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Tercera Sesión, 22 de junio de 2002, 9 a.m. a 1 p.m.

CASO 15. Fermín Tolentino Román

La Comisión invita al señor Fermín Tolentino Román, se aproxime a brindar su testimonio. Por favor de pie. Señor Fermín Tolentino Román, usted va a brindar su testimonio ante la Comisión de la Verdad y Reconciliación y también ante al país. Promete solemnemente hacer su declaración con honestidad y buena fe y decir sólo la verdad sobre los hechos que nos va a relatar.
Si, prometo.
Muchas gracias, puede tomar asiento.
Señor Fermín Tolentino Román, la Comisión de la Verdad y Reconciliación aprecia su presencia en esta audiencia pública. Tenemos el convencimiento de que usted viene libre y voluntariamente sin ninguna presión a dar su testimonio. Queremos recordarle que está usted revestido de la garantía de gozar durante el tiempo que dure su participación a través de su testimonio de respeto, y la garantía a su seguridad y a su dignidad. Puede igualmente hacer su relato en el idioma materno o en otro que sea de su dominio. Lo escuchamos. Puede iniciar su testimonio.
Gracias. En primer lugar quiero empezar para agradecer de la oportunidad que me brindan en esta audiencia pública a los señores de la Comisión de la Verdad, y enseguida para hacerles llegar también el saludo cordial de mi comunidad campesina de Cochaspaca y lo mío mismo. Y quiero decir sólo la verdad y es verdad que mi comunidad campesina de Cochaspaca, se encuentra ubicada a unos tres mil ochocientos a cuatro mil metros sobre el nivel del mar, alejado de mi provincia Cajatambo, distrito de Borbor, a uno treinta kilómetros y quince kilómetros. Y debo decirles también de que mi comunidad antes que la subversión llegara a mi comunidad, mi comunidad era una comunidad próspera por su propia iniciativa, sin contar con el apoyo de los gobiernos locales, tanto provincial, distrital. No teníamos apoyo de ninguna otra institución estatal pero tomamos iniciativa propia de mi comunidad encaminándonos hacia una meta y algunos más atrás, ser una comunidad bastante próspera y útil a nuestra provincia, a nuestro país.
Esos años de mil, antes de la subversión, mi comunidad era, bastante próspera. Contábamos con una empresa ganadera más de quinientos lanares, finos. Los miembros de la comunidad que eran mis concomuneros, todos se dedicaban a la cría de ganado mejorado, tanto en ganado vacuno como en ganado lanar. Pero, una vez que los terroristas ingresaron a mi comunidad causó pues, sólo hambre, desolación, este orfandad, viudez, y jue así de que en mil novecientos ochentinueve ingresaron ellos, unos cuarenta personas entre varones y mujeres.
Todos ellos eran de cara descubierta, cosa que nosotros no los podíamos identificar, no sabíamos de ¿dónde eran?, todos armados. Nos reunieron a varones y mujeres, niños y ancianos en el Centro Educativo de Paca. Luego nos hicieron su, hicieron su manifestaron sobre su política que ellos luchaban a favor de los pobres, a favor de los campesinos, ¿no? Pero cosa que no era así, todo era adverso. Pintaban otros en su palabra y actuaban de otra manera. Eso, todo mi pueblo tan humilde han comprobado. Mi comunidad campesina, el noventa por ciento son gente analfabeta, tienen un primer grado, segundo grado de educación primaria. Mi persona tiene educación primaria, dicho eso, pasó en esos momentos dónde manifestaron de que ya no debe existir ninguna clase de autoridad, dijeron que no debe haber ninguna clase de autoridad, del estado porque ellos les vienen a robar, a engañar, ¿no?
