Tercera Sesión,
22 de junio de 2002,
9 a.m. a 1 p.m.
CASO 14. pastor
Oséas Rivera
Al señor pastor Oséas Rivera, que se aproxime
para brindar su testimonio. Por favor se le ruega ponerse de
pie. Señor Pastor Oseás Rivera, usted va a brindar
su testimonio ante la Comisión de la Verdad y Reconciliación
y a través de ella va a dirigirse a todo el país.
Promete solemnemente hacer su declaración con honestidad
y buena fe y decir sólo la verdad en relación
a los hechos que nos va a narrar.
Sí, señor.
Muchas gracias, puede tomar asiento.
Pastor Oséas Rivera, el recordar, el plantear la desaparición
de un hermano en la fe, siempre es muy duro y siempre nos trae
a nosotros esta añoranza de tiempos mejores y de tiempos
buenos pasados con él. Sobre todo en esta carga pastoral,
le agradecemos que haya querido venir a dar testimonio de su
hermano y creemos que ese testimonio es importante para el
país, creemos que nos va ayudar a entender esta guerra
monstruosa que sufrimos los peruanos. Le pido pues que siga
adelante con su testimonio.
Muchas gracias, agradezco la magna
oportunidad que me conceden para testificar referente a un
colega mío, que se llama
Jorge Parra Castillo, pastor de Iglesia Evangélica Peruana.
Le conocí, soy Oseás Rivera Sánchez, natural
de la provincia de Yauyos, distrito de Huantán, departamento
de Lima. Le conocí, más menos por el año
mil novecientos sesenta, en las reuniones frecuentes que realizábamos
nosotros como evangélicos para promover la evangelización.
Fue una persona bien centrada, con principios definidos, creyente
fiel, activo en el movimiento de la fe en la Iglesia Evangélica
Peruana. Mi relación con él ha sido estrecha.
Además de hermanos éramos amigos. Había
muchas cosas que compartíamos en la planificación
del trabajo, tanto en los avances como también en la
detención y a veces en ciertas cosas, de algunas cosas
que se ha fracasado. Es así que nuestras, mi estrecha
relación con él ha sido bastante óptimas.
El Jorge Parra Castillo, es pastor, casado con la señora
Ida Beltrán, producto del matrimonio tiene seis hijos
menores y en cierta ocasión él me contó su
relación que tenía con Sendero Luminoso. Sabemos
que los evangélicos no conciliamos con la filosofía
materialista de Sendero Luminoso y él tenía definido
eso. En el frecuente diálogo que hubo, él se
lo planteó y dijo nosotros no estamos de acuerdo. Y
es así que su postura de él fue cuestionada por
ese movimiento. Y cómo él tenía ascendencia,
tenía presencia, tenía autoridad moral, un día
le conminó a él, le sacaron fuera del pueblo
y le amenazaron de muerte y le dijo: si tú no aceptas
ser el dirigente que colabora con nosotros para una revolución
aquí en el Perú, para cambiar toda la estructura
política. Entonces, te matamos a ti, a toda tu familia,
a todos tus hijos. Porque él dijo que yo no puedo colaborar
con ustedes porque el principio es completamente opuesto, ellos
niegan la existencia de Dios y yo acepto la existencia de Dios.
Es así que él puso su postura y amenazado de
muerte, aceptó. Le darón un fusil y un revólver
para que pudiese defenderse en cierto modo de personas que
se oponían a esa ideología. Tres meses más
o menos, él antes de su captura recibe el fusil y lo
esconde un kilómetro después, debajo de una roca,
en una cueva. El no lo usa, no lo usa para nada. Simplemente
lo detiene a él, lo esconde y cada vez que venía,
porque la presencia de Sendero era vigente. No se podía
el pueblo o sea la comunidad, tratar de buscar una libertad
o huirse a otros lugares porque sabemos que los estudiantes
de Ayacucho, de la universidad tenía acceso por esa
altura y venía ¿Dónde queda Atcas?, Atcas
es un caserío del distrito de Huantán, provincia
de Yauyos, departamento de Lima. Los linderos colinda con el
departamento de Huancavelica y parte de Junín.
