Cuarta Sesión,
22 de junio de 2002,
3 p.m. a 7 p.m.
CASO 25. Osvaldo
Cava Arangoitia y Osvaldo Cava Gárate
La Comisión invita al señor Osvaldo Cava Arangoitia
y Osvaldo Cava Gárate, que se aproximen para brindar
su testimonio. Por favor le ruego ponerse de pie. Señor
Osvaldo Cava Gárate, señor Osvaldo Cava Arangoitia,
ustedes van a brindar su testimonio ante la Comisión
de la Verdad y Reconciliación y también ante
el país. Prometen solemnemente hacer su declaración
con honestidad y buena fe y decir sólo la verdad sobre
los hechos que nos van a relatar.
Prometemos.
Muchas gracias.
Señores Osvaldo Cava Gárate y Osvaldo Cava Arangoitia,
a nombre de la Comisión de la Verdad y Reconciliación,
les agradecemos mucho que hayan venido esta tarde a compartir
con nosotros experiencias tremendamente dolorosas para ustedes,
pero que consideramos necesario que sean reiteradas y que sean
conocidas con el mayor detalle en pro de nuestra, de nuestro
objetivo que es buscar la verdad, la justicia y la reconciliación.
Por favor los escucharemos con atención.
Muchas gracias.
Muy buenas tardes señores miembros,
damas y caballeros de la Comisión de la Verdad, respetables
miembros de la Iglesia Peruana, distinguido público,
señores miembros de los medios de comunicación
social, tengo el agrado de presentar a mis dos hijos que me
acompañan, el licenciado Jorge Cava Arangoitia y mi
hijo el doctor Osvaldo Cava Arangoitia, quién hará uso
de la palabra.
Ante todo, muy buenas tardes miembros de la
Comisión,
nuevamente el saludo también para las personas presentes.
El motivo de estar presente la familia Cava a dar un testimonio
el día de hoy, tiene sino el mensaje de querer dar a
conocer, ¿cómo realmente nosotros como familia
hemos tenido que afrontar y enfrentar algo que ocurrió muy
dramático, muy duro, muy triste hace diez años,
en general al Perú y que fue el atentado de Tarata?
Tendría que hablar en primer lugar de mi hermano Pedro,
el hermano menor de los Cava, un muchacho de ventisiete años,
ex alumno marista, formado en la Universidad de San marcos,
con altos valores morales y espirituales. Un muchacho muy aspirante,
muy querido, que tenía muchos proyectos en su derrotero
por la vida. Es bien cierto que se dice que todas las personas
que mueren son buenas y yo realmente estoy convencido que así es,
porque en general el ser humano por naturaleza, no puede ser
malo. Realmente tendríamos que buscar con los dedos
de una mano para nombrar a las personas que realmente son malas.
En el fondo de todo acto malo, debe haber una causa para que
se haya realizado. Muy pocos hacen la maldad por el simple
hecho de haberla hecho. Creo que no los animales matan por
el gusto de matar. Es el caso de mi hermano, un joven aspirante
como lo dije al principio. Tuvo el destino de estar presente
en el momento inoportuno y en el lugar inoportuno, hace diez
años justamente, el dieciseis de julio y este año,
lo cumplimos y no pudo realmente evitar el destino que Dios
le deparó.
Nosotros, como familia realmente nos hemos
sentido más
fuertes y mas unidos y más ricos espiritualmente porque
nos dimos cuenta que realmente éramos una familia unida.
Somos una familia unida y lo seguiremos siendo. Y tendremos
muchos problemas seguramente, muchas veces faltará el
dinero, muchas veces podrá faltar muchas cosas que aparentemente
son importantes, pero somos una familia unida y recordando
los momentos que hemos pasado juntos, a pesar de que eran momentos
difíciles y tristes hemos podido darnos cuenta que por
encima de todo, el tener ese tesoro invalorable, incalculable,
nos ha hecho mantenernos firmes, alegres en el espíritu
de Dios, en la fe, en la creencia que de todas maneras, nos
tenemos que volver a encontrar mas adelante.