Y nos notificó como una amenaza ¿no?, si continuaran esas autoridades, todos van a ser muertos. Y para eso entonces, no estuvieron nuestras autoridades, tanto el presidente de la comunidad y otros. Eso era, si mal no recuerdo era en el mes de abril, y en el mismo año otra vez regresaron en el mes de junio. Nosotros estábamos en una actividad que organizamos la Asociación de Padres de Familia del Colegio Andrés Avelino Cáceres de Nunumia. Organizamos una actividad para recaudar fondos pro biblioteca, porque ese colegio construimos la comunidad con su propias fuerzas, sin la participación de ninguna institución. Con nuestros propios fondo construimos, lo equipamos. Entonces, nos faltaba una biblioteca para nuestros hijos. Y en esa actividad nos sorprendieron otra vez esa cantidad de personas y allí este, nos hicieron formar a toda la gente, las mujeres aparte, los varones aparte y de luego a poco rato nos separaron ya a nuestros dirigente, llamándole así por nombre ¿no?, de las mismas filas de nosotros, nos separaron a don Marcelino Mendoza Dávila, presidente de mi comunidad, que en paz descansa, a su secretario don Agustín Chavarría Rojas y a un profesor que laboraba en ese colegio, no recuerdo su nombre. Igual había otro visitante en esa actividad del pueblito vecino de Apas, que era el clérigo. Separaron a ellos. Y lo guardaron en un aula de nuestro centro educativo.
Y continuaron ellos este insinuando sus charlas políticas, así tanto a las mujeres, tanto a los varones, aparte ¿no? Las mujeres daban charla a las señoras de nuestra comunidad y los varones a nosotros, todos así en fila. Y a eso de las cinco de la tarde más o menos, ya nos dijeron: pueden irse, todos se van a su casa. Cinco a seis de la tarde, ya todos nos hemos ido a la casa y lo decimos pues este a las esposas de los finados, de don Agustín y Marcelino y que reclaman de una vez, queremos irnos juntos, vivimos lejos, dígalo. Entonces, ellos han regresado, no va a pasar nada, ellos ya vienen, vamos a conversar. Ya bueno, han tratado de convencerle a sus familiares y se han ido. Todos nos hemos ido y amanecieron muertos ahí en el local. Frente al local, en la explanada, los habían matado a ellos. Y eso fue así, de allí nuevamente se fueron, regresaron ya, no recuerdo ¿qué mes del siguiente año de mil novecientos noventa?, donde ya empezaron ya a vender nuestros ganados, a destruir nuestra empresa, que ellos necesitaban dinero ¿no?, destruyeron toda nuestra empresa, donde no quedamos ni con un, ni con una ovejita, nada.
Y ellos ya privaban de que nosotros saliéramos a Cajatambo, a Borbor, a hacer compras o por motivo de salud, este llevar a nuestros hijos, privaban de que ya nosotros no debemos salir, porque esas medicinas eran de menos, son drogados. O sea, con sus mil argumentos ¿no? Entonces, dado eso, este nosotros ya viendo sus actos y veíamos la distancia que siempre venían a mucho tiempo, a tres, cuatro meses, seis meses, nos visitaba de repente, nos improvisaba y nos dio ese tiempo para podernos organizar la comunidad ya en mil novecientos noventa. Mes de agosto, setiembre, empezamos ya a conversar entre comuneros, entre campesinos, darnos fuerza, de que no podemos estar así, ¿cómo podemos vivir?, ¿qué vamos a comer?
Entonces, unos a otros nos dimos valor y fue mi persona él que tomó esa cabeza, esa iniciativa de organizar y nos organizamos todos, dispuestos y decididos, comprometidos de morir juntos pero luchando en contra de ellos, en búsqueda de paz, de una democracia que nosotros queríamos continuar nuestras vidas, tranquilas ¿no? Jue un veintiuno de abril de mil novecientos noventiuno, donde ya tomamos decisión de juntarnos todos ahí en nuestra plaza, nuestra comunidad, donde es nuestro local comunal, porque para ello había una, un trapo rojo, una bandera que tenía izado desde la fecha que lo mataron a nuestros dirigentes. Y nos advirtió de que nadie lo debe sacar porque el que lo saca iba a ser muerto igual ¿no? Y nadie lo sacaba. Entonces, nosotros tomamos ese valor, ese día veintiuno de junio, lo sacamos y lo quemamos. Y borramos todo su pinta ¿Por qué hicimos eso?, porque ya nosotros nos enteramos de que en Cajatambo, en mi provincia, ya se había instalado una base contra subversiva. Entonces, reforzados de ellos tomamos ese valor por nuestra propia iniciativa, onde nosotros no llegaba una autoridad. Si llegaban, llegaban los policías para golpearnos, nos decían ¡entréguenos a los terroristas y nos golpeaba inhumanamente! Y luego se llevaban nuestros animalitos, sea ovejas, sea nuestras vacas. Rompían las puertas, se llevaban radios, grabadoras, todo cosa de valor, se cargaban los policías.
