Primera Sesión,
27 de agosto de 2002,
9 a.m. a 1 p.m.
Caso 1. Testimonio
del señor Ramiro Niño de Guzmán,
señora
Gladys Carbajal Zavala y el señor Saúl Huamantingo
Huashua.
Sofia Macher:
Es importante que mantengamos el silencio, es
importante que mantengamos el silencio en esta audiencia. Entendemos
que queremos expresarle nuestros sentimientos a los que dan
su testimonio mediante el aplauso pero les agradecería
que se abstengan de hacerlo y la mejor manera de demostrar
nuestra solidaridad es con el silencio respetuoso. Vamos a
llamar a los siguientes testimoniantes al señor Ramiro
Niño de Guzmán, señora Gladys Carbajal
Zavala y el señor Saúl Huamantingo Huashua.
En
el mes de enero del ochentiocho pobladores de la comunidad
de Sayali, Checasa en el distrito de Justo Apuro, Sahuaraura,
fueron detenidos en sus comunidades y llevados a la base militar
de Santa Rosa, más adelante las autoridades de la base
militar de Abancay y de Santa Rosa, emitieron un comunicado
informando que las personas que figuraban como detenidas habían
muerto en combate entre las Fuerzas Armadas y Sendero. Nos
ponemos de pie, por favor.
Señor Ramiro Niño Guzmán, señora
Gladys Carbajal Zavala y señor Saúl Huamantingo
Huashua, formulan ustedes promesa solemne de que su declaración
la hacen con honestidad y buena fe y que por tanto, expresaran
sólo la verdad en relación a los hechos que van
a relatar.
Sí.
Gracias.
Carlos Tapia:
Señora Carbajal, señores Niño
de Guzmán y Huamantingo. En primer lugar a nombre de
la Comisión de la Verdad, le agradecemos muchísimo
que hayan venido acá. Catorce años no son poca
cosa cuando uno no tiene la oportunidad de contar públicamente
las tragedias que ha sufrido y que ha tenido que guardarlas
en silencio. Esta es la oportunidad que la Comisión
de la Verdad les da para que hablen libremente como quieran
hacerlo, con plena confianza, para que el Perú entero
escuche su relato. Tienen ustedes la palabra.
Ramiro Niño de Guzmán:
Muchas gracias señores
comisionados, tengan ustedes muy buenos días. Yo soy
Ramiro Niño de Guzmán Aybar, tengo trentisiete
años, casado, mi esposa Martha Taype Paucar, tengo tres
hijos.
Hace dieciseis aproximadamente yo vivía en la tierra
donde mis padres me vieron nacer, la comunidad de Chajasa en
el Fundo Familiar Sayayi. Provengo de la familia Niño
de Guzmán Aybar, una familia regularmente acomodada
en forma económica, social y educativo. Mi padre Hermenegildo
Niño de Guzmán, nos ha inculcado bastante educación,
muchos principios morales y un hombre identificado con un color
político definido. Militante del Partido Aprista, en
honor a Prialé, me puso ese nombre Ramiro y también
soy aprista.
La comunidad, donde nací hace quince años era
una comunidad organizada, una comunidad trabajadora, luchadora
y bastante honesto. Hasta que en los últimos años
de mil novecientos ochentiocho y ochentisiete, empezamos a
escuchar los comentarios de la presencia de grupos terroristas,
como también militares quienes atemorizaban a los comuneros,
a hombres, mujeres y niños. Empezamos a vivir momentos
de miedo, de susto. Empezaron a salir de sus casas. A fines
del año mil novecientos ochentiocho, en la comunidad
de Chajasa son detenidos tres personas. El señor Leonidas
Esperanza, su esposa Magdalena Bazán y un niño
de catorce años Pedro Carbajal Roldán, quienes
son conducidos en la noche más o menos entre el ventiseis
al ventiocho de diciembre con dirección a la base militar
de Santa Rosa.
Pero estos no lo hicieron llegar hasta la base
misma sino de medio camino regresaron, seguramente estas personas,
esta
pareja y el niño, después de recibir tanto golpe,
amenaza y tortura, empezaron a denunciar a sus propios compoblanos,
a sus propios familiares. Entonces, ellos empiezan a retornar
con dirección a la comunidad de Amoca, donde toman preso
a algunos campesinos, hombres y mujeres. Continúan el
día siete y ocho de enero del ochentiocho, con dirección
a Chejasa, donde también apresan a hombres y mujeres,
inclusive maridos y mujeres. Siguen su recorrido con dirección
Sayayo donde es una propiedad familiar, donde se encontraba
toda mi familia, a este lugar llegan el día diez de
enero, más o menos aproximadamente a las tres de la
tarde. Empiezan a aguaytar de un lado de casa y eso de las
cinco y media de la tarde ingresan a la casa y empiezan a cogerlos
a mis familiares.
