Discurso
de Clausura Audiencia Pública de Trujillo
Llegamos pues al término de lo que es esta Audiencia de
lo que son las Audiencias Públicas de casos, yo el día
de ayer al inaugurarlas decía que era la Séptima
Audiencia de casos y la Novena Audiencia Pública en general,
cometí un error esta es la Octava Audiencia de casos la
Décima Audiencia Pública en general en lo que no
me equivoque en decir fue esta es la última Audiencia
de casos, por lo menos tal y como se han venido realizando hasta
ahora, habrá otros tipos de reuniones en los cuales tomemos
información de vastos sectores de la población,
pero con un impacto no nacional si no más bien local y
regional, y que es lo que podemos decir al término de
esta audiencia y de las audiencias de casos.
Quisiera comenzar
refiriéndome a un hecho circunstancial
pero que da pie para que podamos reflexionar juntos.
Algún personaje público con escasa sensibilidad
moral a pesar de sus alto proclamadas elevadas convicciones,
escribió en un Diario de escasa circulación acerca
de la Comisión de la Verdad y Reconciliación
y la calificó de triste comisión, comentando
de manera negativa las Audiencias Públicas, en concreto
en realidad este personaje equivoco el orden de sus palabras,
además de haber equivocado sus ideas y debí quizás
titular su artículo con el epígrafe de una comisión
triste, no una triste comisión, y como podría
no serlo una Comisión triste. Ellas al igual que muchos
peruanos a los cuales se dirigen las experiencias que hemos
podido comprobar experimenta algo que ha ocurrido en estos
20 años que nos toca estudiar y que en el fondo si lo
miramos bien, va más allá de lo que nos toca
estudiar, se hace presente eso a lo largo de casi toda nuestra
historia como estado republicano.
De que se trata de que hemos
vivido y seguimos viviendo un profundo divorcio entre las ideas
y los derechos, entre las
leyes y su aplicación, entre una moral triagonada en
voz alta y una conducta diaria que es un desmentido a los valores
que se plantean como guía en nuestras vidas, es triste
lo que nos ha sucedido como país, y olvidarnos de este
hecho, no ha procurarnos paz y alegría en un país
fracturado en su vía cívica y cultural en un
país en el que el curso de pocos años se han
producido de manera insensata más de 30,000 muertes,
miles de desaparecidos, torturados, personas abusadas en sus
derechos, como podría no haber tristeza, como se podría
cohonestar prácticas institucionales que lo hemos visto
en estos 2 días, significaron una tradición a
los ideales que las organizaciones del estado debían
promover y defender.
Escuchar y acompañar mostrar aún cuando sea
a través de un gesto amical y respetuoso de una palmada
en el hombro, de un dar la mano, ridiculizados por esta persona
a la que aludía en un comienzo, creo que son conductos
legítimas puesto que expresan que sentimos como propio
el dolor de otros peruanos, el dolor de otros hermanos a los
cuales debemos, si es que en verdad somos cristianos amar tanto
como a nosotros mismos.
No constituye pues eso, una actitud
en absoluto demagógico
ni interesada hay que tener mala fé, ara plantear estas
afirmaciones prejuiciados, pero yendo más allá de
esos dichos frívolos y farisaicos, examinemos algunos
rasgos esenciales de esta Audiencia Público y de los
testimonios que en ella se han ofrecido, que se nos ha dicho
entre otras cosas, se nos han dicho muchas, pero que es lo
que queda de todo esto.
En primer lugar que es posible, vencer
al tiempo y al temor, en otro contexto pero es posible suscribir
lo que decía
un filósofo Nicshe, es posible renunciar al espíritu
de venganza, es posible enfrentarse al tiempo y su pasado,
los testimonios que nosotros hemos oído significan;
que el tiempo no ha pasado, que las cosas esenciales que han
sido tocadas melladas, en la vida de personas peruanos como
nosotros, están más allá de un día
de una hora un año, son agravios permanentes son agravios
esenciales. Pero también estos testimonios nos indican
que el temor ha pasado que hay coraje que hay valentía
por parte de aquellos que han venido a contarnos sus historias,
quizás porque vivimos en un estado de derecho, porque
ya no hay una autocracia que nos esté amenazando permanente,
pero más allá de eso, aún en un estado
de derecho se requiere valentía para decir como lo hemos
escuchado decir en el último testimonio, las vejaciones
que en la vida moral, fisiológica y física sufrió una
niña de 16 años, se ha mostrado además
que hay grandeza moral, que no se solicita venganza, que lo
que se pide y se pide con voz muy fuerte es justicia.
