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Discursos en Audiencias Públicas

Inauguración de la Audiencia Pública de Huancayo

Miércoles 22 de mayo de 2002
Palabras del presidente de la CVR

Señoras y señores:

Damos hoy inicio a la audiencia pública de la Comisión de la Verdad y Reconciliación en Huancayo, y lo hacemos con el mismo espíritu y los mismos propósitos que expresamos al iniciar estas actividades el mes pasado en Ayacucho. Ese espíritu no puede ser otro que el de comenzar el camino hacia la reconciliación de nuestra sociedad, un reencuentro con nosotros mismos que no puede hacerse sobre la base del simple olvido, la impunidad o el silencio interesado, sino que tiene como requisito ineludible el conocimiento de la verdad y el reconocimiento de la dignidad de todos los peruanos.
En consonancia con ese espíritu ¾con ese anhelo de reconciliación que ha de ser el punto de llegada de este proceso que impulsa la Comisión de la Verdad¾ el objetivo de estas ceremonias que inauguramos ahora en esta ciudad entre ustedes es que por medio de ellas el país conozca los hechos de violencia larga e injustamente silenciados y que, al exponerlos, las víctimas recobren la dignidad arrebatada por los perpetradores de esos atropellos, y también por la indiferencia de todo el país ante el sufrimiento de sus hermanos más humildes.
La realización de audiencias públicas ¾es decir de ceremonias concebidas como espacios pertenecientes a las víctimas, pero que reclaman la atención nacional¾ constituye un elemento central del plan de trabajo de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Lo decidimos así cuando, al interpretar el sentido moral profundo de nuestro mandato, comprendimos que nuestro trabajo sólo será fructífero y sólo será justo si se halla centrado en la atención a las víctimas. El conjunto de las tareas asignadas a la Comisión es muy amplio y complejo. Por ello, para abordarlo correctamente, consideramos indispensable hacerlo con apego a ciertos ideas fundamentales que son, más que preceptos técnicos, principios morales que asumimos y proclamamos como las grandes guías de nuestro esfuerzo: imparcialidad, independencia, espíritu reconciliador y no vindicativo, y, sobre todo, vocación de atender a las víctimas.
Las audiencias públicas son un elemento muy importante de esa vocación. Las concebimos como un espacio por el que podemos empezar a restituir nuestro maltratado tejido moral; y al mismo tiempo pensamos en ellas como una forma de devolver a los que sufrieron atropellos y despojos esa dignidad que les fue robada durante los años de violencia. Hoy, al inaugurar estas sesiones, nuestra convicción sobre la bondad de estas ceremonias se halla fortalecida. La experiencia precedente ¾la que vivimos el mes pasado en Ayacucho¾ nos ha permitido ser testigos del carácter sanador y reparador que posee el relato de los hechos de violencia sufridos, aunque estos hayan sido terribles y difíciles de recordar. Esas ceremonias nos han mostrado también que la sociedad peruana está ahora preparada y dispuesta a abrir los ojos, a prestar atención a hechos que hasta hace poco eran objeto de la indiferencia general.
Ahora es momento de que la ciudadanía dirija su atención hacia lo que ocurrió en esta parte del país. Huancayo es también un doloroso emblema de la violencia sufrida por los peruanos, y en particular por los jóvenes. Queremos que el país escuche esas historias con atención, no para reavivar dolores ni para atizar rencores, sino para que la compasión ¾que no es lástima, sino comunidad de sentimientos, y sin la cual no hay reencuentro posible¾ comience a abrirse paso en el corazón de nuestros compatriotas.
Huancayo no es solamente emblema del dolor. Es, también, escenario de una de las grandes promesas pendientes de cumplimiento en el Perú: el encuentro armonioso de regiones y culturas diversas, la aleación creativa de nuestras tradiciones con la necesaria modernidad, la convivencia del mundo rural con una sociedad urbana expansiva y siempre cambiante.
El escritor José María Arguedas imaginó el Perú del futuro como un encuentro dinámico de nuestras diferentes culturas y tiempos históricos y proyectó su imaginación sobre la ciudad de Chimbote, en la costa central del país, a la que convirtió en escenario de su última y compleja novela, El zorro de arriba y el zorro de abajo. Con igual justicia hubiera podido elegir Huancayo como escenario de esa historia, pues el ideal del mestizaje, del encuentro creador de lo diferente con lo diferente, se halla en el corazón de esta ciudad.
El hecho de que la violencia se haya enseñoreado también sobre una comunidad como ésta ¾ejemplo histórico de nuestra vocación de pluralismo y tolerancia¾ no hace sino resaltar la gravedad del proceso que vivimos en las dos décadas pasadas. ¿Qué pudo conducirnos a estratos tan profundos de descomposición social y degradación moral?, ¿en virtud de qué confusión llegaron algunos entre nosotros a creer que tenían el derecho a disponer de la vida y la dignidad de sus compatriotas.
Son preguntas graves sobre problemas igualmente hondos que tenemos que empezar a resolver para encaminarnos con seguridad hacia la reconciliación. Ese camino es largo y exigente. Pero sabemos que mediante ceremonias como ésta, en la que la Comisión escuchará respetuosamente los testimonios de las víctimas, damos pasos fundamentales en esa dirección. La Comisión de la Verdad y Reconciliación agradece, pues, a las víctimas testimoniantes y a sus familiares su valentía y su disposición a compartir con el país, desde este estrado, la terrible historia que vivieron. Sabemos que no es fácil ni agradable, y por ello nuestro respeto por ustedes es tanto mayor. Iniciamos estas ceremonias con la esperanza y con la convicción de que, mediante ellas, nos acercamos a la meta de instaurar la paz y la justicia en nuestro país.

Salomón Lerner Febres
Presidente
Comisión de la Verdad y Reconciliación