Audiencias Públicas
de Casos en Huamanga
Primera Sesión,
8 de abril de 2002,
9 a.m. a 1 p.m.
Caso 2. Testimonio
de Liz Rojas Váldez
Soy Liz Rojas Váldez, tengo 23 años soy ayacuchana.
Mi madre fue desaparecida el 17 de mayo de 1991, ella era profesora
del nivel primario, ella trabajaba en Pacaicasa, ella tenía
dos hijos que soy yo, Liz, y Paul, somos sólo dos. Ella
era madre soltera... bueno, el día en que pasó la
desaparición de mi madre fue cuando Ayacucho sufría
uno de los paros, llegó una amiga a mi casa que la señora
que siempre nos traía papas, entonces, este, ella llegó y
mi mamá le dijo, oye, Aurelia, por qué no me
traes las papas, ella dijo, ay Marcelita, pero es que no hay
carro no hay movilidad, cómo quieres que te traiga,
las papas llegaron, pero no te puedo traer las papas para la
casa porque no hay movilidad, en qué te voy a traer.
Entonces como nosotros teníamos la hermana de mi mamá en
nuestra propia casa, que era una quinta, era una panadería
y teníamos triciclos que era para repartir los panes,
entonces mi mamá le dice, Aurelia, Aurelia sabes que
acá hay triciclos y lo vamos a traer las papas porque
necesito papas para cocinar, entonces la señora dijo
muy bien Marcela lo vamos a traer, mi mamá dijo, pero
no hay costales, ella dijo, yo tengo costales en mi casa, vamos,
y la señora vivía por La Magdalena, yo justo
ese día me tocaba leer obras porque ella siempre me
hacía leer obras y obras y obras, siempre tenía
que cumplir apenas tenía una hora o dos horas para jugar
y ese momento pues, como era paro, era de costumbre que como
no había carros, todos los niños, todos salíamos
a jugar a la pista, sea voly, en bicicleta, cualquier cosa,
yo justo ese momento estaba jugando, yo, yo le iba seguir a
mi mamá porque cuando iba ir a la casa de la amiga,
ella me dijo, no, Liz ya jugaste demasiado, ahora te toca estudiar,
ve a leer tu obra que volviendo te voy a tomar lo que has leído.
Me fui porque yo le iba seguir, tanto que insistía no
pude seguirla. Yo seguía leyendo mi obra y ella se fue,
pues, ella salió aproximadamente de la casa a la cinco
y media de la tarde todavía con el... todavía
era de día. Ya era tarde, oscurecía y ella no
aparecía, y nosotros vivíamos sólo los
tres yo, Paul, mi mamá en la casa, éramos sólo
tres en nuestra casa, y mi abuela que vivía en la chacra
y que de vez en cuando venía, y sus hermanos que también
viven en el campo que de vez en cuando sólo para hacer
sus compras, sólo así venían, pero los
tres vivíamos juntos; entonces, como era ya tarde y
yo dije por qué no viene hasta ahora y ya oscurecía
y en el paro no había luz, no había nada, todo
estaba oscuro, y yo salí a buscarla a la casa de la
señora porque yo conocía; al llegar, me acompañé con
una prima mía, ese año, ese año yo tenía
doce años, iba pa los trece. Agarré una prima
con sandalias me fui así como estaba en la casa, me
fui en toda la oscuridad llegué a la casa de la señora,
le toqué, la señora estaba asustada. Yo le dije,
señora, buenas noches, por favor, me podría llamar
a mi mamá, no sé qué hace hasta ahora
no sé, le digo, y la señora no querían.
Me decía, Licita entra, entra, entra, me agarraron todo,
habían familiares de ella me hicieron sentar me daron
un vaso de agua y yo veía, pero, por qué señora,
gracias, yo pensé no; ni por acá, lo que había
pasado. Entonces me dijeron, siéntante, siéntate, ¿Liz
estás tranquila? me dice, sí, le digo, llámamelo
a mi mamá, que ya es tarde que nos tenemos que ir señora
es muy peligroso andar de noche, y me dice, sabes qué Liz,
me dice, tienes que ser fuerte, me dice. ¿Qué ha
pasado? le digo. Mira, tu mamá se lo han llevado los
policías, me dice, y yo, no sé, ese momento,
por más que yo era niña, para mí, ya sentí que
la había perdido, por las cosas que habíamos
vivido aquí en Ayacucho. Yo dije, ya no, no sé...
mi corazón ¿no? Yo decía, no sé,
sentía que algo se me había apagado; pero ella
me dice, tienes que tranquilizarte; yo me puse a llorar, y
ella me dice, tranquilízate, sí solamente se
lo han llevado pero mañana dice que la van a soltar.
