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Segunda Sesión, 8 de agosto de 2002

Caso 13. Testimonio de la señorita Liz Liliana Zúñiga Villar

Salomón Lerner: [empieza cortado el audio]
Como en el año mil novecientos noventicuatro según ella efectivos del Ejército Peruano ingresaron a los poblados de Cayubamba Chico y Chaupiyunca. Como consecuencia de la intervención fueron asesinadas doce personas. Antes de ser asesinados, los hombres fueron torturados y las mujeres y niñas violadas. Ruego a la asistencia y a la declarante se pongan de pie.
Señorita Liliana Zúñiga Villar, usted va a brindar su testimonio ante la Comisión de la Verdad y Reconciliación, también lo va hacer frente al país, a través de los medios de comunicación, promete usted solemnemente hacer su declaración con honestidad y con buena fe y decirnos sólo la verdad sobre los hechos que va a relatar.

Sí juro.

Muchas Gracias.

Sofía Macher:
Señorita Zúñiga, agradecemos que esté con nosotros para contarnos su caso y le invitamos a que empiece. Gracias.

Liliana Zúñiga:
Gracias, primeramente este, buenas tardes a los comisionados de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, este representantes de la sociedad de Huánuco y público asistente ¿no? Soy Liz Liliana Zúñiga Villar, les voy a contar lo que sucedió el veintinueve de marzo del noventicuatro en Cayumba Chico.
Bueno, en ese tiempo Cayumba se vivía un ambiente de mucho miedo porque siempre estábamos con el temor de que llegue el ejército, llegue subversivos. Y mis padres eran personas humildes, campesinos, agricultor. Mi mamá ama de casa, tranquilas, trabajadoras, honradas y eran consideradas así por toda la comunidad y también fuera de él.
Mi papá tenía, había decidido retirarse de Cayumba por el temor que tenía ¿no?, que nos hicieran daño el ejército o subversivos, como ya mencioné.
El quería venir a Huánuco y comenzar de nuevo. Temía por nuestras vidas y la de ellos. Bueno, todo comenzó un veintinueve de marzo, un día martes. Recuerdo que mi papá salía de mi casa a Puente Durán a hacer las compras. Faltando dos días para venirnos a Huánuco, al comienzo de las clases.
Bueno, era una mañana lluviosa, mi papá se despedía de nosotras entre sonrisas y promesas. Recuerdo mucho que él dijo ese día, -chicas ¿qué quieren que les traiga?-, y nosotras dijimos como cualquier niño ¿no?, -dulces papá-. Y nunca pensé esa iba a ser la última vez que lo iba a ver. Al medio día un joven pasó por el frente de la casa gritando ¡el ejército, el ejército, escóndanse!.
Apenas escuchamos decir el ejército, y corrimos con lo que teníamos puesto, al monte. Porque teníamos miedo, horror. Mi mamá tenía miedo porque cuando el ejército entraba, no le importaba. Eran niños, adolescentes, ancianos. No le importaba, no le importaban nuestros derechos, violaban, golpeaban. Es por eso que mi mamá nos llevó al monte, al bosque. Nos escondimos ahí y ella dijo -pase lo que pase, no salgan, ni respondan a cualquier llamado. Yo las voy a buscar-
Y ella se quedó con mi abuelito y mi tío en casa, esperando a mi papá. Y nosotras con miedo. Mi mamá regresó a la noche y nos contó que mi papá estaba golpeado, maltratado, con la cara ensangrentada por los golpes que había recibido por el ejército. Y que le habían exigido dinero para dejarle libre. Y ellos le dieron y me dijeron - ya tu papá va a salir libre, acá solamente quieren hacerlo andar. Vas a ver que todo va a pasar, nos vamos a ir de Cayumba-.
