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Segunda Sesión, 21 de junio de 2002, 3 p.m. a 7 p.m.

CASO 12. Osvaldo Aspilcueta Franco

Señor Osvaldo Aspilcueta Franco, en nombre de la Comisión les doy las gracias por su presencia, por su valentía, por su verdad. Tenga la seguridad que quienes estamos aquí presentes lo vamos a escuchar con mucho respeto. Lo invito a dar su testimonio.
Muchas gracias. En primer lugar quiero agradecer a la Comisión de la Verdad y Reconciliación por haber sido invitado a esta reunión. He venido con mucha satisfacción porque quiero contribuir a que se esclarezca la verdad de esta época tan difícil que nos ha tocado vivir. Quiero contribuir porque la verdad se imponga, que eso sirva para la reconciliación y además sirva para consolidar la democracia, que es la única garantía para una vida de honestidad y libertad.
En efecto, yo quiero señalar que, el primero de octubre de mil novecientos ochentinueve hubo una acción terrorista en el distrito, en la provincia de Palpa, que se anunciaron por radio los efectos de esta acción y éstos que habían actuado y muchos habían muerto. Llegaron a Ica y según los testimonios buscaron al alcalde de izquierda unida de Ica, el señor Cavero. No lo encontraron y en el camino tomaron la decisión de eliminar al recto de la universidad.
Yo era el rector de la universidad San Luis Gonzaga de Ica, elegido el veinticuatro de julio de mil novecientos ochentinueve y antes había ejercido el vice rectorado administrativo ¿Cuál era más o menos el contexto regional?, había pintas que se oponían a una reunión que debían realizar los presidentes, creo que del Pacto Andino, sino presidentes que tenían que reunirse en el Hotel Las Dunas. Entonces, Sendero Luminoso, buscaba crear un caos y crear la incertidumbre para que no se realice esa reunión. Y buscaban, digamos víctimas que puedan permitirle a nivel nacional, internacional, crear un caos, una situación de inseguridad.
En ese contexto, a las siete de la noche tocan la puerta de mi casa en Santa Domingo de Guzmán, Ica. Sale mi esposa, yo estaba en el segundo piso. Y en eso ella regresa muy asustada y me dice que no baje para nada porque ahí me buscan personas extrañas, había un señor y una señorita, muchacha que llevaba, parecía una muñeca. Pero, entre la muñeca había una ametralladora.
Entonces, yo busqué la forma de que nadie bajara y que mis hijos que eran menores, cuatro hijos, el menor tenía cinco años, la segunda, una mujercita tenía diez años, doce años, la penúltima. Y la mayor de todas tenía trece años. Bien, en el momento que yo llevaba a mis hijos a una casa vecina en el segundo piso, veo que no estaba mi esposa. Llamo y en ese momento escucho dos detonaciones de ametralladora. Bajé desesperadamente a la sala del primer piso y estaba ya destrozada el cráneo de mi esposa. Salí con gritos hacia la calle y vi un micro que se desplazaba y me imagino que estaban todavía los terroristas allí. Pero inmediatamente desaparecieron. Mi esposa tenía el cráneo totalmente destrozado. Mis hijas bajaron, llorando desesperadamente. Al poco rato llegaron, llegó la policía, el juez, el fiscal. Luego el público en general. Mi hija perdió el habla durante dos días. Tuvimos que tratarlo con médicos. Felizmente recuperó. Fue todo una tragedia terrible, lo que se vivió.
Esa noche, después las noches siguientes, vinieron mucha gente a la casa. El entierro fue bastante numeroso, casi todo el pueblo se solidarizó con nosotros, con nuestra familia. De modo que salimos el segundo día para el entierro, a las ocho de la mañana con todas las autoridades y llegamos pues al cementerio, a las seis de la tarde. Porque se hizo un recorrido. El pueblo, bueno demostraba su apoyo al esposo, a la familia, su solidaridad.
En eso yo tengo que agradecer al pueblo de Ica haber mostrado semejante solidaridad. Esto ocurrió digamos en un contexto tal, tanto interno como externo, porque cuando yo ejercía el rectorado, el vice rectorado, en la ciudad universitaria hubo ciertas invasiones raras que comenzaron a construir unas casas de adobe porque no teníamos cerco perímetro en la ciudad universitaria. Y un día decidimos desalojarlos, porque eran gente extraña. Y encontramos catres, cosas así para que duerma la gente. Parece que eso era algo así en las noches gente extraña iba, gente de terroristas seguramente que entonces para ellos, el haberlos sacado de ese ambiente fue un acto sumamente negativo para ellos y motivo de represalia. Yo entiendo que eso fue uno de los motivos, quizás un detonante para que apuntaran contra mí, sus acciones.