Yo le digo, dónde está, le digo, está en
la PIP, ya señora, me fui.
No sé cómo, pero lo único que me acuerdo
es que yo llegué a la casa pero ya no tenía zapatos,
no sé cómo, llegué, llegué a mi
casa, pero yo me acuerdo que ya estaba sin zapatos, porque
sentía que estaba en un sueño. No sé,
sentía que se me había derrumbado algo. Llegué,
como en mi casa solo éramos los tres, yo y Paul, Paul
tenía esa época ocho años, qué iba
hacer yo y Paul; a Paul contarle... no podía contarle
porque él era un niño, él en qué me
iba a ayudar, si yo le contaba algo que le había pasado
a su mamá, de hecho que él se iba a poner a llorar;
entonces, yo tenía que ser fuerte, entonces sólo
fui me acerqué a su hermana de mi mamá, a mi
tía Marina, y le conté y le dije, ha pasado esto,
se lo han llevado los policías a mi mamá, entonces
ella me dice, pero, por qué, qué ha pasado, si
nosotros nunca hemos tenido ningún problema. No sé,
el momento que se fue a traer los costales se lo llevaron,
y en eso justo Paul bajaba y me escucha. Quién se lo
ha llevado a mi mamá, quién, y yo le escuché gritando.
Pero por qué, chiquito, yo le digo, no te preocupes,
ya va a volver, ya, ya debe estar más rato por aquí.
Y esa noche ya no pudimos hacer nada, pero de todas maneras
yo fui con mi tía a la PIP, le dije, señor a
mi mamá se lo han traído detenida acá,
y los señores me dijeron. No, acá no hay nada.
Yo
no podía hacer nada porque no tenía otra
persona más que mi madre, ella era todo para mí,
para Paul, todo, después de eso al día siguiente...
toda esa noche no pude dormir, pensando por qué me pasaba
esto, pero de todas maneras tenía que tener fuerzas
por Paul, porque él era muy pequeño y mi madre
era muy valiente y yo decía, tengo que ser fuerte, al
día siguiente, bueno toda esa noche no pude dormir,
al día siguiente muy temprano me fui para la PIP de
nuevo les dije, señor, a mi mamá ayer lo han
detenido; fui donde la amiga, ya más tranquila, donde
la señora le dije, señora, que pasó, la
señora me dijo, y nosotros veníamos, yo vivo
en la avenida Ramón Castilla, veníamos caminando
por San Sebastián y subimos todo jirón Sol y
de jirón Sol dimos justo a la avenida Mariscal Cáceres
llegando al parque de la Magdalena había muchos militares,
militares, policías, civiles, todos; y la señora
ese día iba con un bebé que tenía recién
dos años, era de la señora, pero mi mamá ese
momento al llegar de Magdalena, le apoyaba cargando pero sin
manta sobre un brazo. En eso, dice que mi mamá como
los vio a todos ellos, mi mamá y la señora dijeron,
oye, Aurelia ,hay policías acá, no creo que hayga
batida porque yo no he traído documentos, ah. Qué tal
nos pasa algo, entonces Aurelia dijo, no, no te preocupes,
Marcela hace rato están. Siguieron caminando porque
ya dos cuadras más allá ya era su casa de la
señora, ¿no? Y más allá llegando
a Américo Oré es un callejoncito. Llegando entre
Américo Oré y Mariscal Cáceres, un señor
vestido de civil le apuntó, este, con una arma en la
cabeza a mi mamá y le agarró del cabello y le
arrastró para ese callejón y le dio a la paralela
que es otro callejón también y le dio a Mariscal
Cáceres, otro parque, también que está en
el óvalo y dice que ahí había un carro
que todo ese callejón le arrastró del cabello
a mi mamá, y mi mamá pedía auxilio, auxilio,
porque había señoras de ahí que había
unas tienditas, le arrastró del cabello golpeándola
y después como ella gritaba auxilio, auxilio, la gente