Hemos
visto en ocasiones magníficos rasgos de generosidad
que se han expresado en actos de perdón, en donde los
testimoniantes han alcanzado un estatura moral inmensa, han
dicho no al rencor, y alguno de ellos dijo hay que perdonar
si es que queremos ser perdonados, han querido pues, con su
dicho ayudar al establecimiento de la verdad, pero aunque suene
tautológico de una verdadera verdad, y vale la pena
eso, decir verdadera verdad, porque aquí se nos ha mostrado
como la verdad podía ser prostituida y utilizada como
moneda a través de la cuál se podían comprar
determinadas cosas. Hay verdades entre comillas alcanzadas
a costa de la tortura, hay verdades que en el fondo eran falsedades
y que sirvieron para delatar a inocentes que terminaron en
prisión, la verdad se utilizó como moneda para
comprar impunidad, por parte de verdaderos delincuentes, esos
que entregaban información errónea, que iba ser
aceptada como verdadera para ser inculpada a otros, por parte
de gente que quería esa verdad entre comillas, simplemente
para ostentar una presunta eficacia en su lucha contra el terrorismo,
que otra cosa ha sucedido.
Hemos visto que las personas que
han venido han depositado su confianza en la Comisión de la Verdad, y yo tengo
que confesarles un poco en nombre de todos los compañeros
que eso nos agobia pero nos alienta, es nuestro deber, no solo
como comisionados y esto también debe quedar claro,
es nuestro deber como peruanos y por lo tanto es deber de ustedes,
el honrar esta confianza que se ha depositado en nosotros y
por ello trabajar intensamente para el develamiento de la verdad
para el imperio de la justicia, para la reparación del
daño y para el establecimiento de las condiciones mínimas
que permitan una nueva manera de entendernos y tratarnos los
peruanos, la tarea es inmensa, de ahí el agobio la preocupación.
Pero es una tarea que podemos realizarla todos y de ahí el
optimismo, es un llamado a la solidaridad en el trabajo, eso
tiene que comprenderlo y aceptarlo nuestros compatriotas, muchas
cosas nos han sido relatadas, cada caso como dijera en el inicio
de esta Audiencia Pública es único e irrepetible
cada afrenta es una herida a un ser humano concreto es verdad,
pero paradójicamente, lo es también a toda la
humanidad, pues un hombre, cualquier hombre, mujer, resume
los valores, los derechos y la dignidad de todos los demás
hombres, de allí el valor inmenso de cada uno de los
testimonios, en ello se refleja el universo, no son cuestiones
coyunturales, circunstanciales y adjetivas, hemos podido apreciar
que nuestro país, todavía se debate entre el
horror y la esperanza y que es una sociedad que no se recobra
de sus heridas que tenemos que avanzar mucho para ello.
Hay
afirmaciones reveladoras yo las he tomado un poco así al
desgaire, en forma deshilvanada, alguien preguntó porqué,
porqué ocurrió esto, porqué yo, y con
eso que nos quería decir, simplemente lo absolutamente
absurdo de la situación, lo absurdo de la violencia,
no había razón, ha sido la sin razón la
que nos ha gobernado.
Se nos ha dicho como se establecieron
determinados clichés,
que crearon un espíritu de sospecha en esos tiempos
y ojalá que jamás vuelvan, ser maestro ser estudiante
universitario, ser sindicalista era ser ya medio delincuente,
medio terrorista, y este carácter de ser sospechoso
se prolongaba y lo hemos visto también en ese estigma
que se pegaba a la persona que luego era llevado a juicio,
y aún declarado luego inocente era considerada por los
demás en la sociedad como un terrorista que de algún
modo no esta en donde debiera estar que es la cárcel.
Ese estigma que significó mancillar honor, mancillar
reputaciones, es una de las secuelas a mi juicio más
graves, que han dejado estos 20 años, y es una deuda
moral que tiene el estado y tiene la sociedad para con esos
inocentes, que ya sufrieron bastante como para que nosotros
tengamos con ellos esa hipoteca del nombre del prejuicio, hemos
visto también y eso ha sido clarísimo, que nunca
el dolor y el agravio a afectado solo al que murió,
o al que fue torturado o encarcelado injustamente, el se prolonga
de modo malzano en el entorno familiar.
