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Cuarta Sesión, 22 de junio de 2002, 3 p.m. a 7 p.m.

CASO 25. Osvaldo Cava Arangoitia y Osvaldo Cava Gárate

La Comisión invita al señor Osvaldo Cava Arangoitia y Osvaldo Cava Gárate, que se aproximen para brindar su testimonio. Por favor le ruego ponerse de pie. Señor Osvaldo Cava Gárate, señor Osvaldo Cava Arangoitia, ustedes van a brindar su testimonio ante la Comisión de la Verdad y Reconciliación y también ante el país. Prometen solemnemente hacer su declaración con honestidad y buena fe y decir sólo la verdad sobre los hechos que nos van a relatar.
Prometemos.
Muchas gracias.
Señores Osvaldo Cava Gárate y Osvaldo Cava Arangoitia, a nombre de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, les agradecemos mucho que hayan venido esta tarde a compartir con nosotros experiencias tremendamente dolorosas para ustedes, pero que consideramos necesario que sean reiteradas y que sean conocidas con el mayor detalle en pro de nuestra, de nuestro objetivo que es buscar la verdad, la justicia y la reconciliación. Por favor los escucharemos con atención.
Muchas gracias. Muy buenas tardes señores miembros, damas y caballeros de la Comisión de la Verdad, respetables miembros de la Iglesia Peruana, distinguido público, señores miembros de los medios de comunicación social, tengo el agrado de presentar a mis dos hijos que me acompañan, el licenciado Jorge Cava Arangoitia y mi hijo el doctor Osvaldo Cava Arangoitia, quién hará uso de la palabra.
Ante todo, muy buenas tardes miembros de la Comisión, nuevamente el saludo también para las personas presentes. El motivo de estar presente la familia Cava a dar un testimonio el día de hoy, tiene sino el mensaje de querer dar a conocer, ¿cómo realmente nosotros como familia hemos tenido que afrontar y enfrentar algo que ocurrió muy dramático, muy duro, muy triste hace diez años, en general al Perú y que fue el atentado de Tarata?
Tendría que hablar en primer lugar de mi hermano Pedro, el hermano menor de los Cava, un muchacho de ventisiete años, ex alumno marista, formado en la Universidad de San marcos, con altos valores morales y espirituales. Un muchacho muy aspirante, muy querido, que tenía muchos proyectos en su derrotero por la vida. Es bien cierto que se dice que todas las personas que mueren son buenas y yo realmente estoy convencido que así es, porque en general el ser humano por naturaleza, no puede ser malo. Realmente tendríamos que buscar con los dedos de una mano para nombrar a las personas que realmente son malas.
En el fondo de todo acto malo, debe haber una causa para que se haya realizado. Muy pocos hacen la maldad por el simple hecho de haberla hecho. Creo que no los animales matan por el gusto de matar. Es el caso de mi hermano, un joven aspirante como lo dije al principio. Tuvo el destino de estar presente en el momento inoportuno y en el lugar inoportuno, hace diez años justamente, el dieciseis de julio y este año, lo cumplimos y no pudo realmente evitar el destino que Dios le deparó.
Nosotros, como familia realmente nos hemos sentido más fuertes y mas unidos y más ricos espiritualmente porque nos dimos cuenta que realmente éramos una familia unida. Somos una familia unida y lo seguiremos siendo. Y tendremos muchos problemas seguramente, muchas veces faltará el dinero, muchas veces podrá faltar muchas cosas que aparentemente son importantes, pero somos una familia unida y recordando los momentos que hemos pasado juntos, a pesar de que eran momentos difíciles y tristes hemos podido darnos cuenta que por encima de todo, el tener ese tesoro invalorable, incalculable, nos ha hecho mantenernos firmes, alegres en el espíritu de Dios, en la fe, en la creencia que de todas maneras, nos tenemos que volver a encontrar mas adelante.
