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Segunda Sesión, 8 de agosto de 2002

Caso 9. Testimonio de la señora Elsa Ruth Poma Gonzáles

Salomón Lerner:
La comisión invita a la señora Elsa Ruth Poma Gonzáles, se aproxime al estrado para brindar su testimonio. Según relata la señora Poma y esto lo ampliará ahora, el señor Juan de la Cruz Nuñez, fue detenido por efectivos del ejército, trasladado al destacamento militar de Leoncio Prado. Las autoridades militares confirmaron su detención, pero reafirman que había liberado el mismo día. Sin embargo, el señor Nuñez Santana nunca más aparece.
Por favor nos ponemos de pie para. Señora Elsa Ruth Poma Gonzáles, usted va a brindar su testimonio ante la Comisión de la Verdad y Reconciliación y también ante todo el Perú. Promete hacerlo con honestidad y buena fe y decirnos sólo la verdad sobre los hechos que nos va a relatar.

Sí, juro.

Muchas gracias. Pueden tomar asiento.

Alberto Morote:
Doña Elsa, usted viene a la Comisión de la Verdad en pleno uso de su derecho para dar su testimonio sobre los trágicos hechos que acontecieron en estos lugares, la comisión le da su más grata bienvenida y estamos dispuestos a escuchar. Puede iniciar su testimonio.