Pero, veía dolor en el rostro de mi madre. Ella no me decía más nada porque no quería preocuparnos, pero yo sé que ella vio otras cosas que no, no me quiso contar ¿no? Pasamos esa noche con mi mamá, al día siguiente. No, esa noche fue la última noche que pasé junto a ella. Que recibí sus caricias, su abrazo. Sintiendo que ella nos abrigaba con una manta para no tener frío. Al día siguiente como les digo, ella regresó a darle el alcance a mi papá y en eso mi hermanita, la pequeña de seis años, salió con ella y dijo que sí le veían a mi papá con una pequeña, el ejército iba a sentir pena de él.
Ella quería conmoverlos. Y que no lo iban a maltratar, que lo iban a dejar en casa, como siempre. Pero no fue así, ellas salieron a darle alcance a mi papá, eso fue el día miércoles treinta. Nos quedamos esperando a mi mamá a que regrese. Llegó la noche y teníamos miedo, no teníamos nada con qué cubrirnos. Nos picaban los insectos, hormigas. Pero teníamos miedo de salir, de hacer un ruido porque creíamos que en cualquier momento iban a disparar.
Tenía, tenía tantos deseos de ver a mi papá. Pasamos la noche el jueves trentiuno, mi tío nos encontró en el campo y preguntó ¿dónde está tu mamá?. Le dije -debe estar en la casa, o quizás se lo llevaron a la base de Chinchao-.
Nunca me imaginé que podía pasar algo peor. Llegué a la casa, encontré mi casa quemada, mis animales descuartizados, sus cuerpos por todas partes. Ropa de mi mamá con sangre y rota. No podía creer lo que estaba viendo. Ese lugar tan lindo, ese lugar estaba quemado.
Mis alimentos con veneno, mis vecinos, ellos ya sabían de la noticia. Lo que había sucedido con mis padres y querían sacarme de cayumba, sin contarme la verdad. Y no quería salir, quería esperar a mi mamá y a mi papá. Tenía tantos deseos de decirles que nunca más quiero regresar a Cayumba, porque es horrible, nunca más quiero volver a estar así, con miedo, escondida. Mientras caminábamos pensaba en tantas cosas, en decir que los quiero mucho, en abrazarlos.
Y cuando salía me encontré con mi tío y mi abuela y entre lágrimas se confundían las palabras y no entendía, no entendía lo que ellos decían y un señor se acercó y le dijo -¿qué pasa Ipolo?-, es el nombre de mi tío. Y él le dijo -mi hermano, mi hermano falleció-. Y yo decía que no, no era verdad lo que yo estaba escuchando, que es mentira, no podría creer que hace unos días mi papá se estaba despidiendo de mí, diciendo que volvería con los dulces que le pedí. Mi mamá prometiéndome que todo esto iba a pasar y que íbamos a hacer una nueva vida en Huánuco.
Siento culpa por la muerte de mi hermanita, quizás ella hubiera estado ahora viva aquí conmigo sino la hubiera dejado ir con mi mamá. Yo no supe como ellos fallecieron, no los vi. Y creo que eso fue mejor porque así no guardo, así no tengo en mente sus rostros quizás golpeados, maltratados ¿no? Sino yo siempre voy a recordarles a ellos, tranquilos, felices con una sonrisa.
Pero, luego, luego me enteré realmente ¿cómo fallecieron? A mi padre lo torturaron, lo golpearon, le cortaron el estómago. Y finalmente, le dispararon en la frente. Mi mamá fue violada, tenía los brazos rotos, lo mismo de la boca. De mi hermanita, una niña de seis años fue violada, tenía las perinitas cortadas. Eso no es justo. Que culpa tenía una bebe, que apenas comenzaba a vivir. No sabía nada.
Mi abuelito recibió un disparo en el rostro, a él si lo vi. Mi tío, también murió de un disparo. Una vecina y su hija, también murieron de un disparo, también fueron violadas. Dos vecinos más, de uno a un vecino lo violaron. Al otro le dispararon en la cabeza. Pero ¿por qué?, ¿por qué hizo eso el ejército con mi familia?, ¿por qué no le dio un derecho a defenderse, hablar, explicarse? No tenían derecho a hacer eso. No tenían derecho.
