Audiencias Públicas
de Casos en Huamanga
Tercera Sesión,
11 de abril de 2002,
9 a.m. a 1 p.m.
Caso 12. Testimonio
de Juvenal Mansilla Guevara y su esposa Hilda Blanca Morales
Comisionado.
Bien, señor Juvenal. ¿Podría dar
su testimonio por favor?
Voz del señor Juvenal Mansilla
Guevara.
Señores de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación,
señores visitantes de los Derechos Humanos de otros
países, señores periodistas, público
en general, a todos les deseamos la bienvenida y la mejor
estadía en nuestra ciudad.
No es tarea fácil, rememorar los hechos, cuando dentro
de una familia se pierden a dos de nuestros hijos... mi nombre
es Juvenal Mansilla Guevara, ex docente de la Universidad
San Cristóbal de Huamanga. Hemos venido con mi esposa,
quien conoce al detalle la forma cómo sacaron a mis
hijos, en plena luz del día a las nueve de la mañana,
un pelotón de las Fuerzas Combinadas de la Policía,
la Marina, el Ejército; en lo que concierne a mí,
voy a decir... que el veintiséis de junio de 1989,
en la mañana, a las siete, me fui en la Residencia,
por aquí, a dictar mis clases y se quedaron mis hijos
y mi esposa en la casa. Es en esas circunstancias que mi esposa
va a presenciar lo que ella va a relatar en estos momentos,
dejo con la palabra a ella.
Señora Hilda Blanca Morales
Figuereido.
Señores miembros de la Comisión de la Verdad,
yo en mi calidad de madre de mis dos mayores hijos José
Carlos y Alexander Mansilla Morales, voy a relatar el hecho.
José Carlos, de la edad de veinte años, estudiante
de la Universidad en la Facultad de Minas; Alexander de veintidós
años, estudiante de la Facultad de Educación,
ambos de la Universidad de San Cristóbal de Huamanga.
Bueno... José Carlos, era un poco... era alto, deportista,
atlético, le gustaba practicar la natación,
bien alegre, querido por todos sus profesores, compañeros,
bien... le gustaban las fiesta, muy salsero; Alexander en
cambio era un poco más bajo, noble, ejemplo de sus
hermanos, dedicado a sus estudios, le gustaba las fiestas
religiosas (largo silencio) ambos solteros, no participaron...
no tenían ningún... no pertenecían a
ningún partido político, ni eran dirigentes
(se oyen cuchicheos indescifrables). Bueno el hecho ocurrió
en la mañana del... a las nueve de la mañana
del veintiséis de junio de 1989... mi... yo y mi hijo
José Carlos realizábamos la limpieza de la tienda
de mi casa... Yo entré, un momento, hacia el fondo
de la casa a traer un... un... un balde de agua y lo dejé
a mi hijo solo en la tienda. En ese momento, habían
entrado cuat... cuatro hombres, me dijeron. Lo agarraron,
lo golpearon y casi desmayado lo sacaban a la calle. Nosotros
vivíamos en el mercado y allí había mucha
gente, taba lleno esa hora... casi desmayado lo llevaban por
la calle... a una cuadra... venía su hermano mayor
Alexander y al ver el hecho se acercó para preguntar.
Inmediatamente, él también fue golpeado. Lo
metieron a un carro y se lo llevaron a la comandancia. Yo
hasta ese momento no sabía nada... en que... una vendedora
entró al interior de mi casa, hasta el fondo y me avisó
de que a mi hijo lo habían llevado los miemb... los
de la PIP, me dijeron; pero eran fuerzas combinadas del Cuartel,
la PIP, los Policías... este, vestidos de civil...
Entonces yo corrí detrás.
Bueno, no vi nada en toda la calle, ya no le vi. Pero lo alcancé
cuando estaba frente a la DREA, vi al carro verde, que era
de la PIP... y ahí dentro a mi hijo, con varios m...
varios hombres, eran como diez, él adelante. Bueno,
pasé por delante del carro; pero mi hijo me gritó,
que hablara con el capitán de la comandancia, y uno
de ellos me empujó, casi caigo sentada y el carro casi
atropellándome... atropellándome, pasó
toda velocidad. Se fue por la calle corcovando, entonces yo
fui a la comandancia a preguntar por ese capitán, había
viajado a Lima, no estaba en ese momento. De ahí me
fui a la PIP, vi también el carro en la puerta, el
mismo carro, pregunté al personal y él me dijo...