Ese día del atentado, fue un jueves, yo lo recuerdo
muy bien. Yo vivía en Tarata. Tuve que retirarme por
azares del destino, unos momentos antes. Porque yo vivía
en Tarata, ahí tenía dos consultorios dentales,
un laboratorio y una hora antes del atentado, yo puedo confirmar
de que habían casi veinte personas presentes en el consultorio,
entre pacientes, familiares de los pacientes, personal del
laboratorio, mi personal administrativo. Sumábamos casi
veinte personas y Dios quiso que no estuviéramos las
veinte personas en el momento del atentado.
Al ocurrir el atentado,
yo regresé al sitio, donde
yo pensé que había sido el atentado. Por distorsión
del sonido, yo juraba que había sido por otro lado,
pero conforme me iba acercando, me percaté de que el
lugar del atentado había sido en la calle donde yo tenía
mi consultorio, en la calle Tarata.
Inicialmente, al mirar
edificio, yo no pude reconocer el edificio. La fachada realmente
del edificio Tarata, del cual yo tenía
mi consultorio, teníamos nuestro consultorio. Porque
era el consultorio de la familia Cava. Estaba totalmente irreconocible,
al punto de que yo al mirarlo pensé que estaba en la
calle anterior. No en Tarata sino en Shell. Pero al percatarme
que el lado izquierdo de mi vista, podía darme cuenta
que había un estacionamiento, que colindaba con mi edificio,
pude dar en la cuenta de que era el edificio en el cual yo
habitaba y donde tenía no consultorio. Y no lo podía
realmente reconocer.
Yo mucho me acuerdo que no me temblaba
la mano, pero como era tan oscuro y todo estaba tan, tan enrarecido
el ambiente
con humo, tuve que señalar con mi dedo, cada piso para
reconocer ¿cuál era el piso donde yo había
estado trabajando y dónde yo había estado viviendo?,
y al reconocer el cuarto piso donde teníamos nuestro
consultorio, lo único que se me vino a la cabeza, fue
decir Dios mío, gracias a Dios, acabo de nacer.
En ese
momento, no me invadió un sentimiento de depresión
de pena, porque yo pensaba. Bueno, mañana comienzo de
nuevo, este consultorio lo voy a hacer más bonito, será motivo
para mejorar muchas cosas que quería hacer y que no
las hacía. Tal vez por muchos motivos que no eran dables
en ese momento solucionar. Y en ese momento llega mi otro hermano
y me encuentra y me dice: ¿hermano estás bien,
estás bien, estás sano?, si estoy bien ¿Tú estás
bien le digo?, si también estoy bien, ¿y dónde
está Pedro? Y mi hermano Pedro en esa época,
en que todos vivíamos, no nos olvidemos que hace diez
años atrás, Lima vivía una guerra no convencional.
Porque estábamos viviendo una guerra no convencional.
El hecho de que no viéramos militares uniformados en
la calle peleándose contra otros militares, no quería
decir que no estábamos viviendo una guerra los limeños
y el Perú, en general. En provincias, en todas partes,
escuchaban asesinatos a diario. Era una guerra, era un cáncer
que estaba matando muchas vidas sanas e inocentes.
Fue en ese
momento que mi hermano me dice: por Pedro, me pregunta por
Pedro y yo le digo, seguramente Pedro debe estar por llegar.
Porque él tenía la particularidad de que donde
había un atentado, donde había un problema, él
acudía inmediatamente presto, de dónde estaba
a ayudar a levantar heridos, a sacar escombros, a apagar incendios,
y más de una oportunidad llegaba a la casa, contándonos
lo que había hecho. En más de una oportunidad
ayudó a alguien que se quiso también, desbarrancar
del, del puente Miraflores, que se quería suicidar y
estas cosas, porque tenía una forma de ser muy altruista.
Muy sensible ante el dolor ajeno. Entonces, cuando me preguntaron
por mi hermano Pedro, seguramente no debe tardar en llegar, él
ahorita lo vas a poder ver ahí, metiéndose a
ayudar a la gente, a sacar a la gente.
Porque es cierto, cuando
yo subí al edificio, cuando
mi hermano dice: no Alvi, Pedro no, Pedro estaba en el consultorio,
en ese momento que tú te has ido. Y debe estar adentro.