Empezando de mi hermano Manuel Niño de Guzmán
de ventiocho años y su esposa Rosa Velázquez
Marca de venticuatro años. Ellos tenían tres
hijos que actualmente son huérfanos de padre y madre.
Les han mancuernado, les han atado las manos hacia atrás,
les ha golpeado con la culata de las armas, a puntapiés
y a palos. Después de tirarlos como sacos de costal,
uno sobre otro, siguieron mancuernándolos a mi hermana
Matilde Niño de Guzmán Aybar, de venticuatro
años y a su niña pequeña de seis meses,
también lo mancornan y lo ponen junto a mi hermano.
Enseguida, a mi hermana Rosa Niño de Guzmán
Aybar de trece años de edad, adolescente, estudiante
del colegio María Auxiliadora de Chalhuanca, que había
ido solamente a pasar unos días de vacaciones al lado
de su padre y sus hermanos. Pero, después de mancuernarlos
a las cinco personas de mi familia recién hacen aparecer
a un grupo de mancuernados también, donde verían
Juan Pablo Carbajal, su esposa María Zavala de Carbajal,
Magdalena Bazán, Basilio Carbajal, Celio Aybar, Celio
Carbajal Aybar, Jorge Aybar Huamaní, Y Leonidas Esperanza.
Junto a él el niño Pedro Carbajal Roldán.
Ellos en conjunto son encerrados en uno de los cuartos de la
casa de mi hermano Manuel mancuernados, golpeados toda la
noche, torturados, violados sexualmente, principalmente las
mujeres. La adolescente. Amanecen el once, saquean la casa,
se llevan dinero, valor de dos camionadas de ganado de mi hermano
Manuel. Porque él era ganadero y se dedicaba al comercio
del ganado y justo esos días había llegado de
la ciudad de Lima. Saquean artefactos, frazadas, ponchos, algunas
herramientas. Cogen los mejores ganados, degüellan, preparan
un banquete en la casa, encerrándolos a toda la familia
y a los comuneros que les acompañaba de Chejasa y Llamoca.
No los da de probar ni siquiera un poco de comida, llorando
de hambre y sed.
La niña principalmente que se embarraba con sus desechos
allí, en su atado de mi hermana, en su brazo. Después
de coger los caballos alistan todas las cargas, todos los animales
que tenían que llevar. Eso de las tres de la tarde empiezan
a caminar con dirección hacia Huayquipa. Avanzaron unos
tres kilómetros de la casa y dos encapuchados se quedan
en la casa de mi hermano Manuel y empiezan a prender fuego
a la casa con el kerosene que había en la casa. Prendieron,
allí llorando los niños, mis sobrinos, de seis,
cuatro y dos años. Hijos de mi hermano Manuel. Miryam,
Fredy y Nilo. Y los hijos de mi hermana Matilde, Sonia y David.
De cuatro y dos añitos.
Felizmente en la casa había un anciano que se llamaba
Mauricio, un anciano indigente que habíamos recogido
para protegerlo, él fue quién los ha atendido
por muchos días a esos niños, él era el único
padre y madre que quedó. Juntamente con ellos estaba
mi hermano Elmer, de nueve años de edad, él ya
cuando estaba mancuernado, usando sus habilidades escapó.
Y de una distancia de la casa estuvo observando todos los movimientos.
]
Después de prender el fuego en la casa, golpeó al
anciano, a los niños les golpeó en la cara, algunos
desmayados quedaron. Y empezaron a caminar con dirección
a Huayquipa. En Huayquipa, mi hermano Manuel, porque todos
iban encapuchados con poncho, no se les podía reconocer.
Hace el esfuerzo de quitarse la capucha porque había
personas que lo conocían, como quién dice véanme
aquí me están llevando.
Se esforzó y le vieron, le reconocieron. Igualmente,
en el puente de Huayquipa. Eso de las seis de la tarde en el
puente de Huayquipa, empiezan con dirección hacia la
base militar de Santa Rosa. El día doce en la madrugada
llegan a la base militar de Santa Rosa, y son internados en
la base las dieciseis personas. Allí, ellos ingresan,
son observados por los comuneros de Santa Rosa, donde los hombres
y mujeres iban descalzos, sangrando, llorando la criatura,
quejándose los hombres.