Ese día del atentado, fue un jueves, yo lo recuerdo muy bien. Yo vivía en Tarata. Tuve que retirarme por azares del destino, unos momentos antes. Porque yo vivía en Tarata, ahí tenía dos consultorios dentales, un laboratorio y una hora antes del atentado, yo puedo confirmar de que habían casi veinte personas presentes en el consultorio, entre pacientes, familiares de los pacientes, personal del laboratorio, mi personal administrativo. Sumábamos casi veinte personas y Dios quiso que no estuviéramos las veinte personas en el momento del atentado.
Al ocurrir el atentado, yo regresé al sitio, donde yo pensé que había sido el atentado. Por distorsión del sonido, yo juraba que había sido por otro lado, pero conforme me iba acercando, me percaté de que el lugar del atentado había sido en la calle donde yo tenía mi consultorio, en la calle Tarata.
Inicialmente, al mirar edificio, yo no pude reconocer el edificio. La fachada realmente del edificio Tarata, del cual yo tenía mi consultorio, teníamos nuestro consultorio. Porque era el consultorio de la familia Cava. Estaba totalmente irreconocible, al punto de que yo al mirarlo pensé que estaba en la calle anterior. No en Tarata sino en Shell. Pero al percatarme que el lado izquierdo de mi vista, podía darme cuenta que había un estacionamiento, que colindaba con mi edificio, pude dar en la cuenta de que era el edificio en el cual yo habitaba y donde tenía no consultorio. Y no lo podía realmente reconocer.
Yo mucho me acuerdo que no me temblaba la mano, pero como era tan oscuro y todo estaba tan, tan enrarecido el ambiente con humo, tuve que señalar con mi dedo, cada piso para reconocer ¿cuál era el piso donde yo había estado trabajando y dónde yo había estado viviendo?, y al reconocer el cuarto piso donde teníamos nuestro consultorio, lo único que se me vino a la cabeza, fue decir Dios mío, gracias a Dios, acabo de nacer.
En ese momento, no me invadió un sentimiento de depresión de pena, porque yo pensaba. Bueno, mañana comienzo de nuevo, este consultorio lo voy a hacer más bonito, será motivo para mejorar muchas cosas que quería hacer y que no las hacía. Tal vez por muchos motivos que no eran dables en ese momento solucionar. Y en ese momento llega mi otro hermano y me encuentra y me dice: ¿hermano estás bien, estás bien, estás sano?, si estoy bien ¿Tú estás bien le digo?, si también estoy bien, ¿y dónde está Pedro? Y mi hermano Pedro en esa época, en que todos vivíamos, no nos olvidemos que hace diez años atrás, Lima vivía una guerra no convencional. Porque estábamos viviendo una guerra no convencional.
El hecho de que no viéramos militares uniformados en la calle peleándose contra otros militares, no quería decir que no estábamos viviendo una guerra los limeños y el Perú, en general. En provincias, en todas partes, escuchaban asesinatos a diario. Era una guerra, era un cáncer que estaba matando muchas vidas sanas e inocentes.
Fue en ese momento que mi hermano me dice: por Pedro, me pregunta por Pedro y yo le digo, seguramente Pedro debe estar por llegar. Porque él tenía la particularidad de que donde había un atentado, donde había un problema, él acudía inmediatamente presto, de dónde estaba a ayudar a levantar heridos, a sacar escombros, a apagar incendios, y más de una oportunidad llegaba a la casa, contándonos lo que había hecho. En más de una oportunidad ayudó a alguien que se quiso también, desbarrancar del, del puente Miraflores, que se quería suicidar y estas cosas, porque tenía una forma de ser muy altruista. Muy sensible ante el dolor ajeno. Entonces, cuando me preguntaron por mi hermano Pedro, seguramente no debe tardar en llegar, él ahorita lo vas a poder ver ahí, metiéndose a ayudar a la gente, a sacar a la gente.
Porque es cierto, cuando yo subí al edificio, cuando mi hermano dice: no Alvi, Pedro no, Pedro estaba en el consultorio, en ese momento que tú te has ido. Y debe estar adentro. Entonces ahí si se me cerró el cielo realmente y subí a buscar a mi hermano. En el trayecto del edificio, al subir, me pude encontrar con los vecinos que vivían en el edificio, las personas con las que convivíamos realmente y que nos conocíamos del saludo de todos los días.