Entonces ahí si se me cerró el cielo realmente
y subí a buscar a mi hermano. En el trayecto del edificio,
al subir, me pude encontrar con los vecinos que vivían
en el edificio, las personas con las que convivíamos
realmente y que nos conocíamos del saludo de todos los
días.
Muchos de ellos, por no decir todos, bajaban con
los oídos
con sangre, con la nariz con sangre, con heridas en la cara.
Todos tenían algún tipo de lesión, definitivamente,
no puede ver una persona en estado totalmente normal. En el
trayecto también pude ver, cadáveres mutilados,
puede ver escenas que realmente me hacían pensar de
que estábamos viviendo una guerra. Yo soy testigo de
excepción, de que realmente es una experiencia muy fuerte,
muy dura, pero que al mismo tiempo me sirvió bastante
porque yo creo que definitivamente, nosotros somos más,
los peruanos, los veinticinco millones de peruanos, somos un
porcentaje altísimo de buenos. Yo creo que la gran mayoría
somos buenos y que tenemos el derecho de querer ser buenos
a los demás que no pueden ser buenos. Yo creo que podemos
tener la oportunidad nosotros de podernos levantar de podernos
decir, no hace falta que tengamos un bien económico,
un bien material para decir, que tenemos realmente la felicidad.
A veces la felicidad la tenemos todos los días, todo
el tiempo y sin embargo no la saboreamos. El simple hecho de
dar un beso a un padre, a una madre, a un hermano, a un hijo,
a una esposa. Ese es un regalo, que a veces, muchas veces,
tiene que pasar tragedias, para que digamos: caramba porque
no le dije que lo quería, porque no podía yo
haber sido más cariñoso, porque no trabajé un
poquito más por ella o por ellos, en fin.
Eso realmente
sirvió en la familia de nosotros para
darnos cuenta. Lo sabíamos, porque nuestros padres,
nos lo inculcaron desde muy chicos, el amor al trabajo, al
respeto, le fe. Son valores que realmente nos han enriquecido
como familia, pero a raíz del atentado de Tarata, Dios
sabe ¿por qué le tocó a Pedrito haberlo
llamado primero al encuentro? Pero estamos seguros, que ha
servido bastante porque nos dimos cuenta que realmente teníamos
un tesoro en la familia, una tinka, en nosotros mismos, entre
nuestros seres queridos, entre nuestros amigos. Porque también
así como nosotros, como familia sufrimos al principio
y estuvimos unidos. Nos dimos cuenta que también habíamos
cultivado y Pedro había cultivado mucha amistad, mucha
amistad, había tenido mucho, muchas ansias de querer
cultivar el amor con su prójimo, con sus amigos. Con
gente desconocida inclusive.
Y nos percatamos que realmente
el problema que nosotros no éramos
unas personas que habíamos sido tocadas por la mala
suerte, porque tampoco fue la mala suerte, pienso yo ahora.
Después de diez años, yo no puedo retroceder
y apoyarme en que yo pasé en Tarata esto, y pasé lo
peor para sentirme ahora, con la excusa de que si las cosas
no me van bien, fue porque yo fui una persona que fue golpeada
por el terrorismo. Yo pienso, yo veo positivamente que lo que
el problema realmente tenemos nosotros nos esta, no estriba
realmente en que nos fijemos que necesitamos una ayuda de parte
del estado, nosotros la familia, no recibimos una ayuda de
parte del estado o de los gobiernos para poder solucionar el
problema.
Al día siguiente del atentado, vinieron a mi casa,
tres colegas y me dieron sus llaves de los consultorios y me
dijeron: Osvaldo, tú puedes empezar a trabajar cuando
tú quieras en nuestros consultorios. Un grupo de amigos
de mi hermano, de otro hermano que tengo, de Felipe, Fito,
vino con un sobre cerrado a los pocos días y un sobre
cerrado que contenía dinero, que habían juntado
entre ellos. Una suma que llegaba casi a mil dólares
en esa época.
Yo nunca supe ¿quién me lo dio? Con esos mil
dólares, yo pude realmente comprar algo y recuperar
algo del material y del equipo que yo había perdido.
Mi sillón dental lo tuve que llevar a reparar al taller
de planchado y pintura automotriz y meterlo como un carro chocado.