Desde ese momento, yo enterado
de que ellos habían
sido detenidos, me dirijo de acá de Abancay con dirección
a Sayayi para poder averiguar y con dirección a Santa
Rosa, para preguntarles ¿por qué los había
detenido?, porqué ellos no tenían ningún
proceso judicial, ninguna notificación, nada, eran inocentes.
Eran hombres que se dedicaba al trabajo y no a otras cosas.
Fueron amenazados por los terroristas y muchas veces han venido
a radicar acá, a Abancay y sólo iban de visita,
porque había otra persona que conducía la casa
y los quehaceres.
Cuando llego a Santa Rosa, el dieciocho de
enero, soy detenido también ya iba previo conocimiento del Ministerio Público,
de los Derechos Humanos. El señor Fabio Pozo Zárate,
era el presidente de los Derechos Humanos, aquel año.
Voy ya con una carta en conocimiento de ellos y acompañado
de otra persona. Cuando soy detenido, llaman por teléfono
acá a Abancay y hacen las gestiones, después
de cuatro días, me dan libertad, después de haberme
torturado, después de haberme golpeado, quitado la media
vida.
En muchos momentos, ahogado en cilindros con agua, colgado,
queriéndome ahorcar, con muchas lesiones, psicológicas,
físicas y moral principalmente. Salgo y llego a Sayayi
a tomar todos los testimonios de los campesinos, de las mujeres,
las fotografías tomadas. Con todo ese material, volví acá a
Abancay. Hicimos una denuncia. En esos días aparece
un cuerpo de una mujer en Casinchihua. Fuimos a Casinchihua
y encontramos efectivamente, con presencia de las autoridades
recogimos y trajimos le cadáver, era de una mujer. Cuando
en la morgue me pidieron el reconocimiento, reconocí que
era el cadáver de mi hermana Matilde, sin cabeza, decapitada,
quemada, los senos cortados, con signos de violación
sexual, con los brazos quebrados, el hueso partido como leña,
el fémur y la pierna destrozada, parasada por el río.
Reconocí, porque tenía un lunar en el muslo
derecho y tenía una parte de su piel donde sufría
el mal del vitíligo, una mala pigmentación de
la piel. Enterramos en una fosa común aquí, en
Condebamba. Posteriormente, después de veinte días
aparece el niño Pedro Carbajal Roldán, en Chalhuanca,
quién había sido detenido juntamente que los
dieciseis personas. A ellos, a él nos acercamos para
preguntarle ¿cómo había sido liberado?,
aún todavía con esperanzas de que de repente
mis hermanos y el resto de las personas podrían ser
reclamando. Y él nos relata de que mi hermano Manuel
había sido decapitado, cortado el cuello, vio la sangre,
la grasa en el cuello, los cuchillos que le han apuñalado
en el cuerpo, cómo le han ahorcado, cómo le han
quemado.
Y día y noche eran torturados violados, todas las personas,
las dieciseis personas en aquella época. El es uno de
los testigos y él fue declarado desaparecido, ahora él
existe, vive es adulto y tiene su familia, él nos podrá relatar
más cosas si le damos un poco más de confianza
y oportunidad a declarar.
Después de todo esto, seguimos con las denuncias a
los Derechos Humanos, al Ministerio Público. Porque
ya sabíamos quiénes eran los autores, eran los
militares de la base militar de Santa Rosa. Allí, yo
fui torturado por el capitán de apelativo Pantera y
el otro oficial de apelativo Gato Seco, a quién físicamente
o en su rostro lo podría reconocer en cualquier momento.
Tenemos datos que él se encuentra en Arequipa y sigue
en ejercicio. Después de las denuncias, la presión
de la Fiscalía y los Derechos Humanos, el jefe político
militar coronel Víctor Marquez Torres, redacta y pone
en conocimiento del pueblo, por medio de un comunicado, en
el que reconoce la muerte de Juan Pablo Carbajal, de María
Zavala, de Manuel Niño de Guzmán, de Simona Tapia
y de un señor Pareja.
Aduciendo de que ellos habían sido muertos en un enfrentamiento
en Sayayi, enfrentamiento que nunca ocurrió, nunca pasó.
