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witnesses of the
truth
Visual memory of political violence
Cultural Center of the Pontifical
Catholic University of Perú
October 10 - 12, 2002
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PONENCIAS
Definición de fotoperiodismo,
su relación con
la ética,
y experiencia como testigo en situaciones
de violencia política
Jaime Rázuri
El concepto de lo foto periodístico, y el concepto
de lo ético en lo foto periodístico durante los
años de la violencia política en Perú,
solo podrían definirse desde la reflexión y el
análisis de esta vivencia en específico.
Un instante
periodístico o momento decisivo, muchas
veces está más en la fuerza de lo que acontece
frente a nuestros ojos, y otras veces más en la fuerza
de lo que acontece dentro nuestro al presenciar un hecho.
La
mayor parte de las imágenes que se hicieron en estos
años parecen estar más enmarcadas dentro del
primer caso. En realidad, cuando se habla de fotoperiodismo
en general, las imágenes que forman parte del gran grueso
de toda producción específica pertenecen a este ámbito.
Pero siempre existen aquellas que intentan expresar un sentimiento
frente a lo visto. Y a éste esquema no escapa la producción
fotográfica de ésos años.
Es así que en esta colección existen fotografías
que por el impacto de lo acontecido, de lo que registran, parecen
no necesitar más, hacen honor a la famosa frase “una
foto vale mas que mil palabras”.
Para entender esto,
pienso que debemos considerar que la cobertura periodística de estos acontecimientos estuvo marcada
por factores como el propio proceso político que Sendero
Luminoso, el MRTA, y el resto de los actores políticos
de la sociedad le imprimieron a esos años. Conforme
las posiciones ideológicas se fueron cerrando y radicalizando,
la posibilidad de cubrir de cerca a los personajes y eventos
fue reduciéndose. El estar en acontecimientos exclusivos
de Sendero, el MRTA, o el ejército en el momento más álgido,
convertía al fotógrafo en miembro activo de la
agrupación o informante de las fuerzas armadas.
Existen
otras determinantes importantes también una
de ellas ha sido a mi entender el papel que los medios y la
opinión pública en general asumieron. En una
buena medida faltos de una reacción proporcional a lo
que acontecía, por más de un motivo, tal vez
uno de ellos haya sido la preferencia por el silencio que por
el esclarecimiento de ciertas cosas.
Estos factores muy probablemente
han determinado que veamos más fotografías aisladas y poderosas como tales,
que trabajos de largo aliento, conjuntos coherentes y también
poderosos de imágenes sobre algún aspecto especifico
de la guerra por ejemplo.
Sin embargo todo, absolutamente todo
lo que fotografiamos, lejos de ser un hecho externo a nosotros,
y de convertirse
a la vez en una foto fuerte por ser el mero registro de un
acontecimiento fuerte. Se ubica también dentro de nosotros,
entra por los poros. Nada nos sustrae del sentir, del identificarnos
más o menos frente a lo que vemos. Es éste el
ingrediente que genera precisamente que el acontecimiento se
convierta en una imagen fotográfica poderosa.
Y si se
trata de adentrarnos un poco más en el tema,
debemos decir que los problemas de cobertura mencionados, no
fueron motivo para que los fotógrafos no se identificaran
con lo que ocurría, y con el rol que les tocó desempeñar.
Por el contrario, la cámara fotográfica objetiviza
la realidad, es una herramienta de documentación por
excelencia, en determinados momentos de la historia de la humanidad
se ha convertido también en una herramienta de apoyo
abierto a determinadas causas políticas, por ejemplo
el caso de Robert Capa y la guerra civil española.
Y
sin querer entrar en la discusión acerca de si uno
u otro fotógrafo, estuvo identificado con alguna de
las partes en el conflicto, creo que todos –unos mas
que otros- se identificaron con el proceso mismo buscaron y
encontraron una verdad. Entendieron el rol social, la función
básica y primigenia de la fotografía periodística
o documental. Y en ese compromiso algunos murieron, como el
caso de Willy Retto y sus compañeros en Uchuraccay.
La cámara es un arma imaginaria de protección.
El ser fotoperiodista le permite a uno acceder a situaciones
a las que tal vez nunca accedería sin una credencial
colgada en el pecho, y una cámara en el cuello. En el
caso de Willy Retto y sus compañeros en la desgracia,
esa protección toco el limite, el extremo que indicaba
hasta donde se podía llegar en cumplimiento de una misión.
En el caso de los otros, nos defendió de otros riesgos
e incluso pudo hacer las veces de una venda en los ojos.
Llegamos
a vivir las coberturas de una manera rutinaria, tanto como
cotidiana se había vuelto la violencia misma. Hasta
que no nos topamos con algo muy cercano - el atentado de la
calle Tarata puede ser un buen ejemplo para todos los limeños-
no nos dimos cuenta de que estábamos en medio de una
guerra. Y entonces tocamos el limite del otro extremo, el que
indicaba que no podíamos seguir huyendo, seguramente
de nosotros mismos, del terror interno, y también del
interiorizado durante esos años por efectos de los mensajes
de uno y otro lado que amordazaron nuestro inconsciente.