De los dos sillones, uno lo pude recuperar. El otro hasta ahora
no lo recupero y sigo trabajando con el que tengo porque, la
seguiré cumpliendo. Entonces, me di cuenta que definitivamente
la solución no está en que yo espere la ayuda
de los demás, la solución está en que
yo quiera ayudarme a mí mismo y ayudar yo a los demás.
Porque cuando yo más ayude, yo voy a recibir también
más ayuda. Yo ahora me siento contento realmente, mirando
atrás y pensando que realmente Dios, Dios es sabio,
Dios sabe por qué hace las cosas, sufrimos mucho, hemos
llorado mucho juntos. Pero al mismo tiempo nos hemos fortalecido,
nos sentimos cada vez más fuertes y más sólidos
como familia y como peruanos, también.
Tuvimos el ofrecimiento
de la embajada de Canadá para
podernos haber ido a Canadá, como asilados políticos.
Y por un acuerdo de familia, decidimos quedarnos, decidimos
permanecer en nuestro Perú. Porque sabemos que esta
es nuestra patria, esta es nuestro terreno, y como lo digo
siempre: “somos más y siendo más definitivamente
no podemos terminar influenciados por un grupo pequeño
y minoritario" . Lo que si, yo quisiera tener que decirle
a esta Comisión que nos ha dado la oportunidad a escucharnos,
es que sería importante seleccionar e individualizar
a las personas que realmente necesitan un apoyo, un apoyo psicológico.
Hasta ahora, porque yo creo que hay muchas personas que actualmente
a pesar que ha pasado el tiempo, necesitan de un apoyo psicológico,
un apoyo médico, un apoyo hasta material. Hay muchas
personas que yo sé, que no se han podido levantar hasta
ahora, que tuvieron que dejar su tierra y venirse a la capital
o a otro sitio y siguen igual o peor que antes. Y si regresaran
a su tierra es como que si tuvieran otra vez, que comenzar
de nuevo.
Entonces, sería interesante que pudiéramos tener
un mecanismo de poder censar y recuperar realmente a esos héroes
anónimos porque ellos fueron soldados de la patria,
en esa época. Ellos enfrentaron al terrorismo, se enfrentaron
al enemigo, no convencional que estaba dentro del país.
Indudablemente, ellos necesitaban y necesitan hasta ahora,
no es el apoyo económico si lo queríamos decir
en el sentido material, pero sí es la preocupación
del gobierno, para que realmente vean que realmente hay un
espaldarazo, hay un apoyo, hay un impulso, y una preocupación,
no hay una desidia, ni no hay una indiferencia hacia ellos.
Hay mucha gente que hasta ahora, todos los días siguen
llorando. Ya no lloran las pérdidas, de los familiares
porque uno con el tiempo va aprendiendo a llevar esa ausencia.
Pero van llorando su pobreza, van llorando su miseria, su falta
de cultura, su falta de oportunidades para el trabajo.
Falta de oportunidades para poderse curar. Yo creo que ese
grupo de personas a lo mejor no puede ser tan numeroso, yo
creo que sí se les podría dar dentro de los escalones
de necesidades, un grado y un acceso, para que tengan ese derecho
porque se lo merecen. Porque ellos en esa época fueron
realmente soldados de la patria, fueron gente que tuvieron
familiares que dieron su vida, por no dar su brazo a torcer
cuando venía el enemigo interno a quererlos dominar.
Finalmente, para corroborar algo que yo creo que no podría
dejar de mencionarlo, me gustaría mucho hacer saber
de que, nosotros, los que hemos estado en Tarata, fuimos realmente
un grupo de veinticinco familias que quedamos en luto, fueron
veinticinco las personas que perdieron la vida. Y sin embargo,
ha habido otros atentados, ha habido otras matanzas donde ha
habido más muertes en cuanto a número y no quiere
decir que Tarata fue lo peor.