Muchos de ellos, por no decir todos, bajaban con los oídos con sangre, con la nariz con sangre, con heridas en la cara. Todos tenían algún tipo de lesión, definitivamente, no puede ver una persona en estado totalmente normal. En el trayecto también pude ver, cadáveres mutilados, puede ver escenas que realmente me hacían pensar de que estábamos viviendo una guerra. Yo soy testigo de excepción, de que realmente es una experiencia muy fuerte, muy dura, pero que al mismo tiempo me sirvió bastante porque yo creo que definitivamente, nosotros somos más, los peruanos, los veinticinco millones de peruanos, somos un porcentaje altísimo de buenos. Yo creo que la gran mayoría somos buenos y que tenemos el derecho de querer ser buenos a los demás que no pueden ser buenos. Yo creo que podemos tener la oportunidad nosotros de podernos levantar de podernos decir, no hace falta que tengamos un bien económico, un bien material para decir, que tenemos realmente la felicidad.
A veces la felicidad la tenemos todos los días, todo el tiempo y sin embargo no la saboreamos. El simple hecho de dar un beso a un padre, a una madre, a un hermano, a un hijo, a una esposa. Ese es un regalo, que a veces, muchas veces, tiene que pasar tragedias, para que digamos: caramba porque no le dije que lo quería, porque no podía yo haber sido más cariñoso, porque no trabajé un poquito más por ella o por ellos, en fin.
Eso realmente sirvió en la familia de nosotros para darnos cuenta. Lo sabíamos, porque nuestros padres, nos lo inculcaron desde muy chicos, el amor al trabajo, al respeto, le fe. Son valores que realmente nos han enriquecido como familia, pero a raíz del atentado de Tarata, Dios sabe ¿por qué le tocó a Pedrito haberlo llamado primero al encuentro? Pero estamos seguros, que ha servido bastante porque nos dimos cuenta que realmente teníamos un tesoro en la familia, una tinka, en nosotros mismos, entre nuestros seres queridos, entre nuestros amigos. Porque también así como nosotros, como familia sufrimos al principio y estuvimos unidos. Nos dimos cuenta que también habíamos cultivado y Pedro había cultivado mucha amistad, mucha amistad, había tenido mucho, muchas ansias de querer cultivar el amor con su prójimo, con sus amigos. Con gente desconocida inclusive.
Y nos percatamos que realmente el problema que nosotros no éramos unas personas que habíamos sido tocadas por la mala suerte, porque tampoco fue la mala suerte, pienso yo ahora. Después de diez años, yo no puedo retroceder y apoyarme en que yo pasé en Tarata esto, y pasé lo peor para sentirme ahora, con la excusa de que si las cosas no me van bien, fue porque yo fui una persona que fue golpeada por el terrorismo. Yo pienso, yo veo positivamente que lo que el problema realmente tenemos nosotros nos esta, no estriba realmente en que nos fijemos que necesitamos una ayuda de parte del estado, nosotros la familia, no recibimos una ayuda de parte del estado o de los gobiernos para poder solucionar el problema.
Al día siguiente del atentado, vinieron a mi casa, tres colegas y me dieron sus llaves de los consultorios y me dijeron: Osvaldo, tú puedes empezar a trabajar cuando tú quieras en nuestros consultorios. Un grupo de amigos de mi hermano, de otro hermano que tengo, de Felipe, Fito, vino con un sobre cerrado a los pocos días y un sobre cerrado que contenía dinero, que habían juntado entre ellos. Una suma que llegaba casi a mil dólares en esa época.
