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Tercera Sesión, 22 de junio de 2002, 9 a.m. a 1 p.m.

CASO 20. Jesenia Felicitas Najarro Saénz

Bien, vamos a proceder a convocar al último testimoniante de esta mañana, a la señora Jesenia Felicitas Najarro Saénz, se le invita que se acerque para que brinde su testimonio. Por favor nos colocamos de pie. Señora Jeyne Felicitas Najarro Saénz, usted va a brindar su testimonio ante la Comisión de la Verdad y Reconciliación y también ante el país. Promete solemnemente hacer su declaración con honestidad y buena fe y decir sólo la verdad sobre los hechos que nos va a relatar.
Sí.
Muchas gracias, pueden tomar asiento.
Señora Jesenia Felicitas Najarro Saénz, a nombre de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, le agradecemos su presencia y su valentía para darnos su testimonio que aunque doloroso va a servirle al Perú para poder conocer más a fondo de la violencia por la que a atravesado los últimos años. Es en ese sentido que tenga usted la seguridad que la vamos a escuchar con mucha atención y respeto y en tanto la invitamos a que nos de su testimonio.
Ante todo, buenas tardes a todos los miembros de la Comisión de Verdad, soy Jesenia Najarro Saénz, hija del desaparecido profesor Justiniano Najarro Rúa. Vengo a dar mi testimonio, solamente por saber ¿qué hicieron con él?
Mi padre fue profesor principal de la Universidad San Cristóbal de Huamanga. Fue profesor cesante cuando desapareció, durante los años sesenta y ocho y setenta se ocupó a la docencia universitaria. Mi padre, para nosotros fue el tronco principal de nuestra familia. Fue un padre abnegado, que por sacar adelante a su familia, no solamente se conformó con enseñar en la universidad sino también trabajó junto con mi madre que está a mi lado, en un pequeño negocio que fue fundado por la necesidad que teníamos para poder sobrevivir aquí en Lima.
Mi padre vino a Lima porque sufría un mal, que era de las amígdalas, por tanto enseñar se le habían afectado mucho las amígdalas y tuvieron que operarle acá en el Hospital Rebagliatti, porque en Ayacucho no había ese tipo de operación. Y fue así que los doctores le dijeron, que no podía seguir enseñando porque si sigue enseñando, la tiza igualito le iba a traer más, más consecuencias.
Entonces, pidió licencia por cierto tiempo. Es donde acá en Lima, nosotros nos quedamos. No era la idea de quedarnos en Lima, solamente por motivo de salud, nada más. Mi padre vino acá. Pero la necesidad de seguir adelante a su familia hizo que aquí en Lima, una tía, hermana de mi mamá nos proporcionara su casa para poder vivir y entonces, como mi mamá sabía de panadería. Ella trabajaba en Ayacucho haciendo pan chapla, que le llaman acá pan serranito. Tuvimos que alquilar horas en panaderías ¿no, que vivía cerca dela casa de mi tía para poder así nosotros mismos vender y subsistir de esa manera.
Fue cuando así nosotros estuvimos ya alquilando una panadería, ya íntegra allí, ahora es Cooperativa Andahuaylas, que pertenece al distrito de Santa Anita. Ya mi papá mandó traer a su mamá, mandó traer a sus hermanos. Trabajábamos todos en familia, unidos. El negocio nos iba bien, alquilamos otra casa, donde vivíamos exclusivamente y el negocio era aparte. Y el señor que nos alquiló la panadería en ese tiempo como vio que a nosotros nos iba bien, el negocio iba bien. No quiso ya que nosotros trabajáramos, no quiso respetar el contrato que mi papá había firmado. Por el alquiler de esa panadería.
Entonces, es donde que mi papá lo acusó este como decir que era terrorista. A mi papá lo detuvieron tres veces injustamente en Lurigancho, donde después fue absuelto. Y después por difamación y todo, mi papá ganó el juicio. Tenían que darle la casa y mi papá no, no quiso, le dejó al dueño. Dijo, no sabe lo que hace porque es un hombre ignorante. Nosotros no reconocimos la casa, nada. Fue donde ya mi papá poco a poco, consiguió un terreno en San Juan de Miraflores, donde actualmente nosotros vivimos.