Lo que nosotros pasamos como
afectados, como familiares de deudos en Tarata, yo creo que
a lo mejor no ha sido nada en
comparación a lo que en otras partes recónditas
del país ha pasado mucha gente. Y a lo mejor yo no sería
el indicado de dar este testimonio sino estarían otras
personas en mi lugar. Pero Dios ha querido que así sea,
y he tratado de ser lo más justo y tener la memoria
lo más amplia posible, fresca para poderme acordar de
todas estas cosas, que durante todo este tiempo realmente nunca
las pude comentar tan abiertamente, tan sinceramente y tan
verazmente como lo estoy haciendo el día de hoy gracias
a esta Comisión de la Verdad y Reconciliación.
Les
quiero agradecer, los quiero felicitar asimismo, y asimismo
hacer un llamado a todos, a todos nuestros hermanos peruanos
que se encuentran acá y los que se encuentran fuera
del país, que se fueron porque realmente acá las
situaciones no se daban para que estuvieran en condiciones
de seguridad. Que pensemos que nuestro país es grande,
que podemos salir adelante, que podemos realmente a pesar de
los problemas que tengamos y que seguiremos teniendo, porque
yo no reo que realmente podamos solucionar el problema este
a un mediano plazo. Realmente yo pienso que nuestra sociedad,
los peruanos nos sentiremos bien, no porque tengamos una holganza,
un exceso de comodidades, no, yo pienso que seremos bien grandes
cuando sepamos que nuestra familia es grande, cuando sepamos
que realmente nuestros valores dentro de la casa van a ser
fuertes y sólidos para que cuando salgamos afuera nosotros
y nuestros hijos, podamos enfrentar a nuestra sociedad. Que
es como todas las sociedades que hay en el mundo.
Yo creo que
la diferencia está a lo mejor en la ubicación
geográfica, pero que al fin y al cabo, atraviesan siempre
los mismos problemas cotidianos. Entonces, no quiero dejar
de decir esto porque yo creo que se da esta oportunidad, yo
soy una persona positiva, yo creo que más son las cosas
buenas que podemos pasar en la vida, y disfrutarlas realmente
y no dejarnos avasallar por personas y por hechos que realmente
tratan de menoscabar nuestra vida y hacerla a menos. Muchas
gracias.
Señores, como padre de familia, una de las treinta
mil familias que sufrieron los embates de este terrorismo que
tanto ha hecho sufrir a nuestra patria. Yo quiero traer el
testimonio modesto de mis palabras, pero yo quisiera profundizarme
detrás del dolor de mi familia, de mi esposa sobre todo
y de mis hijos, de mis nietos. Yo quise conocer ¿cuál
era la leche que nutría este movimiento ideológico?,
tenía informaciones de mi juventud por conferencias
en la Acción Católica de qué cosa era
el marxismo, pero quería tener una actualidad.
Estuve
revisando el Libro Rojo de Mao Tse Tun, que tanto significaba
como revolución cultural. Y que costó tantos
millones de víctimas en la China y que ha servido para
que en el Perú, Sendero Luminoso, lo tuviera como, como
una Biblia. Y no he encontrado mas que condiciones en que a
la persona humana, se le considera como una masa. Y habla Mao
Tse Tun, de las masas y las masas. Nosotros los cristianos
hablamos de la persona, pero acá Mao Tse Tun, habla
de las masas. Es el desprecio a la vida humana.
Y al punto
que los que seguían a Sendero Luminoso acá en
el Perú, no han estado ajustándose al pensamiento
de Mao Tse Tun, lo he podido captar en uno de los pensamientos,
dónde habla Mao Tse Tun de las Ley de las cardinales
de la disciplina y las Ocho advertencias. Por ejemplo dice,
no tomar a las masas ni una sola aguja, ni una sola hebra de
hilo. Y entregar todas las cosas capturadas, en otro punto.
Y en las advertencias, habla y dice, hablar con cortesía,
pagar con honradez, indemnizar por todo objeto señalado.
Y dice Mao Tse Tun, no pegar ni injuriar a la gente. Ni siquiera
habla de no matarlas.
Dice, no pegarlas ni injuriarlas, son
instrucciones que les da a los soldados del ejército popular. Y luego habla
de no estropear los cultivos que es lo contrario que veíamos
en nuestra patria, la forma cómo se arrasaban nuestros
hermanos campesinos, y habla de no maltratar a los prisioneros
y hemos escuchado en todos estos días la forma sangrienta
en que se ha estado tratando a ellos. No solamente los senderistas
sino los que estaban al otro lado, los de la guerra sucia.