hasta que un teniente había hecho el operativo, me
reservo el nombre para decirlo en privado, ¿no?...
y este... él... este teniente me dijo... que el operativo
había hecho, ¿no?, ese teniente y que no me
preocupara; pero yo no estaba tranquila, fui a buscar a mi
esposo en su trabajo. Le avisé de lo que había...
del hecho que había ocurrido. Entonces, juntos, volvimos
nuevamente a la oficina, a la PIP. Nos entrevistamos con el
jefe, él nos dijo de dos o tres día se iba a
saber, porque así había sido para unas interrogaciones;
pero, bueno no, yo no trai... yo no estaba tranquila.
Me quedé todo el día, en la noche hasta le llevé
comida, le dejé, me recibieron... seguimos con las...
interrog... este... al día siguiente... igualmente
volvía nuevamente a la oficina... y el personal ya
no... ya no eran los mismos, este... se cambiaban continuamente.
Eran diferentes, y cuando le preguntaba sobre el caso, me
decían que no... no conocían, no sabían
del hecho, nada; no lo conocía a mis hijos. Fuimos
al... yo fui al este... con el Rector al... de la Universidad,
al cuartel... tamién ahí el general se ofreció
averiguar; pero cuando regresé otro día, me
dice... nos hace formar en fila y nos dice... se acercó
primero a donde mí y me dice, sus hijos estarán
viendo del... detrás del cerro, se burlaban de nosotros,
no nos daba ninguna respuesta, así pasaban los días,
cuando llegaba a la oficina de la PIP, inmediatamente nos
sacaba a la calle, nos decía, ustedes no deben estar
acá... ¿qué cosa quieren?, en esa forma.
Total, no supimos... no... ya no supimos nada de ellos. El
mismo jefe también se negó totalmente... Bueno,
apelamos a la Fiscalía, el periodismo, por la radio,
hasta que fuimos también amenazados. Al tercer día
deque... este, nos había pasado este hecho de mis hijos,
también hubo un señor que me dijo, también
lo están buscando a tu... al otro hijo menor, al tercer
hijo y yo tengo seis, entonce tuvimos que mandarlo a la ciudad
de Lima, inmediatamente. Ahora él adolece de una enfermedad
mental... y todos vivimos traumados, sin poder recuperar nuestras...
hasta el día de hoy, porque siempre pasamos... paramos
pensando en los... en mis hijos mayores, nos acompañan
en todo momento... bueno... tenendo muchos recuerdos de ellos.
El hecho de mi... mi hijo que... del mayor que había
sido llevado... este había sido golpeado, cuando se
acercó a defenderlo, me enteré también
por otra señora, en la... ya en la noche de ese mismo
día, así fue, mi esposo le va a relatar qué
acciones hemos seguido... cómo hemos sido amenazados,
después, muchas gracias.
Voz del señor Juvenal Mansilla
Guevara.
Luego de las versiones que ha expuesto mi esposa, voy a continuar
relatando todos los acontecimientos que hemos tenido que soportar.
Luego de la desaparición de mis dos hijos, y los reclamo
por todos los cuarteles, las comisarías, las casas
de tortura, lugares increíbles, visitábamos
en la noche, en la mañana, pensando de que lo sacaban
o estarían por ahí, ¿no?; llegamos a
una desesperación terrible. Una cosa es, señores,
contar y otra cosa es vivir esa realidad... en esas circuntancias,
toda la familia volcados a la búsqueda de mis hijos,
porque ellos se hacían querer, como dice su madre,
con toda la familia, y aquí quiero aclarar, decir también
voz alta, de que hay familias, ¿no?, como la nuestra
que hemos vivido en una armonía grande, toda la familia,
donde estemos, en el extranjero, en Lima en todas partes,
hemos estado vigilantes y vivíamos en una armonía
increíble. Ese ejemplo nos dieron nuestros padres,
y coincidentemente con la familia de mi esposa, también
ellos tenían ese... ese privilegio, esa suerte de tener
familia muy unida; los parientes de mi esposa son militares
y yo tengo un padre militar también, fallecido ya,
y una madre que realmente desde muy joven me enseñó
a amar la verdad y jamás tener miedo de nada absolutamente.
Y ese ejemplo he seguido siempre, en esa educación
hemos crecido; y la misma tónica he seguido en mi hogar,
yo soy profesor de filosofía y psicología.