le escuchó, porque después yo fui a verificar
y le taparon la... ese señor le tapó la boca
porque fue uno solo con arma, le dio la vuelta y llegó al
parque y justo había un carro ahí del ejército
y le tiró ahí como un costal, entonces en ahí se
fue el señor, otro policía se acercó a
la señora y le dijo, ya tú, también sígueme,
y la señora dijo, por qué yo te voy a seguir,
por qué yo tengo que seguirte. Sígueme, este
agente de la PIP que ese también, estos dos eran de
la PIP, de la Policía de Investigaciones que antes era
la PIP. Este hombre se fue caminando primero y le dijo a la
señora, sígueme, la señora le siguió cinco
pasos, después dice que reaccionó la señora,
porque estaba atontada y dijo, porque le voy a seguir, si le
sigo también así me llevarán; la señora
volteó, tomó fuerzas y se fue para su casa, y
el señor no más no le siguió. Lo dejó así.
Nosotros,
yo a lo menos, yo lo conozco a este señor,
lo he visto, sé quién es, sé cómo
se llama, sé su apelativo, porque ese tiempo todo estos
señores trabajaban con apelativo, lo conozco, tengo
su foto, sé todo de ellos, pero ahora no lo puedo decir
por seguridad, en su debido momento lo voy a decir a los comisionados
para que investiguen, porque esto no se puede quedar así,
lo que me hicieron a mí y a mi hermano y a mi familia
no se puede quedar así. Lo que le hicieron a mi madre
aún más. Después de esto, yo, mi casa,
mi paradero era la PIP, la PIP y la PIP, yo ahí estaba
todo el día, yo que era una niña, yo había
descuidado mis clases, todo, pero tenía que estar ahí;
en una de esas, una de mis tías la hermana de mi mamá que
vive en Lima, llegó; porque yo la llamé, le dije,
tía, ayúdame cómo voy a hacer mi mamá no
aparece, son dos, tres días que no aparece. Entonces
ella llegó.
Ella llegó de Lima, nosotros de nuevo estábamos
en la PIP preguntando, preguntando, y nos hicimos amigos, y
gracias a Dios. ¿De quién? De la persona que
le torturaba a mi mamá ¿no?. Entonces de este
señor nos hicimos amigos, y yo le dije, a quién
buscas, me dijo, el señor era muy amable, era muy joven,
pero era de rango, era un oficial. Y yo le digo, señor,
busco a mi mamá, le digo, se lo han traído acá y
por qué me niegan. Entonces este señor, yo le
di con qué color de ropa estaba, todo, vestida, cómo
estaba. Entonces él me dijo, sí, ese día
sí la trajeron, yo le dije, de ese sitio no sé adónde
la han llevado, entonces él me dijo sí de ese
sitio le agarraron, le trajeron acá a la PIP, porque
esa señora estaba ahí, pero ya llegó sin
zapatos, estaba sin zapatos y le pusieron un costal de azúcar
y estaba ahí sentada, amarrada con sus brazos, yo la
vi, sí está ahí tu mamá, me dice;
yo le digo, señor, ayúdame, tú me tienes
que ayudar, le digo. Es todo lo que yo tengo, nosotros, qué va
ser de nosotros, de mí de mi hermano, nosotros no tenemos
a nadie, no tenemos papá, no tenemos nadie, ella es
todo para nosotros. Entonces el señor me dice, hay que
esperar un poquito, ten un poquito de paciencia, y con este
señor, desde ese día, días y días
sea en la mañana, en la tarde, en la noche, depende
que él tenía tiempo nos encontrábamos,
porque yo siempre iba a buscarlo, le preguntaba cómo
estaba ella, y al principio me decía, está bien,
está bien. Después, yo le digo, qué le
haces tú a mi mamá, y él me dijo, no,
yo simplemente le pregunto Liz, me dice, no te preocupes; pero
qué le haces, yo sé que tú le haces algo.