Además, quiero remarcar, sin que ello pretenda justificarme
o justificarnos, creo que en esto han existido grandes cómplices.
Porqué hay muchas guerras y dramas humanos que conocemos
y otros que no?. Creo que no es por ignorancia, sino porque
simplemente los intereses del mundo no están puestos
en ellos. Hasta que algo sucede y origina que los ojos del
mundo se vuelvan hacia ese conflicto. Acaso alguien conocía
lo que pasaba en Afganistán antes de las Torres Gemelas?,
sabíamos cuántos años de guerra interna
habían tenido, de las imposiciones de vida de los Talibán
a las mujeres?. Sabemos cuántos refugiados existen en
Colombia por la guerra que allí se libra?, alguien puede
decir que conoce más la historia de Marulanda/ que la
de Bin Laden –a quien hasta en los crucigramas podemos
encontrar?.
Hablar entonces de una ética de los fotoperiodistas
en este contexto resulta casi imposible. Todos cumplieron su
deber hasta donde pudieron hacerlo y entenderlo. Para cada
uno existía una verdad, cada uno vivió su propia
historia en esta historia. Todos creímos que hacíamos
lo conveniente. Aunque ahora lo veamos distinto.
Es el propio
proceso como persona que esta profesión
nos da, y el entendimiento de la función social de la
fotografía que ello acarrea, el que nos enseña
lo que es ético. El respeto por el sufrimiento del otro,
solo se conoce cuando el lente fotográfico se ablanda,
y la cámara deja de ser una forma de vendarse los ojos
que tenemos en el corazón. Cada muerte vista y fotografiada
es la de uno mismo en este camino de sensibilización.
De pronto encontramos que la única manera de cambiar
lo que estamos presenciando, es llevando estas fotos hasta
el final, a que cumplan su cometido. Que sean vistas.
La impotencia
por no poder intervenir mientras seres humanos se matan entre
ellos en una vorágine que tal vez juega
al espectáculo de la propia muerte, a demostrar quien
es el más sanguinario. Presenciar el alma del propio
mal, su esencia, no nos puede conducir a otro lugar que a tratar
de hacer algo con aquello que está en nuestras manos.
Tal vez eso sea lo más ético, al menos para uno,
existirán por supuesto siempre los que preferirán
acumular la cobertura fotográfica de tal o cual conflicto
bélico, como una presea de juegos olímpicos para
ufanarse de ello frente a sus amigos o como un ítem
de primera línea en el currículum vitae.
Si alguna vez alguno de los fotoperiodistas no pudimos liberar
y limpiar esos sentimientos y emociones vividas y acumuladas
durante los años de la guerra interna, si alguna vez
no pudimos poner la imagen que queríamos en los ojos
del Perú, por cuestiones de "criterio editorial" -que
le dicen- en el medio al que trabajamos, o por cualquier
otra razón, creo que encontramos en lo que ha hecho
el equipo fotográfico de la comisión la oportunidad
de compensarlo. Personalmente agradezco a sus miembros por
ello.
Aquí hay una reivindicación de los fotógrafos,
los que murieron y los que aún viven. Los que entraron
al fondo del tema o quisieron hacerlo, y tuvieron que pagar
con la vida por ello. Y los que por muchos motivos no llegaron
a esos niveles, pero que con su cobertura igual han colaborado
ahora en la recuperación de esta memoria perdida. Vera
Lentz y Alejandro Coronado, aquí presentes, son dos
de esos casos.
Y hay en el fondo finalmente una reivindicación mayor,
que es la de la de lo fotográfico en sí, su valor
lo periodístico-documental, en un contexto que casi
nada entiende, o poco quiere entender acerca de para qué sirve ésta
fotografía. Su humilde función social, colaborar
desde su lugar en crear conciencia, y tratar de hacer el llamado
a la sensibilidad de una sociedad que cada vez lo necesita
más, si quiere crecer, salir de la infancia en la que
hace siglos está atrapada.
Quisiera terminar rindiendo
merecido homenaje a los fotógrafos:
- Willy Retto, Amador García y Jorge Sedano que murieron
el 22 de febrero de 1984 en las alturas de Uchuruccay,
Ayacucho.
- Jaime Ayala, que desapareció en el estadio
de Huanta, Ayacucho el 02 de agosto de 1984.
- Hugo Bustíos,
que murió en las afueras de
Huanta, Ayacucho el 14 de noviembre de 1989.
- Todd Smith
del Estadounidense Tampa Tribune que murió en
las afueras de Uchiza, San Martín, el 21 de noviembre
de 1989.
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