Para
llegar a Atcas, de acá de Lima, hay una sola movilidad,
una empresa que se llama San Juan de Yauyos, que va hasta Huantán.
Se sale a las cinco de la tarde y se llega allá, también
las cinco o seis de la mañana. Toda la noche. Una carretera
más o menos. Después de ahí hay que caminar
a Atcas, a lomo de bestia o a pie. Más o menos diez
a doce horas de camino. Entonces, la comunidad de Atcas, está sobre
tres mil seiscientos más o menos sobre nivel del mar,
donde hace mucho frío ¿Cómo se sostiene
la comunidad de Atcas?, su actividad es ganadera, se dedica
a la ganadería de ovejunos, de auquénidos y en
pequeña escala de ganados vacunos. Sus intercambios
comerciales ellos lo hacen mayormente con la provincia de Huancayo.
Porque, por esa zona tienen más acceso. De acá de
Lima, no ingresa nada por la distancia. Es así que una
vez a la semana entra un carro que provee todos sus víveres
para su alimentaciones. Ellos, no cultivan nada en la agricultura
porque todos viven del producto de su ganadería. Es
así que la comunidad de Atcas, más o menos, personas
vigentes en pleno labor, son ochenta comuneros y todos los
que moran ahí, más o menos son seiscientas personas.
Es así que Atcas, es un pueblo, como mucho de nuestros
pueblos peruanos olvidados, donde la presencia de la Guardia
Civil y otras organizaciones, no se conoce allá. Es
así que Sendero llega ahí y tiene simpatía
con el pueblo. Y allí trata de adoctrinarlos. Los reunía,
los daba charlas de capacitación y mayormente, nosotros
hermanos evangélicos era un sesenta por ciento del pueblo
y por eso que los rechazaba y humanamente los pedía
su colaboración alimenticia y en cierto modo de alojamiento.
Ellos tenían que darlo porque no había otra cosa.
Con amenazas de ser cegado la vida. Eso es la situación
geográfica de Atcas.
Ahora, ¿cómo resulta su captura?, antes de su
captura él me comunica como amigos, me dice: sabes que
estoy amenazado por Sendero, ¿qué puedo hacer?
Yo le digo: sabe que, la única solución es abandonar.
Pero ¿cómo voy a abandonar a mi pueblo?, tengo
esposa y seis hijos y mi esposa está gestando uno más, ¿de
qué voy a vivir?, ¿dónde voy a ir? Y me
dice que yo no puedo abandonar porque ellos están en
todo lugar.
Entonces, yo le digo: simplemente que algún día
va a llegar los militares que vela por nuestra integridad física.
Tú confía en los militares porque ellos vana
resguardarles de todas maneras porque son peruanos. Y es así que
pasó un determinado tiempo, yo no era, yo no he visto
la captura ni la masacre que sufrieron ellos. Me contaron por
fuentes fidedignas de hermanos que han vivido esa situación.
Después llego a enterarme de que él es capturado
por los mismos militares que vienen de la zona de Ayacucho,
de una base que se llama Huanta. Más o menos el, unas
ochenta miembros del ejército y el día veinticinco
de octubre de mil novecientos ochentinueve amanece el alba
y Atcas es una zona planicie, pero tiene una colina donde hace
el ingreso del centro con la carretera de Huancayo hacia Atcas.
O sea, que de Huancayo se viaja a Atcas, más o menos
se sale a las cuatro de la mañana y se llega también,
tres, cuatro de la tarde. La carretera es bastante accidentada.
Una sola vez a la semana entra el carro. Y un carro pues, que
está adecuado para este tipo de trajín.
