presencia en esta conferencia de prensa convocada para anunciar un nuevo ciclo de actividades públicas de nuestra organización. Se trata de las Sesiones Públicas de Balance y Perspectivas sobre el periodo de violencia vivido por nuestro país, jornadas en las que deseamos contar con la participación de los principales actores de ese proceso. Hemos invitado a ellas entre los días 10 y 13 del presente mes.

2. Esta convocatoria debe ser entendida como una invitación a los responsables de las instituciones del Estado y a las dirigencias político partidarias que tuvieron funciones o responsabilidades de gobierno a ofrecer su palabra ante la ciudadanía. Esa invitación se extiende también a sectores políticos que sin haber ejercido funciones de gobierno tuvieron, sin embargo, importante participación en el escenario oficial de la política nacional. Y desde luego, esta actividad ha de abarcar, también, a las organizaciones subversivas que desencadenaron el conflicto armado.

3. Siempre hemos insistido en que la Comisión de la Verdad y Reconciliación no es un tribunal que juzga y exculpa o condena a personas e instituciones. No poseemos facultades jurisdiccionales, como lo hemos explicado en numerosas oportunidades, y, así, no nos concebimos como jueces ni fiscales. Nuestra fortaleza es moral y nuestros propósitos son de reconstrucción ética del país. Esa reconstrucción requiere del concurso de todos los peruanos, y en particular de aquellos que aspiran a ser dirigentes o autoridades. Estas sesiones, por lo tanto, no son una conminación a los actores que he mencionado, sino, en sentido estricto, una invitación a sumarse a este esfuerzo de reflexión franca y abierta – reflexión que incluye por fuerza un examen de nuestros propios actos – en bien de la recuperación de la verdad, la restauración de la justicia y el inicio de la reconciliación, objetivos nacionales que deben ser colocados por encima de los intereses grupales o particulares.

4. Para la preparación de estas sesiones públicas hemos sostenido en las últimas semanas diversas reuniones con los actores institucionales y políticos que quisiéramos que nos acompañen en esta reflexión. En general, podemos decir que hemos hallado en ellos receptividad a nuestro mensaje y nuestros propósitos, sin obviar, por cierto, las naturales diferencias de opinión, inevitables si se tiene en cuenta la materia de nuestras conversaciones. En el curso de esos diálogos con autoridades de las fuerzas armadas y de la policía y con dirigentes de partidos políticos, se ha reforzado nuestro convencimiento de que el diálogo y el examen crítico es una vía aconsejable y necesaria para que el país supere el difícil legado del conflicto interno. Superar, sin embargo, no puede significar nunca el simple olvido, sino, más bien, cada vez que corresponda, la aceptación valiente de nuestras conductas pasadas y las responsabilidades de diversa índole que se deriven de ellas. A partir de esa aceptación y de esa reflexión, será posible ofrecer al país un proceso de reconciliación al que estamos invitando también a los actores que convocamos a estas sesiones.

El trabajo con las víctimas
5. Como el país entero ha podido constatarlo, desde el inicio de sus trabajos la CVR ha concedido particular atención a la realización de audiencias públicas. Durante meses hemos escuchado muchos testimonios desgarradores de compatriotas que, habiendo sufrido en carne propia las atrocidades de la violencia, y habiendo intentado acaso vanamente recurrir a alguna autoridad en busca de ayuda, no habían podido dar expresión a su dolor, a su protesta, a sus justas demandas o simplemente a su necesidad de reconocimiento. Por muchos años estuvieron sometidos, no sólo al sufrimiento por la violencia padecida y por su recuerdo, sino además a la experiencia del abandono por parte de su Estado, no menos que a la humillación que representó para muchos de ellos el tener que mendigar entre funcionarios displicentes una información mínima sobre el destino del esposo desaparecido, del hijo torturado, del responsable de un cruel homicidio. Para la CVR fue absolutamente esencial, desde el primer momento, el sufrimiento de tantas y tantos compatriotas.

