Segunda Sesión,
21 de junio de 2002,
3 p.m. a 7 p.m.
CASO 10. sra.
Cecilia Martínez del Solar
Señora Cecilia Martínez del Solar, usted va
a brindar su testimonio ante la Comisión de la Verdad
y Reconciliación y a través de ese testimonio
usted se va a dirigir al país entero. Promete solemnemente
hacer su declaración con honestidad y buena fe y decir
sólo la verdad sobre los hechos que nos va a relatar.
Sí, prometo.
Gracias.
Señora Cecilia, muy buenas tardes. Se presenta usted
ante nosotros para dar su testimonio, le doy la bienvenida
y le agradezco de antemano lo que usted puede decirnos en relación
al caso que le trae a usted aquí. Puede comenzar.
Gracias.
A todos los miembros dela Comisión de la Verdad,
les agradezco, a todos los presentes y a todas las, dedicado
a todos los que hemos sido víctimas y sobrevivientes
de estos lamentables hechos. Quisiera empezar diciendo que
estar acá dando este testimonio lo siento como una obligación
moral y lo hago para que otras personas no tengan que pasar
lo que mis hijos y yo y las personas que nos rodean, nos rodearon,
tengan que pasar lo que nosotros pasamos, para que se pueda
saber la verdad y no vuelva a ocurrir, como yo temo que puede
ser.
Rechazo la idea de que estos hechos queden impunes, creo
que la única forma de acabar con la violencia y con el abuso
es sancionando a los responsables, para que el resto de la
población o el resto de las personas sepan que estos
hechos no se pueden quedar, que se hacen y que no pasa nada.
Creo que sólo en ese sentido se puede entender un proceso
de reconciliación. Voy a hablar como testigo del asesinato
de Rodrigo Franco Montes, que fue mi esposo.
Cuando murió Rodrigo, tenía treinta años,
tenía tres hijos y un poco menos de diez años
de matrimonio. Siempre fue un hombre honrado y transparente.
Militante del Partido Aprista, de familia. Su padre fue aprista
y su abuelo fue fundador del APRA. Rodrigo fue una persona
con una clara vocación de servicio, dedicada hacia los
más pobres. Vi, presencié todo el esfuerzo que él
dedicaba, en ese sentido. Creo que de no haberme conocido esto
se hubiera concretado en una vocación religiosa, hecho
que evidentemente no ocurrió. Pero sí le quedaron
firmes los principios y valores con los que siempre en el mundo
laico practicó.
Su paso por la política lo asumió con conciencia
de que iba en contra de nuestros propios intereses. En la época
que él trabajó en el gobierno, no había
estas planillas magníficas del PNUD y el sueldo que él
recibía era un sueldo, era un sueldo magro, muy por
debajo de lo que él recibía en esos tiempos,
en el sector privado. Sin embargo, consultó conmigo
porque consideraba que la familia entera iba a sentir las repercusiones
de esta decisión y tomó la decisión de
aceptar el cargo que le ofrecían para trabajar en el
gobierno. Su primera función pública la desarrolló en
el Ministerio de Agricultura, como Secretario General del mismo.
Posteriormente, pasó a ser Presidente del Directorio
y Presidente Ejecutivo de Enci. Enci, es una empresa, era una
empresa muy grande, tanto que llegó a manejar el veinticinco
por ciento del presupuesto nacional. Era una empresa pública
que tenía el monopolio de todas las importaciones. Que
dentro de una economía cerrada era muy poderosa. El
año que estuvo en Henchí, porque sólo
estuvo un año ahí no dejó ningún
día de sorprenderse de las cosas que veía. Vio
desde coimas y cheques muy grandes que tuvo que rechazar, hasta
una serie de irregularidades tratando con su trabajo de que
estas cosas no ocurrieran. Nunca tomó un centavo que
no le correspondiese. Esa etapa la pasamos evidentemente en,
muy ajustados económicamente pero Rodrigo era, estaba
satisfecho del trabajo que lograba y lo hizo con cariño
y dedicación, sin lamentarse nunca en ese sentido.