Por tantas cosas que había en Ayacucho no se podía
tapar el Sol con un dedo, a lo menos a la edad que yo tenía.
Yo, cuando salía, veía muertos y no muertos sanamente,
no, cruelmente; entonces yo le dije, tú me ves cómo
soy yo, le digo, dime lo que sea, pero yo quiero saber, qué pasa,
entonces él me dijo, Liz, solamente le pongo música
para que escuche, fuerte, y le paso electricidad por los dedos
y los pies. Yo le digo, por qué, dime por qué.
Liz, me dice, tienes que ser fuerte, ya va a pasar esto, tienes
que esperar siquiera mínimo quince días.
Yo esperando,
esperando, pero siempre ahí en contacto
con el señor, en contacto en saber, en qué iba
a pasar con ella; después un día me dijo, tu
mamá está un poco malita, qué pasa, debe
ser por el frío, está un poco coja, y yo le digo,
qué está comiendo, entonces él me dijo,
Liz, yo no puedo ser muy bien, tú me escuchas todo,
yo te digo todo, y tú me tienes que escuchar. Ya dímelo.
Mira allá los presos, nosotros le damos todo el desperdicio
de lo que nosotros cocinamos. Por ejemplo, de las verduras,
las cáscaras, cualquier cosa como para la comida del
chancho. Ah ya, y yo decía y pero, qué va a comer ¿no?,
días y días sin comer, ya me imagino. Y casi
todas las mujeres, Liz, allá son violadas, todas, no
hay ninguna que se escape, no sólo uno lo viola, todos.
Yo decía, a él le decía, tú crees
que mi madre va a resistir, ayúdame, le digo. Perfecto,
tú has sido muy fuerte, yo también soy fuerte,
pero tú tienes que ser realista. Le digo, tú me
tienes que ayudar, tú estás a lado de ella; me
dice, ten paciencia, ten paciencia, a mí tampoco no
me gusta estar así, vivir aquí; porque él
se vino por una decepción amorosa aquí a Ayacucho,
que él lo primero que quería era morirse, y se
vino a Ayacucho pensando que lo maten; él, es lo que
me dijo, pero después estaba arrepentido, ya quería
irse rápido a cualquier sitio. En eso, yo le digo, me
tienes que ayudar, entonces él me dice, mira Liz, nosotros
de la PIP a tu mamá de aproximadamente si no es a las
doce a la una a las dos lo trasladamos al cuartel para torturarlo,
allá le torturamos nosotros a tu mamá, no sólo
yo, Liz, muchos lo torturamos allá, sería mentirte
si yo te digo que sólo está en mis manos, si
estuviera en mis manos, yo no sería capaz de hacerlo,
pero somos muchos. Entonces yo le dije, entonces qué plan
tienes (inaudible), él me ayudó; entonces él
me dijo, mira, Liz, en el transcurso que vamos por la Vía
de Evitamiento, la trasladamos a tu mamá y la llevamos
a la PIP, yo la voy a empujar en la Vía del Evitamiento
porque va encima del carro. Era un tipo camión, el Dodge,
creo que era ese carro del ejército. Yo le voy a empujar
al barranco, esa es la única solución, otra solución
no hay porque está muy resguardada. Yo le dije, está bien
perfecto. Entonces vamos a estar esperando en el huayco; siempre
esperando, esperando, pero nunca se llegó a saber nada
de ella; después de eso yo le digo, Luis, cuándo,
y quedamos un día, después no pasó eso,
al siguiente día, él me dice ya va a ser esta
noche. No podía, después me dijo, ya no está en
mis manos. Después poco a poco el señor se fue
disimulando, tampoco ya no le podíamos, ya se escondía,
prácticamente.