Sesiones institucionales, no audiencias
6. Las actividades que convocamos hoy no están dedicadas al trabajo con esas víctimas, sino que se orientan a esclarecer los comportamientos y las interpretaciones de los actores institucionales del periodo. Por eso, no las llamamos audiencias públicas, sino sesiones institucionales de balance y reflexión. La palabra que dimos a las víctimas fue el elemento principal de nuestro trabajo, y es una palabra que hemos respetado y valorado en el más alto grado. Queremos, ahora, que el país escuche las razones, la versión de la historia, de quienes tuvieron responsabilidades de gobierno y también de quienes tuvieron participación en los hechos de violencia que todos lamentamos.
Al convocar estas sesiones, honramos también nuestro mandato, tal como lo hemos interpretado. Buscamos reconstruir la historia, es cierto, pero no imponiendo una visión unilateral de la misma, sino recuperándola a partir de la escucha abierta y tolerante. Ofrecimos dar la palabra para rescatar esa historia, y eso es lo que hacemos en estas sesiones públicas. Por desgracia, en nuestro país la palabra se ha degradado sensiblemente en la última década y ello ha generado una atmósfera de incredulidad y cinismo que puede resultar letal para nuestra precaria democracia. Consolidar la democracia significa también, por ello, recuperar el uso de la palabra de buena fe, ajena al subterfugio y próxima al ejercicio de las responsabilidades. Es esa palabra, así entendida, la que ofrecemos a los actores institucionales y políticos que invitamos a participar en estas sesiones.

El lugar de la CVR
7. Al hacer esta invocación, los miembros de la Comisión de la Verdad y Reconciliación reconocemos que es justo, también, que ofrezcamos al país un balance, siquiera apresurado, de nuestra propia ubicación ante este duro proceso vivido por el país.
Lo que los comisionados hemos visto y oído en estos meses de trabajo ha sido sobrecogedor. La información de la que disponíamos al momento de iniciar nuestras investigaciones se ha revelado, como muy insuficiente, y hemos debido constatar, muy a nuestro pesar, que la tragedia nacional ha sido de una magnitud insospechada. Las realidades dolorosas, sobre las que el país tenía noticia en forma parcial, han resultado ser mucho más graves de lo que habíamos inicialmente imaginado. De esta terrible historia daremos cuenta en el Informe Final que habremos de presentar.

8. Pero más allá de lo que ello representa para el esclarecimiento de la verdad de los hechos, debemos manifestar que la experiencia del descubrimiento paulatino de su gravedad nos ha marcado personalmente de un modo muy profundo, y ha suscitado en el seno de la CVR una reflexión de carácter ético y político sobre el sentido de la responsabilidad frente al pasado proceso de violencia y frente al futuro de nuestra reconciliación nacional.

9. Desde esta perspectiva, cuando reflexionamos sobre el gravísimo deterioro de nuestra vida social, cuando nos percatamos de los signos de complicidad, desidia o inacción con que reaccionaron muchos peruanos, y cuando además tenemos en cuenta el inmenso costo social que significó para el país la historia de la violencia, tenemos que concluir que somos muchos los que compartimos responsabilidad moral sobre lo ocurrido, con tanta mayor intensidad cuanto más cercana haya sido nuestra relación con el manejo directo de la situación política. Aun siendo por su naturalez estrictamente personal, la responsabilidad moral abacar a todos los peruanos y peruanas: cada uno de nosotros debe interrogarse sobre el grado de responsabilidad que le alcancza por la violencia ocurridad en el país. Y a partir de ello dar inicio al proceso de reparación de las víctimas. Pero la responsabilidad ética no se restringe a nuestra relación con los hechos del pasado. También con respecto al futuro del país, a aquel futuro de reconciliación al que aspiramos, en el que se rechace la violencia y se instauren relaciones más democráticas entre los peruanos, tenemos todos una responsabilidad compartida. No se trata de una responsabilidad genérica o difusa. Precisamente porque ella se enraíza en el sentimiento y la convicción de que no hicimos lo que debíamos en la hora de la tragedia, se trata de una responsabilidad directa y urgente, de una obligación moral, tanto en un sentido personal como institucional. Hemos de empeñarnos todos en la tarea de la reconstrucción nacional, y hemos de hacerlo con generosidad, pensando en los altos intereses del país y no en menudos intereses personales. Por eso preguntaremos también en las sesiones institucionales, por la visión de futuro, por las perspectivas con que los actores institucionales ven el destino del país y el manejo de sus graves conflictos irresueltos.