Sólo fue una forma de justificar y a los venticinco
días de la detención de la tortura y masacre
a mi familia, volvieron a Sayayi ellos. A reventar balas, bombas
y granadas, a seguir destrozando, a seguir amenazando a las
personas que estaban encargadas de la casa. Dejando encargos
de que a Ramiro Niño de Guzmán, le iban matar
en cualquier momento, iba a desaparecer tan igual que sus hermanos,
por denunciar a los Derechos Humanos y por hacerlos quedar
mal a ellos, posiblemente.
Pero no fue así, lo que
nosotros hicimos durante todo ese tiempo es buscar justicia,
buscar una razón, ¿por
qué habían sido apresados, torturados, muertos
esas personas?, y justificado con una, con un enfrentamiento
que nunca pasó. Manera cobarde de poder justificar
una masacre a gente inocente que nada tenía que ver
con nadie. Sólo se dedicaba a desarrollar su familia,
a buscar desarrollo de sus hijos y educar a sus niños.
Mis hermanos Manuel, Matilde, cada uno dejaron hijos huérfanos
sin padre y madre. Ellos ahora, están bajo la protección
de nosotros , mi padre y mis hermanos. Ellos han quedado con
muchas traumas psicológicos, moral. Ahora ellos buscan,
preguntan, ¿dónde se encuentran sus padres?, ¿qué ha
pasado?, ¿por qué? y la vida durante estos catorce
años esta lleno de incógnitas, de preguntas sin
respuesta, reclamos, trámites judiciales, que de nada
han servido, sólo por la coyuntura de las autoridades
que no supieron actuar con firmeza, que no supieron ser capaces
de poder indagar y poner coto a todas esas actitudes inhumanas,
hemos sido frustrados.
Yo he quedado totalmente maltratado,
enfermo, he sufrido parálisis,
porque he sufrido golpes en la columna vertebral, infectado
el líquido raquídeo y tengo todo una historia
clínica que me garantiza, que me dice hospitalizado
por ocho meses en Cusco, en estado de coma. En Lima, igual,
nadie se ha solidarizado con nosotros, y seguramente ahora
hay muchas personas a quienes no les gusta que nosotros digamos
esta verdad y nos tomaran de que somos personas raras, con
un comportamiento tal vez diferente, con objetivos diferentes,
pero a pesar de todo el maltrato psicológico, material,
económico, emocional nosotros hemos sabido superar todas
esas dificultades y demostrar a nuestras familias, a la sociedad,
que somos capaces de poder sobrellevar, de poder vencer estos
problemas y ver con mucho más valor, tener un concepto
diferente sobre la vida.
También quiero aclarar antes de mi padre, mis hermanos,
yo personalmente hasta ahora somos constantemente amenazados
porque convivimos con los victimarios en esta sociedad, nos
conocen, saben que hemos denunciado públicamente, saben
que hemos hecho publicar en el periódico las actitudes
que han cometido. Y nunca vamos a callar, siempre vamos a buscar
justicia, la verdad no tenemos miedo.
Porque creo que al menos
respiramos ya un aire de democracia donde podamos decir la
verdad. Ya tenemos la oportunidad de
hablar lo que esta pasando y no podemos seguir callando y a
los hermanos apurimeños o de Perú, decirles de
que no callen, seguro que aquí contamos con la presencia
de otros hermanos que sufrieron maltratos, torturas, igual
que yo, aún peor de repente. Pero tienen miedo de hablar ¿por
qué?, porque vamos a callar si llevamos tantas pena
en el corazón, creo que podemos compartirla.
Y de esa
manera quisiera yo, pedir de que esta Comisión
de la Verdad se establezca en el Perú, en nuestro país,
siga trabajando, con otros propósitos, que colaboren,
que coadyuven con nuestra sociedad. Con los afectados, que
no termine como la ley dice, en su mandato en julio, creo.
Que se establezca, que siga adelante apoyando a la gente pobre,
que toda este experiencia de violencia que hemos vivido durante
tantos años, se convierta, se volque, se concretice
en un proyecto educativo, se incluya en nuestros planes y programas
educativos en los diferentes niveles para que nosotros podamos
saber preparar a la sociedad que viene tras nosotros, que puedan
valorar la vida, que puedan, que puedan tener un concepto diferente,
que seamos capaces de querernos entre nosotros.
Yo que tanto
golpe, maltrato, pérdida de seres queridos,
que he sufrido, tengo fuerzas, tengo esa voluntad de poder
decirles a todos les quiero, inclusive a aquellos victimarios
que han actuado contra mi familia. Decirlos los quiero porque
de repente su ignorancia les ha llevado a cometer tanta barbarie
y masacre en nuestro pueblo.