Después de eso qué me quedó. Nos mandaban
notas porque el caso de mi mamá publicamos en revistas,
denunciamos en periódicos, por radio, nosotros después
de eso denunciamos a la Fiscalía, una fiscal había,
un sitio encargado donde se denunciaba, todos los casos de
los desaparecidos. Fuimos donde la fiscal, pero, por miedo,
esta señora, la amiga que estaba acompañada,
ella no pudo atestiguar, dijimos que era acompañada
por mi abuela; así llenamos la denuncia porque todo
el mundo estaban aterrorizada, nadie quería hablar,
nadie quería decir nada lo que ha visto. Lo hicimos
como si mi abuela estaba acompañándola, por no
perjudicar a la señora, lo denunciamos. Después
la fiscal nos dice, al día siguiente, cuando vuelvo,
porque este señor que le agarró, muy fresco,
había ido a la Fiscalía, había averiguado
todo lo que habíamos hablado, porque este señor
nos perseguía por todas partes por donde andábamos,
había dicho a la fiscal, sabes, había leído
todo lo que habíamos denunciado, todo nuestro testimonio,
todo. Y le dijo a la fiscal, sabes qué, dile a esa señora
que yo no me he llevado a la señora delante de su mamá,
estaba otra persona y dile que no mienta. Y la fiscal nos dijo,
ese joven ha venido y ha dicho que ustedes están mintiendo,
que no se lo ha llevado delante de su mamá, sino estaba
otra señora acompañándola a ella. Yo le
dije, señorita, entonces qué pruebas más,
este señor viene a decir que sí la tiene a mi
mamá. Entonces ayúdeme, ella tiene sus derechos,
qué es lo que ella ha hecho para que le encierren ahí,
ni a un animal, y no se pueda hacer nada. Después de
eso con mi tía que llegó de Lima, se habían
ido al cuartel, tanto que le insistíamos, porque nosotros
no podíamos ni dormir ni comer, a lo menos yo no podía.
Se fueron al cuartel, dice que llegaron donde este coronel
que estaba ese tiempo encargado. La fiscal entró, entró a
la oficina, mi tía estaba ahí atrasito donde
había un sofá para sentarse, este, para esperar,
y la puerta abierta lo habían dejado. El coronel no
se había dado cuenta que mi tía estaba ahí,
y la fiscal le dijo, señor estamos viniendo por Marcela
Váldez, dice que acá lo tienen, y el coronel
le dijo, me van a disculpar, le dijo, sabes qué, carajo,
no te metas en mis cosas, si está aquí, qué vas
a hacer tú, tú no te metas en mis cosas, tú dedícate
a las cosas que tú puedes hacer, y tú sabes cuál
nada más. Sí está acá, así que
desaparece, tengo muchas cosas que hacer. A la fiscal la botó,
mi tía, se salieron y a mi tía le dijo el coronel,
después dice que rápidamente, vulgarmente, tan
liso que les trató, a mi tía le dijo, ¿usted
es la hermana de Marcela Váldez? Sí, bueno nosotros
no lo tenemos nada acá, lo hizo ver unos libros, no
lo tenemos nada acá, ni su nombre está aquí registrada
que ella está aquí, no está aquí,
si sabemos algo le vamos avisar no se preocupe, ella salió,
se vino del cuartel.
Después de quince días que este nuestro informante
nos explicaba, explicaba, que teníamos paciencia pasó los
quince días, después él se hizo el desentendido,
como que desapareció; después de eso, qué nos
quedaba, buscar, buscar los lugares donde estaba porque después
ya nos mandaron notas que iban a botar el cadáver por
ahí, buscábamos Infiernillo, fui a buscar Infiernillo
voltear cadáveres, miles de cadáveres ahí,
de todo tipo, de toda clase, había campesinos con su
poncho, había, este, gente con pantalones, señoritas
de toda clase, volteando, volteando, pero nunca la encontré a
mi mamá.
Después de eso de nuevo fui a buscarle a mi informante.
Ese día conseguí, todo, como sea, conversar con él
y le dije, tú me tienes que ayudar, tú sabes.
Entonces él me dijo, Liz tú has hecho mucha chilla,
mucho. Has denunciado, has hecho todo, sabes que a ellos lo único
que les va a quedar, en el cuartel hay un horno, y para no
quedar para que no hayga ninguna huella, ningún rastro,
es probablemente que le hayan metido al horno a tu mamá,
así que no has debido de denunciar, no has debido de
hacer nada. Ahora todo el mundo sabe, a ellos no les gusta
que les involucren las cosas que ellos han hecho, a nadie.