Elsa R.Poma:
Muchas gracias, ante todo buenas tardes, a la Comisión de la verdad y Reconciliación, al público presente y a todo el Perú. Este, quién les habla es Elsa Ruth Poma Gonzáles, si me encuentro en mis facultades mentales, correctamente bien de salud y vengo a testimoniar la tragedia que operó con mi familia.
Se trata de mi esposo, el desaparecido Juan Nuñez Santana. Que era un ciudadano común y corriente, como cualquier hombre trabajador, conformaba una familia conmigo y con mi menor hijo, que es fruto de nuestro matrimonio. Yo lo conocí a él cuando tenía diecisiete años, cuando era estudiante en la Universidad del Centro, allá en Huancayo, donde siempre hemos radicado y sigo radicando.
El era un muchacho muy jovial, siempre lo noté responsable, amoroso, respetuoso de los derechos, buen hijo, conformaba una familia de padres humildes allá en Huancayo, es el sexto de nueve hermanos, muy estudiosos porque ingresó a la Universidad del Centro en facultad eléctrica, el año noventiseis en el primer puesto. Siempre se ha desempeñado filantrópicamente, era muy desprendido, amaba a su familia y por sobre todo, a la nueva familia que había conformado, que éramos yo y su hijo a quién siempre le demostró el lugar que le correspondía, primero él, mi hijo, yo su esposa, porque ya nos considerábamos en una sola persona por haber recibido el sacramento católico y también habernos casado civil.
Con todo esto les quiero decir que mi esposo siempre fue una persona que no mereció desaparecer y desde el momento en donde yo llego a esta ciudad en mi persona renace todos los recuerdos de aquellos tiempos. Encontraron en una zona cálida y verdosa, que más allá de repente, parece que nunca iba a acabar.
Ocurrió todo un once de abril, fecha en la que él regresaba de Uchiza, con dirección a Huancayo, después de realizar sus gestiones de negocios, porque él era agente vendedor de llantas y de repuestos, representante de una agencia allá en Huancayo, Distribuidora Victoria.
Tenía que pagar las cuentas que él sacaba crédito y le urgía regresar a Huancayo. Y salió el once de Uchiza, lo despidió su hermano que trabajaba como transportista y no llegaba a la casa en la fecha que debía de llegar, de ahí comenzó nuestra preocupación mía y de su familia. El saber por qué no llegaba en el tiempo determinado. Entonces, un hermano de él vino para Tingo María, para indagar que si era cierto que él venía para Huancayo en la fecha que le han dicho porque la comunicación no era tan fluida aquellas veces, Telefónica no ingresaba todavía a Uchiza. Entonces, todas las averiguaciones la tenía que hacer personalmente ¿no?
Entonces, él aprovechando de hacer un pequeño negocio, ingresó a Uchiza, en donde le ratificaron que mi esposo había salido el día once de abril con dirección a Huancayo. Y que incluso había sido visto en la carretera por un primo de él, también que ingresaba a Uchiza, arreglando un carro, supuestamente se le había malogrado el transporte en donde él se dirigía para acá, a la ciudad de Tingo María, aproximadamente a las once de la mañana.
Y le dijo, no este Juan ¿qué haces no?, se malogró el carro y tengo que regresar a Huancayo, pero no vayas porque la carretera esta bloqueada, es preferible que regreses conmigo a Uchiza. Pero él persistió en querer regresar a Huancayo porque ya era quince días que estaba en Ichiza y quiso regresar, porque le urgía.
Entonces, este el señor ante esa negativa se fue, lo dejó ahí. Fue la última vez que se supo de él, de su físico, de su salud ¿no?, lo vio sano y fuerte. Y luego ya por testigos yo me entero pasado ya, más o menos diez días ¿no?, de que él seguidamente de eso tomó otro carro, le condujo hasta Yanjanca, un pueblo de entre la carretera y Tingo María.
Luego, de eso bajó de ahí con los pasajeros que estaban en esa camioneta que era una cuatro por cuatro y bajó con dos señoritas y otro señor, que también era comerciante. Pero que radicaba acá en Uchiza.
Entonces, este bajaron los cuatro y como les urgía llegar a la ciudad de Tingo María antes del toque de queda, en aquel entonces era a las ocho de la noche. Ellos muy supuestamente sacaron la cuenta de que con un deslizador podían llegar más pronto. Tomaron un deslizador desde Yanjanca hasta el fluvial de ramal de Ascusala.
En el ramal de Ascusala, la bajaron y fueron detenidos por el ejército. Los cuatro integrantes de la balsa. Las señoritas Lourdes y su hermana, el señor Reynaldo Palomino Huayra y mi esposo. Los cuales fueron conducidos los dos a un cuarto, con las manos atadas y los polos levantados, tapando, cubriéndoles la cabeza y con todas sus pertenencias cobre una mesa, mirando hacia la pared con dirección hacia la pared.
Y las señoritas que no estaban cubiertas pudieron ver, las condujeron a otro cuarto donde fueron interrogadas. Y al rato las soltaron a ellas y ellas pudieron regresar a su destino, como muy probable lo hayan planeado.
Al llegar a la ciudad de Tingo María no podría precisar que día habrían llegado ellas. Este, le comentaron a la esposa del señor Reynaldo Palomino, que su esposo había sido detenido y que si ya había llegado. Entonces, la señora les dijo de que no, que su esposo no había vuelto. Y que también a ella le extrañaba que no haya llegado.
Entonces, ellas le dijeron que él había sido detenido en el ramal de Ascusala y que vaya a reclamar por él. La señora fue de inmediato, fue a reclamar a su esposo. Y los militares que habían detenido le negaron rotundamente la detención.
Entonces, ella al ver esta negativa dijo, -voy a traer mis testigos y me voy a la Fiscalía a quejar porque han detenido a mi esposo y hasta ahora no llega y entonces ¿dónde va a estar?-.