Yo nunca supe ¿quién me lo dio? Con esos mil dólares, yo pude realmente comprar algo y recuperar algo del material y del equipo que yo había perdido. Mi sillón dental lo tuve que llevar a reparar al taller de planchado y pintura automotriz y meterlo como un carro chocado. De los dos sillones, uno lo pude recuperar. El otro hasta ahora no lo recupero y sigo trabajando con el que tengo porque, la seguiré cumpliendo. Entonces, me di cuenta que definitivamente la solución no está en que yo espere la ayuda de los demás, la solución está en que yo quiera ayudarme a mí mismo y ayudar yo a los demás. Porque cuando yo más ayude, yo voy a recibir también más ayuda. Yo ahora me siento contento realmente, mirando atrás y pensando que realmente Dios, Dios es sabio, Dios sabe por qué hace las cosas, sufrimos mucho, hemos llorado mucho juntos. Pero al mismo tiempo nos hemos fortalecido, nos sentimos cada vez más fuertes y más sólidos como familia y como peruanos, también.
Tuvimos el ofrecimiento de la embajada de Canadá para podernos haber ido a Canadá, como asilados políticos. Y por un acuerdo de familia, decidimos quedarnos, decidimos permanecer en nuestro Perú. Porque sabemos que esta es nuestra patria, esta es nuestro terreno, y como lo digo siempre: “somos más y siendo más definitivamente no podemos terminar influenciados por un grupo pequeño y minoritario" . Lo que si, yo quisiera tener que decirle a esta Comisión que nos ha dado la oportunidad a escucharnos, es que sería importante seleccionar e individualizar a las personas que realmente necesitan un apoyo, un apoyo psicológico. Hasta ahora, porque yo creo que hay muchas personas que actualmente a pesar que ha pasado el tiempo, necesitan de un apoyo psicológico, un apoyo médico, un apoyo hasta material. Hay muchas personas que yo sé, que no se han podido levantar hasta ahora, que tuvieron que dejar su tierra y venirse a la capital o a otro sitio y siguen igual o peor que antes. Y si regresaran a su tierra es como que si tuvieran otra vez, que comenzar de nuevo.
Entonces, sería interesante que pudiéramos tener un mecanismo de poder censar y recuperar realmente a esos héroes anónimos porque ellos fueron soldados de la patria, en esa época. Ellos enfrentaron al terrorismo, se enfrentaron al enemigo, no convencional que estaba dentro del país. Indudablemente, ellos necesitaban y necesitan hasta ahora, no es el apoyo económico si lo queríamos decir en el sentido material, pero sí es la preocupación del gobierno, para que realmente vean que realmente hay un espaldarazo, hay un apoyo, hay un impulso, y una preocupación, no hay una desidia, ni no hay una indiferencia hacia ellos. Hay mucha gente que hasta ahora, todos los días siguen llorando. Ya no lloran las pérdidas, de los familiares porque uno con el tiempo va aprendiendo a llevar esa ausencia.
Pero van llorando su pobreza, van llorando su miseria, su falta de cultura, su falta de oportunidades para el trabajo. Falta de oportunidades para poderse curar. Yo creo que ese grupo de personas a lo mejor no puede ser tan numeroso, yo creo que sí se les podría dar dentro de los escalones de necesidades, un grado y un acceso, para que tengan ese derecho porque se lo merecen. Porque ellos en esa época fueron realmente soldados de la patria, fueron gente que tuvieron familiares que dieron su vida, por no dar su brazo a torcer cuando venía el enemigo interno a quererlos dominar.
Finalmente, para corroborar algo que yo creo que no podría dejar de mencionarlo, me gustaría mucho hacer saber de que, nosotros, los que hemos estado en Tarata, fuimos realmente un grupo de veinticinco familias que quedamos en luto, fueron veinticinco las personas que perdieron la vida. Y sin embargo, ha habido otros atentados, ha habido otras matanzas donde ha habido más muertes en cuanto a número y no quiere decir que Tarata fue lo peor.
