Final Report
Our Work
Regional Offices
Agreements & Norms
Finantial Information
Balance TRC
Links
Sessions with Institutions
International Seminar
Public Hearings
Disappeared persons
Exhumations
Photograph Project
Photo & Video Gallery
Press Releases
Speeches
Bulletins
 
 
Audiencias de CasosAudiencias TemáticasAsambleas Públicas
  Audiencias Públicas en Tingo María
Regresar
 

Tercera Sesión, 9 de agosto de 2002

Caso 17. Testimonio de la señora Juana Peña Nuñez.

Rolando Ames:
A continuación de la audiencia llamamos a la señora Juana Peña Nuñez, la señora Juana Peña nos presentará el caso de la señora María Etelvina Bravo Peña, una patrulla de fuerzas combinadas irrumpió en le vivienda de ellos el noventiuno, encontró a la señora con su hija María y su nieta y fue detenida y no se supo más de ella. Por favor nos ponemos de pie.
Señora Juana Peña Nuñez, formula usted promesa solemne que su declaración la hace con honestidad y buena fe y que por tanto expresará sólo la verdad en relación a los hechos relatados.

Sí, lo juro.

Muchas gracias.

José Antunez:
Señora Juana, tenga usted muy buenas días y bienvenida a este recinto.

Buenos días.

José Antunez:
Estamos prontos a escuchar el relato suyo, sobre lo que ha sucedido cuando usted era más joven y cuando tuvo que sufrir las consecuencias del terror. Estamos escuchando.