Se fue a la Fiscalía y puso su denuncia con las testigos. Y con las testigos fueron al puesto del ramal de Ascusala nuevamente a indagar por su esposo. Y pero la acompañante supuestamente, porque tampoco y la señora no sabíamos si también era acompañante de alguien, o le habían soltado o no.
Entonces, recién contestaron un documento que fue enviado por la Fiscalía donde ellos sí aceptaron haber detenido a tales personas y que dos señoritas habían sido soltadas y que los dos señores, también pero a la hora. Eso fue aproximadamente, según el documento a las nueve de la noche. Y que los habían dejado en la carretera de la Marginal. Y que de ahí no sabían más de los señores detenidos.
Pero, pasaban los días y no se sabía de ellos, para entonces, mi cuñado quería había venido a indagar por qué el retraso de mi esposo. Por casualidad escuchó un rumor de que en esos días habían habido dos cuerpos flotando en el río, de dos varones de peso. Y que también la señora huanquita, que era la señora Dominga Michue, esposa del señor Reynaldo estaba buscando a su esposo, y que ella también había pensado que eran ¿no?, los dos cuerpos, pero que ya era demasiado tarde porque ya el caudal del río los había arrastrado, ya no han podido encontrarlos.
Entonces, la señora este se encontró con mi cuñado en forma casual, que él la buscó y ella le dijo, -sí efectivamente, lasa señoritas me han dicho que estaban con un señor que era un joven, que venía de Uchiza y que se dirigía a Lima-, le dijo ¿Cómo era?, no te podría decir, sería cuestión de que converses con aquellas señoritas.
Entonces, él fue y se entrevistó con esas señoritas y les describió la vestimenta de mi esposo. Entonces, este él salió de allá de Uchiza con un saco nevado, una cafarena negra, un pantalón jean, una maleta de cuero color marrón y un mini componente. El le describió y era gordo, de mediana estaura, de tez trigueña. Y ellas le dijeron que sí, que sí era él.
Y cuando la señora Michue le enseñó el documento a mi cuñada de lo que contestaron los militares, ellos le dijo de que sí, que efectivamente se trataba de Juan de la Cruz Nuñez Santana, mi esposo. Y que de aquel entonces no supe su paradero. Y con más razón, también yo puse mi denuncia en la Fiscalía de Huánuco, pidiendo el paradero de mi esposo. Y siempre trataba de saber o de buscarlo. He buscado en la morgue, he buscado en la base militar Los Laureles, he ido a los hospitales, a las delegaciones de policía, a los hospitales. Pero de ninguno de aquellos pude encontrar.
Y me ratificaba esto de que lo único que le pudo haber pasado era algo y en esa base. Y arriesgándome me fui con mi hijo en brazos, pese a que me dijeron que me podía pasar algo de repente porque en esas zonas ya no habían garantías, que los cuerpos estaban tirados por la carretera y que de repente me pasaba algo. Entonces, yo tuve que tomar fuerzas y dije no, yo voy. Voy con mi hijo y si me pasara algo, me tiene que pasar pues a mi y a mi hijo. No creo que haya gente tan desalmada que pueda hacer daño a esta criatura que aquella vez tenía, dos años.
Y fui a esa base y pude ver ahí, que la base se encontraba al costado nada más de dónde bajan los pasajeros de las balsas y las personas que me recibieron, al comienzo un poco amables según yo indagaba por mi esposo. Según preguntaba y mis preguntas eran más directas, se empezaban como a cambiar de carácter , a como de repente intimidarme y decirme de que, que no alucine las cosas que yo supongo que haya pasado con mi esposo. Que si ellos solamente lo habían detenido era para identificarlo, para tomar sus datos, que jamás detenían ahí y que más le tema yo a Sendero Luminoso, que de repente lo hayan botado al río, que lo han matado o en último de los casos señora, de repente su esposo se ha ido con otra mujer.
Y yo le suplicaba por amor de Dios, que me digan la verdad. No me importaba que me digan, como haya sido, que yo no les iba a hacer nada, que simplemente me digan ¿dónde está?, o de repente si seguía detenido o de repente si ya lo habían matado. Que me digan, de repente fue mi intimidad, mi desesperación, creí todavía que ellos me iban a decir ¿qué había pasado? Pero, no, al último me dijo -váyase señora, es el último carro que sale, ya va a comenzar el toque de queda, es mejor que usted se retire porque acá su vida corre peligro. Y váyase-.
De verdad que yo no temía, y quizás no me hubiera movido de ahí. A menos de que el chofer me fue a buscar y me dice señora, -apúrese, es el último carro, ya no va a tener usted oportunidad de poder volver a menos que sea mañana- y tuve que subir al carro y observar todo aquella inmensidad verde y aquellos caminos que yo nunca pensé en recorrer, tan sola. Sin respuestas.
Y con la impotencia de no poder hacer nada, a momentos tenía deseos de gritar, gritar que se haga justicia, que nunca pensé que las personas podían desaparecer de esa manera. Que nunca le tomé de repente la importancia debida a aquellos comentarios que hacían. Yo pensaba que solamente los políticos corrían peligro o que los estudiantes, o que aquellas personas que estaban metidas en alguna ideología que no estaba de acuerdo el gobierno. Pero nunca pensé de que también personas inocentes podían pagar toda la carga que vivía nuestro país en aquel entonces.
Y regresé, regresé a Huancayo pero aún no contenta con eso, tuve que tener la esperanza de que él iba a volver en cualquier momento. Y era de repente tan tonto esperar todas las madrugadas que él llegara, noches sin dormir, desesperación, pensar que de repente yo estaba comiendo y él no. Que de repente estaba sufriendo o estaba herido. Quería regresar de nuevo a seguir buscando, de repente era que recién iba a salir al hospital o lo iban a botar por ahí.