Entonces, nos encontrábamos entre la pared y la espada ¿no?, no sabíamos adónde recurrir. Por eso tomamos esa iniciativa, por nuestra propia convicción, nosotros así juntarnos entre hombres y mujeres, niños y ancianos. Si morimos, morimos pero nos defendemos. Y nosotros habiendo denunciado de estos hechos, de las fuerzas del orden, ellos optaron por venganza para calumniarnos, de que nosotros habíamos matado este, a nuestros dirigentes. Nos enteramos, último.
Luego de allí, el noventiuno que continúo, nos organizamos ya en rondas para defendernos y yo fui elegido el primer presidente de la ronda campesina. Y fui el gestor de toda esa de esa organización, para que se crea mediante una resolución, he venido acá al Ministerio del Interior, Ministerio de Defensa, a todas las instancias militares he recurrido. Las instancias judiciales, pidiendo apoyo en defensa de mi comunidad. Mucho me recuerdo que en el Ministerio de Defensa y el Comando Conjunto, realmente con ese dolor que pasaba en mi comunidad, yo les dije: si no nos van a apoyar, ¿por qué?, mejor depongan las armas, entréganos pues a los terroristas, ¿hasta cuándo vamos morir gente inocente? Yo los dije así, lo sugerí a ellos. Porque, para ellos ya habían matado a varios campesinos a la altura de mi comunidad, a dos campesinos que lo habían degollado. Bartolomé Masa, Basilia Numasa. Entonces, viendo todo esas cosas que pasaba, yo tenía que venir acá a la capital para hacer una gestión que se cree una base contra subversiva en mi comunidad. Pero no se dio. Se amplió la tropa así en Cajatambo para que ellos continuamente hagan el patrullaje en mi comunidad. Y trabajamos una carretera para que tengan acceso, nosotros a pico y lampa.
Y visto eso, ese año mismo el noventiuno nos invita de acá para nosotros venir a desfilar la ronda campesina acá, en el Campo de Marte. Y venimos, yo como presidente de la ronda, vine con cincuenta ronderos más a la gran parada militar. Participamos el noventiuno, nos dieron armas para salir ahí al desfile. Después nos lo quitaban y nos enviaba así. Y regresamos a nuestra comunidad, ese mismo año en noviembre tuvimos un enfrentamiento con los terroristas. Ingresaron ellos, pero nosotros nos defendíamos solamente con las hondas, así escapándonos, huyendo a los cerros. Y esa fecha mataron a dos personas, a Marcelino Mendoza Navarro, le degollaron, le cortaron así del cuello, le sacaron la cabeza. Y a Robinson Echevarría le alcanzó una bala por los riñones y murió en Huacho, ya no se salvó. Fue esa dos muertes que ocurrió en mil novecientos noventiuno.
Pasó eso en mil novecientos noventidós, me recuerdo el seis de marzo, mucho me recuerdo, fue lo más triste y los más horrible que sucedió. O sea, yo era perseguido constantemente al no poder encontrarme a mí para que hallen su venganza ellos, hicieron otras venganzas.
