Conferencia
de prensa sobre audiencia pública de Lima
Palabras del presidente de la CVR
Señores periodistas:
Este viernes, 21 de junio, la Comisión de la Verdad
y Reconciliación inaugurará en la capital de
la República su quinta audiencia pública. Como
las ya realizadas en las ciudades de Huamanga, Huanta, Huancayo
y Huancavelica, y al igual que los encuentros con la población
sostenidos en la ciudad de Cusco, la audiencia pública
de Lima se halla inspirada por ciertos principios fundamentales:
atención preferencial a las víctimas, tratamiento
imparcial y equitativo de los casos, y espíritu de dignificación
humana y reconciliación nacional.
Para la Comisión de la Verdad y Reconciliación
es una obligación moral realizar estos encuentros con
los afectados por la violencia y propiciar que, con ayuda de
los medios de comunicación, todo el país sepa
de las injusticias y verdaderos horrores que se abatieron sobre
miles de peruanos en las dos décadas pasadas. Las audiencias
se hallan animadas por un espíritu de justicia y de
solidaridad que sólo un observador de mala fe podría
desconocer. Nadie que posea sentimientos humanitarios elementales
y que haya tenido noticia de las audiencias ya realizadas podría
ver en ellas un simple afán morboso de desenterrar penas
y ultrajes para recrearse en ellos; nadie que abrigue un sentimiento
mínimo de respeto y compasión por los que sufren
-- emoción cardinal de quienes nos reconocemos cristianos
-- puede pretender que se niegue a las víctimas — es
decir, a personas que lo han perdido todo — incluso esa
forma mínima de compensación que es el brindarles
atención y respeto y reconocer su dignidad de personas.
Las experiencias tenidas hasta el momento nos muestran, por
fortuna, que la población peruana es mayoritariamente
receptiva hacia este empeño en que nos hallamos embarcados.
Gracias a ustedes, representantes de los medios de comunicación,
miles de peruanos nos han acompañado ya en este acercamiento
a las víctimas y, al hacerlo, han empezado a comprender
en toda su complejidad y profundidad la tragedia vivida en
nuestra patria. Estamos convencidos de que esa comprensión
de los hechos hará posible que, en un futuro no lejano,
arribemos a una reconciliación genuina, es decir, no
fundada en el olvido interesado y egoísta y en la ignorancia
mutua, sino en el conocimiento de lo ocurrido y, sobre todo,
en el reconocimiento del valor de las personas.
Una tarea moral, no política
Deseo reafirmar el sentido
principal que tendrá la
audiencia pública de Lima. Ella consistirá, como
las anteriores, en un medio de dar la voz a personas que fueron
afectadas por la violencia, ya sea de manera directa o por
su condición de familiares de las víctimas. Como
hemos afirmado en otras ocasiones, concebimos estos actos como
una forma de reparar uno de los más grandes daños
que ocasionan las violaciones de los derechos humanos: el despojo
de la dignidad, arrebato agravado, si cabe, por la indiferencia
de la sociedad y por el silencio al que se vieron condenados
los afectados durante largo tiempo. Dar la palabra es una forma
de devolver dignidad, de otorgar reconocimiento social, y eso
es lo que haremos también en esta ceremonia.
Ahora bien,
es inevitable que los relatos que se nos ofrecerán
involucren referencias muy concretas a nombres, fechas y lugares.
Es comprensible, por ello mismo, que algunos de los testimonios
susciten reacciones y polémicas. Siendo así,
es indispensable en esta ocasión invocar a la sociedad
en general, y a quienes tienen voz pública en particular,
a que respeten el derecho de los testimoniantes a dar a conocer
a la sociedad sus tragedias.
La reivindicación de las víctimas a través
de un acto público — tarea en que está empeñada
la Comisión — no se encuentra guiada por otra
intención que no sea el propiciar el reconocimiento
de la verdad en el país y, por ese medio, sentar las
bases de una próxima reconciliación. Nadie podrá hallar
en esta audiencia, como tampoco pudo encontrarla en las anteriores,
intención política alguna, por más que
los asuntos que tratemos se refieran a temas que están
presentes en la controversia diaria. Es imperativo que todos
los actores políticos, que han asumido el deber de servir
a los ciudadanos, comprendan y reconozcan que la presencia
de la Comisión de la Verdad en la cosa pública
tiene la única finalidad de propiciar la recuperación
moral de la Nación.