Entonces, hizo nuestra choza con esteras y ahí forjamos, mis propios abuelos y mis tíos hicieron la bóveda del horno. Y empezamos así, poco a poco a hacer nuestro propio negocio, nuestro mismo terreno. Y fue cuando de un de repente, un vecino de nosotros, un ex agente del Servicio de Inteligencia, Manuel Melendez Rojas, fallece a una cuadra de mi casa, más abajo. Muerto al costado de él encontraron una bolsa de pan y encima de él tenía un cartel donde decía que: "así mueren los genocidas" Y como nuestra panadería era la primera que estaba ahí en la Cooperativa Uranmarca. Inmediatamente los policías vinieron a mi domicilio a tomar foto a la casa, a entrevistarlo a mi papá, entrevistar a los trabajadores, entrevistar a todos los que estábamos ahí.
Después, llevaron el pan, las muestras de pan y dijeron que no era de nosotros, el pan que hacíamos, que no había ningún problema. Pero, pasó el tiempo ha sido un catorce de junio, a mediados de las once y media de la noche y mi casa intervinieron los militares. Sin ningún aviso, sin ningún, sin previo aviso intervinieron todo. Hicieron, rebuscaron, preguntaron de todo, empezaron a rebuscar, hicieron lo que quisieron en mi casa. Y le preguntamos ¿pero por qué?, ¿qué pasa?, ¿no? Entonces, me dijo que ellos tenían una información confidencial de que el Cojo Feliciano, pernoctaba en mi casa.
Entonces, este a mi papá lo citaron al dieciseis de junio, en la DINCOTE, en el grupo Delta Tres, que estaba a cargo del teniente Terrones. Mi papá se presentó, fue, lo llevaron con su abogado a mi papá y le preguntaron ¿no?, si conocía al ex agente que había fallecido y mi papá reconoció que sí conocía, porque era un amigo, vecino nuestro ¿no? y que también tenían un aviso confidencial donde que el Cojo Feliciano, pernoctaba en la noche y mi papá este vino y nos contó. Nos dijo, no pasa nada, que había sido una equivocación. Y que ahí nomás volvió mi papá después de la citación.
Entonces, no, no había problema, nada, toda nuestra vida era normal porque mi papá se dedicaba a la venta de negocio de pan. Tenía una rutina de repartir pan en la mañana y cobrar en la tarde en el mercado Ciudad de Dios. En uno de esos trayectos que iba y seguro que ya lo han estado persiguiendo. El día seis de julio del noventitrés, mi papá cuando iba a hacer cobranzas de lo que había dejado. No volvió más.
Unas vecinas que bajan en el paradero, arriba en el paradero comercial, nos avisan que mi papá había sido recogido por un auto celeste de marca Volkswagen, con arma. Unos hombres habían bajado con chompa negra, con jean. Mi papá no sólo venía, venía con un sobrinito que se había encontrado también en el camino, que también él repartía y habían venido juntos. Y a la fuerza, les han metido al carro. Nosotros no lo podíamos creer. No si vecina, era su esposo.
Entonces, en ese momento mi mamá y mi hermana se fueron a poner la denuncia a la Delegación de San Juan de Miraflores, donde no le hicieron caso al principio. Estuvieron hasta las doce de la noche y así sucesivamente. Íbamos buscando, ¿qué era de él?, en la DINCOTE, ¿qué habían hecho de él? Y no nos tomaban atención. Era como si se reían, se burlaban de nuestra tragedia que estábamos pasando.
Cuando mi sobrino después apareció al día siguiente. Melitón Ochoa, que tenía catorce años. Nos contó de que habían sido cierto recogido, y habían sido llevados a un sitio que donde, cómo ellos lo tenía cubierto su cabeza, como de una mochila. No sabía ¿dónde le han llevado? Entonces, él cuenta que solamente llegaron a un sitio dónde eran policías porque entre radios se llamaban, que les decían ¡síganme, síganme, ya estamos acá! Y subía escaleras y hay le tendió boca abajo a él, a Melitón y le dijo: échate boca abajo y le esposaron y a mi papá le dejaron en otro salón y le dijeron que reconozca si en mi casa habían terroristas o no habían terroristas.