Me puse pues a recordar la cita de San Pablo, cuando decía
no estamos luchando contra enemigos ni de sangre, ni de carne.
Sino potestades muy numerosas y poderosas a las cuales se les
vence solamente con la oración. Y cuando ocurrió la
desgracia, yo estaba con mi señora en el dormitorio,
hemos estado casi a ocho o diez cuadras y hemos sentido que
se levantaban las cortinas, tal fue el efecto, y luego vimos
el gran hongo, tipo bomba atómica que apareció en
el cielo. Y todos pensamos es el Hotel Las Américas,
que estaba pedido, y no era el consultorio, era la calle Tarata.
Y yo recordé las palabras de su eminencia, tan recordado
el cardenal Vargas Alzamora, que pidió que nos uniéramos
los católicos del Perú y del mundo en el rezo
del Rosario, tan importante, tan poderosa. Y uniendo estas
dos invocaciones, lo que decía San Pablo, en la Biblia.
Y lo que decía el cardenal Augusto Vargas Alzamora.
Cuando fui entrevistado una vez en la televisión, yo
mostré este Rosario, que lo tengo desde mi juventud
y dije así, le dije a Abimael Guzmán. Se lo digo
a usted señor Abimael Guzmán en su cara, con
esta arma lucharemos, con esta arma lucharemos y también
con esta arma vamos a vencer y con esta arma se han producido,
amigos que nos escuchan cosas increíbles. Hemos entregado
a los medios para que puedan ustedes tener en su poder lo siguiente
y lo doy a conocer a la Comisión de la Verdad, ¿cuáles
fueron las respuestas marianas a la violencia terrorista en
el Perú?.
Vean ustedes el dieciseis de julio, que es
el atentado genocida en Tarata, coincide con las festividades
de nuestra señora
del Carmen, como que si Abimael Guzmán, manejado como
si fuera un fantoche, por el padre de la mentira hubiera escogido
el día más sagrado del orbe cristiano, para decirle
acá, en este hoyo, aquí esta mi hueco, porque
se formó un hoyo en Tarata, con el coche bomba, aquí esta
mi poder. Muy bien, ¿y cuál fue la respuesta
Mariana?, de miles de miles de personas en el Perú y
en el mundo, que se unieron con este aparentemente insignificante
decena de cuentas, de tanto poder.
Lo capturan a Abimael Guzmán un doce de setiembre,
festividad del Santo nombre de María. Primera, segunda
coincidencia. Tercera coincidencia, lo presentan en conferencia
de prensa, el veinticuatro de setiembre, festividad de nuestra
Señora de la Mercedes, Patrona de las Fuerzas Armadas
del Perú. Siguiente coincidencia, le ponen en el pecho
un catorce cero nueve. Que es el número del reo en el
pecho, coincide con una fecha institucional de la policía.
Pero buscando, en el santoral, comprobé que era la víspera
de Nuestra Señora de los Dolores.
Una cita más, el siete de octubre del año noventidós,
lo condenan a cadena perpetua y los que son marianos, los que
son católicos, saben de que ese es el Día Internacional
de Nuestra Señora del Rosario, el siete de octubre.
Y por si fuera poco, al año siguiente, Abimael Guzmán
hace una carta pública, política de arrepentimiento
y le vuelve a poner catorce de setiembre del noventitrés,
víspera de Nuestra Señora de los Dolores, que
en Méjico se conoce como el grito de los Dolores ¿no?
El cura Hidaldo cuando levantó la bandera de la independencia
en Méjico. Y por si fuera poco, la, el cariño
que tienen la Virgen María al Perú, el trece
de mayo, Hace dos años se pone el último hito
de la, de la frontera del Perú y el Ecuador. Los días
anteriores no se había podido hacer porque era época
de lluvias. Cuando se iban a retirar los presidentes, de pronto
se abren los cielos y era un trece de mayo.