Todo caso es importante
En la audiencia de Lima tendremos ocasión de oír testimonios
sobre casos que han sido ya materia de debate e investigación. Se presentarán
en ella, en efecto, algunos casos de violencia ampliamente conocidos por la
ciudadanía. Al respecto, es importante hacer dos observaciones. En primer
lugar, la gravedad de un acto de violación de derechos humanos no puede
medirse por un equivocado criterio de novedad. El atropello de un derecho básico
es siempre un escándalo, sin importar cuán conocido sea. En segundo
lugar, debe tenerse presente que todos los casos tienen la misma importancia,
en tanto involucran desgracias humanas. Hay, es cierto, hechos que en el pasado
han tenido mayor repercusión que otros, y algunos de ellos serán
recogidos en esta audiencia. Sin embargo, todos los testimonios oídos
hasta ahora — en Huamanga, Huanta, Huancayo, Huancavelica o Cusco — merecen
la misma atención de nosotros y deben suscitar por igual nuestra compasión
y nuestra indignación.
No emitimos juicio
La presencia de la prensa es de primera importancia para que
esta audiencia cumpla sus objetivos, pues esa reivindicación
de las víctimas que buscamos sólo es posible
si sus dramas son acogidos por la conciencia de la ciudadanía.
Confiamos en que los medios de comunicación sabrán
valorar y transmitir la dimensión íntima y
personal de esas tragedias.
La fidelidad a los hechos es una
de nuestras principales preocupaciones. Los testimonios que
escucharemos son parte
de un proceso de investigación y provienen de personas
que acreditan haber sido víctimas de actos de violencia.
Dicho esto, debe entenderse que en última instancia
el testimonio pertenece a la víctima y que ella se hace
cargo responsablemente de su relato. El hecho de que un caso
sea presentado en audiencia pública no implica una toma
de posición de la Comisión; no emitimos un juicio
al respecto. Lo que hacemos es presentar, para conocimiento
y reflexión de la ciudadanía, una porción
de la enorme tragedia que nos envolvió a todos los peruanos.
Audiencia y diálogo
Organizar una audiencia, preparar un escenario para oírnos respetuosamente
y para hablar con lealtad, es — reparemos en ello— asumir una práctica
muy necesaria en nuestro país: la práctica del diálogo
tolerante y razonable, de la escucha respetuosa y la conversación de
buena fe. Es pertinente llamar la atención sobre ello en estos momentos,
cuando el sur del país se encuentra convulsionado por violentos reclamos
y el país parece encerrarse una vez más en el círculo
vicioso de la sordera y la protesta exaltada.
Para conquistar una convivencia
pacífica y para construir
un futuro mejor para todos, es necesario aprender a escucharnos
y a dialogar. Saber escuchar no es solamente dejar que alguien
hable, negando de antemano toda validez o relevancia a las
palabras que se nos digan. Hacerse oír, de otro lado,
no consiste en proclamar demandas sin preocuparnos de que ellas,
y nuestros medios de protesta, sean razonables. La situación
presente nos debe hacer más sensibles a la importancia
del diálogo sincero y de buena fe, a la necesidad de
abrir no sólo nuestros oídos, sino también
nuestro corazón, a los otros. Las audiencias públicas
quieren ser, también, un paso adelante en ese proceso
de edificación de un nuevo entendimiento nacional.
Agradecemos,
pues, de antemano la presencia de los medios de comunicación y los invocamos a que, como lo han hecho
ya en las anteriores ocasiones, hagan suyo el espíritu
con que la Comisión ofrece estas ceremonias al país.
Estamos seguros de que también ahora nos ayudarán
ustedes ¾ con su seriedad, con su ponderación,
con su respeto al sufrimiento ajeno ¾ a transmitir a
todo el país el mensaje de compasión, tolerancia
y dignificación que es la razón de ser de estas
audiencias.
Salomón Lerner Febres
Presidente
Comisión de la Verdad y Reconciliación
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