Esto es una enfermedad
social, eso nos ha hecho daño
a todos, quizás lo más grave de todo lo que hemos
visto en estos 2 días se nos ha revelado que la justicia
en el Perú es necesario que sea llamada a su propio
tribunal a su propio juzgamiento, justicia morosa no es justicia,
justicia que se pronuncia sesgadamente y discrimina en razón
del dinero, no es justicia, justicia como jueces venales no
es justicia, justicia que remite a sanciones que deben cumplirse
en condiciones inhumanas no es justicia, justicia que aplica
leyes que violan el debido proceso, la legalidad, la proporcionalidad
no es justicia, aquí tenemos un gran problema un problema
vigente y la comisionada mager en algún momento señalo
que la comisión de la verdad debía y lo va hacer,
estudiar la actual legislación antisubversiva, porque
ella no cumple con criterios de justicia y de equidad.
Ha sido
claro también que la verdadera pobreza y lo
dijo alguien muy hermosamente no es la del dinero, la verdadera
pobreza es la del corazón, aquellos que tienen el corazón
seco, aquellos que han perdido la dosis mínima de humanidad
en el trato, con otras personas y que han abusado de su poder.
Y así como la verdadera pobreza no es la del dinero,
sino la del corazón, también ha quedado claro
que la verdadera verdadera libertad no es simplemente estar
fuera de las cárceles, porque hay gente que ha salido
de las cárceles y ha sigue todavía en prisión,
la verdadera libertad es la dignidad restituida, la capacidad
de vivir intensamente en una sociedad sana, hemos sido testigos
además de pedidos no por uno mismo, sino por otros que
se hallan en situación parecida, y eso es bueno eso
indica que nuestra sociedad aún cuando este golpeada
tiene capacidad de respuesta, han habido gestos de solidaridad
con los otros y eso habla bien y eleva moralmente a aquellos
que experimentan este sentimiento.
Se nos hablado de la responsabilidad
de los medios y es bueno decirlo ahora que hay medios de comunicación escritos,
televisivos, radiales, ellos debieran bien comprender que no
solo pueden, deben, informar sobre los delitos, como quien
informan sobre determinados hechos, sin mayor investigación
y de modo irresponsable echando culpabilidades y deshonor a
no importa a quien, que deberían ser cautos en la información,
serenos, objetivos y además que así como se pronunciaron
negativamente frente a determinadas personas cuando ellas aparecían
antes de su juzgamiento como culpables una vez que ellas han
sido absueltas, tienen el deber moral no se si legal, pero
moral de reivindicar a esas personas a las cuáles acusaron
y a las cuáles presentaron ante el público como
culpables, como delincuentes.
No creo que haya una ley o disposición que estipule
eso de modo perentorio, mandatario, pero la conciencia moral
de los comunicadores y de los empresarios dueños de
empresas de los medios de comunicación, debiera conducirlos
naturalmente a conducir esa reivindicación de aquellos
a quienes mancillaron injustamente. Fue pues esta experiencia
vivida ya que nos han transmitido alguien lo dijo recitando
un poeta, un café amargo que fue complementado por otro
que retomó la frase no solo fue un café amargo
sino un café negro, donde se recibió daño
sin tener a los actores de esos abusos, ningún derecho
para dañar, más bien tenían la obligación
de defender, y en donde en algunas veces y esto también
es penoso, hubo falta de solidaridad de los propios vecinos
y compoblanos de algunos que sufrieron, yo no se, hasta que
punto se pueda resistir pero hay que resistir el deber era
ese, resistir al temor, ayudar al caído y eso no sucedió,
hubo indiferencia actuando en complicidad con los actores del
delito.
Un Técnico de la Policía ayer nos hablaba de
la cirugía del cuerpo que de algún modo le rehabilitó,
pero también nos sugirió que era necesario una
cirugía del espíritu una cirugía del alma,
la Comisión de la Verdad quisiera eso, quisiera empezar
hacer eso en nombre de todos los peruanos y con todos los peruanos
y esa cirugía del espíritu no es sino la restitución
de la justicia, no una caricatura de la justicia, de una justicia
que se a consistente de una justicia que exige cambios institucionales
profundos. Podríamos decir tantas cosas, yo no quiero
prolongarme demasiado han sido 2 días intensos, pero
creo que las lecciones son claras y debemos asumirlas, y yo
estoy seguro de que ustedes acompañaran a la Comisión
de la Verdad y una vez que concluya la Comisión de la
Verdad seguirán con la Comisión de la Verdad
en el sentido de que se acordarán de ella y velarán
para que sus recomendaciones sean efectivamente seguidas y
cumplidas.
Con esa confianza y con una gratitud anticipada
no me queda sino en nombre de la Comisión de la Verdad, declarar
clausurada esta Octava Audiencia Pública de casos, Décima
Audiencia Pública de la Comisión de la Verdad
en la ciudad de Trujillo hoy 26 de Septiembre del año
2002.
Gracias
Salomón Lerner Febres
Presidente
Comisión de la Verdad y Reconciliación
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