Primero, habían llegado a la casa del hermano de mi esposa Máximo Herbozo Tolentino, que es hermano de mis esposa Marcelo Herbozo. A su estancia, en decir de que ellos son del ejército y buscaban al presidente de la ronda. Le habían de que: sabemos de que los terroristas están por acá, y nosotros queremos que entre allá, a tu comunidad para nosotros atacar. Ellos tenían escondido allí y don Máximo Herbozo, todos los días le daba de comer pachamanca, puro carnero ahí. Y ellos escondidos. Y ya le había dicho de que me llevas donde el presidente de la ronda. Han venido en dirección hacia mi personas, pero se han enterado, un jovencito de quince años o catorce años, los han visto. Entonces, me pasa la voz que viene el ejército, porque todos estaban uniformados de ejército, una parte y otra parte que venía más atrás estaban con nos ponchos, estaban con unos sombreritos y se dio cuenta que no puede ser el ejército. Porque nosotros teníamos la forma cómo comunicarnos con el ejército y no podían engañarnos. Eso de las seis y media de la tarde, en plena lluvia, una lluvia torrencial, teníamos que escapar, todos teníamos que escapar, todos los que podíamos. Pero algunos no pudieron. Esa fecha fue muerto don Máximo Herbozo Tolentino, que es el hermano de mi esposa, degollado él, su esposa degollado, su hija, degollado, su hijo de catorce años también degollado así, todos degollados como un carnerito. Llegó a Cochas, mató a mi sobrino Jorge Estrada Mendoza.... y este, su esposa recién había dado a luz un bebito de, recién de tres días que estuvo postrada en la cama, la esposa al cuidado de ella, no pudo escapar el esposo Jorge Estrada Mendoza.
Entonces, fue degollado también Jorge Estrada. Su esposa también fue degollada. Sólo el bebito lo encontramos, ese bebito de tres, cuatro días, estaba llorando sobre su cama. Y los restos estaban degollados.
Igual, también ese día degollaron a mi tío Eusebio Tolentino Navarro, a mis primos Cirilo Tolentino Medina, a mi primo este Oscar Tolentino Medina, también lo degollaron. Todos jueron degollados así como carne, no tenían cabeza. O sea, perdí parte de mi familia. Y fue más ya, no sé ¿qué hora habría sido?, fueron a mi casa, regresaron a mi casa, como a mi no me encontraron, incineraron mi casa, dejándolo en cenizas, y mataron todos mis animales que estaba en contorno. Yo tenía una casa de cuatro ambientes, cuatro cuartos con segundo piso en madera, de material rústico, de adobe con techo de calamina. Todo quedó en cenizas, no hubo ningún utensilio ni un trapo viejo para cubrir a mis hijos ni a uno mismo ¿no? Y bueno, fui con mi esposa, con mis hijos, y la verdad que no se podía ni llorar y encima que nos esperaba recoger a nuestros cadáveres de esa manera.
Y para ello, yo al sentir a las seis de la tarde me pasan la voz que estuvieron, yo hay mismo envié a Cajatambo, ante la base una comisión con caballos. Ellos todavía llegaron al día siguiente a las siete de la mañana, el ejército. Con los caballos, vino el sub prefecto, vino el fiscal, y constató de todo ese hecho, se verificó, levantemos los cadáveres, lo enterramos casi juntos a los hermanos, a mis tíos, al hermano de mi esposa, se enterró en Borbor con su hija, con su esposa, su hijo. Llevamos así.
Bueno, la verdad que si yo pasara a narrar, creo que el día me quedaría muy poco. Es tan inmenso y yo siempre he pensado en no recordarlo, tratar de olvidar para tranquilizarlos y buscar nuestra reivindicación mío y la de mi comunidad. Pero, de repente es necesario recordarlo para la Comisión de la Verdad que busca analizar lo que ha sucedido, la verdad. Que voy hacerlo, tengo que hacerlo. Pasó toda esas cosas en mil novecientos noventidós, seis de marzo. Nosotros seguíamos organizados, así ronda, pero yo ya no era presidente de la ronda, porque el ejército, el sub prefecto, todos me pidieron que yo renunciara porque mi vida estaba sumamente en peligro ¿no? y renuncié. Y tenía que replegarme hacia Cajatambo. No tenía de qué subsistir, mis propios paisanos me invitaban algunos granos, algunas papitas para sobrevivir juntamente con mis hijos. Soy padre de familia de nueve hijos.