Los
días de antes de morir, decidió renunciar.
Para que no lo hiciera se le ofrecieron tres cargos: el Ministerio
de Industrias, la Presidencia del Instituto Nacional de Planificación
y hasta la Presidencia del Banco Central. No siendo él
economista, él era abogado. Algo lo había afectado
y decidió alejarse ¿Qué fue?, no me lo
dijo. Pero ya había muchas divergencias con el gobierno.
Por un lado, había bases apristas de jóvenes
y provincianos que venían a buscarlo, pidiendo que lidere
un proceso de moralización dentro del APRA. Por otro
lado, no estaba de acuerdo con mucho de las políticas
que se practicaban en ese gobierno. No estaba de acuerdo, no
estuvo de acuerdo con la estatización de la banca, no
estaba de acuerdo con el dólar MUC, no estaba de acuerdo
con la importación de tantos alimentos. No estaba de
acuerdo con los subsidios indiscriminados. Sobre todo, no estaba
de acuerdo con el subsidio a la harina. El subsidio a la harina
se reflejaba en el pan y en el fideo. Y eso, él veía
claramente que condenaba a muerte a todo el campesinado peruano.
Tampoco, estuvo de acuerdo con el subsidio a la leche. Y condenaba
así mismo a todos los ganaderos del Perú.
Todas
estas divergencias las expresó en los Consejos
de Ministros, a los cuales él iba invitado, no por el
Ministro de su Sector, sino por el Premier de ese entonces,
el señor Guillermo Larco Cox. Ante estas diferencias
y de repente alguna otra cosa más que yo desconozco,
Rodrigo decidió tomar distancia del partido, pero no
tuvo tiempo para hacerlo.
Sobre los hechos mismos del asesinato
de Rodrigo, puedo decir lo siguiente. Era sábado veintinueve de agosto de mil
novecientos ochentisiete, hacía un mes que nos habíamos
mudado a vivir en Lima, sólo pasábamos los fines
de semana en la chacra de Ñaña, chacra que era
de su mamá. Llegamos el viernes en la noche, muy tarde,
los chicos ya habían llegado más temprano, cuando
llegamos ya estaban dormidos. Nos recostamos inmediatamente.
Despertamos con un fuerte ruido que yo, personalmente pensé que
era un temblor. Sin embargo, para Rodrigo fue evidente que
no lo era, porque antes de que hubiera una segunda detonación, él
ya había estado, él ya había traído
a los chicos y a las empleadas hacia el cuarto de nosotros.
En la segunda detonación, ya para mí era claro
que eso se trataba de un ataque terrorista. Estábamos
totalmente cercados en un dormitorio que tenía ventanas
por muchos lados. Rodrigo recorría las ventanas, mirando
lo que pasaba. Yo nunca llegué a mirar hacia fuera porque
iba detrás de él. Y en un momento oímos
más detonaciones y finalmente una de ellas fue en la
puerta de nuestro cuarto.
]
Voló la puerta y abrió un hueco en el techo.
Todo era un, todo eran escombros, tejas, adobes, una cosa horrible.
Hubo una voz que lo llamó y le dijo: ¡Rodrigo
Franco, entrégate porque sino entramos por toda tu familia!.
Cuando oí eso supe que él lo iba hacer. Me prendí de
su cintura, impidiendo que avanzara, la amenaza se volvió a
repetir. Forcejeamos, discutimos, él molesto me tomó de
los hombros, mientras que me hacía retroceder. Finalmente,
me gritó para que lo suelte y reaccionara. ¡Cecilia,
por favor!, ¡por nuestros hijos! Y me tiró hacia
mi cama. Y él salió caminando.