Ve ahí que vienen en especie de abanico, unos ochenta
militares y la gente se pasan la voz, una pequeña comunidad.
Vienen los militares, muchos de ellos, muy posible que sabían
algo y comenzaron algunos correrse, escaparse para la zona
baja. Algunos dijeron: bueno, gracias a Dios, que vienen los
militares. Ahora es cuando tenemos que decirlo la verdad que
nosotros estamos aquí conminados por Sendero.
Es así que él, especialmente no se corre, le
pasaron y le dicen que viene los militares, él no se
corre, él se detiene y le dice: ahora voy a decir la
verdad. Avanza y cerca toda la población de Atcas, los
militares. Una vez que cercaron, les obligaron a salir de sus
casas, de sus escondites hacia el estadio que está en
medio del pueblo y a los que prestaban resistencia, los sacaron
pues a golpes, a culatazos. Llegaron al estadio y todos le
obligaron a tirarse en el suelo boca abajo y los pisaba en
el cuello, en la espalda. Así que comenzó la
masacre y él no estaba ahí todavía, él
estaba el frente en una casa caída.
Entonces, al ver
el sufrimiento y el maltrato que sufrían
ellos, él sanamente dice: bueno, mis hermanos, mis paisanos
no tienen por qué estar sufriendo esto. Porque ninguno
es militante de Sendero. Finalmente que nos han obligado. El
sale convicto a conversar la verdad y va y le dice a un militar:
por favor, llame al comandante quiero conversar con él,
decirle toda la verdad. Y le lleva al comandante y le dice:
señor, le dice, sabe que nosotros estamos sufriendo
aquí, no porque somos militantes, no porque estamos
ejerciendo la política opuesta al gobierno sino porque
nos han obligado. Especialmente a mí me han obligado,
yo soy pastor de la Iglesia Evangélica Peruana. Y Sendero
bien sabía que él tenía autoridad moral
para poder dirigir ese grupo, lideraba justamente la Iglesia
Evangélica Peruana. Entonces, le dice a mí me
han dado con amenaza de muerte un arma, un fusil y un revólver ¿Y
dónde lo tienes?, lo tengo escondido aquí a un
kilómetro de distancia del pueblo, nunca lo he usado.
Porque los evangélicos no estamos acostumbrados a amedrentar
ni a matar a nadie. Estamos en contra de la vida. Y dice bueno,
el comandante manda cuatro personas. Acompáñenle
a sacar en tal lugar. Va, lo desentierra y una vez que lo entregaron,
en ese instante comenzaron la tortura a él. A hacerle,
sacarle la confesión, ¿qué cuánto
había asesinado?, ¿cómo había usado
el arma?, ¿y quiénes más estaban con ellos?, ¿y
por qué tiene que esconderse? O sea, que le masacraron,
hasta que él en realidad no podía confesar nada.
Indefenso, se quedó sorprendido ¿no, del maltrato
que le daba, pero si yo estoy diciendo la verdad. Tú eres
militante y ¿por qué tienes las armas? O sea,
que le torturaban ahí, y no pudieron sacar más
nada.
Lo llevaron al comandante, en el estadio, cuando todos
están
tirados en el suelo hombres y mujeres, niños y ancianos,
todos ahí, indefensos. Y mientras iba avanzando, se
dio cuenta que la población comenzaba a arder como un
horno. Los restos de militares iban de casa en casas saqueando
lo que había dentro de las casas, dinero, artefactos,
todo y los alimentos que tenían, porque cada casa tenía
sus alimentos, con la bayoneta lo cortaba y lo ponía
kerosene y ardía. La casa estaba constituida de adobe,
piedras y paja. Así que era pues fácil para destruirlo.
Francamente fue un momento de pánico, de dolor, que él
ve eso.
Llega el comandante, le dice: ya acá está el
arma, acá está el revólver. Y después
le dice, ¿qué no has hecho?, tortúralo.