Debo decir que mi esposa era una mujer muy trabajadora, muy modesta. Ya se había graduado de abogada, recién. Teníamos cuatro hijos menores, ella era cantante en el coro universitario, soprano. Ganó dos concursos como segundo, en segundo lugar en la Vendimia. Una mujer que tenía mucho apoyo, era de Izquierda Unida, como el suscrito, militante de Izquierda Unida. Y combatíamos con frecuencia las posiciones de esta gente del terrorismo. Porque creíamos que sus acciones eran totalmente negativas.
Pasó el tiempo, felizmente he podido educar a mis hijos. Ya tres son profesionales, el último está estudiando ingeniería de sistemas. He recibido de parte del estado lo que se da a los hijos de víctimas de terrorismo. En eso tengo que reconocer un cierto apoyo. Por lo demás, pasó el tiempo, vino las elecciones regionales y entonces hubo una propuesta para que yo fuera presidente, me eligieron presidente regional en contra del candidato del APRA, que perdió en esa oportunidad en las elecciones regionales.
Yo ejercí la presidencia de la Región Libertadores Huari, en la zona más ensangrentada del país, que comprendía Ayacucho, Huancavelica, Ica y dos provincias de Apurímac, Chincheros y Andahuaylas. En una época que pude comprobar ¿cómo en Ayacucho..?, que era la sede al región donde tuve que trasladarme, la situación era sumamente tensa, grave. Había una represión militar sin cálculos y si tener digamos, sin respetar los derechos humanos. Un general Fernández Dávila, que creía que él podía hacer todo y entonces la presencia del gobierno regional, le era incómodo. Vino entonces la tensión con el general, Fernández Dávila, que en algunas oportunidades nos quitaba inclusive, la seguridad del Hotel de Turistas, donde estábamos instalados.
Recuerdo que después de una queja que hubo de comunidades, fuimos con el fiscal y una patrulla, para verificar lo que ellos denunciaban que habían enterrado, quemados con petróleo a niños y ancianos. Y en efecto, fuimos a Chilcahuayjo, comprensión de Cachi, del distrito de Cachia, en Huamanga. Y está en los periódicos, los cadáveres que encontramos. Niños calcinados, ancianos, dieciocho cadáveres, calcinados totalmente. Los habían quemado en esa altura de Chilcahuayjo y luego lo habían enterrado. Y eso fue obra del ejército.
Este ha sido pues, lo que se ha podido comprobar. Cuando se denunció este hecho y Javier Diez Canseco señaló en el congreso, no, no en el congreso sino en los periódicos, porque entonces se cerró o se quitó la seguridad. Tuvimos que dormir en los techos del hotel, para no ser víctimas del terrorismo. Esta era una situación tan tensa y nuestro enfrentamiento permanente con el presidente Fujimori, o el presidente de ahora, era permanente con los gobiernos regionales. Contra la ley nos quitaban los bancos. El Banco Agrario, el Banco de Vivienda, los cuatro bancos y luego había una presión popular para resolver los problemas y el gobierno, quitaba el presupuesto. Este era el gran dilema.
Entonces, teníamos dos frentes, un frente contra Sendero y otro frente contra el gobierno. En estas circunstancias, pudimos trabajar en la región hasta el golpe del cinco de abril, en que yo denuncié todas las cosas contra Fujimori y me separaron inmediatamente del gobierno regional, porque fueron tomando local por local a nivel de las regiones y yo hablé. Fui el primero en hablar que había que formar un frente contra la dictadura. En ese sentido, yo quiero también expresar, que muchas personas han expresado contra la dictadura. Nosotros comenzamos con los gobiernos regionales a señalar claramente.
Me tocó ser vicepresidente del Consejo Nacional de Presidentes Regionales, en esa virtud tuvimos que expresar en momentos difíciles nuestra posición contra la dictadura. Yo solamente, quiero insistir en que esta experiencia amarga que hemos tenido como consecuencia de no haber combatido oportunamente, ideológicamente estas concepciones aberrantes del terrorismo. Ojalá que nunca vuelva a repetirse. Yo no quisiera que en la historia del Perú, exista otro tiempo en el futuro, que tengamos que lamentar. Creo, que ésta experiencia y el trabajo de la Comisión de la Verdad, va a consolidar una posición para poder afinar una democracia de participación plena y que no se repitan este tipo de acciones.
Muchas gracias, señor Osvaldo Aspilcueta Franco, por su testimonio, por su valentía de estar acá con nosotros, porque su verdad aunque dolorosa, permite a todo el país tomar conciencia de la violencia desalmada por el que hemos atravesado durante estos últimos años. Nuevamente, le reiteramos las gracias por estar acá y los miembros de la Comisión de la Verdad y Reconciliación y todo el público presente nos solidarizamos con su dolor. Gracias.


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