Cuando pasaban las cosas que ya conocemos todos, desde el
año ochenta al noventa, en esa década terrible,
vivíamos en medio de dos fuegos, tanto del terrorismo,
por un lado, y de la represión militar por el otro
lado. No sabíamos qué hacer. La Universidad
era el centro, el foco, según el mandatario de aquella
entonces, él, ahora angelito que aparece ante la ciudad,
Alan García Pérez, este señor... ha...
liquidado prácticamente a los mejores hijos de la familia
de Ayacucho y del resto del Perú, digo a los mejores
hijos, porque los jóvenes tienen inquietud, los jóvenes
siempre protestan de algo, los jóvenes jamás
pueden callarse ante los hechos negativos que vive la sociedad,
nuestra patria entera, y la Universidad, por principio, también
tiene esas normas en su enseñanza, en su cátedra.
En las asignaturas que llevan, siempre orientamos hacia la
verdad a la juventud, al pueblo y a toda la ciudadanía.
Es en ese marco cómo mis hijos son educados.
Posiblemente, uno de ellos, José Carlos, tenía
ideas avanzadas, ideas progresistas que siempre comentaba
conmigo, mientras el otro José Carlos, perdón,
Alexander, era más callado y religioso; entonces, ambos
hacían un binomio hermoso, el otro le preguntaba de
Dios y el otro le decía, bueno estos problemas, hay
duda etcétera, etcétera, y como yo conozco ciertos
elementos de la filosofía, en ese diálogo intervenía
y les enseñaba los elementos del pensamiento del hombre
primitivo hasta estos días. Ellos escuchaban, conversaban,
y eran muy preparados, realmente de eso me orgullezco, eran
buenos chicos, buenos jóvenes, ejemplo de mucha...
eh... muchas... muchos hogares y ejemplo también cuando
en Guamán Poma ellos se destacaban, en el colegio experimental
de la universidad.
Con estas aclaraciones quiero señalar, que cuando fueron
reprimidos en esa forma cruel, despiadada, como actúan
los militares, no podía quedarme callado yo, todos
los días que tenía tiempo después de
mi clase, iba a las radios, a todas la emisoras a gritar a
voz en cuello, ¡qué han hecho con mis hijos,
dónde estaban, qué cosa han cometido! En esos
reclamos andaba yo, aquí, en Lima, fuera de los trámites
del juzgao que mi esposa, que estaba haciendo ante la Fiscalía
de la Nación en Lima y todos los trámites burocráticos
que conocemos; pero ninguno dio efecto, absolutamente nadie
sabía, en aquél momento de tristeza en que vivíamos.
Entonces, me vino la idea de salir un poco a Lima y quizá
de Lima buscar más apoyo para reforzar, quizás
para que no lo desaparezcan totalmente a mis hijos, asistí
a varios congresos de Derechos Humanos en Lima, hicimos declaraciones,
todo el equipo que fuimos, pero desengañado también
con el gobierno de entonces y la dictadura de Fujimori, no
encontrábamos absolutamente confianza, como para poder
denunciar y continuar... denunciando los hechos.
Vivimos realmente una situación dramática. No
sabíamos qué hacer, el dolor, el sufrimiento,
el aspecto económico que también influye mucho,
y mi trabajo, todo nos preocupaba; en esta situación
señores, un día veintitrés de diciembre...
tuvimos un allanamiento a las dos de la madrugada por unos
quince encapuchados que cuadraron su carro verde, afuera en
la puerta y escalaron por la... por la pared que teníamos,
un solo piso, por esa pared. Yo dormía al fondo, al
frente, con mi esposa, mis hijos... en eso... teníamos
tres perritos, un boxer grande y dos chiquitos que mis hijitas
siempre les gustaba y a mis hijos también les encantaba
los animalitos, porque yo les inculcaba, de que el hombre
que ama a la naturaleza, las plantas y los animalitos y principalmente
el ser humano, no descuidar de ellos, siempre verlos. En esa
conversación ellos se formaron.
Fue entonces que, a esas horas de la madrugada los perritos
saltaron a matar, unos ladridos enormes en el techo, yo le
desperté a mi esposa de la cama, mira, le dije, por
la ventana que estaba ahí, mira, le dije, qué
cosa es eso, unos encapuchados tremendos, de por lo menos
de dos metros, con sus metralletas y unas linternas grandes,
comenzaban a iluminar todo el frente donde estábamos.