Ellos van tapar a toda costa lo que ellos han hecho, así que
ahora es probablemente que tú... no creo que encuentres
nada de ella, ni el cadáver. Entonces yo le dije, gracias
por lo que eres sincero. Entonces me dijo, tú quieres
siempre que yo te diga la verdad, te lo estoy diciendo la verdad,
eso es lo que pasa allá, o bien es probable que hay
un cuarto en el sótano que ella estaba, que es un cuarto
sólo donde ella puede estar parada, que esa parte de
la puerta es como si fuera una pared, está en el sótano
del cuartel, sólo ella puede estar parada no puede ni
echarse, ahí hace sus necesidades, ahí le tiramos
las cosas que puede comer, tal vez ahí puede estar,
pero tampoco creo que de ahí salga viva, y si de ahí se
supone que se va a morir con tantas cosas que le van a hacer,
le meterán igual ahí al horno. Así que
prepárate, tienes que ser fuerte. Aparte de eso, la
vez pasada cuando tu mamá todavía estaba viva,
yo cuando conversé, porque yo le había dicho
a mi informante dile cómo está, dile que has
conversado y nos conoces a nosotros, y le había dicho,
Marcela sabes que he conversado con Liz, ella está detrás
de todo esto, y ella le había dicho, señor usted
sabe perfectamente que yo de acá no creo que salga viva,
lo único que yo, si usted se encuentra con mi hija,
dígale que se cuiden mucho mis hijos, que ella tiene
que ser fuerte y que nunca más se separe con Paul; entonces,
eso es lo que él me dijo, aunque mi corazón se
me salía por la boca yo tenía que ser fuerte,
no sólo por mí, porque yo sentía que seguir
andando, andando en busca de ella, por lo menos enterrarla,
ahora yo no puedo ni dormir, no puedo estar tranquila, no hay
un momento de felicidad en mí. Así, por ejemplo,
yo tengo veintidós años, soy joven, debo estar
siquiera en una fiesta, en un sitio, divertiéndome;
no puedo, porque eso está en mí, es como una
sombra. Ni siquiera puedo... ni siquiera... la enterrado. A
veces pienso no sé, digo que tal vez algún día
pueda volver, a veces dejo la puerta... digo tal vez, cualquier
rato, pueda entrar ella, pero no, no está, no vuelve.
Son ya once años, pero hablando es como si fuese ayer
todo lo que nos ha pasado, todo lo que hemos tenido que sufrir
por ser huérfanos, después de ese caso yo tuve
que, no sé tal vez arrimarme a la casa de mi tía.
Porque a mi casa, hace dos años, hasta recién
hace dos años, nunca ni siquiera he querido entrar a
mi casa, en el hogar donde hemos vivido, porque mi madre de
lunes a viernes era profesora, sábados ella se dedicaba
a hacer panes, domingos era familiar; yo, Paul, ella nos bañábamos
juntos, nos íbamos al campo, todo se acabó, de
un momento a otro este señor me quitó todo, me
quitó a mi madre, me quitó mi felicidad, me quitó todo.
Yo tengo derecho a ser feliz, hasta ahora no lo soy, ojalá que
algún día sea feliz, eso es lo único que
yo espero. Y por lo menos encontrar sus huesos, enterrarla,
tal vez así un poco me pueda sentir tranquila, porque
hasta ahora no puedo estar tranquila, no puedo. Por lo menos
que me den aunque sea los huesos esos señores, no sé.
Y todavía no puedo estar tranquila, también,
con las cosas que yo me he enterado que en el cuartel hacían
a las mujeres, digo, cómo habrá muerto mi mamá,
ella no se merecía eso. Por qué, qué éramos
nosotros para merecernos esto. No señores. Ojalá que
se haga justicia, les ruego a todos... y otra cosa, ojalá,
también que por ejemplo yo quisiera estar junto con
Paul. Paul, desde el momento que pasó esto, siempre
vivió con mi tía, en Lima, hasta ahora. Hasta
hoy día que está aquí ¿no?, él
vivió allá y yo me quedé con otra tía.