Lo que nosotros pasamos como afectados, como familiares de deudos en Tarata, yo creo que a lo mejor no ha sido nada en comparación a lo que en otras partes recónditas del país ha pasado mucha gente. Y a lo mejor yo no sería el indicado de dar este testimonio sino estarían otras personas en mi lugar. Pero Dios ha querido que así sea, y he tratado de ser lo más justo y tener la memoria lo más amplia posible, fresca para poderme acordar de todas estas cosas, que durante todo este tiempo realmente nunca las pude comentar tan abiertamente, tan sinceramente y tan verazmente como lo estoy haciendo el día de hoy gracias a esta Comisión de la Verdad y Reconciliación.
Les quiero agradecer, los quiero felicitar asimismo, y asimismo hacer un llamado a todos, a todos nuestros hermanos peruanos que se encuentran acá y los que se encuentran fuera del país, que se fueron porque realmente acá las situaciones no se daban para que estuvieran en condiciones de seguridad. Que pensemos que nuestro país es grande, que podemos salir adelante, que podemos realmente a pesar de los problemas que tengamos y que seguiremos teniendo, porque yo no reo que realmente podamos solucionar el problema este a un mediano plazo. Realmente yo pienso que nuestra sociedad, los peruanos nos sentiremos bien, no porque tengamos una holganza, un exceso de comodidades, no, yo pienso que seremos bien grandes cuando sepamos que nuestra familia es grande, cuando sepamos que realmente nuestros valores dentro de la casa van a ser fuertes y sólidos para que cuando salgamos afuera nosotros y nuestros hijos, podamos enfrentar a nuestra sociedad. Que es como todas las sociedades que hay en el mundo.
Yo creo que la diferencia está a lo mejor en la ubicación geográfica, pero que al fin y al cabo, atraviesan siempre los mismos problemas cotidianos. Entonces, no quiero dejar de decir esto porque yo creo que se da esta oportunidad, yo soy una persona positiva, yo creo que más son las cosas buenas que podemos pasar en la vida, y disfrutarlas realmente y no dejarnos avasallar por personas y por hechos que realmente tratan de menoscabar nuestra vida y hacerla a menos. Muchas gracias.
Señores, como padre de familia, una de las treinta mil familias que sufrieron los embates de este terrorismo que tanto ha hecho sufrir a nuestra patria. Yo quiero traer el testimonio modesto de mis palabras, pero yo quisiera profundizarme detrás del dolor de mi familia, de mi esposa sobre todo y de mis hijos, de mis nietos. Yo quise conocer ¿cuál era la leche que nutría este movimiento ideológico?, tenía informaciones de mi juventud por conferencias en la Acción Católica de qué cosa era el marxismo, pero quería tener una actualidad.
Estuve revisando el Libro Rojo de Mao Tse Tun, que tanto significaba como revolución cultural. Y que costó tantos millones de víctimas en la China y que ha servido para que en el Perú, Sendero Luminoso, lo tuviera como, como una Biblia. Y no he encontrado mas que condiciones en que a la persona humana, se le considera como una masa. Y habla Mao Tse Tun, de las masas y las masas. Nosotros los cristianos hablamos de la persona, pero acá Mao Tse Tun, habla de las masas. Es el desprecio a la vida humana.
Y al punto que los que seguían a Sendero Luminoso acá en el Perú, no han estado ajustándose al pensamiento de Mao Tse Tun, lo he podido captar en uno de los pensamientos, dónde habla Mao Tse Tun de las Ley de las cardinales de la disciplina y las Ocho advertencias. Por ejemplo dice, no tomar a las masas ni una sola aguja, ni una sola hebra de hilo. Y entregar todas las cosas capturadas, en otro punto. Y en las advertencias, habla y dice, hablar con cortesía, pagar con honradez, indemnizar por todo objeto señalado. Y dice Mao Tse Tun, no pegar ni injuriar a la gente. Ni siquiera habla de no matarlas.
Dice, no pegarlas ni injuriarlas, son instrucciones que les da a los soldados del ejército popular. Y luego habla de no estropear los cultivos que es lo contrario que veíamos en nuestra patria, la forma cómo se arrasaban nuestros hermanos campesinos, y habla de no maltratar a los prisioneros y hemos escuchado en todos estos días la forma sangrienta en que se ha estado tratando a ellos. No solamente los senderistas sino los que estaban al otro lado, los de la guerra sucia.
