Discursos en Audiencias Públicas
Inauguración
de las audiencias públicas
Palabras del Presidente de la CVR
Señoras y señores:
Hoy damos inicio al programa de audiencias públicas
de la Comisión de la Verdad y Reconciliación,
una de las actividades más importantes y significativas
del vasto plan de trabajo que nos hemos trazado para cumplir
la misión que el país nos ha encomendado.
Las audiencias públicas poseen un valor especial entre
las diversas tareas de la Comisión de la Verdad por
una razón muy sencilla de entender, y que quisiera
compartir con ustedes. Nosotros estamos convencidos de que,
entre los grandes daños ocasionados a la población
afectada por la violencia, uno de los más graves es
el perjuicio moral, el despojo de la dignidad de que fueron
víctimas numerosos peruanos. Ese robo de la dignidad
fue causado, en primer lugar, por los perpetradores de violaciones
de los derechos humanos: la desaparición, la tortura,
el asesinato de nuestros seres queridos, el saqueo de nuestros
bienes, todos ellos son inaceptables atropellos que lastiman
seriamente nuestra dignidad de seres humanos. Pero, además,
esos atropellos se vieron agravados, si eso cabe, por la
prolongada indiferencia del resto de la sociedad ante el
sufrimiento de las víctimas. Durante muchos años,
la población peruana prefirió voltear el rostro,
no mirar de frente, no hacer caso de la tragedia que estaban
viviendo sus hermanos más humildes. Esa condena al
silencio, ese olvido por parte del Estado y de la sociedad,
también es una forma de arrebatarnos nuestra dignidad
y eso es lo que queremos empezar a remediar con ceremonias
públicas como ésta que hoy inauguramos.
Las audiencias públicas son, en efecto, una instancia
en la que la Comisión de la Verdad y Reconciliación
quiere dar la palabra a quienes durante muchos años
tuvieron que soportar en silencio numerosos atropellos y
crímenes imposibles de describir. Deseamos, pues,
poner fin a ese silencio y hacer que todo el país
escuche y comience a sentir como propia esa tragedia.
Comprendamos, pues, el sentido real de estas audiencias y
apreciémoslas en su justo valor. Éste es un
espacio y un tiempo que pertenece a las víctimas. Ésta
es una ocasión para que ellas cuenten la dura historia
que vivieron y para que el resto del país brinde el
reconocimiento por tanto tiempo negado.
No serán estas audiencias un escenario para el debate
de ideas ni para la confrontación de versiones. No
son, tampoco, juicios que la Comisión lleva a cabo
para emitir un veredicto sobre los casos presentados. Son
momentos para la escucha respetuosa y compasiva y, sobre
todo, para la dignificación de las víctimas:
para recuperar el recuerdo de quienes fueron muertos; para
oír la voz de quienes fueron humillados y vejados
de mil maneras.
La Comisión de la Verdad y Reconciliación es
sensible y respetuosa del valor absoluto de cada ser humano.
Por ello, es para nosotros inaceptable establecer diferencias
entre las víctimas. Todo ser humano asesinado, torturado,
vejado de algún modo u otro, merece nuestra consideración.
Queremos, por ello, llegar con nuestro mensaje de reconocimiento
y respeto a todas las víctimas, en todas las zonas
del país, y así lo haremos en la medida que
nos lo permitan el tiempo y nuestros recursos. Pero aunque
nuestro destinatario es el Perú entero, hemos querido
iniciar este programa de audiencias públicas acá,
en Ayacucho, porque todo el país reconoce en este
pueblo el emblema del hondo sufrimiento ocasionado por la
ceguera, la intolerancia y la soberbia de unos cuantos.
Amigos, el abuso y la muerte irracional se enseñorearon
alguna vez entre nosotros. Ahora, todos los peruanos estamos
abriendo
un nuevo camino. Los evangelios nos enseñan que la
muerte no es irremediable, si a ella se opone la Palabra.
La Palabra de Cristo es sanadora, pero también lo
son nuestras palabras si ellas se dan y se reciben con un
corazón generoso. Nadie parte definitivamente si sabemos
recordarlo y honrar su memoria, si sabemos rescatarlo del
silencio. Estas audiencias quieren poner remedio a un silencio
ya intolerable. Por ello, al iniciarlas, la Comisión
de la Verdad invoca a todo el país a convertir la
indiferencia en compasión y la desolación en
palabras, para así, como enseñó el poeta
Javier Sologuren, "quebrantar la equívoca eternidad
de la muerte". Dando testimonio de nuestro dolor, prestándonos
respetuosa atención unos a otros, es decir, reconociendo
nuestra historia compartida, empezaremos a cerrar viejas
heridas y a asentar, por fin, los cimientos de una convivencia
reconciliada, pacífica y fraterna.
Salomón Lerner Febres
Presidente
Comisión de la Verdad y Reconciliación
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