Nuestras responsabilidades
10. Es en el marco de estas reflexiones éticas y políticas que los comisionados quisiéramos hacer al menos una breve alusión a nuestra propia responsabilidad, como personas y como miembros de instituciones diversas de la sociedad, con respecto al proceso de violencia vivido en el país. Examinando ahora nuestra conducta frente a la insospechada magnitud de la tragedia nacional, y a la luz del principio ético de la responsabilidad ante el pasado y ante el futuro que acabamos de explicar, nos preguntamos, cada una y cada uno en lo que le corresponde, si hicimos realmente todo lo que podíamos o debíamos para denunciar y combatir la violencia que lesionaba tan destructivamente a miles de seres humanos, así como para lograr que los culpables de crímenes fuesen debidamente castigados. Sin pretender dar una respuesta colectiva, podríamos decir que, aún habiendo rechazado, al igual que la inmensa mayoría de peruanos, la violencia, nos sentimos obligados a reflexionar seriamente sobre la insuficiencia de nuestras iniciativas para poner fin a dicha violencia y para contribuir a que se abriese paso en el país un clima de concordia, paz y justicia.

11. Hacemos esta reflexión pública sobre la base del sentido de la responsabilidad moral, y expresamos además que hemos sido ética y emocionalmente interpelados por el terrible sufrimiento de tantos compatriotas que han acudido a nosotros para dar su testimonio. Creemos firmemente que todos los peruanos y peruanas debemos hacer una seria reflexión ética y política y dejar atrás argucias justificatorias para emprender una evaluación seria y responsable de nuestra conducta personal e institucional.

¿Qué esperamos de las sesiones institucionales?
12. Es con este espíritu que la CVR convoca a las “sesiones institucionales de balance y perspectivas.” A estas sesiones, lo reiteramos, hemos invitado a dirigentes de partidos políticos y a altos mandos de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional. Les invocamos a que hagan una evaluación crítica de su actuación en aquel período, que expliquen al país qué fue lo que hicieron bien y lo que hicieron mal, qué fue lo que pudieron hacer y no hicieron- y los convocamos también a que hagan una reflexión personal e institucional sobre las causas de esta tragedia y sobre las perspectivas de futuro del país. Esperamos así que contribuyan al esfuerzo que nos corresponde a todos hacer para esclarecer la verdad de los hechos.
Es un gesto de grandeza moral lo que el país espera de sus líderes políticos y militares. Si todos tenemos la obligación de examinar nuestras conductas y de interrogarnos sobre la parte de responsabilidad que nos tocó en la expansión de la violencia social, con mayor razón la tendrán quienes condujeron al país o tuvieron responsabilidades públicas importantes. Es claro que al país no se le ofrecieron alternativas ideológicas y políticas, democráticas con la fuerza necesaria para salir adelante. No se puede aspirar a dirigir a los ciudadanos si no se muestra la entereza de asumir críticamente el pasado. Es necesario labrarse la propia legitimidad y dar así sentido a la pretensión de ejercer el liderazgo. El gesto de grandeza moral tiene, en fin, una proyección hacia el futuro, porque la reflexión que se espera de los convocados debe tener presente la meta más alta que es la de contribuir al proceso de reconciliación nacional.

13. Finalmente, es necesario precisar que, al convocar a las sesiones institucionales de balance y perspectiva, la CVR cumple con su obligación de dar la ocasión para que el país escuche y juzgue la palabra de líderes de instituciones públicas de la mayor importancia y que escuche también lo que hoy manifiestan, los líderes subversivos. Por razón de su mandato, la CVR está obligada a no excluir a nadie y quiere cumplir con esa obligación fundamental. Dar cuenta franca de la verdad.
Ofrecemos la palabra y el escenario públicos, con estos fines, y esperamos que sean usado para ellos y no para ningún otro propósito. Estamos convencidos de que nuestros invitados saben ciertamente que no acuden a protagonizar ningún espectáculo, sino más bien a someterse, luego de su dicho, al juicio crítico del país y de la historia.

Salomón Lerner Febres
Presidente
Comisión de la Verdad y Reconciliación