Me puse pues a recordar la cita de San Pablo, cuando decía no estamos luchando contra enemigos ni de sangre, ni de carne. Sino potestades muy numerosas y poderosas a las cuales se les vence solamente con la oración. Y cuando ocurrió la desgracia, yo estaba con mi señora en el dormitorio, hemos estado casi a ocho o diez cuadras y hemos sentido que se levantaban las cortinas, tal fue el efecto, y luego vimos el gran hongo, tipo bomba atómica que apareció en el cielo. Y todos pensamos es el Hotel Las Américas, que estaba pedido, y no era el consultorio, era la calle Tarata. Y yo recordé las palabras de su eminencia, tan recordado el cardenal Vargas Alzamora, que pidió que nos uniéramos los católicos del Perú y del mundo en el rezo del Rosario, tan importante, tan poderosa. Y uniendo estas dos invocaciones, lo que decía San Pablo, en la Biblia. Y lo que decía el cardenal Augusto Vargas Alzamora.
Cuando fui entrevistado una vez en la televisión, yo mostré este Rosario, que lo tengo desde mi juventud y dije así, le dije a Abimael Guzmán. Se lo digo a usted señor Abimael Guzmán en su cara, con esta arma lucharemos, con esta arma lucharemos y también con esta arma vamos a vencer y con esta arma se han producido, amigos que nos escuchan cosas increíbles. Hemos entregado a los medios para que puedan ustedes tener en su poder lo siguiente y lo doy a conocer a la Comisión de la Verdad, ¿cuáles fueron las respuestas marianas a la violencia terrorista en el Perú?.
Vean ustedes el dieciseis de julio, que es el atentado genocida en Tarata, coincide con las festividades de nuestra señora del Carmen, como que si Abimael Guzmán, manejado como si fuera un fantoche, por el padre de la mentira hubiera escogido el día más sagrado del orbe cristiano, para decirle acá, en este hoyo, aquí esta mi hueco, porque se formó un hoyo en Tarata, con el coche bomba, aquí esta mi poder. Muy bien, ¿y cuál fue la respuesta Mariana?, de miles de miles de personas en el Perú y en el mundo, que se unieron con este aparentemente insignificante decena de cuentas, de tanto poder.
Lo capturan a Abimael Guzmán un doce de setiembre, festividad del Santo nombre de María. Primera, segunda coincidencia. Tercera coincidencia, lo presentan en conferencia de prensa, el veinticuatro de setiembre, festividad de nuestra Señora de la Mercedes, Patrona de las Fuerzas Armadas del Perú. Siguiente coincidencia, le ponen en el pecho un catorce cero nueve. Que es el número del reo en el pecho, coincide con una fecha institucional de la policía. Pero buscando, en el santoral, comprobé que era la víspera de Nuestra Señora de los Dolores.
Una cita más, el siete de octubre del año noventidós, lo condenan a cadena perpetua y los que son marianos, los que son católicos, saben de que ese es el Día Internacional de Nuestra Señora del Rosario, el siete de octubre. Y por si fuera poco, al año siguiente, Abimael Guzmán hace una carta pública, política de arrepentimiento y le vuelve a poner catorce de setiembre del noventitrés, víspera de Nuestra Señora de los Dolores, que en Méjico se conoce como el grito de los Dolores ¿no? El cura Hidaldo cuando levantó la bandera de la independencia en Méjico. Y por si fuera poco, la, el cariño que tienen la Virgen María al Perú, el trece de mayo, Hace dos años se pone el último hito de la, de la frontera del Perú y el Ecuador. Los días anteriores no se había podido hacer porque era época de lluvias. Cuando se iban a retirar los presidentes, de pronto se abren los cielos y era un trece de mayo.