Contra un pueblo, el estado actuando,
contra sus propios hermanos, quitarle la vida como si fueran
unos puercos, animales. Creo
que ya estamos en otra época donde tendríamos
que saber valorar más, educarnos en valores, querernos
principalmente, ser conscientes, hablar la verdad. Pido también
para todos los niños afectados, para los jóvenes
afectados, que se les brinde una seguridad social, porque están
traumados psicológicamente, moralmente. Un apoyo económico,
una reparación porque ellos ahora no tienen casa, no
tienen padre, no tienen quién les eduque y quién
va a decir algo si nosotros no decimos, no hablamos la verdad,
no luchamos.
Brindarles salud, sería uno, brindarles educación,
porque ellos no tienen dinero con qué educarse. Se les
facilite becas integrales a esa juventud, en las universidades
que realmente puedan, en los diferentes niveles y modalidades
educativos. Y sigan formándose, sigan venciendo y esta
Comisión de la verda, establecida pueda orientar, formular
planes, proyectos en apoyo a ellos, a todos los pobres de nuestro
departamento y el Perú. Pido también, de que
esas mujeres viudas, ancianos que están abandonados
en los peores pueblos inhóspitos, son alimento, sin
un apoyo moral, sin salud, merezcan una ayuda bajo un proyecto.
Decirle al gobierno y a los gobiernos, que van a ser después,
consideren a la población pobre como la prioridad número
uno en salud, educación, en trabajo. Que el producto
de los campesinos sean valorados, merezcan un pago justo, y
el hombre no trabaje para otros.
El campesino no produzca barato,
no se sacrifique días
y noches para que, para que alguien diga esto te pago, no puedo,
esto es lo que mereces. No es justo. Por otro lado, también
hace un llamado al estado, al cuerpo militar de que se sensibilicen
y colaboren con este proceso, con este proceso de paz, de reconciliación
porque el pueblo no puede reconciliar cuando estamos divididos
o cuando no queremos. Gracias.
Carlos Tapia:
Señor Ramiro, señora Carmen.
Gladys Carbajal:
Señores de la Comisión de la
Verdad, señores públicos, muy buenos días.
Yo soy Gladys Carbajal Zavala, una de las afectadas de Aymara,
es justo acusadora comunidad Chajasa. Yo soy la hija mayor
de Juan Pablo Carbajal Hurtado y María Zavala Elena
Caiyao.
En aquellos años mil novecientos ochentiocho, a mis
padres han hecho desaparecer, quedamos siete huérfanos.
De los cuales soy la mayor y fueron desaparecidos un día
así sorpresivamente. Nosotros hemos quedado muy niños,
pero yo me recuerdo bastante y por eso voy a testimoniar. Este,
el es difícil perder un padre, una madre. Aquella fecha
quedamos muy pequeñitos y realmente es triste, este
perder un padre, una madre ¿no? y a mis padres yo vi
cómo se lo llevaron, cómo lo torturaron en mi
casa y a otras personas.
Y de ahí mis hermanos también fueron golpeados,
mis hermanitos menores, todos nosotros y también mis
abuelita, también estaba ahí, ellas, todo ellos
de la casa fuimos muy brutamente golpeados, con los así,
los que han ,los que se lo llevaron a mi papá disfrazados.
Eran bastante personas, no se podía reconocer, pero
eran los militares. Se lo han llevado y de ahí. Después
quedamos ¿no?, a mi padre y a otras personas se lo llevaron
de la cabaña y quedamos así sin padre, sin madre,
los siete hermanos. Después nos hemos desintegrado totalmente.
Y ahora nos encontramos ya sin estudio, sin apoyo, prácticamente
en la calle nos hemos quedado. Y todo mis hermanos también
sin concluir su estudio, sólo se quedaron con un primaria
completa, donde lo dejaron a mi mis papás.
Después yo, yo también pasé así tortura,
me han golpeado, soy así traumado ahora. A veces me
pongo nerviosa, no puedo ni, tengo miedo así decir a
las personas de eso y .. Yo quisiera justicia para esas personas,
este, culpables ¿no?, para que siquiera ver a nuestros
padres, siquiera sus huesitos. Porque hasta ahora no sabemos ¿dónde
esta?, no, no hemos visto, mis hermanos preguntan, mi hermanito
menor también ha sido golpeado. Ahora inválido
ha quedado, con arma le han golpeado en la cabeza y prácticamente
así en la calle y nosotros los hermanos mayores nomás
lo tenemos a mi hermano. Que es traumado, totalmente enfermo ¿no?