Juana Peña:
En primer lugar, es mis saludos a la Comisión de la Verdad, la Paz y Esperanza y Reconciliación y a la Comisión de Derechos Humanos y a todo el público, le saludo.
Yo me llamo, Juana Peña Nuñez, vengo del distrito de Jepelacio, provincia Moyobamba, departamento de San Martín. Vengo a dar mi testimonio sobre lo que ha pasado con mi hija María Etelvina Bravo Peña.
Y antes donde he vivido en Habana, era un lugar muy tranquilo, desde el ochenta yo vivía en ese lugar. Era muy tranquilo, la gente muy buena, muy noble, pero pasaron años, pasaron meses, empezó a llegar el noventa, empezaron a llegar el terrorismo, llegaban de noche a las casas, a las diez, doce de la noche. Decían -ya todos a la plaza a una reunión- Nos llevaban con todos nuestros hijos pequeños que estaban a veces durmiendo, llevaban a la plaza a hacer reuniones. Y decían, nos daban explicaciones. Decían de aquí nadies va hablar, nadies va abrir la boca, a denunciar a nadies.
Y cuando eran de irse, todos a tierra, boca abajo. Nos levantábamos, ya no había nadies. No sabíamos por dónde venían ni por dónde se iban. Nos atemorizaban, que si declarábamos a la autoridad, venían y nos mataban. Pasaban dos, tres días, venía el ejército combinados con la policía técnica. Igual manera, ellos nos decían que declaremos ¿dónde están los terroristas? Nosotros no declarábamos por el miedo de que ellos nos atemorizaban que nos van a matar si declaramos.
En la policía igual manera, nos aterraban, nos atemorizaban. Donde nosotros, en ese lugar vivíamos entre la espada y la pared, no podíamos nosotros ni dar un testimonio a los terroristas, ni un testimonio a la policía ni poner en conocimiento a la policía por motivo de las amenazas que nos hacían. Y si alguno declaraba a la policía algo, venían, les mataban y les dejaban colgados en los árboles, con letreros donde decían así mueren los soplones. Donde, podíamos nosotros volver las espaldas a pedir un auxilio.
Entonces, así era todo el tiempo. El noventa hubo un terremoto que destruyó todo el pueblo de Haban, cayeron las casas a tierra. Vivíamos nosotros en carpas. Entonces, el noventiuno llegó el ejército por aire así en un helicóptero y avanzó más o menos a uno veinte metros de altura de ahí botaban los soldados a tierra. Entonces, por tierra llegó la policía técnica por carros y empezaron a repartir bala con metralletas por falles por las calles del distrito.
La gente se encontraban ese día, los niños se encontraban a las diez de la mañana, recibiendo su vaso de leche en el concejo que repartían a todos los niños. Los niños, gritaban, lloraban desesperados, no sabían por dónde irse de miedo, de la balacera que había. Entonces, las madres salíamos a recoger nuestros hijos. Ahí nos corrían, nos agarraban diciendo que nosotros éramos terroristas.
Y entonces, yo era con mi hija María Etelvina en mi casa y mis hijas menores, la una de ocho años y la otra de diez añitos, estaban con su hijito de mi hija María Etelvina, en el vaso de leche. Entonces, ellas al ver eso han venido a la casa. Llegó el ejército ya con la policía, todos encapuchados a mi casa, botaron la puerta a golpes y entraron y luego nos ametrallaron a mi y a mi hija, con armas al pecho y a la espalda. Y nos andaban así por toda nuestra casa, todos los cuartos, toda la huerta, nos andaban que les entreguemos las armas, las granadas, nos decían.
Entonces, nosotros les decíamos que de dónde le vamos entregar armas, de granadas, no sabemos de qué nos hablan. Entonces, ellos dicen -cómo no van a saber- y nos daban con las culatas de las armas, por la espalda, por donde se les daba la gana. Y entonces, así entraron a mi cuarto donde dormían, botaron nuestro arroz que teníamos en latas al suelo.
Nos botaron nuestras camas al suelo. Nuestras ropas, buscando las armas. No encontraron nada, sólo se llevaron mil soles de mi cama que tenía.
Y entonces, así nos andaban todo eso por ahí. Y cuando yo les dije, cuando dijeron que a mi hija le iban a llevar. Entonces, yo les dije -¿por qué le van a llevar a mi hija?, nosotros no somos ningunos delincuentes para que nos lleven- Entonces, dijeron, abuelita tú no hables nada porque una bala no nos cuesta a nosotros sino al gobierno. Entonces, yo les dije -si son de matarnos, si encuentran algún delito, mátennos, mátennos aquí en nuestra casa apara que nos den cristiana sepultura nuestros familiares. Si nos van a matar lejos, nosotros no somos delincuentes para que nos lleven a botar y los animales nos coman-
Entonces, dijeron, ya después de eso dijeron -no, tú no vas a ir a declarar, la que va a ir a declarar es tu hija- Pero ¿qué declaración quieren que de?, dijo mi hija. Entonces, dijeron ellos -dices tú acá, allá a Moyobamba vas a declarar a la buena o a mala. Te vamos a llevar a Moyobamba para que des una declaración-. Entonces, mi hija dijo -yo así me maten, yo no tengo nada que declarar, porque yo no sé de que me están hablando, yo no sé nada de lo que ustedes me hablan-. Entonces, ellos dijeron nos han dado en así a golpes, mis hijitas pequeñas, su hijito de mi hija que quedó de un añito de nacido, lloraba.
Entonces, mi hija lo marcó a su hijo y lloró ella también. Entonces, ellos le dijeron -te arrepientes y por eso lloras-. Entonces mi hija le contestó -yo no tengo de que arrepentirme, porque yo soy una mujer humilde, que vivo acá en mi casa con mi madre-. Y así es que, así ellos decían, nos andaban por ahí, a golpes, a empujones. De ahí, después de eso, ya cuando a mi hija le llevaron, yo le suplicaba que no la lleven. Ellos dijeron que no, no le va a pasar nada.
A la una de la tarde regreso, dijeron. Lo sacaron a las once de la mañana del día lunes diecisiete de mayo y la llevaron a la plaza, llevarla. En la plaza había un volquete donde estaba cargando material para la construcción del concejo. Y entonces, los hicieron subir ahí, porque ahí ese día se llevaron a nueve de ahí. A tres mujeres y los varones. Los llevaron con destino a Calzada. En Calzada, nos dieron noticias, "los han bajado del volquete y de ahí les han sacado sus blusas a las mujeres, les han vendado los ojos y a los varones les han sacado la camisa, les han vendado los ojos y los han metido en una camioneta y los han llevado con destino a Rioja".