Sino hablaba la verdad que le iban a colgar con soga. Entonces, el chico se negó. Yo no sé nada, no sé nada. Pero, si escuchaba en el otro cuarto de que mi papá era golpeado y maltratado y lloraba, gritaba del dolor. El cuenta de que mi papá gritaba del....porque mi papá sufría de los riñones ¿no?, porque mucho trajinaba, el trabajo y Melitón cuenta de que lo sacaron y vuelta les volvieron a subir al auto y lo llevaron con un paradero desconocido. No se sabe adonde.
También le dijeron, si tú avisas que la DINCOTE te ha llevado, vamos a quemar a toda tu familia y te vamos a matar. Tú tienes que decir de que tú te has ido a jugar con unos amigos y que tú en ningún momento te has encontrado con tu tío. Ya sabes, así que cuenta hasta cien y después te sacas la mochila. Melitón, como era menor de edad hizo todo lo que le dijeron y cuando él se, lo dejaron por Javier Prado ¿no?, como el muchacho no conoce, estaba perdido, se dio cuenta que todo su brazo y su cuerpo le había picado zancudos. Entonces, dice que preguntó a una policía que estaba ahí, ¿dónde podía tomar carro para irse a San Juan de Miraflores? Y le dijo, tienes que cruzar Javier Prado, para que vayas a tu casa. No tenía tampoco pasaje.
Y cuando nosotros fuimos a poner denuncia, al Congreso, fuimos a los medios de televisión, a las radios, a todas las instancias que pudimos por saber del paradero de mi papá. Nunca no nos dijeron nada. Nunca no nos dieron razón de nada. Siempre nos dijeron, acá no ha entrado. Inclusive tuvimos que ir hospital por hospital. A la morgue, penales por penales. Todo por saber ¿qué era de mi papá? Porque mi padre, para nosotros nunca, va a poder nadie ocupar eso, porque él era un hombre de una moral intachable. Un hombre que nunca le ha gustado estar metido en problemas. Un hombre que sólo pensó en sacar adelante a su familia. Un hombre que nunca tuvo vergüenza de ser profesor o catedrático. Y ser comerciante ambulante, nunca.
Por eso, yo pido a la Comisión de la Verdad, que hoy nos dé esta oportunidad de esclarecer estos hechos porque siquiera sabiendo de su paradero estaríamos tranquilos ¿Qué hicieron de él?, porque se sabe de que desde a partir de la fecha de que el momento que intervinieron mi casa tuvo que ver los militares. Porque nosotros éramos una familia tranquila, nosotros no teníamos problema con nadie. Yo pido en nombre de mi mamá y de mis hermanos que todo esto se esclarezca, porque es feo vivir en este dolor que vivimos sin saber que hicieron de él.
Por eso señores, estoy acá agradecida con ustedes y que si este caso se reabre, que se haga justicia y que no quede impune la desaparición de mi padre, que se sepa la verdad. Porque nosotros estamos hasta ahora...mal, una familia que era correcta, destruida moralmente hasta no saber ¿qué es lo que hicieron con mi padre? Todo esto trajo consecuencias a nosotros. Somos ahora una familia que vive la vida por vivir, porque la razón de nosotros de vivir era tener a nuestro padre al costado, saber que siquiera hicieron con él. Yo pido a los señores por favor, que se haga justicia y que no quede impune. Gracias.
Muchas gracias señora Jesenia Najarro Saénz, por su valiente testimonio. Tenga la seguridad de que todos los acá presentes nos solidarizamos con el dolor suyo y de toda su familia y que este dolor y esta terrible experiencia por la que ustedes y muchos peruanos han atravesado, nos compromete a los miembros de la Comisión de la Verdad a esforzarnos y agotar todas las posibilidades para poder encontrar esa verdad que tanto estamos buscando. Así como la justicia que es muy importante. Muchas gracias.
Señores, suspendemos esta audiencia pública y la reiniciaremos esta tarde a las tres en punto de la tarde. Yo les ruego a los asistentes que vayan a regresar aquí, a este anfiteatro, que se hagan presente diez minutos antes de las tres, puesto que empezaremos a las tres en punto. Muchas gracias.


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