Y nosotros, también así sobrevivimos de cualquier
forma, hemos crecido. Y de igual manera otras personas también
han quedado así huérfanos, muchos personas han
quedado ahí en ese lugar Chejasa. Y yo pediría
que haiga justicia, todo para esas personas desaparecidas,
quisiéramos justicia.
Saúl Huamantingo:
Gracias por darme la oportunidad,
este primeramente muy buenos días señores comisionados,
estoy aquí pa que escuchen mi petición, que voy
a dar, que voy a comentar la verdad, lo que sucedió con
nosotros y de mi padre.
Mi nombre es Saúl Huamantingo Huashua, soy hijo del
desaparecido Armando Huamantingo Villanueva, soy hijo de mi
mamá, Matílde Huashua Huamaní, que está aquí a
mi lado. Bueno, mi padre era religioso, era de la religión
testigos de jehova y mi nombre es Saúl que hoy tengo
veinte años. Mi padre, todos los nombres que ha puesto
era de la Biblia, que son Ruth, Raquel, yo Saúl, Rebeca
y Salomón.
Era bien cariñoso mi papá, trabajaba en la construcción
de carretera de Santa Rosa, Antabamba pero no se ha concluido
en esos años. Cuando acabó el presupuesto de
eso, me recuerdo todo lo que sucedió con mi padre. ¿Cómo empezó la persecución de
mi padre?, cuando había ya los cuentos de que venían,
los comentarios de los grupos terroristas. También venían
los grupos militares a hacer maltratos, violaciones sexuales,
a chicas de dieciseis años, de quince años. Y
en medio de eso, uno de esos días del año ochentiocho,
en el mes de noviembre calculo, mi tío abuelo, que es
Rosendo Huamantingo Enciso, que está en la ciudad de
Lima, en la capital. Oían de mi pueblo a la capital,
en la base de Chalhuanca, lo detuvieron, lo maltrataron, lo
torturaron a su hija mayor, lo violaron sexualmente, a su esposa
de igual manera. Entonces, por salvarse. Porque en ese tiempo
las personas por salvarse se acusaban unos a otros por no recibir
el golpe tan cruel que daban los militares.
Entonces, mi tío le condenó a mi papá,
yo nomás no soy Huamantingo, te estarás equivocando
con mi sobrino. De esos momentos, ha entrado. Los militares
lo han matado a mi papá de que es el acusador. Entonces,
mi papá estaba como loca en esos momentos, hasta que
un día estaba loco. Yo me acuerdo muy bien, que jugaba
todavía con mis vecinos de esa comunidad, que jugábamos
en fútbol en una noche de luna. Y me dijo mi padre,
me acuerdo que decía, hijo de aquí pasaran años,
tu mamá puede hablar cualquier cosa, pero yo como un
buen hombre me voy a presentar.
Y un día cuando nos fuimos a una cabaña, que
se llama un lugar Huanrango Pata, eso queda en distrito de
Justo Acusoraura. Estaba para lampear el maíz, a mi
padre le dijo - voy a ir arriba a un caserío que se
llama Cancaupata, voy a ir allí y regreso mañana
y lo voy a cultivar el maíz- A lo mejor mi abuela, dijo
a mi papá. Mejor preséntate porque hay muchos
chismes, más que a ti te están acusando, muchos
se salvan en tu nombre. Mi papá se animó y se
presentó. Lo vi que mi mamá y mi hermana Raquel
y mi último hermano Salomón, fueron junto con
mi padre. Lo vi cruzar la última vez, como pasaba la
oroya con su pantalón azul, su ojota y su casco de la
obra.
Mi padre mucho me ha engreído a mi, como era su hijo
mayor varón, me engreía mucho, me acariciaba.
Fue la última vez que lo vi, que se fue y nunca más
lo vi hasta hoy día. Y entonces, a mi mamá, en
su lado de mi mamá, lo recibieron los militares. Según
dice el capitán bien bravo era, que lo dicen el Gato
Seco. Que lo recibió con uno de sus soldados -a muy
bien, Armando, caramba pase usted-. Y uno de los sargentos
lo recibió diciendo -muy bien Armando Huamantingo Villanueva,
muy bien, te estábamos buscando como a oro, muchos otros
decían que tú eres, que tú eres-. Lo hicieron
pasar y nunca más salvó. Y mi madre en ahí insistió para
entrar junto con él y le dio el último beso a
mi hermano menor.