Los que tengan
oídos para oír, que oigan dice
la Biblia, yo por eso he traído este testimonio, porque
me recuerda mucho lo que dijo también Juan Pablo Segundo,
cuando cayó el comunismo. Se oyó un disparo en
esa cortina de hierro y Juan Pablo lo dijo también en
una, en un Foro Internacional. No se crea que porque se ha
caído el comunismo nos vamos a entregar de brazos al
capitalismo salvaje. Fueron las frases textuales de Juan pablo
Segundo, que es lo que hace mirar que nosotros no somos tontos útiles,
que no porque el comunismo con su teoría de sujeción
de la persona humana, de destrucción de las estructuras
del estado, de revolución de violencia, de ruptura de
las vidas humanas, ¿no?, no porque eso haya caído
en Europa y que América todavía quisiera nuevamente
florecer, significa que vamos a entregarnos pues a un capitalismo
de esta naturaleza y lo decía Juan pablo Segundo, recordando
también, lo que dijo León Trece hace ciento once
años en la Encíclica Rerum Novarum. Ese anciano
pontífice que se enfrentó al capitalismo industrial
de la época, en esa encíclica famosa donde defendía
a los trabajadores, reconocía la jornada de las ocho
horas, el trabajo de las mujeres, su dignidad, el trabajo de
los niños. Y decía León Trece que era
necesario demostrar que el cristianismo tenía su propia
doctrina social. Lamentablemente, se silenció este mensaje
y Juan Pablo Segundo, al terminar también esta exposición, él
mencionaba que era necesario cuando vino a Ayacucho y es un
mensaje terminante al terrorismos en la primera visita que
hizo. Hizo una palabra terminante, le dijo "cambiad de
caminos, el mal no puede vencer al bien". Fueron palabras
muy rotundas, muy cortas pero muy terminantes.
Y estábamos sufriendo recién los comienzos del
terrorismo, porque recordemos que la ciudad de Lima, recién
se iba enfrentar a lo que había dicho Sendero Luminoso,
el equilibrio estratégico ¿Cuál era aquello?,
era someter por terror a las ciudades haciendo invadir el terror
del campo a la ciudad, eso lo llamaba él, el equilibrio
estratégico y lo comenzó con ensayos. Primero,
fue el canal Dos de recuerdo tan doloroso, cuando destruyó sus
instalaciones, muriendo muy queridos periodistas. Mucho de
ellos amigos nuestros, que dejaron su vida. Y lo ensayó después
en San Isidro. Pero se dio cuenta en esa bomba que la deflagración
no iba a causar el mismo daño y por eso escogió Tarata.
Porque era realmente, un arteria cerrada donde la deflagración
iba a rebotar, como en efecto lo fue en los edificios, donde
ocurrió la desgracia.
Vean ustedes que la puerta de
los ascensores son hechas de acero y son gruesas, estaban,
parecían una melcocha,
estaban totalmente dobladas. Y fue en dos impactos, primero
sonó una explosión pequeña y la gente
saldría seguramente a espectar ¿qué había
pasado? Y luego rebotó y explotó la segunda explosión
que hizo probablemente la mayor parte de las víctimas,
que fue la de mi hijo, concretamente con cuyo traumatismo encéfalo
craneano, fue suficiente para quitarle la vida.
Yo quiero traer
en los pocos minutos que nos faltan para terminar sin abusar
de vuestra benevolencia, señores miembros
de la Comisión y distinguido público. Hace pocos
días en Arequipa, monseñor Fernando Ruiz de Somocurcio,
arzobispo Emérito, ha presidido una misión muy
honrosa, muy dolorosa para él que tanto ha querido como
todos los peruanos queremos a la Blanca ciudad, hoy tal vez
convertido en una triste ciudad. Que dijo hace diez años
monseñor Fernando Ruiz de Somocurcio, con el entonces
cardenal Augusto Vargas Alzamora. Hace diez años se
efectuó un cuarto encuentro nacional de laicos, y en
aquella oportunidad, la Conferencia Episcopal, y los laicos
de todo el Perú, ya anunciaban la violencia que era
necesario derribar, una violencia de carácter estructural,
se refería a la injusticia del estado y de la sociedad.