Con la tía que yo vivía tenía ocho hijos
y yo tenía que estar ahí. No era como mi madre.
Desde ese momento, por más que yo estaba enferma, tenía
que aguantármelo, porque mi madre ya no estaba ahí.
Cuando estaba mi madre, así sea la hora que sea, ella
corría me decía, Liz estás enferma, te
duele esto, vamos me llevaba al médico; pero desde ese
momento no hubo nadie. Así tenga hambre, tenía
que aguantármelo, tenía que esperar la voluntad
de las personas. Todo, todo cambió, todo, todos mis
sueños, todo se me derrumbó. Eso no es justo
por qué, muchas cosas, por ejemplo lo que más,
bueno me van a disculpar, tal vez me sienta en confianza con
ustedes para contarles muchas cosas. A los quince años
cuando llegué a tener mi hijo, cuando él nació,
yo no sabía nada o sea ni por qué pasó,
pero pasó, cuando él nació yo no sabía
ni cómo bañarlo; cuando él nació todo
el mundo tenía familiares en el hospital, yo no tenía
a nadie, yo ese día me moría de dolor en el hospital,
no había nadie quien me diga qué te pasa o qué pasó,
yo estuve sola ahí. Estos señores me causaron
mucho daño a mí, mucho, y yo agradezco a las
personas, ella está aquí la que me está ayudando
con mi hijo, le agradezco, ella sabe, no, y muchas cosas, porqué por
falta de ella, por falta de ella me pasó muchas cosas,
gracias a estos señores que hicieron lo que quisieron
sin respetar nuestros derechos. Me pisotearon como quisieron
hasta ahora. Bueno, bueno son diez años ¿no?
Muchas cosas que a veces ahora se me han pasado por la mente,
qué he pasado, diario fue una historia para mí;
diario fue una lucha para mí, lo que yo pido por favor
es a todos ustedes que se haga justicia, que yo quiero ver
por lo menos los huesos de mi madre, enterrarla, por qué,
por ejemplo, en día de los muertos aquí en Ayacucho
todo el mundo se va al cementerio, y yo no sé ni adónde
ir. No sé si poner flores, a veces no sé, hasta
ahora a veces pienso... porque hay rumores que dicen que en
la selva hay un sitio donde hay... un sitio, un campo donde
hay gente que está viva. Hasta mi abuela, ahorita, hasta
ahorita ella piensa que va a volver su hija. Yo creo que esto
se tiene que aclarar señores, se tiene que saber, yo
sé los nombres de estos señores, gracias a Dios
porque esto pasó a pleno luz del día, los conocemos.
Lo conozco, no fue como en otros casos que entraron encapuchados,
no se les conocía, no se les veía el rostro.
Pero en este caso sí se sabe, se sabe quiénes
fueron. A estos señores hay que interrogarlos, preguntarlos,
qué fue de ellos, qué hicieron con ellos. Y ellos
saben. Porque tampoco yo no, por lo menos hasta este momento
yo no estoy tranquila yo no soy feliz, no soy feliz, todas
las cosas para mí ha sido un sacrificio desde el momento
en que mi madre desapareció. Todo... nada fue fácil
para mí, nada, nada fue fácil. Tuve que hacer
miles de cosas para sobresalir, mi hermano igual, y nosotros
necesitamos, tenemos derechos a ser feliz. Hasta ahora yo pienso
y necesito ser feliz, tal vez sólo por esa fuerza estoy
aquí. Yo quiero ser feliz señores.
Comisionada:
Señorita Liz, apreciamos bastante este testimonio que
ha dado, estamos seguros, seguros que hay muchas cosas más
que tiene guardadas en su corazón, y que quisiera expresarlas,
pero el tiempo va avanzando ¿no?, y estamos seguros
de la simpatía de toda la nación, a su dolor,
a su sufrimiento, tanto como la señora Angélica
también. Muchísimas gracias, sabemos que no ha
sido fácil esto para ustedes ¿no?, y esperamos,
Dios mediante, que algo se pueda hacer ¿verdad?, y que
esa justicia que usted pide que ambas piden pues va a llegar,
muchísimas gracias, Dios las bendiga.
Caso 1Caso
2Caso
3Caso
4Caso
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