Tengo cuatro hijos huérfanos, que mi esposa mismo falleció en mil novecientos ochentinueve. Le dio un derrame cerebral al enterarse de todos esos atropellos, no resistió el sufrimiento y falleció y me dejó cuatro hijos. Un bebito de tres meses, mi hija mayor de siete años, cinco años y tres años. Yo fue padre y madre de esos mis cuatro hijos. Mi mamita, ancianita sumamente enferma, necesitaba quién lo atiende ¿no?, tuve otro familiar que me apoye ¿no? pero, tomé fuerza de valor y me superé, pero ya no tuve fuerza de valor cuando nos hicieron ese tipo de ataques y lo peor es de haber hecho toda esas cosas en mil novecientos noventicuatro nos enteramos de que nosotros estábamos todos requisitoriados, todos éramos terroristas. Sentenciados a treinta años, eso era lo peor.
Enterado eso, nos hemos presentado a Huacho, a Barranca, que nos juzguen ¿cuál es nuestro delito? Juntamente con sus esposa de los finados, don Marcelina Mendoza, de Agustín Chevarría y nos calumniaban que nosotros los habíamos matado a nuestros dirigentes, nosotros estuvimos como los terroristas. Entonces no sabíamos que hacer, dinero no tenemos para un abogado y en eso entonces en mil novecientos noventicuatro, a fines más o menos, viene el capitán Fernández del ejército, de la base. Nos dice: ustedes, todos están requisitoriados, todititos hasta los ancianos, los cojitos, los inválidos, todavía eran terroristas, estaban requisitoriados. Y entonces ¿qué hacemos?, sino tenemos dinero para buscar un abogado. Entonces, nos dice : no, con abogado va a ser bien difícil, hay una ley más fácil para que terminen con esos procesos que les están imputando y ustedes puedan trabajar tranquilos. Nos dice a toda la comunidad, nos dice: acójanse a la ley de arrepentimiento, nos dice.
Nos vamos toda la comunidad varones y mujeres, ancianos, todos nos vamos y nos preguntan en Huacho, en Barranca, nos dicen: ¿de qué se arrepienten?, lo hemos tenido miedo a los terroristas desde mil novecientos ochentinueve, eso será. Y lo peor fue pues ya el noventicuatro, noventicinco, los policías nos buscaban, nos presionaban, nos golpeaban, ya que ustedes son requisitoriados, nos golpeaban, donde nos encuentran nos golpeaba y nos sacaba plata y plata, se llevaban nuestros carneros, ganado. Y prueba de ello, me torturaban allá mismo, cada vez que me capturaban a mí y a mis otros paisanos, me quebraron el brazo y tengo un tumor que ya me imposibilita trabajar en pro de mis hijos, tengo un tumor a base de ese golpe en los brazos que me quebraba, y me imposibilita bastante. Desde allí, pues terminábamos presos, la mayoría terminamos presos. Yo he estado en la Dircote nueve meses detenido, desde el veinteseis de setiembre del noventiocho al noventinueve, junio que me absuelven, me dan mi libertad. Me absolvieron y así también a muchos de mis paisanos.
Y la verdad es que yo no entiendo, eso fue el pago de tanto sacrificio, que nosotros buscamos y contribuimos por la pacificación, eso fue el pago más triste y más horrendo que nos dieron. Y la verdad este señores de la Comisión de la Verdad, hasta hoy vivo temorizado, realmente me veo, una vez más frente de repente de los enemigos porque por intermedio de la radio escucho que todavía la subversión están haciendo sus actos horrendos por diferentes partes de nuestro país. Y en mi comunidad ¿qué seguridad hay para nosotros? Nosotros vivimos sumamente alejados de la provincia, del distrito.