Pero los medios económicos ya no me lo permitían. Tenía una realidad que afrontar, tenía que tomar fuerzas en mi hijo, por mí misma, por lo que él había esperado de mí. Porque pensaba que él iba a regresar y me diga ¿no?, que no había elegido en vano a mi persona como su esposa. Que soy la mujer fuerte que él, que él había conocido, que él esperaba de mí el día que nos casamos. Que nos íbamos a ayudar en las buenas y en las malas. Y tuve que seguir adelante. Y fue donde vi un aviso en Aprodeh y fui a Lima, a poner la denuncia respectiva, con los papeles que ya tenía y las contestaciones del ejército.
Luego de hacer esas denuncias, en el Aprodeh fui a un diario y me atreví a contarles, quise que salga en el periódico, que en la selva están cometiéndose atropellos, que hagan algo, que detengan eso. Que no solamente puedo ser yo, y como en el Aprodeh vi tantos, tantos casos, quizás similares al mío o más grandes desastres, familias, niños, ancianos. Y yo dije, tengo que hacer algo, o voy o me paro en la Cámara de Diputados, porque para entonces eran senadores y diputados. Alguien me tiene que escuchar.
Pero cuánto más lo pensaba, más veía la indiferencia, miraba un mundo donde cada cuál pensaba en sus problemas, cada cual vivía su mundo, sus problemas, sus sufrimientos y me sentí muy minúscula, muy pequeña. Nuevamente regresé a mi tierra y me propuse estudiar, terminar mi carrera, conseguir trabajo y seguir adelante por mi menor hijo.
Aún así siempre recordaba y siempre tenía en mi mente que quizás en cualquier noticia o en cualquier fosa, podía ser que ahí esté. Y si tuviera la oportunidad yo de ir a buscarlo iba a volver a retomar aquello con más calma.
Y así pasaron los años y mientras yo seguía tratando de cumplir algunos de los objetivos y las metas que me había trazado con él, al momento de casarnos, aquellos planes que teníamos. No me fui de la casa, siempre estuve ahí, no quería mover ningún objeto. Todo quería que esté conforme, igual para que cuando él vuelva encuentre su hogar. Pero él donde quiera que esté siempre sabrá que yo quise que se escuche que no fue en vano su existencia, que aunque lo hayan desaparecido, él siempre estaba en la familia.
Mientras tanto mi hijo se hacía joven, yo tenía que ser padre y madre para él. Quizás en alguna veces no pude disimular y él me haya visto llorar. Siempre le hablé de nuestra sociedad, nunca tuve rencor, para quién haya podido privarnos de ese ser querido, quién quiera que haya sido. Nunca lo dije a mi hijo odia, nunca. Simplemente que fue algo que tuvo que pasar para que el mundo viera, para que el mundo reaccionara. Es como una cosa preventiva para los hogares que se destruyen, que saquen fuerzas, así como yo que sigan adelante.
Hay cosas positivas, aunque estemos destruidos por dentro, de nada valdría seguir destruyendo. Al contrario, respeten porque tienen la oportunidad de tener al lado una persona con quién tienen que compartir y luchar juntos, que no peleen, que no se ofendan. Porque eso yo siempre quise que sea mi hogar. Y con esa idea formé mi hogar y no lo tenía en aquel entonces y no lo tenía y sufría cuando miraba esas discrepancias hasta en la misma familia, uno observa. Y decía que poco valoran estos momentos de paz, de vida.
Ahora que tenemos esta oportunidad de poder decir yo creo que al menos, al menos mi esposo, su nombre, su recuerdo se ha vuelto a, se ha vuelto a nombrar, se dignifica su persona. Que no se diga que todo aquellos que murieron sólo fueron terroristas o fueron gente mala. No, nadie tiene derecho a quitar la vida de nadie. Todos somos criaturas del universo y tenemos derecho a vivir porque ya estamos aquí.
Yo agradezco a la Comisión de la Verdad por darme esta oportunidad de poder testimoniar, quizás todo aquello que yo sentí valga para que aquellas personas que hacen daño no lo vuelvan a hacer. Porque no solamente hacen daño a la persona que mataron ¿no?, hacen daño a su familia, hacen daño a la nueva generación. Es un problema psico social que causan y por más que quieran matar y esconder y tratar de evitar que no se descubra, no hay un crimen perfecto.
Sí es que todos ponemos la mano, se puede llegar a descubrir ¿quiénes fueron y por qué lo hicieron?, si todos colaboraran y si por decir a mí me estuvieran escuchando ahora, la señorita Lourdes y Laura Wong, que aquella vez testificaron y ellas sí podrían identificar a aquellos militares que nos detuvieron. Sería muy bueno porque ya no tendrían miedo de poder decir una verdad que todavía se sigue esperando. Y seguirán esperando para que pueda aclararse todo.
Yo les agradezco y que sirva lo que a mi me ha pasado, lo que yo he sentido como un ejemplo, para algunas madres jóvenes que quizás pierden a sus esposos por equis motivos, sepan afrontar y seguir adelante. Y a ustedes por escucharme y que se haga inmortal el nombre de aquellas personas que injustamente fueron desaparecidas. Muchas gracias.

Alberto Morote:
Doña Elsa Ruth Gonzáles Poma, su relato revela la vía crucis que pasó usted con motivo de la desaparición de su esposo. La comisión comparte plenamente su dolor y se contagia también de ese su valor, de ese su entusiasmo, porque a pesar de haber perdido a su esposo muy joven nos da una lección muy importante para que ojalá esta experiencia no se vuelva a repetir y si por desgracia sucediera, las mujeres de valor como usted asuman el futuro con la entereza con que lo está haciendo usted. Nos sentimos muy solidarizados con su pesar, con su pena, con su dolor y ojalá la investigación que todos estamos haciendo nos permita llegar a conocer la historia final de su esposo. Muchas gracias por haber venido.

Elsa R. Poma:
Muchas gracias a ustedes.


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