Los árboles, tengo un jardín ahí, todo,
y bajaban por la escalera para llegar abajo al patio y avanzar
hacia nosotros, en esas circunstancias le digo, vamos a salir,
vamos, salimos inmediatamente al tercer piso, escalamos la
grada y vimos de arriba que ya estaban avanzando hacia el
dormitorio. En eso nos lanzamos los dos, yo primero y ella
después, a una casa contigua; de ese techo bajamos
a otro sitio y así logramos escondernos, y la policía
entró con todas las linternas, subió al techo,
incluso nos raspaba la luz... que nos... alumbraba... todo
hemos... tamos viendo de lejos.
La mitad, creo, se metió al dormitorio de mis hijos
y comenzaron ahí a gritar... ajos y cebollas... soeces,
se repartieron pa la huerta otro grupo y así toda la
casa ocuparon, comenzaron a buscar, rebuscar los libros, voltear
toas las cosas, etcétera, etcétera. A un de
mis hijas que se había escondido debajo la cama le
jalaron del pelo y uno de ellos decía, aquí
está el desgraciao, le decía; una vez que lo
hizo parar, vio que era mujer, no era hombre entonces. La
mato, dijo, ajo. No, no cometas eso, dijo el que estaba más
allá, déjala, y así, fun, la tiró
al suelo y a los chiquitos también les decían,
dónde está ...ajo tu padre, dónde está,
dónde, queremos ver, dónde está la dinamita,
dónde está esto, preguntando cosas soeces, ¿no?,
y mis hijas lloraban, gritaban ahí.
Hemos escuchado todo, en eso, en un momento de esos, posiblemente
con silenciador, mataron al boxer grande que mi hijo había
traído de Lima y cariñosamente lo tenía
ahí en la casa, ese boxer lo mataron y lo cortaron,
creo la barriga, no sé qué ya... iba ensangrentado
lo llevaron hasta mi dormitorio y lo taparon ahí, luego
buscaron las cosas y encontraron un equipo Technis, ahí
descargaron toda su furia, le metieron como cuatro o cinco
balazos, ahí está el Technis inutilizado. Luego
hacer esas fechorías, más o menos las cinco
de la mañana, después de cargar... yo esos días
había cobrado mi sueldo, mi esposa también,
habían prácticamente saqueado toda la casa,
los artefactos, un televisor, que recién estaba apareciendo
aquella vez, teníamos radios, hasta servicios había
llevado, ¿no?, teníamos perfumes, de cositas
así de este, ¿no?, mis libros colecciones inmensas,
yo lo único que hecho en mi vida es coleccionar mis
libros, soy amante mucho de la lectura, desgraciadamente,
todo, absolutamente todo lo que era bueno, cargaron en el
camión a las cuatro o cinco de la mañana se
estaban largando estos sujetos.
Nosotros cansados de esperar, qué harán, ya
habrán matado a nuestros hijos; pero yo dije, si escucho
un tiro, yo me paro y voy ir; pero pa mi suerte todo había
sido con silenciador, y no... no tuve la ocasión de
ir. Nos quedamos ahí, en eso, mis hijos saltaron y
gritando y nosotros también bajamos del techo... todo
eso, nos comunicamos y a las cinco, cinco y media por ahí,
una vecina que estaba ahí, nos acudió y se horrizó
de todo lo que había visto, lo que ha ocurrido. Entonces
mediante ella, conversábamos afuera porque ya estábamos
amenazados, prácticamente de desaparecer, ¿no?
Entonces había camiones de Pisco que llegaban en nuestra
puerta en el mercado, esos camioneros, algunas veces cuando
era corralón mi casa, se alojaban, éramos amigos.
Entonces, mediante la vecina, suplicamos para irnos, como
sea, sin destino, para Ica o Lima. Nos disfrazábamos
de toda forma, nos metimos debajo de las cargas, ellos nos...
se encargaron de meternos uno por uno, así... y salimos...
con un temor único, porque en cada paso había
controles de la policía, y como pensamos de que la
policía ya al no haber encontrado su deseo, al no haber
cumplido, pensamos de que en algún lugar iban a agarrarnos.