Inmediatamente
lo ametrallaron. En la puerta del cuarto, él
abrió la puerta, la única puerta que quedaba
cerrada, fue ametrallado inmediatamente. Y después de
unos segundos, oímos que una voz contaba hasta tres
mientras daba tiros. Tres tiros se dieron. Volvió a
hacerse el silencio y en breves segundos que para mí fueron
muy largos, este salí a verlo y lo encontré tirado
al lado de un cafeto que él mismo había plantado
en la puerta de nuestro jardín. Estaba tirado, estaba
sangrando. Pero no podía aceptar yo la idea de que estuviera
muerto.
Inmediatamente, reaccioné pidiendo a las empleadas
que abrigaran un poco a los chicos. Mientras salía a
reconocerlo al jardín, miré hacia al lado derecho
y vi a personas, todas de perfiles homogéneos, vestidas
de negro que caminaban hacia el río. Regresé al
cuarto, traté de buscar mis llaves, las llaves de mi
camioneta, no las encontraba. Todo era escombros, lajas, adobes.
Decidí irme en el otro carro, que era el carro oficial.
Pero al salir por la puerta principal que tampoco había
puerta, ya. Que también había volado, vi que
mi camioneta no tenía luna y que en el carro oficial,
estaba muerto uno de los guarda espaldas de Rodrigo, el señor
Hugo Ortiz Palomino. El otro guarda espaldas, no era habido.
Al ver que Hugo estaba sentado en la camioneta muerto, decidí volver
a buscar mis llaves, porque no me atrevía a moverlo.
Logré encontrar las llaves, cargué con mis tres
hijos en el carro, sin luna y los llevé a casa de un
vecino en Huampaní, esperando encontrarlo pero estaba
de viaje. Me encontré con su hija, con Rosario Uranga,
hija de Fico Uranga. Ella me ayudó y le pidió a
su esposo, Raúl Labarthe que me manejara, Yo le pedí que
me prestara un carro, porque con un carro sin luna no podía
ir a Lima. Raúl Labarthe, me ayudó, manejó,
fuimos a Ñaña, cuando regresamos ya Rodrigo estaba
rodeado de muchas personas. Alguna de ellas, intentó insinuar
que no podía tocarlo, porque ya estaba muerto.
Perdí todo control, boté a la gente de mi casa
y sobre una frazada de mi cama, cargamos a Rodrigo en la parte
posterior del carro. Vinimos, no sé a cuántos
kilómetros por hora, lo más rápido posible
hacia Lima...fuimos directamente a la Clínica Americana,
llegamos, encontré a mi suegro en la puerta y alguno
de mis cuñados. Lo ingresaron a Rodrigo a la Clínica,
el médico lo revisó. Yo esperaba, el médico
salió y dijo que no había nada que hacer, que
estaba muerto. Que había muerto además instantáneamente.
Entramos juntos con el médico, le sacó el anillo
de matrimonio, me lo entregó, yo le cerré los
ojos, como probando, pero, que no era cierto pero no reaccionó.
Después los médicos me dijeron que, querían
chequearme a mí, le dije que no era necesario. Me señalaron
mis piernas. Recién ahí me di cuenta que estaban
ensangrentadas. Oí que lo querían llevar a la
morgue, me opuse. Todo se volvió una pesadilla. Si yo
estaba ensangrentada, pensé en mis hijos, que podían
también estarlo. Me dijeron que los chicos estaban bien
y que ya estaban en camino. Peleé con los médicos
por la anestesia y después ya no recuerdo más
hasta que desperté en la tarde, cuando ya me habían
operado. Yo había recibido esquirlas en las piernas
y estaba vendada. Cuando desperté estaban esperando
evidentemente, para que yo decidiese todos los detalles del
funeral. Sólo tenía muy claro que iba a ser un
entierro en privado. Hubo muchos militantes apristas que me
pidieron que por favor fuera velado en el partido, en Alfonso
Ugarte. Pero, me negué rotundamente ¿no?, no
quise que se hiciera de esto un circo. Pedí que se velara
en Ñaña y me recordaron que la casa era ruinas.
Entonces, decidí que se velara en casa de mis suegros,
porque la casa que nosotros vivíamos en San Isidro,
era muy pequeña.