Entonces, nosotros ese día, todos atemorizados hasta los alcaldes, no hicimos nada. Al otro día al ver que ya no apareció la gente, nos fuimos nosotros a Soritoro a preguntar al ejército que estaba acampado ahí. Entonces, nos dijeron que ellos no lo han secuestrado, a ninguno han llevado. De ahí pasamos a Rioja. En Rioja, igual manera, la policía técnica, igual manera. Nos contestaban que ellos nos saben, que ellos nos han secuestrado a nadies.
De ahí fuimos a la Fiscalía, al presidente de Derechos Humanos, al juez. Nos decían que no nos pertenece ahí para ir a quejarnos, que a nosotros nos pertenecía Moyobamaba. Entonces, nosotros regresamos a Moyobamba, fuimos a la Fiscalía. El Fiscal, dijo que no podía hacer nada por motivo de lo que les iban a matar a ellos también, porque si ellos nos apoyaban, decían que son terroristas y los mataban.
Fuimos al juez, igual manera. Fuimos a la policía técnica, dijeron que ellos no los han secuestrado. Al tercer día nos pasaron a Tarapoto. En Tarapoto fuimos y el alcalde que nos acompañaba de Habana, a él lo tomaron como por terrorista y a él tuvo que escapar de ahí. Fuimos a Tarapoto, al presidente de Derechos Humanos. Entonces, el presidente de Derechos Humanos, lo agarraron también, diciendo que era terrorista por eso, por eso salía a favor.
Y entonces, el presidente de Derechos Humanos, tuvo que escapar , también. Y de ese modo nosotros no encontrábamos ninguna solución. A nuestros hijos no los encontrábamos ni vivos ni muertos. Entonces, ya el veinte de mayo, regresamos nuevamente a Habana. En Habana, este agarramos rumbo hasta Nuevo Cajamarca. En el trayecto de Rioja a Nueva Cajamarca, en el río Negro, encontramos una pareja de jóvenes muertos, todos mutilados, sus dedos cortados, sus labios cortados, la chica su seno partido. Al joven le habían cortado acá y le habían pelado su cabello con todo cuero para atrás, sus pies le habían cortado. Todos golpeados, lo habían desfigurado.
Y nosotros pensábamos que así como esos jóvenes lo habían hecho, así habían hecho a mi hija, también. Pero cuando nosotros quisimos meternos más arriba a un montecito que había a buscar, porque siempre nos decían los que vivían ahí en ese cruce. Decían que a las dos de la mañana del día diecisiete fue la muerte y gritaba la gente pidiendo auxilio, ahí en esa parte. Y quisimos meternos a buscar los cadáveres. Entonces, los soldados empezaron a meter ráfagas por ahí y no nos dejaron entrar.
Nosotros regresamos por los cadáveres que encontramos ahí. A su familia les dimos cristiana sepultura. El veintiuno regresamos a Tarapoto nuevamente. Entonces, llegó una comisión de Derechos Humanos de Alemania y otra comisión de Derechos Humanos, del Palacio Justicia, nos dijo que era. Y entonces, empezaron a buscar porque a nosotros nos dieron noticias un representante de la coordinación de Moyobamba y allí en, en el campamento Morales, les tenían en un subterráneo a toda la gente metidos en... Entonces, fueron la comisión que llegó, fueron a investigar y el capitán de ese batallón había escapado, no se afrentó ante la comisión. Más bien vino un mayor de Iquitos y él afrentó la situación pero no, no los dejaron descubrir el suterráneo a la comisión de Derechos Humanos.
Y el que menos nos aseguraban que ahí estaban. Y nosotros pedíamos que nos devuelvan a nuestros hijos con vida conforme los han llevado. Pero nadies hijo justicia. Y así he perdido yo a mi hija y quedó mi nieto en huerfandad de un año de nacido. Hasta ahora el tiene doce años. Yo lo he criado hasta la edad de seis años. De seis años me lo ha quitado su padre por el tremedio de la justicia y él lo tiene.
Y así es que desde ahí en nosotros llegaban cada tres días, cada ocho días el ejército a mi casa. A golpear a mis hijos menores que tenía uno de quince años y el otro de dieciocho años. A golpearlos, a que declaren que ¿dónde están las armas?, ¿dónde están las granadas?. Nosotros de ¿dónde íbamos a entregar eso?, nosotros no conocíamos de eso.
Y en todos eso, mis hijos pidieron a su papá que les llevara mejor a la costa, donde vivían sus tíos. Entonces, mi esposo agarró y vendió nuestra casa que habíamos construido ya recién, vendió nuestro terreno que teníamos en valor de cuatrocientos soles en ese tiempo, para poder escapar y no permitir que nos victimen nuevamente a todos nuestros hijos. Y hemos estado en la costa siete años. A los siete años, por el fenómeno del Niño nos dejó, sin terreno, sin casa, en la Hacienda de Pucalá.
De vernos pobres ahí hemos regresado nuevamente a San Martín, ahora nos encontramos en el distrito de Jepelacio a cinco horas de camino a un caserío El General. Ahí nos encontramos. Completamente pobres y señores de la Comisión de la Verdad, yo lo que pido es que investiguen estas cosas. Si a mi hija la pudieran encontrar con vida y me la devuelvan a mi hija, conforme la han llevado. Y si está muerta yo lo dejo a la voluntad del padre celestial, él es el único que hace la justicia de todos.
Y lo que pediría es por mi nieto, que él esta en todo el futuro por delante, si hubiera alguna ayuda para que mi nieto se diera alguna educación superior, más tarde porque él esta cursando la secundaria. Y él no conoció a su madre en ningún momento, sólo la conoce por fotos, que nosotros le decimos es tu mamá. Y nosotros nos encontramos ahora pobres, tan solamente por esta violencia que ha habido. Y pediría mejor que desde hoy en adelante no hubiera esta violencia, no hubiera esta masacre, porque tal vez ahora el gobierno que hay es peruano y ha sido pobre como nosotros lo somos, labradores de la tierra. No como en el tiempo de Fujimori, que él era de Japón. El no le importaba con la vida de los peruanos, así nos acaben a todos. No sabiendo que el gobierno.
El vive en un palacio, todo sentado, tener lleno de todo, con la fuerza de los pobres, humildes que labramos la tierra día a día, sea en lluvia, sea en sol. Para nosotros no hay lluvia, no hay sol para trabajar todos los días y labrar la tierra. Que el señor nos dejó en este mundo para labrar la tierra y vivir con el sudor de nuestro rostro en la frente. Y eso, eso es todo mi declaración que yo lo doy.

José Antunez:
Señora Juana, le agradecemos muchísimo este testimonio suyo que con mucho dolor y pesar nos ha narrado. Nosotros, los de la Comisión de la Verdad, estamos junto a usted, nos solidarizamos con su dolor y esperamos que con el tiempo se haga justicia, como es el deseo de usted y de todos nosotros. Muchas gracias por su testimonio.

Juana Peña:
Gracias, también.

Caso 14Caso 15Caso 16Caso 17Caso 18Caso 19Caso 20