Es así como salimos de Ayacucho, a las cinco y media,
seis de la mañana, con rumbo... por la carretera de
Los Libertadores, aquella vez todavía no estaba con
pista, era trocha. Entonces, seguíamos... seguíamos
y llegamos a un control y nos dijo, tranquilos, nomás,
no pasa nada, eran conocidos porque pasaban así como
es carga conocida de granos, pasamos felizmente un control,
luego para un río cerca ya... San Jerónimo...
no sé... San Clemente, otro control, felizmente ahí,
el señor que nos llevó en su camión,
nos dijo, bueno ya les hemos sacado y pueden quedarse acá,
nos quedamos en San Clemente y ya perdimos un poco el miedo,
y tomamos carro para Lima, sin destino, sin saber aónde
íbamos a llegar, mi familia, nadie sabía absolutamente.
Entonces llegamos sorpresivamente a la casa del hermano de
mi esposa. Nos recibieron y estuvimos ahí un buen tiempo,
pero como las cosas continuaban... como las cosas continuaban,
en Lima también, nos perseguían. Parece que
sabían dónde vivíamos y nos perseguían.
Entonces optamos, para no comprometer a su familia, irnos.
Ella se queda ahí y yo me fui donde mi madre y así
estábamos varios años aislados, casi llegamos
a la separación, porque yo no podía ir a la
casa de ella ni ella podía venir, ni mis hijos nada,
así hemos vivido como ocho años en la capital,
desesperados, sin una economía... en medio de las preocupaciones,
y perdí mi trabajo, sufrí una subrogación,
porque ni siquiera hecho presente de que iba a viajar a Lima,
etcétera. Tengo una mínima pensión ahora,
con ella subsistimos. Este drama ha continuado, porque a pesar
de mis años, no podía encontrar trabajo en Lima,
ni mi esposa tampoco, hasta la familia en esos casos no lo
ven bien, nos tenían relativamente confianza, pero
se cansaban a veces, notábamos. Ya cuando las condiciones
se dieron, retornamos a Ayacucho; pero en Lima continuábamos
haciendo los reclamos ante la Fiscalía, ante los Derechos
Humanos y hasta queríamos salir al exterior, a la Corte
Internacional para hacer esa denuncia, porque era terrible,
realmente, lo que hemos observado.
Voy a decir algunas palabras nada más. En la búsqueda
de mis hijos en este Cuartel Cabitos 51, un soldadito que
vino a la casa, que era pariente, ¿no?... lejano, de
uno de mis hijos, supo decirnos de que debajo del cuartel
existen casas de tortura, hay hornos crematorios, y cuando
se detiene a los muchachos, generalmente ellos juegan fútbol,
lo costalean en costales negros y comienzan a jugar, patean,
empujan, pisotean, hacen lo que les da la gana, luego de verlo
moribundo, los meten al horno a cremarlos, ese es un pequeño
relatito, nada más, que les doy. Porque la forma y
el estilo, los métodos de la tortura las han hecho
con asesores israelitas y con experiencias de la guerra de
Vietnam, ése es la forma cómo ha reprimido,
¿no?, el gobierno de Alan García a la juventud
y a todos que pensaban contra él, contra su posición.
Lo que queremos hoy día, la familia, es que se realice
la investigación a fondo, sobre esta realidad cruda
en que hemos vivido y que se haga justicia para resarcir las
heridas que han ocasionado en una familia que ahora... casi,
casi se ha desintegrado y como dice mi esposa, todos nos sentimos
afectados de una, otra forma, y esperamos que mis hijos sean
ubicados y que nos digan, estos autores de la represión,
dónde están, qué han hecho con ellos.
Porque no vamos a cejar en nuestro reclamo, jamás vamos
a olvidar este hecho.
Palabras de un comisionado.
Gracias por sus testimonios y entendemos el clamor de los
corazones de muchos...
Palabras del señor Juvenal
Mansilla Guevara.
Aquí voy a mostrarles a mis dos hijos, a quienes los
hemos querido tanto y hemos vivido unidos y seguramente, estos...
(cambio de lado de cassette) ... en la mente y en el corazón
de su familia y el pueblo. Muchas gracias.
Palabras de un comisionado
Una vez más, muchas gracias, a cada uno de ustedes,
por sus testimonios y esperamos que estos temas van a servir
de mucho, para encontrar la verdad y llegar a esa reconciliación
que todos anhelamos. Ha habido mucho sufrimiento de muchos
lados, ¿verdad? Ya ha sido mencionado... y pues es
nuestra tarea... conjuntamente con toda la nación de
buscar la... esa verdad, esa justicia y esa sanidad y reconciliación,
gracias a ustedes.
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