Los que tengan oídos para oír, que oigan dice la Biblia, yo por eso he traído este testimonio, porque me recuerda mucho lo que dijo también Juan Pablo Segundo, cuando cayó el comunismo. Se oyó un disparo en esa cortina de hierro y Juan Pablo lo dijo también en una, en un Foro Internacional. No se crea que porque se ha caído el comunismo nos vamos a entregar de brazos al capitalismo salvaje. Fueron las frases textuales de Juan pablo Segundo, que es lo que hace mirar que nosotros no somos tontos útiles, que no porque el comunismo con su teoría de sujeción de la persona humana, de destrucción de las estructuras del estado, de revolución de violencia, de ruptura de las vidas humanas, ¿no?, no porque eso haya caído en Europa y que América todavía quisiera nuevamente florecer, significa que vamos a entregarnos pues a un capitalismo de esta naturaleza y lo decía Juan pablo Segundo, recordando también, lo que dijo León Trece hace ciento once años en la Encíclica Rerum Novarum. Ese anciano pontífice que se enfrentó al capitalismo industrial de la época, en esa encíclica famosa donde defendía a los trabajadores, reconocía la jornada de las ocho horas, el trabajo de las mujeres, su dignidad, el trabajo de los niños. Y decía León Trece que era necesario demostrar que el cristianismo tenía su propia doctrina social. Lamentablemente, se silenció este mensaje y Juan Pablo Segundo, al terminar también esta exposición, él mencionaba que era necesario cuando vino a Ayacucho y es un mensaje terminante al terrorismos en la primera visita que hizo. Hizo una palabra terminante, le dijo "cambiad de caminos, el mal no puede vencer al bien". Fueron palabras muy rotundas, muy cortas pero muy terminantes.
Y estábamos sufriendo recién los comienzos del terrorismo, porque recordemos que la ciudad de Lima, recién se iba enfrentar a lo que había dicho Sendero Luminoso, el equilibrio estratégico ¿Cuál era aquello?, era someter por terror a las ciudades haciendo invadir el terror del campo a la ciudad, eso lo llamaba él, el equilibrio estratégico y lo comenzó con ensayos. Primero, fue el canal Dos de recuerdo tan doloroso, cuando destruyó sus instalaciones, muriendo muy queridos periodistas. Mucho de ellos amigos nuestros, que dejaron su vida. Y lo ensayó después en San Isidro. Pero se dio cuenta en esa bomba que la deflagración no iba a causar el mismo daño y por eso escogió Tarata. Porque era realmente, un arteria cerrada donde la deflagración iba a rebotar, como en efecto lo fue en los edificios, donde ocurrió la desgracia.
Vean ustedes que la puerta de los ascensores son hechas de acero y son gruesas, estaban, parecían una melcocha, estaban totalmente dobladas. Y fue en dos impactos, primero sonó una explosión pequeña y la gente saldría seguramente a espectar ¿qué había pasado? Y luego rebotó y explotó la segunda explosión que hizo probablemente la mayor parte de las víctimas, que fue la de mi hijo, concretamente con cuyo traumatismo encéfalo craneano, fue suficiente para quitarle la vida.
Yo quiero traer en los pocos minutos que nos faltan para terminar sin abusar de vuestra benevolencia, señores miembros de la Comisión y distinguido público. Hace pocos días en Arequipa, monseñor Fernando Ruiz de Somocurcio, arzobispo Emérito, ha presidido una misión muy honrosa, muy dolorosa para él que tanto ha querido como todos los peruanos queremos a la Blanca ciudad, hoy tal vez convertido en una triste ciudad. Que dijo hace diez años monseñor Fernando Ruiz de Somocurcio, con el entonces cardenal Augusto Vargas Alzamora. Hace diez años se efectuó un cuarto encuentro nacional de laicos, y en aquella oportunidad, la Conferencia Episcopal, y los laicos de todo el Perú, ya anunciaban la violencia que era necesario derribar, una violencia de carácter estructural, se refería a la injusticia del estado y de la sociedad.