Entonces, mi mamá en esos momentos, ¿puedo entrar
un rato?, ¿no?, a los mejor lo han apuntado con el arma
fall, todo retiraron de su lado. Mejor mañana regrese
señora ahora nunca vas a encontrar a tu esposo, diciendo.
Y mi madre, al día siguiente regresó. Le dijeron,
le hemos mandado a Abancay, vaya a Abancay. Muy bien se fue
mi madre, vino aquí a Abancay, aquí mi madre
no conocía esta ciudad que todavía esas veces
era muy pequeña. Consultó con personas, lo dijeron
corre, ve a Radio Amistad, y gracias a las personas lo dirigieron
a mi madre. Corre, vaya a la Fiscalía.
En la Fiscalía, mi madre era, tiene un bajo de conocimiento,
es casi analfabeta, tenía que hacer posibles, por saber
algo de su esposo. Y de la Fiscalía le dijeron que vaya
a ¿cómo se llama?, a Derechos Humanos, ahí le
ubicó, que era bastante bueno el señor Fabio
Pozo Zárate, que le ayudó bastante. Que diciendo
que a la Fiscalía le informó que la señora
es necesitada porque su esposo ha desaparecido.
De la Fiscalía lo mandaron un documento y el señor
Cortéz, coronel creo que de la fuerza, de la Fuerza
Armada lo mandó diciendo un documento bien falso, diciendo
que Armando Huamantingo Villanueva, Manuel Niño de Guzmán,
Simona Pérez, muchos otros, no me acuerdo, que han muerto
en la comunidad de Sayayi, distrito de Taparigua, en un enfrentamiento.
Pero es totalmente falso.
Entonces, mi madre ya que ha recibido
un falso, falso informe y los doctores de los Derechos Humanos
y la Fiscalía,
lo dijeron sal de ese pueblo. Que vas hacer allá hijita.
Entonces, mi madre hasta que venga aquí mi madre, vimos
también a un grupo de terroristas que al señor
Atilio Niño de Guzmán, que lo mató en
la plaza principal de Amoca. Nosotros los vimos de la ventana
muy pequeños, esas fecha tenía siete años.
Y mi madre toda desesperada apareció, yo le pregunté ¿mi
papá?, mi papá no esta en Abancay, está muy
bien. Entonces, mi madre, mi padre había dejado de recuerdo
un caballo bien maltón. Lo vendimos para nuestro pasaje.
Esas fechas, los puentes eran volados, me acuerdo muy bien
que en el carro de un señor Leopoldo Niño de
Guzmán, que transitaba siempre esa fechas, venimos aquí,
dormimos en el pueblito de Santa Rosa, al día siguiente
avanzamos a al pueblo de Antarumi en ahí pasamos en
una roldana y venimos, dejando todas las cosas que desesperados.
Muchas cosas se han perdido en mi casa.
Y luego regresamos
de aquí de, mejor dicho aquí llegando
hemos sobrevivido de una vida muy triste, mi madre vendía
alfalfa, anticuchos, y esa plata no nos alcanzaba para nada.
Gracias al señor Fabio Pozo, él bastante le ha
ayudado, nos matriculó en el centro educativo primario
de Pueblo Libre, ahí nos educamos.
De luego, de tantos
años de sufrimiento, que hemos
sufrido bajos rendimientos en el estudio, regresamos de cuatro
años a mi tierra, a Moca. En ahí vimos la casa,
todo su techo hueco, las ropas, las cosas, palas, pico, ya
no habían. De luego, seguimos viviendo aquí,
mi mamá seguía lavando ropa, nosotros estudiábamos
con una moral bien humillado, la niñez bien renegón.
Si un amigo nos bromeaba, éramos renegones. Mi madre
se enfermó un día de con bronco, también
casi fallece. Le dijo a mi hermana - muy bien, tú eres
mayor ya, preocúpate de tus hermanos menores-, pero
gracias a Dios sigue ella aún existiendo.
Y así, desde esos momentos no, no volví a mi
padre, siempre lo necesito a él a mi lado. Más,
lo más hermoso que me recuerdo era que mi padre era
bien cariñoso conmigo, como yo era su primer hijo varón,
me engreía bastante, todo hacía por mí.
Cuando estaba solo, renegaba, me cargaba en su hombro, me hacía
pasar el río y lo peor que hoy en día hace poco,
había en mi pueblo un campeonato así de la costumbre,
lo peor que como soy huérfano no hay justicia para mí,
no soporto que las personas bien hablan de mi padre diciendo
-que tu padre, era bueno, bien chistoso era, bien alegre-.