Luego de esto, mis vecinos enterraron a mis papás, ni siquiera tuvo una cristiana sepultura. Todos fueron enterrados en una fosa. Teníamos miedo a que el ejército regrese y que nos encuentre enterrando y quizás falleciéramos todos. Casi al pasar un mes, creo, se denunció esa masacre a los Derechos Humanos y a Cruz Roja. Ellos fueron a Cayumba Chico, desenterraron los cuerpos de mis padres y se dio mala información en ese tiempo. Dijeron que mi papá, le habían asesinado por terroristas.
Digo yo, en ese tiempo muchas personar quizás haigan leído en el periódico que decía, que falleció por terrorista, quizás dirán -bien hecho se lo tenía, era terrorista, quizás a cuántos haya asesinado-, pero no, no es verdad. Mi papá no falleció por terrorista. Una víctima, ellos le quitaron la vida porque, porque así lo quisieron ellos. No había un por qué. A mis vecinos, a mi hermanita, ¿no había por qué?
Ellos no sabían nada y esto, y esto afectó muchísimo a mi familia. No hay un consuelo por la pérdida de mis padres. Esto también nos afectó a nosotros. Porque quedamos huérfanas, solas, abandonadas, ya ni familia teníamos. No podíamos estudiar porque a veces no teníamos dinero para comprar las cosas que necesitan en el colegio.
Con la muerte de mis padres tuve que asumir, el ser mamá y papá para mi hermana. Apenas tenía trece años. La gente, la gente es abusiva. Porque cuando uno encima es mujer y busca un trabajo, se aprovecha de mis necesidades, te humilla, te explota, te maltrata, te ultraja. Todo lo que uno hace es malo, esta mal hecho. Nada es del agrado de la gente, nada de esto hubiera pasado yo si el ejército no me hubiera quitado a mis padres.
Hubiera crecido como cualquier niño adolescente. No trabajando a temprana edad. A veces no, a veces no, siempre, siempre he tenido cólera porque hay personas que pueden quitar y dar la vida ¿no? Pero, a pesar que, pero pues a pesar que he pasado por momentos difíciles, esto no ha hecho que yo me quede ahí. Toda la vida sufriendo, toda la vida llorando ¿no? Me he hecho una persona fuerte y con ganas de superar, de tener otra vida.
En la actualidad estamos estudiando mi hermana y yo. Yo sé que es, aunque ellos no estén aquí, pero yo sé que ellos están felices por mí. Yo a veces creo ¿no, que todo esto lo que me ha pasado, creo que es un sueño y que voy a despertar y voy a encontrar a mis padres y les voy a decir que he tenido este sueño. Pero es un sueño.
Yo, yo pido a través de la Comisión de la Verda, justicia, que se investigue el caso de Cayumba Chico. El ejército es una fuerza de orden y no de violencia. También pido algún apoyo ¿no?, yo quisiera a través de proyectos de desarrollo social, a entidades, que se dean prioridad a los huérfanos, viudas. Porque eso ayudaría bastante. Y termino dándolo gracias a la Comisión de la Verdad, por escucharme. Gracias.

Sofía Macher:
Liz, no hay , no hay explicación para entender este salvajismo. Tienes toda la razón de que no había derecho para hacer eso. Y creo que tu testimonio también esta mostrando al país lo que es además, ser mujer en este país. Las mujeres sufrieron de una manera particular, específica y no sólo como tú relatas en el momento de la agresión, de la violencia, de la violación, del asesinato sino el ser mujer, incluso para buscar trabajo. Eso es algo que todo el país tiene que reflexionar mucho y tenemos que revisar y esperemos que este testimonio tuyo pueda servir para que reflexionemos sobre este problema. Muchísimas gracias por tu testimonio.

Salomón Lerner:
Señores concluye la segunda sesión de esta audiencia pública, la cual continuará el día de mañana. La tercera y última sesión se llevará a cabo en este mismo recinto a partir de las nueve de la mañana. Les deseo agradecer en nombre de todos los colegas comisionados, su presencia y su atención respetuosa. Hasta mañana.

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