Y ahí en presencia de la comunidad comienza a torturarlo
ahí, hasta que le deje inconsciente. Al ver que está inconsciente,
la mamá se levantan que también estaba tirada
en el suelo, se levanta la esposa y dijo: también mátame
a mí. Era uno minutos doloroso eso, gracias.
Se sentía incapaz para poder defenderse, mátame
así como le has matado a mi hijo, mátame. El
hijo desnudo, sin vestido, inconsciente, la esposa también
se levanta y reclama la muerte, también mátame
a mí. Y al ver eso que estaba torturados, todos ahí.
Comandante manda y dice : bótale al carro. Lo levantan
al carro donde ellos viajaban. Inconsciente, desnudo, y la
mamá y la esposa comienza a seguir al carro, la carretera
no es una carretera donde facilita, donde los vehículos
puedan correrse, desplegarse rápido, sino hay baches,
subes y baje y lo persiguió hasta cierto lugar, suplicando,
llorando, gritando que lo deje a su hijo. Por lo menos para
darle una buena sepultura. Inconsciente.
Se alejan, eso nueve,
diez de la mañana y deja todo
la población sembrado en una hoguera, en un desastre,
en una desolación terrible. Toda la gente traumados
allí. Los que se escaparon estaban mirando de ciertos
lugares lo que hacía allí. La familia se quedó allí,
prácticamente enferma, proveyó lo poco que tenía,
agarró su poco de dinero que por hay tenía. Al
día siguiente fueron en busca de su esposo y la mamá de
su hijo. Llegaron a la base, al tercer día llegaron
a la base de Huancavelica, preguntaron mi hijo, dijo que ¿aquí mi
hijo ha sido detenido?, yo quiero saber su vida ¿en
qué consiste?, ¿si está enfermo?, queremos
curarlo, queremos darle alimento. Dijo, en la lista no existe él,
hay otros. Porque con él fueron otos también.
Y no encontró, ni un nombre de él. Fueron a Huancayo
a la Base Militar del veintitrés de diciembre, preguntaron
ahí, dijeron, aquí tampoco existe. En todas las
comisarías no existía su presencia. Y aquí estoy
justamente, porque es un colega mío, pastor de la Iglesia
Evangélica, queriendo saber ¿dónde está él?
Porque todavía abrigamos nosotros pálidamente
de que él tiene vida. Y si tiene ¿dónde
está?
Yo vengo con convicción propia, no presionado ni obligado
por nadie, porque nosotros como evangélicos queremos
saber la verdad ¿dónde esta? Actualmente la familia
se encuentra en una situación de desamparo, de abandono,
de la masacre que recibieron ahí, de los golpes que
le han dado, la esposa quedó lisiada de su pierna. No
vive en Atcas sino vive en Huancayo, en un pueblecito aledaño,
alojado y tratando de sobrevivir, porque la situación
es lamentable para ellos. Ustedes saben que un ganadero, irse
a una ciudad para poder sobrevivir es completamente difícil
cuando uno no tiene nadie quién le puede ayudar. La
Iglesia Evangélica, alguna manera ha tratado de ayudarlos,
ha tratado de aplacar su dolor, su sufrimiento, pero ellos
siguen, ellos siguen y yo me solidarizo con sus hijos, porque
ellos lloran la presencia de su padre. Sufren ellos. En cierto
modo ha renegado sobre la religión. Nosotros creemos
en Dios y dijo: ¿dónde está Dios?, ¿por
qué permite Dios esto?, esta injusticia, este atropello.
Porque nosotros confiamos siempre en los militares, en las
instituciones que velan por nuestra integridad física.
Ellos comenzaron a renegar ¿por qué?, porque
no se encuentran hasta ahora desamparado, sin ninguna esperanza
de encontrar a su padre y la señora, a su esposo vivo.
Actualmente, como Iglesia Evangélica Peruana, en ese
tiempo personalmente he ido a la provincia de Yauyos, he avisado
a la policía de lo que está sucediendo allí.