Yo le dije a muchas personas, sí le conozco a tu padre,
muy bien. Si soy huérfano pues dice que a mi padre lo
han hecho desaparecer en la base de Santa Rosa, pero esas veces
yo era muy niño.
Claro, pues tu padre, seguramente era
terruco pues. Eso no lo soporto hasta ahora que a mi padre
lo digan así.
Les juro que me duele en el alma, que a mi padre lo digan de
esa manera. Hoy día me duele bastante. No hay justicia
para mí. Una persona así me reveló, fácilmente
me puede, hasta me puede matar, asesinar. Me baja, moralmente
muy bajo, diciendo -que tú, que, tu ¿de dónde
eres?, ¿tú has vivido en esta comunidad, ¿tú eres
de Aymaraes de la tierra de los terrucos?, ándate a
tu pueblo cojudo- me dicen. No soporto hasta ahora eso.
Más que nada gracias a mi madre, nos han asistido para
terminar siquiera la secundaria completo. Gracias a mi madre,
aunque bajo rendimiento en mi secundaria, por lo menos acabé mi
secundaria, hasta ahorita tengo problemas de sacar mi certificado,
no me sirve de nada un bajo rendimiento. Para todo ello, hay
mucho huérfanos, más que nada en el pueblo de
Aymaraes, que ha sido fuertemente azotado, tanto por los grupos
de terroristas y por los orden del estado. Es decir que la
fuerza militar que lo han hecho, inhumanamente lo ha castigado.
Los huérfanos son discriminados, los huérfanos
han recibido hasta hoy día jóvenes capacitación
moral pero en lo moral ya un poco, ya setenta por ciento ya
sabemos. Pero en lo económico no hay justicia, vamos
a una queja, simplemente nos ganan. Porque no tenemos dinero.
No tenemos derechos, no tenemos, somos desvalorados hasta estos
momentos, discúlpenme, pero de todas maneras somos desvalorados,
para eso pediría justicia, tanto para las viudas que
han quedado, una seguridad que se encargue aunque sea Ministerio
de Salud y para los huérfanos más que nada educación,
trabajo para la juventud, porque las madres, las viudas, las
víctimas más que nada necesitan salud porque
ahorita sufren y nadies le apoya en su aspecto, tanto económico
y social.
Quieren hacer un negocio, tanto. El que tiene esposo
es apoyado, lo desmoraliza y no tiene ingreso económico de su negocio,
es totalmente desvalorado. Para todo ello quisiera pedir a
la Comisión de la Verdad, que se preocupen de los huérfanos,
que trabaje hacia lo posterior, que se preocupen el estado,
porque nosotros así nomás no nos podemos quedar.
Muchas cosas puedo hablar, pero creo que estoy nervioso. Gracias.
Carlos Tapia:
En primer lugar después de escuchar vuestros
testimonios quiero decirles que para nosotros es muy difícil
dejar de solidarizarnos con ustedes, pedirles disculpa por
haberle de cierta manera hecho recordar sucesos tan dolorosos
para ustedes ¿no?, pero que son necesarios. Ustedes
han decidido voluntariamente hacerlos, son necesarios para
que toda la población, no solamente de Abancay y del
Perú entero entienda que lo que ha sucedido, es algo
terrible y que requiere ser atendido por el conjunto de la
nación y del estado peruanos.
A usted Gladys, además de su tragedia, el hecho de
que se haya puesto , no solamente por la manera como usted
ha narrado su testimonio sino que, la preocupación de
búsqueda de solidaridad con otras víctimas que
no sean solamente las de su familia. Ese es un hecho de tal
valor que requiere ser resaltado y en el caso de Saúl
tenga la plena seguridad, que la valentía de su papá,
el arrojo de su papá vale mil veces mayor que las tonterías
que gentes que le dice de que ha sido o no ha sido terrorista,
la historia recordará a su papá.
Y en cambio
ignorará a todos aquellos que tontamente,
falsamente acusan a usted de haber tenido un padre terrorista
y que por eso seguramente ha sido muerto. Quiero agradecerles
profundamente la valentía que han tenido los tres de
venir a esta audiencia y dar ese testimonio que seguramente
servirá para esclarecer la verdad y buscar que se haga
justicia, en este país. Muchas gracias.
Caso 1Caso
2Caso
3Caso
4Caso
5Caso
6
|