nauguración
de las Audiencias Públicas en Trujillo
Miércoles 25 de setiembre de 2002
Palabras del presidente
de la CVR
Muy buenos días señoras, señores, la
Comisión de la Verdad y Reconciliación, inaugura
hoy en esta ciudad, su Novena Audiencia Pública, que
es al mismo tiempo la Séptima y última dedicada
a la atención de casos de Violaciones de Derechos Humanos
presentados por las víctimas o sus familiares sobrevivientes.
Cumplimos así, con un compromiso asumido voluntariamente
ante la sociedad peruana y que se encuentra en el centro de
nuestra identidad institucional. La atención prioritaria
a esos compatriotas nuestros, que durante 20 años tuvieron
que sufrir no solamente, un sin número de atropellos
a sus derechos elementales, sino junto con ello la indiferencia
general de una sociedad que no quiso mirar de frente lo que
estaba sucediendo con los más humildes y desprotegidos
de sus miembros.
Rescatar a las víctimas del silencio ha sido pues nuestra
intención y ello, ha sucedido así, porque al
mismo tiempo comprendemos que dar la voz hoy, a los marginados
de siempre, es una manera de restituirles una dignidad humana
nunca perdida, pues ella, es inalienable por naturaleza. Pero
si negada, por los verdugos y por quienes consintieron, y avalaron
con su pasividad los atropellos, esta tarea de convocatoria
y escucha, que en última instancia es una actividad
de reconocimiento, nos ha llevado ya a diversas ciudades del
país.
En esta ocasión y para concluir este ciclo de audiencias
públicas de casos, la Comisión de la Verdad y
Reconciliación ha querido a venir a Trujillo. Por el
valor intrínseco que esta ciudad tiene en la historia
de nuestra patria, y porque desde este bello lugar, hemos querido
convocar a nuestros hermanos del Norte del territorio Nacional,
sabedores que ellos tienen también una historia de sufrimiento,
y de coraje que contar a todo el país.
Los testimonios
que habremos de presenciar nos remitirán
a lacerantes experiencias ocurridas en Piura, La Libertad,
Lambayeque, Cajamarca, Ancash y Loreto. Un amplio espectro
de nuestro vasto y hermoso país, pero trascendiendo
los criterios geográficos, deseamos que ésta
audiencia signifique un ensanchamiento más de ese territorio
moral, que estamos intentando cultivar, con nuestras investigaciones
y nuestros acercamientos a la población, el mapa del
sufrimiento por la violencia, casi coincide con el mapa del
país entero, queremos ahora, que también coincida
con él, la nómina de ciudades y poblaciones incorporadas
a esta cruzada de reconocimiento mutuo y reflexión sincera
sobre los factores que nos condujeron a enfrentarnos de manera
tan cruel.
Al inaugurar estas sesiones hoy, aquí en la ciudad
de Trujillo, nos encontramos asistidos por las mismas convicciones
que proclamamos al iniciarse nuestras audiencias, la primera
de ellas, es naturalmente la justicia y la indiscutible necesidad
de nuestra tarea.Todavía hay por desgracia, quienes
insisten en reclamar el silencio y junto con él la impunidad,
bajo el pretexto de que no es constructivo remover viejas heridas,
estamos persuadidos, sin embargo, y en esa convicción
nos acompaña la sociedad peruana en forma mayoritaria
y que tal voto a favor de la indiferencia, es inaceptable para
todo quien observe los pasados 20 años de nuestra historia,
con un mínimo de sensibilidad moral. Ese sentimiento
básico de todo ser ético que nos lleva a indignarnos
ante la injusticia y a reclamar frente a ella alguna forma
de resarcimiento para quienes han sido víctimas.
La
segunda de esas convicciones como lo he anticipado ya, es que
en una situación de injusticia tan honda como
la acumulada en estas dos décadas de violencia y abusos,
la reparación de los daños comienza; aunque de
ningún modo se agote, por el reconocimiento de las personas
ultrajadas, a quienes por medio de nuestra atención
y de nuestro arrepentimiento, debemos dar el mensaje inequívoco
de que sentimos su dolor, como un dolor de todo el país.
En tercer lugar, convocamos a las víctimas a brindar
testimonios de sus sufrimientos, y exhortamos al país
a escuchar este testimonio, porque estamos convencidos que
la verdad y el reconocimiento público de ella, es requisito
fundamental de la justicia. Si los peruanos hemos de vivir
en una ciudad más pacífica, y democrática,
ello será así, porque en primer lugar hemos sido
capaces de mirar de frente nuestras fallas y culpas, y de trabajar
por enmendarlas.
En estas sesiones, oiremos relatos de crímenes cometidos
contra seres incapaces de defenderse, atropellos practicados
por las organizaciones subversivas y por agentes del estado
desde una absoluta posición de fuerza.
Quien haya seguido
las audiencias que ya hemos realizado, estará tentado
por un instante quizás, de ver
en éstas, en los casos que aquí se presenten,
una réplica de lo ya escuchado en Huamanga, en Huanta,
en Huancayo, Huancavelica o en Lima. Pero esa ilusión,
no sobrevivirá el primer instante, pues de inmediato
reconoceremos que por parecidos que suenen, no hay dos casos
iguales, y que aún si lo fueran en sus expresiones externas,
siempre sería cada uno de ellos una experiencia, singular
irrepetible e incomparable con otras, pues cada caso encierra
un drama humano particular que no puede ser subsumido en una
experiencia general.
Este es el espacio de las víctimas, esta ceremonia
que abrimos ahora, es un momento para el reconocimiento y la
reflexión, ella no sería posible, sin la valentía
de las víctimas que vendrán a este estrado
a compartir con nosotros recuerdos dolorosos, y por eso les
debemos
agradecimiento y respeto de sus experiencias, de sus historias
singulares e irrepetibles, debemos extraer lecciones muy
duras.
El Perú, nuestra patria debe aprender a mirarse en
este espejo, pues solamente con un conocimiento cabal de quienes
fuimos, y cuanto fallamos podremos sacar la fuerza moral que
necesitamos para llegar a ser una sociedad distinta, más
democrática y sobre todo, más humana.
Daremos
pues inicio a la primera sesión, de esta Novena
Audiencia Pública y al hacerlo deseo recordar una vez
más, que comenzamos un acto solemne, que convoque el
respeto y la solidaridad de todos los asistentes. Agradecemos
pues de manera anticipada, la actitud de los que hoy nos hallamos
aquí, seguros de que ella expresará esa comunión
espiritual que reclaman quienes tanto han sufrido.
Unas últimas palabras para agradecerles a todos ustedes
su presencia y para acoger de modo especial a las distintas
personalidades que hoy nos acompañan, entre ellas he
de señalar al señor Obispo de Huamachuco y también
a la delegación de hermanos del país de México,
al Obispo de Jaén también, al Obispo de Huamachuco,
y al lado de ellos, decía a la delegación de
hermanos del país de México, quienes en una delegación
integrada por autoridades del Estado y personalidades de la
Sociedad Civil, han venido al Perú, a observar como
trabaja esta Comisión de la Verdad.
Ellos están con nosotros hoy en esta singular experiencia,
que esperamos les signifique una razón de aliento y
esperanza para la tarea que deberán cumplir en su país
defendiendo la vigencia y la promoción de los derechos
humanos.
Salomón Lerner Febres
Presidente
Comisión de la Verdad y Reconciliación
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