Finalmente, Rodrigo hijo, tuvo un cuadro
de sordera temporal, Carolina, mi hija, recibió un balazo en la nuca y en
el cuello. Alonso, el menor, tuvo esquirlas leves en el pie,
mi hija y yo quedamos internadas en la Clínica. Inicialmente,
no podía aceptar lo que había ocurrido. Entré en
una fase de negación total, donde puedo decir que no
sentía nada, ni me preocupaba saber intelectualmente
que conocía que Rodrigo había fallecido pero
que no me era posible sentir el dolor. Después, vino
una profunda depresión, no me podían ni levantar
de la cama. Afortunadamente conté con el apoyo de mis
padres, de mis hermanas y de toda la familia Franco. Tuve todos
los miedos de ¿cómo manejar a tres niños
de cinco, seis y siete años?, sola. Siempre me había
sentido tan segura con Rodrigo. Tan lleno de vida, tan entusiasta,
tan seguro de sí mismo. Pero él ya no estaba
allí para ayudarme. Tuve todo tipo de fantasías,
el no poderles dar todo lo que ellos hubieran tenido si su
padre estuviera vivo. De ¿cómo iban a resultar
estos niños por la falta de la presencia de su papá?.
Si van a resultar hijos responsables, si van a resultar estudiosos
o si iban a resultar sanos o si resultarían drogadictos
o sabe Dios, que. Veía que yo no estaba bien y que no
podía hacerme cargo sola de todo esto. Felizmente el
tiempo me fue ayudando, recibí ayuda especializada y
creo que pude salir adelante. Posteriormente, antes de cumplir
un año de viuda, empezó otro calvario. El veintiocho
de julio del año ochentiocho, el mal llamado comando
que llevó el nombre de mi esposo, empezó a actuar,
reivindicando la muerte del abogado de Osmán Morote,
el doctor Manuel Febres Flores.
Mis hijos todavía eran chicos y frecuentemente yo oía
las noticias con estas atrocidades cometidas con el nombre
de su papá. Era imposible alejarlos de la televisión.
Todos los noticieros daban a diario, con mucha frecuencia algún
crimen cometido por este comando. Traté de tocar las
puertas de todas las autoridades, sobre todo de las autoridades
apristas, para cuando fueran entrevistados o tuvieran que dar
declaraciones sobre este comando no usaran el nombre de Rodrigo.
Pero la mayoría de ellos no me escuchó. Visité a
todos, a casi todos los ministros, visité a mucha gente
de la prensa, incluso visité a gente de la comisión
del congreso, que estaba realizando una investigación
sobre el comando.
La única persona que no me recibió fue Agustín
Mantilla, tres veces acudí a su oficina. La última
pedí una cita. Porque las anteriores no había
pedido cita. Y tampoco me recibió. No volví a
insistir. Muchos crímenes se cometieron con ese nombre.
Muchos de estos crímenes están siendo investigados
ahora por esta comisión. Sin embargo, creo que lo más
inaceptable es que hayan pasado cuatro gobiernos y recién
ahora con la Comisión de la Verdad, es que sea posible
poder investigar lo que sucedió. No entiendo cómo
pudo dejarse de lado tantas atrocidades, tanta gente involucrada
en cuatro gobiernos distintos que se cegaran a ver lo que era
una realidad. Según la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos en el año noventa, dice a la letra: "que
se extrañaba de que hasta ese momento, que les había
provocado especial preocupación que no hubiesen sanciones
ejemplarizadoras a los responsables de violaciones de Derechos
Humanos sino también a los órganos de estado
peruano, encargado del cumplimiento de la legalidad".
Actualmente, luego de tener acceso al informe en minoría,
a los informes, a tres informes de la investigación
del comando Rodrigo Franco, que estaban en el congreso. Es
que encontré por primera vez un intento serio de investigar.