Los más ricos, muy lejos de los más pobres y abría que cerrar esa brecha como lo dijera hace treinta años el abate Pier , aquel sacerdote que recogía a los pobres debajo de los Puentes de Paris. Estos eminentes prelados, entre ellos monseñor Vargas Ruiz de Somocurcio, anunciaba esta violencia pero pedía lo siguiente, que ojalá pudiéramos todos escucharlo, dijo así por aquel entonces, monseñor Vargas. Dijo: en nombre de Jesucristo hagan un espacio para la paz, la reconciliación y la tranquilidad, no traicionemos la fe en que vivimos y nos pedía a todos los peruanos, a todos sin distinción de credos, de condición social. Sean ustedes artesanos de la reconciliación. Que podría ser una bandera maravillosa de la Comisión de la Verdad, buscar a los hombres de buena voluntad del Perú, para que sean estos artesanos de la reconciliación.
Quiero finalmente, invitar a los asistentes a la Comisión de la Verdad, al público que nos escucha por los medios de comunicación social, el próximo año se cumplen diez años del atentado de Tarata, que lo hemos asumido, perdón este año, digo el próximo mes diez años del atentado de Tarata, que lo sentimos, no solamente los miraflorinos. Yo hace veinticinco años que vivo en este queridísimo y heroico distrito. Lo siente todo el Perú. Pues bien hace diez años nos reunimos y nos propusimos que en el mismo lugar donde había estallado el coche bomba, allí íbamos a poner la imagen de la Virgen del Carmen, diciéndole a Sendero Luminoso, que ella iba a vencer y ahí en medio de esos edificios hace diez años, todavía ennegrecidos, convocamos a la autoridad edilicia y a los vecinos y comenzamos a rezar el Rosario, por entonces, no se había capturado todavía a Abimael Guzmán y desde entonces, todos los dieciseis de julio en Tarata, a las cinco de la tarde nos reunimos para pedir a Dios el don de la paz. Que es lo más maravilloso que puede ser y ansiar una nación, una familia, un hombre, cualquier hombre sea su condición social.
Por eso los invito el próximo mes, el dieciseis de julio, a las cinco de la tarde estaremos en Tarata, para decirle al Perú, como aquellas jornadas cívicas, en que recorríamos las arterias, con le grito de no nos vencerán que fue el grito que surgió cuando en la primera jornada atravesamos la arteria de Tarata y nos dimos cuenta que parecía Londres en la segunda guerra mundial y revivimos con horror, eso me pasó a mí y ahí si que me quebré, me quebré pero me salió del corazón frente a los frente a los medios que me veían, me veían mi catarsis que hacía como hombre, como cristiano y como padre. Me salió un grito, el no nos vencerán porque decía, no es posible que ellos se burlen de mi dolor. Y ese grito de no nos vencerán comenzó luego a ser voceado por los cinco mil, las cinco mil personas que nos seguían y desde entonces, esto ha sido el grito de todos los peruanos, "ellos no nos vencerán", como me ha dicho, como ha dicho mi hijo Osvaldo, nosotros somos más. Muchas gracias amigos.
Señores Osvaldo Cava, padre e hijo, les reiteramos nuestro agradecimiento por compartir con nosotros recuerdos tan dolorosos, si bien toda violencia y toda muerte son repudiables ustedes y por supuesto Pedro Cava, fueron víctimas de una de las formas más odiosas y repudiables de violencia, el terrorismo aleatorio y masivo contra civiles indefensos.
Sin embargo, el atentado de Tarata, catalizó la conciencia de la población limeña sobre la necesidad de decirle basta a la violencia, confiamos en que hoy, diez años después vuestro testimonio y vuestro mensaje de auto afirmación de esperanza, de solidaridad con las víctimas más pobres, de fe religiosa, reafirme esta voluntad nacional de paz y contribuya a avanzar en el camino de la reconciliación nacional, que es nuestro objetivo final. Muchas gracias.
Muchas gracias.
Señores vamos a tener un receso de quince minutos y luego reiniciaremos la sesión para concluir la audiencia.


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