Entonces, vivimos en una inseguridad, no vaya a ser que nuevamente haiga otra venganza como sucedió. Venimos a un decir, y cómo se vengaron de nosotros, ¿qué venganzas cosechamos tan inocentemente?, con tanta gente inocente. Entonces, yo quisiera que se tenga en cuenta, de esto y para mí lo más importante sería que nos visiten en nuestra comunidad y conozcan nuestra realidad ustedes señores de la Comisión de la Verdad. En mi propia comunidad y que estean presente nuestras autoridades de nuestra provincia y distrital, para que ahí mis comuneros también puedan seguir diciendo la verdad y prueban también de mí, si yo digo verdad o mentira. Me gustaría eso y veamos por la seguridad mía, no solamente mía sino de toda mi comunidad. Lo que yo busco es por mi comunidad, porque son muy humildes y la distancia que nos separa hacia la capital, nuestra provincia.
Pero, como les vuelvo a decir hay tantísimas cosas lamentables que ha sucedido, mi comunidad piensa ya no recordar para podernos reivindicar. Allá en mi comunidad hay una cantidad de huérfanos , señoras viudas que sobreviven. Hay días que no toman desayuno, no conocen azúcar. Vivimos con lo natural que producimos, sea una papita o una cebada. Tenemos una vida de repente paupérrima, todavía. Pensando, que cualquier momento nos pueden atacar. Todavía hay ese temor, hay gente traumada que vive atemorizada. Si hay algunas pasajeras por ahí, ¿quién será?, dice ahí mismo. Se asustan ¿no?
A veces no duermen en sus casas. Nosotros varios años no hemos dormido en nuestras chozas, hemos dormido por los cerros así, escondidos. Porque teníamos miedo a ambos. Nos encontraban los policías, nos golpeaba. A cualquiera persona, sea anciana, varón o mujer, golpeaban los policías, sin temor. Yo no sé ¿por qué tanta equivocación hubo esos años?
A pesar que nosotros le mostrábamos con los propias obras, nuestros propios hechos. Y eso lo consta a las diferentes autoridades, tanto del ejército. Lo que más ese atroz hizo, es los policías, los del ejército no cometieron ese error de nuestra comunidad. Los policías venían entre cuatro, cinco, y se llevaban nuestro ganado. Rompían nuestras puertas, golpeaba a cualquiera. Lo llevaban a Borbor, tenían que pagarle, dos, tres, carneros o sus vacas o sus toros. Ahí mismo lo botaban. O si lo capturaban por chulío, cualquier sitio, porque nosotros éramos requisitoriados, sea varón, mujer, todos éramos terroristas, todos.
Ojalá que la Comisión de la Verdad, analice que para un mejor análisis, yo invito a la Comisión de la Verdad que vaya a mi comunidad, que dialogue y que conozca. Pueda que de esa manera descubre mejor la...verdad y toman algunas medidas en pro de tanto huérfanos, en pro de tanta gente enferma, traumada. Ojalá que vean un camino más viable ¿como superamos esta situación? Eso es todo lo que puedo este...
En nombre de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, don Fermín Tolentino, quiero expresarle nuestro sincero reconocimiento por su testimonio. Un testimonio lleno de recuerdos crueles, dolorosos. Nosotros nos sentimos identificados con vuestro sufrimiento, con vuestro dolor y queremos como miembros de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, decirle que tenemos grandes desafíos, porque no entendemos ¿cómo vuestro pueblo puede seguir siendo víctima, por ejemplo del analfabetismo?, problema muy cruel al que se suman las consecuencias de la irracionalidad de una violencia que ha generado huérfanos, ha generado viudas. Todos ellos constituyen para nosotros un verdadero desafío. Le agradecemos por la sinceridad y la valentía con que ha enfocado el problema de su pueblo. Estos desafíos ojalá en la medida que se vaya llegando pues a la verdad, podamos nosotros expresarlos fehacientemente en nuestro informe. Le agradecemos mucho por su presencia.


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