El informe en minoría firmado por Manuel Piqueras, Gustavo
Espinoza y Celso Sotomarino, fue archivado. En este informe
por primera vez vi algunas luces que pudieron orientarme de ¿qué es
lo que había pasado? A raíz de estos hechos,
en más de tres oportunidades, por escrito pedí a
la actual Fiscal de la Nación, doctora Nelly Calderón,
de que reabra el caso de la muerte de mi esposo. Desde mayo
del dos mil uno, que fue el primer período hasta la
fecha y otras veces la he visitado tres veces, personalmente
al margen de las cartas escritas. Pero hasta ahora no ha hecho
nada.
Sin embargo, yo he logrado reabrir el caso, porque lo
llegué a
encontrar. Puse una persona a buscarlo, especialmente dedicada
a encontrar este expediente. El expediente apareció.
Y ahora, esta en la Sala, en Primera Instancia en una Sala
de Terrorismo. Pero, es curioso tener que decir que la primera
fiscal que lo tuvo, la doctora Isabel Heredia, de la diecinueve
Fiscalía Penal. Tuvo el increíble impulso de
mandar pedir que sea el, que sea la policía, la Sección
de Homicidios, que investigara este caso. Homicidios, devolvió el
expediente diciendo que pertenecía a terrorismo. La
doctora Heredia, insistió y dijo que ella era la juez
y era quién investigaba esto. Y reiteró su pedido
de que fuera a homicidios y no terrorismo, quién investigara
el caso. Yo he estado en las Oficinas de Homicidios con el
mayor que me atendió, que me decía que lo veía
como una pérdida de tiempo, como lo veía yo.
Pero así fue. Ahora recién ha pasado a una Sala
de Terrorismo.
]
El informe que encontré en, sobre la investigación
de la muerte de mi esposo, donde se culpa a dos personas. La
resolución de la Sala Suprema dice: "que toda la
investigación de los responsables de este horrendo crimen,
estuvieron irremisiblemente destinados al fracaso". Estoy
citando textualmente lo que dijo la Sala Suprema, fechado el
veintiuno de febrero del año noventa. Y impuso sanción
al juez instructor de la causa, al doctor Luis Sánchez
Gonzáles, por su mal manejo del caso. En ese expediente
se exoneraba de la responsabilidad a las personas inculpadas
que hoy fueron absueltas del homicidio de Rodrigo Franco.
]
Sin
embargo, fueron condenadas a dieciocho años de
cárcel por delito de terrorismo en agravio del estado.
Yo he conversado con una de ellas, fui a visitarlo a Lurigancho
y me contó su versión de los hechos ¿no?
Y me dijo: no voy a entrar en detalles señora, pero
cómo habrán sido las torturas que tuve que auto
incriminarme y a pesar de esa auto incriminación, la
Sala Suprema no lo condenó. Porque era tan burdo y tan
mal hecho todo, que sólo lo castigaron por el delito
de terrorismo en agravio del estado y le dieron dieciocho años.
Están cumpliendo cerca de catorce años, actualmente.
Yo he puesto en autos de esta ...de estos asuntos al Defensor
del Pueblo, para que vea él lo que le parezca bien.
En ese mismo informe, también fueron cuestionados los
jefes policiales que estuvieron a las órdenes del general
Juan Salas Cornejo, jefe de la Dircote de ese entonces. Este
expediente tiene más de dos mil folios. Se me quiso
hacer creer que se había, primero perdido y después
que se había quemado. Sin embargo, pude encontrarlo.
Lo que realmente creo que pasó es que este expediente
se ocultó. Y puedo decirlo porque en el año noventa,
haciendo unas diligencias con respecto a una pensión
que me corresponde por derecho, como deudo de terrorismo. Una
de las, uno de los requisitos era presentar los partes policiales
o el expediente judicial y no me fue en esos años posible
acceder a ninguno de ellos. Finalmente, se me terminó exceptuando
de estos requisitos. En esos momentos me sentí halagada.