Ellos me dijeron, vamos a comisionar una comisión que
vayan a darle protección, amparo a la ciudadanía
y nunca han ido.
La Iglesia Evangélica Peruana, hemos hecho dos cosas.
La primera, los evangélicos hemos encomendado la justicia
ante el Dios todo poderoso. Dios es el único soberano
que es defensor de los pobres, de los huérfanos, de
las viudas. Hemos rogado al señor que tome la justicia
en sus manos y a los que delinquen, a los que infringen el
soberano que puede hacer la justicia.
La segunda cosa, hemos
acudido al Concilio Nacional Evangélico,
para que el Concilio Nacional Evangélico, como hermanos
conocedores más que nosotros los provincianos, hagan
las respectivas gestiones para su liberación. Ellos
han tomado cartas en el asunto. Inclusive hemos viajado allá con
alguno de ellos, pero hasta ahora no se ha logrado nada. Se
ha presentado gestiones a todas las dependencias, carta de
Habeas Corpus para su liberación o por lo menos para
saber ¿dónde se encuentran? Y hasta ahora, no
sabemos nada, nada. Es así que como pastor que soy de
la Iglesia Evangélica Peruana, suplico a esta Comisión
y a todos los que defienden los Derechos Humanos, velemos por
la vida del ser humano.
Me extraña tremendamente que peruanos como nosotros
estén masacrando y quitando la vida a otro peruano, ¿por
qué?, porque tiene cierto ascenso de poder. El poder
mal administrado, corrompe, el poder político, el poder
militar, el poder religioso, si no lo administran bien, justamente
cae en esta, en estos extremos. Y como nosotros somos respetuosos
por la vida, no tenemos derecho a quitar la vida de nadie.
Porque nosotros los seres humanos no gestamos la vida, el que
gesta la vida es Dios. Y él es el único que tiene
autoridad y potestad de quitar la vida. Cuando él quiere,
cuando él determina. La Iglesia Evangélica Peruana,
protestamos tremendamente sobre muchos abusos que se hace de
injusticia, de atropello. Sobre todo con las personas desamparadas,
con las personas pobres que no tienen forma de defensa. Si
aquí estoy, estoy justamente por querer buscar el progreso,
el bienestar y mejora de vida de muchos pueblos que vivimos
olvidados en nuestro Perú.
Francamente yo me quedé casi enfermo de todo lo que
me dijeron, de fuentes reales que han vivido mis hermanos allá,
como evangélicos. Nosotros no podemos mentir, simplemente
estamos hablando la verdad, la verdad y en aras de eso es que
vengo a testimoniar de lo que mi hermano Jorge Parra Castillo,
hasta ahora no sabemos ¿dónde está?, y
quisiéramos entonces, saber ¿si está muerto?,
que nos diga está muerto para poder nosotros conformarnos
como creyentes, como hermanos o como amigos, por lo menos,
dejar tranquilo nuestro estado de lagunas que tenemos si está vivo
o está muerto. Y si está vivo, que nos diga en
tal sitio está vivo para poder velar por su bienestar
de él. Eso es todo lo que presento a ustedes señores
de la Comisión de la Verdad y Conciliación, ojalá que
el gobierno asuma su respectiva responsabilidad para velar
por la familia que vive en el completo abandono. Muchas gracias.
Muchas gracias a usted por su testimonio, por sus enseñanzas,
esa enseñanza terrible de que cuando el poder no es
servicio, se corrompe y es capaz de matar la vida. Gracias
también por su esperanza. Creo que los peruanos hemos
aprendido mucho hoy día. Y nosotros en la Comisión
de la Verdad nos comprometemos a investigar, a buscar a acompañarlos
a ustedes en esta cosa tan dura, que es no saber ¿dónde
está el hermano? Muchas gracias.
Muy amable, gracias.
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