Los más ricos, muy lejos de los más pobres y
abría que cerrar esa brecha como lo dijera hace treinta
años el abate Pier , aquel sacerdote que recogía
a los pobres debajo de los Puentes de Paris. Estos eminentes
prelados, entre ellos monseñor Vargas Ruiz de Somocurcio,
anunciaba esta violencia pero pedía lo siguiente, que
ojalá pudiéramos todos escucharlo, dijo así por
aquel entonces, monseñor Vargas. Dijo: en nombre de
Jesucristo hagan un espacio para la paz, la reconciliación
y la tranquilidad, no traicionemos la fe en que vivimos y nos
pedía a todos los peruanos, a todos sin distinción
de credos, de condición social. Sean ustedes artesanos
de la reconciliación. Que podría ser una bandera
maravillosa de la Comisión de la Verdad, buscar a los
hombres de buena voluntad del Perú, para que sean estos
artesanos de la reconciliación.
Quiero finalmente, invitar
a los asistentes a la Comisión
de la Verdad, al público que nos escucha por los medios
de comunicación social, el próximo año
se cumplen diez años del atentado de Tarata, que lo
hemos asumido, perdón este año, digo el próximo
mes diez años del atentado de Tarata, que lo sentimos,
no solamente los miraflorinos. Yo hace veinticinco años
que vivo en este queridísimo y heroico distrito. Lo
siente todo el Perú. Pues bien hace diez años
nos reunimos y nos propusimos que en el mismo lugar donde había
estallado el coche bomba, allí íbamos a poner
la imagen de la Virgen del Carmen, diciéndole a Sendero
Luminoso, que ella iba a vencer y ahí en medio de esos
edificios hace diez años, todavía ennegrecidos,
convocamos a la autoridad edilicia y a los vecinos y comenzamos
a rezar el Rosario, por entonces, no se había capturado
todavía a Abimael Guzmán y desde entonces, todos
los dieciseis de julio en Tarata, a las cinco de la tarde nos
reunimos para pedir a Dios el don de la paz. Que es lo más
maravilloso que puede ser y ansiar una nación, una familia,
un hombre, cualquier hombre sea su condición social.
Por eso los invito el próximo mes, el dieciseis de
julio, a las cinco de la tarde estaremos en Tarata, para decirle
al Perú, como aquellas jornadas cívicas, en que
recorríamos las arterias, con le grito de no nos vencerán
que fue el grito que surgió cuando en la primera jornada
atravesamos la arteria de Tarata y nos dimos cuenta que parecía
Londres en la segunda guerra mundial y revivimos con horror,
eso me pasó a mí y ahí si que me quebré,
me quebré pero me salió del corazón frente
a los frente a los medios que me veían, me veían
mi catarsis que hacía como hombre, como cristiano y
como padre. Me salió un grito, el no nos vencerán
porque decía, no es posible que ellos se burlen de mi
dolor. Y ese grito de no nos vencerán comenzó luego
a ser voceado por los cinco mil, las cinco mil personas que
nos seguían y desde entonces, esto ha sido el grito
de todos los peruanos, "ellos no nos vencerán",
como me ha dicho, como ha dicho mi hijo Osvaldo, nosotros somos
más. Muchas gracias amigos.
Señores Osvaldo Cava, padre e hijo, les reiteramos
nuestro agradecimiento por compartir con nosotros recuerdos
tan dolorosos, si bien toda violencia y toda muerte son repudiables
ustedes y por supuesto Pedro Cava, fueron víctimas de
una de las formas más odiosas y repudiables de violencia,
el terrorismo aleatorio y masivo contra civiles indefensos.
Sin embargo, el atentado de Tarata, catalizó la conciencia
de la población limeña sobre la necesidad de
decirle basta a la violencia, confiamos en que hoy, diez años
después vuestro testimonio y vuestro mensaje de auto
afirmación de esperanza, de solidaridad con las víctimas
más pobres, de fe religiosa, reafirme esta voluntad
nacional de paz y contribuya a avanzar en el camino de la reconciliación
nacional, que es nuestro objetivo final. Muchas gracias.
Muchas
gracias.
Señores vamos a tener un receso de quince minutos y
luego reiniciaremos la sesión para concluir la audiencia.
Caso 21Caso
22Caso
23Caso
24Caso
25Caso
26Caso
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