Ahora siento que fui engañada. Hasta ahora me pregunto ¿por
qué se actuó tan burdamente en el caso de la
investigación de la muerte de Rodrigo Franco?, ¿por
qué se quiso encubrir a los verdaderos responsables?, ¿por
qué se buscó chivos expiatorios y no se intentó buscar
a los verdaderos responsables? A los miembros de ese comando
de aniquilamiento, a los autores intelectuales, a los miembros
de la policía que actuaron como encubridores, a los
miembros del Poder Judicial, que no cumplieron con sus obligaciones.
Y al responsable o a los responsables políticos.
He
sido amenazada en diversas oportunidades a raíz
de todas estas investigaciones que vine realizando después
de que dejé de ser congresista. Pero, la más
cobarde de todas fue la primera, en la cual llamaron a casa
de mi madre, una mujer de setenta años, preguntaron
por ella, le preguntaron si era la madre de la ex congresista,
de la congresista, porque en ese momento era congresista y
le pidieron que me diera un encargo. Mi madre, por supuesto
que contestó que encantada lo haría y le dijeron,
era una voz de hombre, que me transmitiera que dejara de estar
investigando este comando porque sino yo o cualquiera de mis
familiares así como de las personas que estaban colaborando,
testigos llamados con nombre y apellidos, sufrirían
las consecuencias.
En otra oportunidad caminando cerca de
la Bolsa de Valores, donde trabajo actualmente. En el mes de
setiembre
aproximadamente
cuando ya no era congresista. Caminaba sola por la calle en
el centro y tres hombres me cuadraron contra una pared, increpándome ¿por
qué continuaba metiendo mis narices en el tema del comando?,
que no siguiera insistiendo. El resultado de estas amenazas
sólo ha sido confirmarme que estaba en el camino correcto ¿no',
que era realmente, que se sentían realmente aludidos
a lo que yo estaba investigando, que los testimonios que recibía,
eran testimonios verdaderos.
Sin embargo, no es nada agradable
recibir amenazas y menos cuando pueden afectar a personas que
no son uno directamente
que es el que asume la responsabilidad sino a terceros. Recién
ahora que se ha conformado esta Comisión de la Verdad
es que yo me he sentido en la libertad de dejar esta investigación
que me la había auto impuesto hasta llegar a las últimas
consecuencias. Yo he entregado toda mi investigación
a la Comisión, todas las grabaciones, todas las entrevistas,
todos los hechos que he recabado y puedo delegar creo que con
tranquilidad a todos ustedes para que continúen en la
búsqueda de la verdad. Que actúen en....que actúen
en una investigación seria e imparcial para acabar con
tanta evidencia e impunidad. En estos momentos, los miembros
de este comando, los miembros del comando de aniquilamiento
de mi esposo, todos ellos están hoy impunes, pueden
estar sentados acá como cualquiera de los que están
sentados en esta sala, libremente escuchando. Sé que
las cosas para mí no van a cambiar, porque haga lo que
haga, nada nos devolverá a Rodrigo Franco. Pero, creo
que sí pueden cambiar las cosas para este país.
Doy este testimonio para que estos actos no vuelvan a ocurrir,
para que no hayan más viudas y huérfanos como
nosotros. Que tengan que pasar por todo lo que nosotros hemos
pasado. Doy este testimonio, también en homenaje a Rodrigo
Franco, un hombre sencillo, un hombre bueno.., un hombre alegre,
bien intencionado, con una clara vocación de servicio
hacia el más pobre, dispuesto a trabajar por su país
y en defensa de lo que eran sus ideales. Totalmente respetuoso
de los derechos humanos, totalmente a favor de lo que significaba
vida y esperanza, nada más alejado de lo que éste
mal llamado comando, significó o significa. Gracias.
Señora cecilia, no sabe usted cuanto le agradecemos
el valor y la entereza que ha tenido usted para acercarse a
nosotros y decirnos lo que ha pasado con su esposo. En realidad
es un compromiso que usted nos pone para que nosotros sigamos
con la posta que usted nos deja. Haremos lo posible para que
esto se realice. Muchísimas gracias por su testimonio.
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